Capítulo 21
- Capítulo I La llegada
- Capítulo II El resto de la familia
- Capítulo III Al día siguiente
- Capítulo IV La institución para señoritas
- Capítulo V Margarita, La Flaca y Carlos
- Capítulo VI Julia conoce la finca
- Capítulo VII Jordana
- Capítulo VIII La reunión familiar
- Capítulo IX Don Gabriel, el cura del pueblo
- Capítulo X Carlos y Margarita ¿qué pasará con ellos?
- Capítulo XI D. José y Julia, a solas en la finca ¿o no?
- Capítulo XII La interrupción de Jordana
- Capítulo XIII Gertrudis
- Capítulo XIV Doña Maruja visita a Don Gabriel
- Capítulo XV El Domingo
- Capítulo XVI El cuartel
- Capítulo XVII El doctor y la enfermera
- Capítulo XVIII El dormitorio de Julia
- Capítulo XIX El convento
- Capítulo XX La revisión médica
- Capítulo XXI Sor Digna
- Capítulo XXII El Arcángel
Mientras todas las monjas abandonaban el gran salón donde se ejecutaban las penitencias Sor Digna y Sor María se quedaron hablando.
Sor María le dijo a Sor Digna que Sor Rebeca le recordaba mucho a ella en sus inicios, rebelde, viciosa, siempre al límite, siempre castigada… Sor Digna le contestó ¡no nos parecemos en nada! ¡yo no era así!, pero la monja relatora, que debía sacarle al menos 15 años de diferencia y que en su momento fue su mentora dentro del convento, asentía con la cabeza…¡tú no recuerdas los quebraderos de cabeza que nos diste cuando llegaste! ¡ni la de azotes que me han dado por tu culpa! Y ahora mírate, ¡eres tú la que los impartes!
Sor Digna agachó la cabeza, tienes razón hermana, lo siento mucho, sé que te han dado muchas penitencias por mi culpa…pero yo ahora también recibo por todas vosotras…y no es sencillo de aguantar…
Lo sabemos hermana, en el fondo salvo las más jóvenes que son unas inconscientes ninguna envidiamos tu posición…Sor María se refería a las frecuentes visitas de D. Ángel, apodado el Arcángel en el convento, que era el presbítero asignado por el obispado para el control del convento.
El Arcángel tenía sobre los cincuenta años, era un hombre de porte serio, muy analítico y observador y dirigía sus conventos con mano de hierro. Era el encargado de dirigir las subastas y se reunía a menudo con la Madre Superiora de manera privada y exclusiva. Sor Digna era la responsable del convento y por lo tanto debía responder ante él frente a cualquier circunstancia.
Ninguna de las otras hermanas había visto lo que sucedía dentro del despacho durante las reuniones, y la madre superiora guardaba hermetismo sobre ello, pero los sonidos que salían de esas cuatro paredes delataban que era fuertemente castigada y quien sabe si algo más.
El arcángel siempre se presentaba por sorpresa y Sor Digna siempre serena y capaz de mantener el control se volvía un manojo de nervios en su presencia.
No solía interactuar con el resto de las monjas, salvo en la tarde de subasta, pero tenía la potestad de poder entrar en cualquier celda del convento y por supuesto inspeccionar a cualquier hermana, máxime si había sido objeto de penitencia.
Mientras Sor Digna y Sor María regresaban hablando por el atrio del convento, sonó la campanilla de la entrada, aun siendo un convento de clausura no era raro que sonara muy a menudo con gente que venía a traer ofrendas o simples proveedores de víveres. Unos pasos más adelante y de pronto vieron venir por el otro lado del atrio a la hermana custodia acompañada del arcángel…Sor María se paró y la cara de Sor Digna palideció.
Buenas tardes hermanas, saludó el presbítero al llegar a su altura.
Buenas tardes respondieron ambas monjas al unísono al tiempo que hacían una genuflexión para besar su anillo.
Sor María, si me permite, necesito despachar con la Madre Superiora.
Por supuesto D. Ángel, yo me retiro, contestó visiblemente acongojada.
¿Vamos a su despacho? Preguntó sabiendo la respuesta el arcángel
S…si…si claro… contestó titubeante Sor Digna…
Una vez en el despacho el arcángel se sentó en la silla que normalmente ocuparía la madre superiora y ésta se quedó de pie del otro lado de la mesa.
¡Bien Lidia! ¿qué está pasando?
¿Lidia? Si, en realidad Sor Digna era Lidia kansp una brigadista internacional que había acudido en la guerra civil española a apoyar al bando republicano y que, una vez derrotada y, en plena huida, había sido hecha prisionera por una banda de regulares del “Cuerpo de Ejército Marroquí” del bando Nacional, que la tenían retenida y la violaban, azotaban y sodomizaban a diario.
D. Venancio, en aquel momento Capitán del ejército Nacional, se había apiadado de ella y la había salvado a cambio de entrar en un convento con otro nombre e identidad. Eso había funcionado muy bien hasta que el observador y analítico arcángel se había hecho cargo del convento y descubrió, buceando en un viejo archivo, la verdadera identidad de Lidia. Desde ese momento ella era su esclava y estaba a su total merced. Si el la denunciaba podía suponer la cárcel o incluso la muerte y pondría en serio riesgo a D. Venancio que se había arriesgado por ella.
D. Angel yo…no…yo…
Lidia, Lidia, Lidia…¡acaso no has visto lo sucedido en la última subasta! ¡ESO NO SE PUEDE REPETIR!
El grito del arcángel atemorizó a Lidia, ella sabía que lo que había hecho Sor Verónica era muy grave…
Después iremos a ver a esa desgraciada de Sor Verónica y ay de ti como no esté bien marcada…
He oído que tenemos mercancía nueva señaló el despótico arcángel
s…s…si…bueno…no se…es muy joven…no se si sabrá…aún la estoy abriendo…
¿le has puesto el tahalí?
Si señor…el doble contestó Lidia
¡Cuántas veces te he dicho que no se lo pongas el primer día que estrechitas gustan más…!
Yo pensé…yo…
Tú, si tú, tú no estás aquí para pensar sino para obedecer…
Bueno, vamos a lo que vamos, veamos que hago hoy contigo…y sacando una llave de su bolsillo se dirigió a un enorme armario en el fondo del despacho. Nada más abrirlo aparecieron mil y un vestidos, uniformes e instrumentos de castigo…
fusta…hoy te has ganado fusta…murmuró en voz apenas audible el arcángel y haciéndola silbar en el aire le provocó un tremendo escalofrío a Lidia en la espalda…
Si, ya está…ya lo tengo claro…hoy vamos a rememorar tus inicios en España…el arcángel sacó dos uniformes del armario y comenzó su disertación, yo seré el sargento del bando nacional que te ha capturado y te interrogará y tú serás la miliciana republicana prisionera…
Al momento Lidia comenzó a desnudar al arcángel, retirándole la sotana, el alzacuellos y demás elementos de la vestimenta…La monja pronto se postró de rodillas para ayudarle a quitarse los zapatos, momento en que con unos leves golpes de la fusta sobre los hombros de ella, le indicó el bulto que asomaba bajo sus calzoncillos.
Resignada sacó la verga del presbítero y se la metió en la boca. La verga era larga y gorda, apenas le entraba en la boca, obligándola a estirar su mandíbula al máximo para poder cumplir con la mamada que le reclamaba. La felación fue torpe, mecánica y carente de ningún sentimiento, lo que exacerbó al arcángel, que no estaba nada complacido con la actitud de Lidia. Con un golpe de la fusta sobre su trasero por encima del hábito, le indicó a Lidia que parara.
Esta obedeció al instante y se dispuso a ayudar a vestir el uniforme al arcángel. Primero le ayudo a ponerse el pantalón con los tirantes, la camisa y la casaca. Posteriormente le ayudó a poner las botas y le acomodó el cinturón con la pistola reglamentaria y lo engalanó con algunas medallas obtenidas de algún veterano fallecido.
La verdad es que la imagen del arcángel con el uniforme era majestuosa…el se mantuvo de pie, golpeando el lateral de su bota con la fusta, con un golpeteo rítmico que marcaba el ritmo de las acciones de Lidia. Ella, nerviosa como si fuera la primera vez, se quitó la toca y liberó una media melena, no muy brillante por el efecto de estar siempre tapada.
A continuación se desabrochó el hábito que cayó al suelo, dejando a la vista unos pechos hermosos, unas caderas anchas y sensuales y un coñito enmarcado por un triangulo de pelo no muy extenso que resaltaba su pubis. Siguiendo las instrucciones de D. Angel Lidia se puso el pantalón con tirantes de la milicia sin bragas, y una camisa caqui raída y desgastada. Por un momento Lidia recordó sus tiempos de trinchera.
El sargento del bando nacional ató a la miliciana sus manos a la espalda con una cuerda de cáñamo que le hizo daño en las muñecas…resignada a su suerte, escuchó la perorata del arcángel simulando ser un militar importante y haciendo que ella confesase la posición del enemigo…ella debía resistirse y el se lo acabaría sacando a base de golpes… la escena iba transcurriendo según lo previsto, ella doblada sobre su mesa con las manos atadas a la espalda y el dándole con la fusta en su culo apenas protegido por la gruesa tela del pantalón de campaña.
La resignación y apatía de la monja eran tan evidentes que la verga del presbítero apenas podía mantenerse firme…¡zorra anarquista! Gritó visiblemente molesto el arcángel, que tiró del pantalón hacia abajo, dejándole el culo desnudo y desprotegido ¡ahora aprenderás! Y comenzó a descargar golpes con la fusta ¡zazzz!, Ufff resoplo la monja con el primer impacto que dejó una marca roja del tamaño del cabezal de la fusta
¡zazzz! ¡zazzz! ¡zazzz!
Las marcas se empezaron a suceder por todo el trasero de la pobre Lidia.
¡zazzz! ¡zazzz! ¡zazzz! ¡zazzz! El trasero de la pobre monja estaba sufriendo un duro castigo que permitía disfrutar al arcángel y que su verga se fuera hinchando nuevamente
¡zazzz! ¡zazzz! ¡zazzz! ¡zazzz! ¡zazzz! ¡zazzz!
El llanto de la madre superiora se empezó a confundir con algún leve gemido de placer…los sufrimientos pasados y los castigos que aplicaba en la actualidad a sus hermanas le habían permitido desarrollar un sentimiento de excitación ante el dolor, que acababa desembocando en riadas de placer…poco a poco Lidia esta llegando a ese punto y el arcángel lo sabía y se aprovechaba…
¡zazzz! ¡zazzz! ¡zazzz! ¡zazzz! ¡zazzz! ¡zazzz! ¡zazzz! ¡zazzz! ¡zazzz! ¡zazzz! ¡zazzz!
La última batería de azotes fue tan intensa que la mujer lloraba y jadeaba, jadeaba y lloraba, dejando salir todos sus sentimientos, todos sus sufrimientos ante semejante castigo…su entrepierna estaba empapada y ella no podía controlarlo,…sus nalgas temblaban fruto del castigo…ardiendo como si tuvieran un hierro candente apretando sus carnes…así, a punto de llegar al orgasmo, el arcángel soltó la fusta y se desenfundó su pistola reglamentaria, un modelo Astra, con un cañón delgado y largo, que el arcángel dirigió hacia la entrepierna de la muchacha y se la introdujo lentamente en su húmedo coñito, haciendo que Lidia soltada un resoplido BUFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF que sintió el frio metal de la pistola penetrando su intimidad.
El movimiento de la mano del presbítero de fuera hacia adentro fue ganando centímetros poco a poco hasta que la mano del arcángel acabó casi por completo dentro del coño de la monja que con un Diossssssssssssssssssssssssssssssss se derramó sobre la mano de su torturador…momento que este aprovechó para sacar la pistola, dejarla en la mesa, desabrocharse el cinturón y el pantalón para dejar salir su polla, que había recuperado su hermosura, y apoyarla sin piedad en el ano de Lidia que solo pudo sentir la embestida del miembro y ver como le dilataba el culo hasta reventarla… Jesusssssssssssssssssss gritó la monja, lamentando el grosor del cipote que la estaba empalando.
El arcángel se deleitó empalando a la muchacha, con cada embestida le sacaba un grito a la madre superiora, con cada embestida le agarraba mas fuerte las caderas, con cada embestida descargaba toda su ira contra los republicanos, con cada embestida, en fin, demostraba su poderío y autoridad sobre la pobre Lidia…
Cuando las embestidas fueron cumpliendo su misión y excitaron la verga del arcángel hasta el límite, este le agarró la nuca a la mujer apretando su cabeza sobre la mesa del despacho. Le clavó con toda su energía el cipote en lo mas profundo del culo hasta el punto de que sus testículos rebotaban contra las nalgas y siguió ejerciendo esa presión hasta que D. Angel, con su uniforme todavía impoluto en la parte superior, gritó ¡por la victoriaaaaaaaaaaaaaaaaaa! Y derramó su semen dentro del culo de la pobre Lidia…que solo pudo reprimir un grito AGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGG.
La verga del arcángel fue deslizándose lentamente fuera del culo de la monja, mientras los restos del semen y un pequeño hilillo rosa, fruto de la herida que la tremenda verga del presbítero había causado en el esfínter de ella, iban saliendo al mismo tiempo…
Atada, con las nalgas palpitantes por el ardor de los azotes, y con la entrepierna y el ano dejando salir los fluidos frutos del sexo, la monja, disfrazada de brigadista, mostraba un aspecto desolador, que muy bien podría ajustarse a la realidad de lo que el arcángel pretendía representar. No contento con ello, se desplazó a la parte posterior de la mesa, donde la cabeza de Lidia estaba apoyada en la mesa y acercándole la verga a la cara, ligeramente flácida, pero llena de fluidos y restos, le hizo una señal para que abriera la boca…pero Lidia era un poco aprensiva y no quería meterse esa verga en la boca… El arcángel cogió la pistola que estaba encima de la mesa y presionando con el cañón los labios de la monja le fue abriendo la boca… Con un sentimiento de asco la monja fue pasando la lengua por el cañón de la pistola limpiando bien el mismo de los fluidos vaginales que ella misma había derramado sobre el arma.
Mi pequeña zorrita, abre la boca ahora, que me vas a limpiar la verga…sí o sí…
Lidia resignada…abrió la boca, dejó que la flácida verga recorriera sus labios, su paladar, su lengua, dejando a su paso el reguero de fluidos y otras sustancias que la polla había arrastrado desde el interior de sus entrañas…sumisa, derrotada, entregada, así se sentía Lidia, pero al mismo tiempo con un coño satisfecho y continuos mini orgasmos que trataba de ocultar al arcángel para que éste no la castigara más…
La verga se fue recuperando dentro de la boca de la mujer…y el arcángel no dudó en iniciar un movimiento suave de dentro hacia fuera y de fuera hacia dentro que acabó por ser una follada oral, que Lidia a duras penas pudo aguantar, pero que le permitió al Sargento quitarse los restos de semen que aun le quedaban en sus testículos y que vació sobre la lengua de la monja…que se vio obligada a tragarlo una vez más…
El arcángel, satisfecho, volvió a dirigirse a la parte de atrás, manoseó el culo de la monja, admirando su obra, los agujeritos rebosantes y esas nalgas bien marcadas y tras desatar las manos de la monja espetó
¡Vístase Sor Digna, que tenemos que hacer la ronda!