En esa ocasión por fin me animé a pedirle a mi esposa que intentáramos hacer un trío, ya que era una asignatura pendiente en nuestra exploración de pareja.
Era algo que ella había considerado en sus fantasías, pero nunca se imaginó que le pudiéramos hacer realidad.
Con cierta excitación, me comentó que había un compañero en su trabajo que hacía tiempo que la cortejaba.
Era un hombre soltero un poco menor que ella. Por supuesto, más joven que yo.
Le pregunté si le atraía como para invitarlo a casa, a lo que me contestó que siempre le había llamado la atención, que incluso en alguna ocasión habían compartido besos y caricias después de algún festejo de la empresa en donde trabaja. Sin embargo, nunca había sido más que eso.
Decidimos que el siguiente fin de semana lo invitaríamos a una cena informal. Por supuesto en principio él no sabría que sería el único invitado, sería una sorpresa que en su momento manejaríamos.
Mi esposa con una directa coquetería, la cual, anticipaba una promesa implícita, le invitó para el siguiente sábado a las 9:00 de la noche.
Ese día, mi esposa se arregló de manera muy provocativa. Se puso un vestido de esa tela que parece camiseta, color rojo. Era tan corto que difícilmente le cubría sus minúsculas bragas.
Sin brasier se veía fenomenal. Se peinó y maquilló cuidadosamente, asimismo, cubrió su cuerpo con esa fragancia sensual que suele usar cuando quiere destacar su erotismo.
Carlos llegó un poco después de las nueve. Una suave música de jazz lento se escuchaba en el ambiente y el aroma de mi esposa se percibía tenuemente a través de las habitaciones de la casa.
La mesa cuidadosamente puesta, lucía la vajilla clásica, las copas de cristal y las velas encendidas.
La cena ya estaba a punto, ayudé a mi esposa a llevar los recipientes calientes al centro de mesa, a fin de iniciar la deliciosa cena que habíamos preparado entre los dos.
Empezamos con un brindis y, poco a poco, la atmósfera informal permitió que la belleza y sensualidad de mi esposa se hiciera cada vez más evidente. Sentada se veía divina, sus piernas se mostraban en su totalidad finas y hermosas.
Carlos con dificultad podía reprimir entregarse a la contemplación de tal hembra, un poco menos que desnuda.
Charlamos animadamente y después de la cena, mi esposa con movimientos sensuales nos tomó del brazo y nos invitó a pasar a la sala. Puso en el aparato de sonido, una suave música de blues.
BB King, interpretaba una sensual melodía que aprovechó mi esposa para moverse voluptuosamente al ritmo de la música. – ¿No les parece deliciosa esa música? Invita al amor, ¿no creen?, comentó con una voz aterciopelada y sensual.
Carlos y yo nos quedamos como hipnotizados con la imagen de esa hembra en celo, la cual, recorría las curvas de su cuerpo con sus finas manos hasta llegar a sus pechos. Se los acariciaba, logrando con ello, la erección de nuestro penes.
Poco a poco se acercó a Carlos y le pidió que bailara con ella.
El, estupefacto, se empezó a mover y ella se le acercó provocativamente, se volteó y con sus deliciosas nalgas empezó a acariciar el pene del atónito compañero de trabajo. – Hummmmmmm, delicioso, mmmmm, expresó.
La erección de Carlos era tan evidente, que mi esposa le comentó, – querido, me fascina la dotación que has traído esta noche.
Carlos, con nerviosismo me volteaba a ver, como tratando de entender la situación. Mi esposa, luego, levantó femeninamente su mano y con el dedo me hizo una seña para que me les uniera – Ven querido, únete.
Me acerqué y mi esposa me besó largamente en la boca.
Después, se volteó, puso sus nalgas en mi pene, levantó sus brazos y rodeando el cuello de Carlos lo empezó a besar, abriendo los labios y metiéndole su delicada lengua en la boca, con pasión, le entregó la caricia. No dejó que me separara, estaba entre los dos, demandando con su actitud ser acariciada.
Carlos, súbitamente comentó – ya no aguanto con tu permiso, José, voy a acariciar a tu esposa. – Adelante compañero, tienes mi permiso, le respondí.
Tomó a mi esposa por la cintura la atrajo hacia si y le dio un largo beso en sus turgentes labios, bajó su mano y le acarició sus redondas nalgas.
Mi esposa, no pudo evitar el suave ronroneo, que suele emitir cuando siente placer sexual.
Con un fino movimiento, se volteó y, tomándole sus manos, se las puso en sus tetas, cerrando los ojos, como una muestra de un profundo disfrute de la atrevida caricia en sus senos. Sus pezones se notaban prominentes a través de la tela del vestido.
Seguimos con ese juego, entre copas de champagne, las caricias empezaron a ser cada vez más atrevidas.
En alguno de los momentos, al regresar del aseo, vi que Carlos acariciaba las piernas de mi esposa, la cual sentada en el sofá, ofrecía una imagen divina de sus piernas.
La mano de él tocaba los labios externos de su sexo, a través de las minúsculas bragas.
Ella disfrutaba la caricia con los ojos cerrados. Me senté, y al momento, sentí que mi esposa llevaba la mano a mi pene erecto.
Se sentó y le pidió a Carlos que se pusiera de pie. En esa posición le abrió lentamente el cierre del pantalón y le liberó la tremenda verga, la cual deliciosamente empezó a mamar. Pasaba su lengua por la cabeza del falo y volvía a introducirla profundamente hasta su garganta.
Metía y sacaba la verga de su boca. – qué rico amor, me gusta mamarte la verga, como te lo he hecho antes.
En ese momento me di cuenta que mi esposa, ya tenía una relación con Carlos que era mucho más que solo besos y caricias, como anteriormente me había comentado.
Con esa escena no tuve más remedio que sacarme mi pene y empecé a masturbarme.
Sentía un placer tremendo cuando pasaba mi mano por la cabeza de mi falo. Estaba observando a mi esposa tragándose la verga de su compañero, succionándola como una experta puta.
Al darse cuenta de mi autoestimulación, me alcanzó y me invitó a ponerme enseguida de Carlos, ahí empezó a agarrar una y otra verga y mamaba por intervalos cada una de ellas.
Se puso de pie y nos invitó a sentarnos en el sofá. Con movimientos lentos se empezó a quitar el vestido, regalándonos una maravillosa imagen de su desnudez. Bellísima, deliciosa.
Desnuda, se acomodó en el sillón y abrió las piernas. Su sexo húmedo, se ofrecía como pétalos de rosa.
Carlos se aplicó y le chupó por minutos el clítoris, mi esposa gritaba de placer, gemía y verbalizaba palabras de agradecimiento – gracias, amor, huyyyyy, que rico, mmmmmmaaasssssssss, masssssssss, quiero masssss, sisisisisi, sisisisis, qué rico mamamasss, ssssoosoooooyyy unnna pppppuuuuuutaaa.
Le pedí a Carlos mi lugar para chuparle el sexo a mi adorable esposa, ya mezclado con la saliva de Carlos, empecé a mamar más y más su vagina, a meterle la lengua por la abertura de su agujero.
Mi esposa, estaba como poseída, se retorcía y gritaba cuando se venía en espasmos de pasión y deseo que sin inhibiciones expresaba. Poco después, de las mamadas, suplicó que le metiéramos la verga dentro de ella.
Me adelanté y empecé a penetrarla con mi pene, mientras mi esposa masturbaba con sus manos a Carlos. Sentía lubricada su vagina y mi pene entraba y salía de esa cueva que se nos ofrecía sin recato.
Al sentir el crecimiento de mi pene previo a la eyaculación, mi esposa me dijo que parara, que quería sentir el semen de Carlos, antes que el mío.
Se le ofreció abriendo las piernas frente a Carlos, y tomando su pene se lo acomodó en la entrada de su vagina y se lo introdujo al tiempo que emitía un sensual grito:
ahaaaaaaaaaaaaaaaaa, pppppaaaapppppaaaaa sssiiiiittotooo, quuee rrrrrrrrrrrrrriiiiccooooooo. Góooooooozzzaammmmme, soy unnna puutaaaaa.
Estuvo entrando y saliendo, yo observo atónito el espectáculo, mi esposa estaba follando con su compañero de trabajo como una perra en celo. El pene entraba y salía, brillando por los líquidos vaginales que secretaba la vagina de mi esposa, producto de su tremenda excitación.
Quise participar, mi excitación era descomunal.
Me acerqué a la pareja me agaché a un lado de Carlos, el cual sudaba metiendo y sacando su tremenda verga por la vagina de mi mujer, y con un impulso, acerqué mi boca al clítoris de mi esposa, se lo chupé mientras sentía en mi cara los huevos y el falo de Carlos que penetraba con vehemencia.
No lo resistí, puse mis labios y mi lengua para sentir el lugar en donde entraba y salía la verga. Sentí su miembro en mi boca y en un momento que se salió de la vagina, sin reserva, metí su instrumento en mi boca y se lo empecé a chupar.
Nunca lo había probado, los flujos de mi mujer junto con el sabor de su pene, me parecieron deliciosos.
Me hinqué ante su poderoso instrumento y me dejé llevar, succionando de arriba abajo su delicioso pene, mi esposa al cabo de un momento me dijo – no seas goloso querido, lo vas a hacer eyacular en tu boca y yo quiero que me ponga su semen dentro de mi vagina. Deje de chapárselo y esperé que mi esposa se lo volviera a meter en la vagina.
Yo seguí acariciando el tronco que entraba y salía con mi boca, mientras mi esposa llegaba con un orgasmo cuya intensidad no recordaba haber presenciado antes.
Carlos eyaculó dentro de la vagina de mi esposa y, aún con el semen chorreando lo sacó y, metiéndolo en mi boca, se lo volví a chupar, sintiendo los espasmos que siguen al orgasmo. Yo me vine masturbándome mientras le chupaba su riquísimo falo.
Nos recuperamos a la experiencia y de nuevo, mi esposa quiso ser follada; estaba insaciable, sin embargo, le pedí que me permitiera percibir la deliciosa experiencia de sentir que una verga se vaciara en mi boca.
Estuve por minutos mamándole la verga a Carlos, hincado frente al macho sentado en el sofá, sentí como se le hinchaba su maravilloso instrumento, más, más y más, hasta que casi no me cabía en la boca y escuchando sus tremendos bufidos, sentí como el chorro de semen me llenaba hasta la garganta, no pude evitar tragarme gran parte de tan delicioso líquido.
Mi esposa sonrió al ver mis labios llenos de la esperma de Carlos y me pidió que la besara para compartir el resto del lechoso fluido.
Y me comentó, – qué bárbaro eres bastante más goloso que yo, se te nota tu talento para chupar penes, lo haces mejor que yo. Me ayudó con su delicada mano a eyacular.
Terminamos la velada en una sobremesa de pinchos y cava y le agradecimos a Carlos su compañía, con la promesa de que nos volveríamos a reunir.
Delicioso, es una sensación tremendamente placentera. Nunca pensé que ese sería la primera de muchas experiencias en las que le chuparía la verga a quienes se follan a mi mujer
Después de esa experiencia empecé a anhelar las fiestas íntimas en nuestra casa.