Tengo 5 años de casada. Mi vida sexual es satisfactoria.

Sin embargo mi esposo últimamente me ha pedido que tengamos un trío entre él, yo y otra mujer.

Yo no había aceptado porque realmente no me gustaba la idea de estar con otra mujer.

El a veces lleva videos de tríos y, aunque admito que me excitan, no creía estar lista para intentarlo.

Un día pase por la oficina de mi esposo para darle una sorpresa e invitarlo a cenar.

La sorprendida fui yo pues Rosalba, su secretaria me dijo que él iba a salir de viaje urgentemente para cerrar un negocio.

Hacía quince minutos que había salido de la oficina para la casa.

Tomé el teléfono y le marqué a casa.

El me explicó de su viaje y que sólo prepararía una maleta para unos días y regresaría el sábado a primera hora.

Mi sorpresa había fallado. Así que me dispuse a regresar sola a casa.

Rosalba me detuvo y me dijo que, dado que mi esposo no estaría esa noche por qué no íbamos a tomar algo a un bar cercano.

Yo había conocido a Rosalba en la fiesta de navidad del año anterior, así que me acepté la invitación.

Rosalba y yo comenzamos a platicar de todo y de nada. Una cerveza tras otra fue llenando nuestra mesa.

La conversación giró entorno a las aventuras sexuales de las personas que trabajaban en la misma oficina de mi esposo, sin embargo Rosalba declaró que mi esposo siempre se había mostrado como un hombre recto.

De pronto sentí cómo su pie se metió por debajo de mi vestido debajo de la mesa.

Realmente me tomó por sorpresa. Me gustaba la sensación pero me sentía rara.

Un poco mareada por las cervezas le pedí a Rosalba que nos retiráramos.

Subimos en mi auto y me dirigí a su departamento para dejarla. Ahí ella me invitó a pasar y a tomar una última cerveza.

Dudé un poco pero finalmente acepté.

Rosalba fue a cambiarse de ropa. Regresó con un camisón rosa semitransparente.

Su piel era sonrosada. Se había hecho un nudo en el pelo por lo que aparentaba 21 o 22 años y no los 28 que tenía.

Yo me quité los zapatos y me recosté en el sofá. Ella comenzó a darme masaje en los pies. Las cervezas y el masaje me hicieron relajarme.

Finalmente ella se acercó y me dio un profundo beso. Yo respondí mientras sentía sus manos acariciar mis pezones.

Después acarició mi clítoris con su boca y yo tuve el orgasmo más maravilloso que he tenido. Esa noche en realidad ella hizo en mi cuerpo todo lo que su imaginación le dictaba y yo accedí sin decir nada.

Simplemente me gustaba.

Salí de departamento el sábado muy temprano.

Dos horas después llegó mi esposo. Otro día les contaré, si quieren, cómo se enteró él de esta experiencia y cómo reaccionó.