Erotismo, pasión y lujuria en la reunión de trabajo
Quizá alguno de vosotros me recuerde de por haber leído algunos de los relatos de «dominando a mi mucama», en esta ocasión no os voy a contar nada de mi querida Lupe, pero sí de mi estancia en México.
Sucedió una tarde en una reunión de trabajo, la reunión había empezado a eso de las 18:00 y participábamos, inicialmente 4 personas, la abogada de mi empresa y dos personas de otra empresa, en concreto un banco local.
La reunión se había ido calentando, no como pensáis únicamente desde el punto de vista de trabajo a lo largo de la tarde, y a las 21:00 nos habíamos quedado solos Laura, la ejecutiva del banco y yo, mi abogada y Luis el compañero de Laura habían tenido que ausentarse.
Bueno Laura, parece que no logramos llegar a un acuerdo, más nos valdría dejarlo para otro día, a ver si sois más flexibles – comente con un cierto sarcasmo –
La verdad es que ya me encuentro cansada y creo que es una buena idea dejarlo – me respondió Laura con una sonrisa encantadora-
Laura es una muchacha de unos 26 o 28 años, «güerita» como dicen acá (blanquita), no demasiado alta, medirá como 1,60 o 1,65, delgada, con una buena «pechonalidad» y un culito bien parado (prieto), tiene unos preciosos ojos castaños, pelo largo, más abajo de los hombros, de un color castaño claro y unos labios de esos de bésame, lo que conforma una cara, que no siendo una belleza, resulta simpática.
Hasta esa tarde / noche no me había fijado demasiado en ella, desde el punto de vista erótico me refiero, pero esa tarde me pareció, después de cinco horas discutiendo, una chica de lo más apetecible.
Comenzamos hablar de una forma distendida de temas intrascendentes, de la ciudad de México, del tráfico de la delincuencia, etc. Hasta que en un momento dado la conversación derivo sobre temas un poco más íntimos, con una serie de requiebros de índole netamente sexual, lo que aquí en México se llama «alburear».
Osea que ahorita no tienes a nadie que te caliente la cama. – me dijo Laura, cuando le conté que llevaba una serie de meses solo en México –
Así es, pero siempre acepto compañía, – le respondí yo – además siempre he sentido debilidad por las mujeres echadas «pa´lante», como eres tú.
Seguí con un par más de indirectas, más bien directas, sobre lo bien plantadas que las tenía, quizá suene un poco grosero ahora pero os aseguro que en el contexto quedaba de lo más apropiado.
Pues son toditas mías y naturales, nada de silicona – me respondió-
Eso solo se sabe de una forma.
¿Cómo?
Pues ¿cómo va a ser?, al tacto. – mientras sonreía de la forma más picara que pude –
¿te gustaría checar?
Si me dejas, por descontado.
Laura se quitó la chaqueta tipo sastre de su traje, y se quedó con la blusa blanca que llevaba, el sujetador se percibía claramente bajo la blusa y hasta podría haber jurado que se notaban los pezones duros. Lentamente comenzó a desabrochar la blusa hasta que el sujetador quedo a la vista y pude ver que era uno de esos que se abrocha por delante.
Por un momento me quede, aparte de sorprendido, un poco cortado. Mientras notaba que el calzoncillo se me quedaba pequeño y no sabía muy bien que hacer.
Desabrocho el sujetador y dejo libres unas espléndidas tetas, estoy seguro que los 100 cm los supera con holgura.
Me quede mirándola con ojos golosos mientras me levantaba de mi silla y daba la vuelta alrededor de la mesa, cerrando al pasar el seguro de la sala se juntas, hasta quedar a su espalda.
Ella no se había movido, seguía con la blusa abierta y había dejado las manos sobre la mesa, únicamente me había seguido con la mirada mientras me desplazaba por la sala.
Me incline sobre el respaldo de su silla, pase mis manos por debajo de sus brazos hasta que mis manos quedaron bajo sus senos y mi boca en su cuello, mi lengua comenzó a acariciar su cuello y mis dientes comenzaron a mordisquear su oreja, mientras mis manos acariciaban sus espléndidas tetas.
Laura se quedó muy quieta, como esperando que yo realizara el resto del trabajo, cosa que realice con sumo gusto.
Mis manos acariciaban sus tetas, mientras mis labios pasaban de su cuello a su oreja y bajaban hasta sus labios. Ella continuaba con sus manos sobre la mesa.
La ayude a levantarse mientras la daba la vuelta, quedamos frente a frente, la diferencia de estatura, si bien es evidente, quedaba en parte compensada por sus tacones, mis manos bajaron por su espalda hasta llegar a la cremallera de su falda, la deslice hasta que esta cayo libremente al suelo. ¡SORPRESA!, usaba medias, pero medias de las de verdad, no pantys, sus bragas blancas dejaban sus nalgas al descubierto, unas nalgas prietas que con los tacones se ponían más duras incluso.
Mis manos se recreaban en sus nalgas, en su espalda, mientras agachaba mi cabeza con intención de besar su boca, sus senos y llenarme la boca con sus pezones…
Introduje mis pulgares entre la braga y su cintura, y mientras tiraba hacia abajo de ellas mi lengua saboreo su pecho, su vientre, mis labios se posaron en su monte de venus.
Me levante nuevamente, y pase mis brazos bajo los suyos, mientras ella entrelazaba sus manos en mí nunca y me daba uno de los besos más apasionados que recuerdo en muchos años.
Tirando levemente de ella la senté sobre la mesa de juntas…
Ah! esta fría – dijo-
Sus manos se deslizaron hasta mi cuello y deshicieron el nudo la corbata, comenzó a desabrochar la camisa hasta lograr que acabara en el suelo junto al resto de sus prendas. Sus labios comenzaron a besar mi pecho mientras sus manos acariciaban mi espalda, durante un segundo, unos minutos tal vez, por momentos me parecieron horas, horas de placer….
Me separe de ella y comencé a desabrochar mi cinturón, después el pantalón, hasta liberar mi verga. Que en esos momentos estaba, como os podéis imaginar, totalmente preparada para iniciar la batalla.
Ella sentada en el borde de la mesa, con las manos sobre esta, sus espléndidos pechos coronados por unos pezones tiesos, duros, incitantes, me miraba con unos ojos brillantes y esa sonrisa que me había cautivado.
No sabéis, o quizá sí, lo difícil que es quitarse unos pantalones en esas circunstancias, así que opte por no quitármelos y con mi polla totalmente tiesa me aproxime a ella buscando la calidez de su interior.
Lo encontré húmedo, suave, sentí como entraba con facilidad como me deslizaba hacia su interior, como me acogía su calor, mientras ella dejaba caer su cuerpo sobre la mesa, mis manos se posaron se sus senos, mientras mis dedos jugaban con sus pezones. Mis envites se hicieron cada vez más fuertes y más rápidos mientras escuchaba sus gemidos, incluso con miedo que se escucharan en el exterior de la sala de juntas.
Por fin un calambre, me subió desde la base de la columna hasta la cabeza y me derrame en su interior, mis manos buscaron su hombros tiraron de ella hasta abrazarla, aun dentro de ella, y posar mis labios en sus labios.
Sus brazos se enlazaron en mi espalda, mientras sus labios besaban mi cuello, mis hombros. Mis manos acariciaban su espalda. Sus piernas se enlazaban en mi espalda, manteniéndome dentro de ella, sintiendo su humedad.
Me deje caer, aun enlazados, sobre la silla que estaba a mi espalda, sus piernas se soltaron, mientras se dejaba deslizar sobre mis piernas hasta que sus rodillas tocaron el suelo, mientras sus labios besaban mi pecho, y sus labios se deslizaban por mi cuerpo.
Su boca llego hasta mi sexo, su lengua comenzó a lamer mi polla húmeda y ya no tan dura como había estado, sus labios la aprisionaron mientras sentía sus manos acariciar mis huevos, con suavidad, con dulzura. Poco a poco mi polla, comenzaba a ponerse nuevamente dura, sentía como el deseo renacía en mí, mientras su cabeza subía y bajaba a un ritmo cada vez más rápido.
Sus manos se separaron, de mi cuerpo, y vi como las entrelazaba a su espalda, mientras el ritmo de su cabeza crecía en velocidad, sentía que estaba a punto de estallar, y…. Estalle, estalle mientras ella se quedaba quieta, mientras sentía la humedad de su boca en mi polla, mientras sentía como mi semen y su saliva se escapaba por la comisura de sus labios…
Sus manos se posaron en la base de polla, y recogieron de forma golosa todos los líquidos que había sobre ella.
Con una gesto entre pícaro y perverso, recogió su ropa y comenzó a vestirse, mientras yo la imitaba, ninguno de los dos dijimos una sola palabra, una vez terminamos, retiro sus papeles de encima de la mesa, se acercó a mí, besándome en la mejilla me dijo.
Gracias, no sabes cómo lo he esperado toda la tarde…
Salió de la sala de juntas, sin darme tiempo a decir nada, yo lentamente termine de poner en orden mis ropas y salí de la sala.
Hemos mantenido otras reuniones de trabajo después de esta que os he contado, pero no hemos terminado así, nunca más hemos hecho el amor, pero creo que está bien, estas cosas suceden así o pierden gran parte de su gracia.