Ya en el relato anterior describí como terminamos enredados en un trío mi prima Alba Susana, yo y un profesor nuestro de la Universidad Gerado Barrios de San Miguel. Y como al final, el llamó a unos amigos.

Cuando llegaron los cuatro amigos de mi profesor, los escuché hablar un poco, en voz baja como para que nosotras no los escucháramos, bueno, en fin, Alba ya no escuchaba nada, aunque se hubiese un poco recuperado de su borrachera. En verdad, era muy temprano todavía, el reloj del cuarto de Alba marcaba apenas las 9 y media de la noche y nuestros planes de salir a una disco ya se habían esfumado.

En cambio, teníamos ante nosotras la posibilidad de aguantar ante esos chicos una de las más grandes cogidas que   podíamos tener en nuestras vidas.

Imaginaos: cinco chicos para dos chicas. Una orgía increíble porque prácticamente sería yo sola contra ellos porque la negra seguía semiinconsciente. No sé si entonces eso era buena o mala suerte, en fin.

 No sé qué hablaron, pero al ratito llegó David acompañado de uno de ellos (omito los nombres de los chicos, porque sinceramente ya no me acuerdo de ellos, a excepción de dos que siguieron visitándome posteriormente). Entre ambos levantaron a la negra y se la llevaron rumbo al baño y poco segundos después escuché como el agua de la regadera comenzó a fluir. Los chicos trataban con este método tratar de despertar a mi prima, que no daba visos de querer reaccionar. Como diez minutos después la trajeron de nuevo a la cama, totalmente empapada y tiritando de frío, pero sin recobrar la conciencia del todo. Las gotitas de agua resbalaban sobre su hermosa y negra anatomía de una forma muy, muy incitante.

-Esta no nos servirá -dijo el chico que acompañaba a David, refiriéndose a Alba como si se tratase de un objeto que fuesen a utilizar.

-Depende -dijo David- porque yo acabo de culeármela de lo más rico, ayudado por Yesenia.

-Pero no será lo mismo, mira -dijo levantándole un brazo a mi prima y dejándolo caer luego- pareciera que está muerta.

-De cuando acá te ha importado si se mueven o no -espetó David- cójansela y ya estuvo.

-Veremos pues -dijo el chamaco.

Sin reparos de ninguna clase, David me haló y me llevó a la sala de la casa, mientras yo veía como otros dos chicos entraban a la habitación donde estaba Alba.

Al ratito salieron decepcionados.

-Esa puta está muerta David. No se mueve para nada

-¿Y qué quieren que haga? Se emborrachó como una loca. Déjenla que duerma la borrachera y cuando reaccione nos la pelamos.

-¿Y mientras, qué? -dijo el que parecía ser el menor de todos.

No hubo respuesta. Los cinco chicos dirigieron su mirada hacia mí, con una complicidad silente que entendí perfectamente, a pesar de la semiembriaguez que me atolondraba. Estaba segura que ese día sería bombardeada por cinco hombres al mismo tiempo. Y eso me asustó y me alegró al mismo tiempo. En ese momento me sentí más desnuda que nunca, vulnerable e indefensa.

Los cinco se acercaron a mí y yo retrocedí un poco, asustada porque no pensé que podría con los cinco al mismo tiempo. Entre todos me sujetaron por las muñecas y las piernas y me llevaron al dormitorio de Alba, quien aún yacía en la cama semiinconsciente. Con poco cuidado, entre dos la tomaron por las extremidades y la depositaron sobre la alfombra del piso. Ella medio despertó de su letargo, pero inmediatamente volvió a caer en el profundo sopor. Ni modo, tendría que enfrentarme yo sola a la jauría que tenía enfrente. No les costó mucho a los chicos apoderarse completamente de mí… Claro, ya me encontraba desnuda entonces. Así que cinco bocas febriles y hambrientas comenzaron por recorrer palmo a palmo completamente mi cuerpo. Aquello era excitante, puesto que yo no sabía de donde me llovería el próximo beso, lamida o mordisco… y siempre me sorprendían. Poco a poco, más pronto que tarde, me invadió de nuevo una exquisita sensación de lujuria, de deseo irrefrenable, de penetración urgente, mientras dos de ellos manoseaban y lamían mis pechos, otro el abdomen, otro mi sexo y el último mis muslos.

Como si se hubiesen puesto de acuerdo sin palabras, cuatro de ellos se hicieron a un lado y uno me colocó boca arriba y sin decir nada se abalanzó sobre mis piernas abiertas, hundiendo por completo su virilidad en mi vagina.

De nuevo las sensaciones recorrieron mi cuerpo, aventándome hacia un abismo de gemidos y movimientos espasmódicos y convulsivos. Por entre el velo de neblina del placer, podía divisar a los otro cuatro alrededor de nosotros, masturbándose como locos mientras nos contemplaban. Antes que yo, el que me penetraba alcanzó el orgasmo derramándose dentro de mí.

Rápidamente, otro de ellos dejó su lugar alrededor de nosotros y me empalmó sin consideraciones de una vez, limpiamente. Y de dos o tres movimientos, terminó en un orgasmo, de los más rápidos que he visto (sin tomar en cuenta que desde hace ratos se estaba pajeando él mismo).

Pensé que lo que seguiría sería que otro de ellos se acercaría y me penetraría de la misma forma pero no imaginé que lo que seguiría me llevaría al borde de la locura.

Otro de ellos se recostó en la cama, con su garrote totalmente enhiesto y engrosado por la excitación y entre dos me alzaron y me recostaron sobre él, haciendo que mi vagina  encajara sobre su verga. Al sentir el instrumento dentro de mí, casi automáticamente, sin pensarlo mis caderas comenzaron a moverse como un torbellino desenfrenado tratando que mis entrañas fuesen totalmente exploradas por el garrote de carne viva. El chico que tenía debajo me afianzó rodeándome por la cintura con uno de sus brazos, mientras una de sus manos bajó un poco más, apuntando con uno de sus dedos hacia mi ano. Al posar su yema en la entrada de él, una corriente eléctrica atravesó mi espalda, llegando hasta mi cerebro de donde rebotó y recorrió a la inversa el mismo camino yendo a morir en mis extremidades inferiores. Todo ello en menos de la mitad de un segundo. El chico comenzó a jugar con mi agujerito posterior de una forma inusitada y original: sin meter el dedo, empezó a presionar en mi ano, fuerte, rápida y repetidamente. Aquello puso duro y constreñido mi esfínter rápidamente… y la contracción de éste me despertó de nuevo el deseo de la penetración anal…

No sé si David se dio cuenta de ello, pero se acercó por detrás de nosotros, separó la mano del chico que estaba debajo de mí y encañonado su miembro hacia mi culo, me lo dejó ir muy poco despacio. Mi esfínter posterior se abrió como rosa encarnada, absorbiendo el impacto en su interior y produciéndonos a ambos un placer infinito. De esta forma, mi profesor se salía con la suya, cosa que no pudo al principio.

Así, me encontraba una vez más penetrada por mis dos agujeros inguinales una vez más. ¿Cuantas veces me había visto en esta situación anteriormente? No recuerdo.  Ni me interesaba en ese momento. Lo único que quería sentir era el dolorcito excitante y la sabrosura de sus movimientos y el batir de aquellas pollas enormes dentro de mí.

EL chico que faltaba y que aún no me había probado, se acercó a nosotros tres mí balanceando su verga cerca de mi rostro, lo puso sobre mis labios para que se lo mamara. Como autómata, abrí la boca y empecé a succionar con ahínco el falo henchido por el frenesí del momento. Casi se va de espaldas el chico al sentir mi boca apoderarse de su garrote, pues sus piernas se doblaron y lanzó un gemido sordo y grave y se aferró con sus manos de mi cabeza, halándome hacia él y haciendo que casi las otras dos vergas se salieran de mis agujeros.

Los otros dos chicos que me había cogido al principio se acercaron por su parte del botín, colocándose a ambos lados de nosotros y tomaron una de mis manos cada uno, haciendo que cogiera con ellas sus miembros y los masturbara.

Aquello era increíble. Acaba de tirarme a dos hombres y otros tres me tenían empalada por todas mis cavidades. Definitivamente esa era una hazaña como para contarla en un congreso de ginecología. Al escuchar los gemidos de los tres machos que me cogían en ese momento y de los otros dos a los que les estaba proporcionando placer manual, me sentí dueña de la situación y una “campeona” del sexo. No cualquier chica puede jactarse de haberse tirado cinco chicos de un solo, ¿No?

No recuerdo cuanto tiempo pasamos en eso. Pero de pronto todos los intentos que hace unos minutos habían hecho por reanimar a Alba comenzaron a dar resultados. La negra se sentó en el piso, se llevó las manos a la cabeza como quejándose de dolor y alzó la vista, solo para descubrir la orgía en la que me encontraba enfrascada.

-¿Qué pasó? -atinó a decir apenas- ¿qué hacen en mi cama?

Aunque las preguntas eran un poco estúpidas, sí eran lógicas tomando en cuenta que Alba había estado sumergida en la embriaguez por casi cuatro horas.

Al darse cuenta de la incorporación de la negra,  los chicos que tenía asidos por la verga, se soltaron y se arrojaron sobre ella, literalmente. A pesar de la resistencia de a chica, su embriaguez y la poca fuerza de su cuerpo femenino fueron ventaja para los chicos, que sin mucha pugna lograron someterla y en pocos segundos se encontraba igual que yo: penetrada por sus dos orificios inguinales.

Pero había que ver que pese a toda la resistencia que puso, cuando la estaban cogiendo y enculando simultáneamente, se meneaba como una puta lujuriosa, incluso más de lo que yo me movía.

En verdad, aquello se había vuelto una orgía incontrolable y el número de orgasmos que alcanzamos Alba, los chicos y yo fueron incontables. Por último recuerdo que al terminar los chicos, ninguno lo hizo dentro de nosotras. Los tres que me cogía a mí me tendieron sobre la cama y dejaron ir su semen sobre mi rostro y mi pecho. Lo mismo le sucedió a la negra que terminó empapada hasta los cabellos por el diluvio caliente. Los dos que se la habían cogido, la levantaron del suelo y la colocaron en la cama junto a mí, e hicieron que nos besáramos. Ni necesidad  tenían de darnos órdenes de lo que querían, porque por lo menos yo, lo entendí perfectamente. Así que comencé a recorrer el cuerpo de Alba en cada segmento que tenía impactado por el semen, recogiéndolo con mi lengua, llevándolo hasta mi boca e ingiriéndolo finalmente. Fue así que de nuevo su rostro, su cuello, sus pechos, su abdomen y muslos fueron probados por mis labios y mi lengua. La negra al principio solo se dejó hacerlo, pero poco a poco se fue excitando y empezó a hacer lo mismo conmigo, hasta que nuestros cuerpos quedaron limpios de todo rastro de semen. Me encantaba besar sus labios y sentir dentro de su boca el sabor salado y pegajoso del líquido, que aún conservaba un poco de su temperatura natural.

El roce de nuestros cuerpos comenzaron a llevarnos a un deseo que nunca antes habíamos sentido una por la otra hasta que terminamos haciéndonos el amor, ante la mirada complacida de los chicos, que continuaron masturbándose delante de nosotras, y de nuevo, la lluvia salada y caliente envolvió nuestros cuerpos, que limpiamos de igual manera que la primera vez.

De ahí en adelante (eran como las dos de la mañana creo) todo fue cogidas y culeadas sucesivas para Alba y para mí. No recuerdo cuantas fueron, y al fin y al cabo ni las conté, sólo recuerdo que los chicos nos soltaron a las cinco de la mañana, se vistieron tan rápido como llegaron y se fueron. David fue el último en salir diciendo:

-Nos vemos el lunes, chicas -y cerró la puerta.

Alba se durmió casi inmediatamente se fueron los hombres, yo en cambio me quedé despierta un poco más, sin poder creer todo lo que nos había pasado. Lo único que sentía en esos momentos era una infinita satisfacción y una enorme incredulidad. Podía percibir en el ambiente el aroma agridulce de nuestros sexos y debajo de mí, la sábana blanca muy húmeda y pegajosa por el semen derramado. A mi lado yacía la imponente figura de Alba, como una diosa de ébano, resoplando casi a gritos su sueño fantástico. Me levanté y encendí la luz para buscar mi ropa, pero me di cuenta que los hombres se había llevado nuestra ropa interior como trofeo. ¡Ladrones!. Y entonces andaba una de mis tangas de encaje más caras.

El cansancio en esos momentos era evidente en mi rostro, así que decidí mejor recostarme de nuevo en lugar de marcharme a mi casa… Y soñé que volvía a salir del trabajo, que mi profesor nos había dado un aventón y que terminamos cogiendo con cinco hombres. Uf, o sea que no descansé NADA.