Mi compañera de facultad estaba insatisfecha con su novio
Normalmente, ella se sentaba en la quinta fila de la Facultad. Dos por delante de la mía.
Coincidíamos en los intercambios en los pasillos y, a veces, en la cafetería.
Resaltaba su larga melena rubia, ondulada, amechonada y cubriendo sus hombros y cuello.
De vez en cuando giraba su redonda cabeza y permitía percibir su bello perfil: frente despejada, pómulos redondos, sonrosados y nariz angulosa sobre unos finos labios que daban lugar a una agradable y gran sonrisa.
Su cuerpo (más tarde pude comprobarlo) era igualmente atractivo: suaves curvas; pechos redondos y firmes que ella se encargaba de resaltar con prendas ligeramente ajustadas o con escotes en pico; todo ello sobre unas piernas perfectas, largas y rotundas. Bien formadas.
Entablamos conversación por el sistema más común en una Universidad: La comparación de apuntes y el estudio de algunas asignaturas «hueso». Habitualmente nos reuníamos en mi casa, puesto que ella vivía en la de sus padres.
Tras varios días de «contrastes», llegamos a crear una íntima amistad.
Creo que necesitaba un amigo con quien desahogarse y en quien confiar temas íntimos que la angustiaban. Me ofrecí a ayudarla, aun sin saber qué era lo que cruzaba por su mente.
Un buen día, en mi habitación, la noté especialmente triste y desolada, al interesarme por su estado descubrí cuál era el tema de su preocupación y malestar.
-Tengo serios problemas con mi novio. Me siento muy mal en esta situación y no sé si debería contártelo… es que es tan fuerte y no sé… ya sé que te he contado otras cosas, pero es que este…
-Tranquila. Sabes que todo lo que me cuentas queda entre tú y yo. No saldrá de estas cuatro paredes. Dime y si puede ayudarte, cuenta conmigo.
-La verdad es que a lo mejor sí puedes ayudarme. Aunque sea sólo escuchándome y dándome tu opinión. Sí…
Y empezó a contarme la razón de su «particular sufrimiento».
-Tiene que ver con mi novio, ¿sabes?. No estoy a gusto con él. Me falta algo…
-Ya y… ¿qué es?¿Te… pega?- pregunté no con cierto temor y asombro.
Sonrió dulcemente y continuó:
-Ojalá fuese eso. Me lo haría todo más fácil. No. Es que… no…no…disfruto con él.
-¿No te hace regalos o te trata con cariño? O… -no acababa yo de entender cuál era la razón.
La sonrisa se transformó en una pequeña carcajada y con los ojos a punto de llorar me dijo:
-Pareces tonto. No, qué va. Lo que pasa es que cuando nos acostamos yo no siento nada. Es más, le cuesta entrar y por eso hace meses que no hacemos nada de nada; y yo no entiendo, ni sé qué hacer. Sé que la culpa es mía y…
-¿nada de nada?-pregunté con los ojos como platos por la confesión.
-no-sollozaba-. Lo último que me dejaba hacerle era chupársela, pero, ahora, ni eso.
Se derrumbó y a mí se me aceleró el corazón y me encendí.
-Pero… eso es un «sacrilegio». Tener una chica como tú y no aprovechar esos labios y ese cuerpo. Creo, creo… que eres fantástica y que te mereces disfrutar como la que más. Qué digo, más que las demás. Por que con ese… tipazo-tartamudeé preso del nerviosismo- y… vamos, lo que haría yo…
En ese momento me mordí la lengua.
Me di cuenta de que estaba calentándome y jugándome una amistad… y los mejores apuntes de toda la clase.
Sin embargo, esas palabras salidas sin control pero con toda la sinceridad del mundo causaron un efecto que no me esperaba: Me miró, sonrió y se abalanzó sobre mí, besándome con tal pasión que entendí lo mal que lo debía estar pasando deseando y no satisfaciendo.
Desde luego, no la rechacé, más bien compartí el abrazo, el beso y el calor que pude sentir emanando de sus pechos presionando el mío.
Ahí empezó una de las muchas tardes en que nos vimos y en las que ella pudo ver complacida su pasión y abandono por parte de su novio después de muchos meses.
Ella me dio a entender que rozaba el desprecio hacia sus sentimientos y deseos… y eso sí que es pecado; con lo que tenía entre mis sábanas. Dios.
Sus manos me acariciaban con cierto frenesí, con ansia desatada y ganas de ser colmada. Las mías recorrían su cuerpo con el mismo deseo, e incluso más, sabiendo que se me concedía algo privilegiado, prohibido…
Tumbados en mi cama, ella sobre mí, mis manos recorrían su espalda, su cintura hasta llegar a redondo y perfecto culo que apreté con fuerza, causándole un breve gemido de complacencia.
Notaba cómo aumentaba su excitación a medida que ella frotaba y presiona su cintura con la mía para sentir mi… «entrepierna». Creo que mi erección le produjo un mayor efecto aún.
Mientras una de mis manos sujetaba su cuerpo, la otra exploraba bajo su minifalda tableada, con una «estratégica» apertura en un lateral, la sedosidad de su piel, de sus nalgas… Ella, por su parte, comprobaba la movilidad de mi lengua con la de la suya.
En un momento dado, ya entregada a la pasión que veía, al fin, complacida y con quién satisfacer, descendió con sus besos hasta mi pecho, recién descubierto por sus manos al subir mi camiseta.
Besos apasionados, profundos, lentos y largos. Como queriendo saborear cada centímetro de la piel, cada pliegue:
Mi pecho, costado, abdomen, trazando círculos alrededor de mi ombligo con la punta de su lengua (lo cual, además de una excitación que iba en aumento a cada beso recibido, me producía ciertos escalofríos de placer)
Desde luego, me dejé hacer y me limité a disfrutar de lo que sentía y veía.
Mi sorpresa vino cuando desabrochó el botón de mi vaquero, bajó la cremallera del mismo y continuó con sus besos… sobre la palpable erección que, a duras penas, se mantenía dentro del calzoncillo. Sonrió.
Recorrió con la punta de su lengua el borde del calzoncillo desde el lado contrario por el que sobresalía mi pene hasta llegar a él; momento en el cual lo recorrió desde su base hasta la punta.
Yo estaba muy excitado y estas caricias me calentaban aún más. Ella lo sabía y me miró pícaramente.
Con los ojos y los labios entreabiertos; con una sonrisa a medio camino entre satisfacción y deseo.
Coquetamente, apartó su dorada melena con una mano y me preguntó maliciosamente:
-¿Quieres que siga?
-Desde luego que sí- respondí con los ojos redondos y maravillados por el espectáculo visual y sensual que se me estaba ofreciendo.
Complacida y, a la vez, con la seguridad de saberse apoyada y «autorizada»(como para no hacerlo…) en sus siguientes acciones, me bajó de una vez, pero lentamente, el pantalón y mi calzoncillo, para continuar con su «trabajo oral».
Por la punta de miembro salía generosamente, tal era mi estado de excitación interno, un líquido semitransparente que bañaba toda la parte superior.
Ella se encargó de recogerlo con su lengua, despacio y paladeándolo.
-Hum, que bueno está. Me encanta su sabor. Creo que me va a gustar mucho estar contigo.
Lentamente, se la introdujo en su boca, como queriendo saborearla mientras la recorría con su lengua. La notaba recorriendo alrededor, y de arriba abajo, bordeando con sus labios el perímetro de mi pene.
Por la comisura de sus labios, en esas subidas y bajadas, caían hilitos de saliva que ayudaban a deslizarse con mayor agilidad.
Creo que sabía lo que hacía; eso, o había visto bastantes películas porno de buena calidad.
De vez en cuando, el recorrido lo hacía sólo con su lengua. Centrándose bastante en la parte superior; recorriéndolo por su todo borde.
A veces, se le escapaba una mirada juguetona como queriendo comprobar si conseguía hacerme disfrutar con ese bombeo.
Paró, se sentó en cuclillas y sabiéndose con cierto dominio de la situación, dijo:
-Pero así sólo disfrutas tú y, aunque me encanta, hoy quiero algo más. Quiero que me des lo que mi novio nunca me… da.
Fueron sus últimas palabras… inteligibles. Todas las que pronunció a partir de ese momento fueron monosílabos de placer.
Se quitó la ropa interior y se levantó la falda para, inmediatamente, sentarse sobre mí y sobre mi, ya exultante, polla.
Entró suave, despacio… su humedad favoreció la entrada. Estaba mojadísima. Eso me alegró porque significaba que también ella estaba tan excitada como yo. Gimió tan lentamente como la iba sintiendo entrar. Hasta el fondo.
Yo estaba sentado en un borde de la cama y ella me «abrazaba» con sus piernas por mi cadera.
La cogí por el culo, apreté y comencé a subir y bajar su cuerpo mientras besaba su cuello.
Esto la excitaba aún más puesto que sus gemidos eran más profundos y sus movimientos eran cada vez más rápidos.
Se irguió levemente para sentirme más dentro aún y buscar así más puntos de placer en su interior; echó la cabeza hacia atrás, momento que aproveché para besar y lamer sus pezones, tiesos, redondos sobre redondos, dulces y blanquecinos pechos.
Del derecho al izquierdo, sin dejar de bombear, levantándola y bajándola, notando cómo se deslizaba mi «orgulloso» miembro nadando en su interior.
Sus gemidos aumentaban de frecuencia… y de intensidad, de igual modo que el movimiento de sus caderas acompasado por mis manos que las sujetaban y guiaban hacia el mayor placer y goce posible.
Habían pasado ya de ser bocanadas de placer, largas y profundas, a pequeños gritos que culminaron en uno sólo aún más largo, cual sollozo.
Los golpes de su cadera cesaron con pequeños espasmos que coincidieron con los míos de mi eyaculación dentro de ella.
Cayó aplomada sobre mi hombro de pura y plena satisfacción, abrazándome y besándome mimosa y cariñosamente en el cuello. Al rato, cuando se repuso, me dijo:
-Ha sido fantástico. No sabía que esto fuese así. Gracias
-¿Cómo que no sabías…?¿No lo habías hecho con tu novio antes?
-No te lo quise decir. Me daba apuro. Sí, sí lo había hecho pero o él terminaba muy pronto o no podía entrar porque yo estaba muy nerviosa y…
Con una mezcla de asombro, alegría (por lo que me había dicho) y temor le respondí:
-Pues…sí. Suele ser así. Al menos, lo que yo he conocido con las chicas que he estado.
-¿De veras? Pues creo que me va a encantar repetir más veces contigo ¿Qué me dices?
¿Qué creéis que respondí? ¡Cómo iba a dejar una chica así cuando sabía lo que me estaba ofreciendo: Placer sin condiciones y sin más compromisos!
-Desde luego que sí ¿Cuándo es nuestra próxima cita?
-Muy pronto, te lo aseguro; y no te preocupes por el preservativo porque tomo la píldora y estoy pensando en ponerme un DIU…- respondió con un color de cara distinto. Más sonriente e ilusionada.
Creo que nuestros siguientes encuentros prometen grandes tardes (o noches) de placer. Como así fue.