Había pasado un 85 poco feliz y para peor mi cumpleaños en junio cae justo cuando la gente no tiene dinero disponible. Tampoco se podía decir que tuviera asegurado el futuro, nunca en 24 años había tomado en serio el trabajo. Como balance tenía mas pérdidas que ganancias. Y en eso estaba. El «día después» del cumpleaños te enfrenta a la realidad. Muchos llamados ayer, pocos regalos, cenas prometidas, alguna amiga que pensó en mi falta de sábanas. Un detalle a cargo de mi padre y mi hermano, (única y distante familia), y poco más. Ya ni recuerdo.
¡Buen día!. Habla Martín. ¿En qué puedo ayudarlo?
Repito el rutinario saludo cuando contesto el teléfono, apenas llego a mi oficina.
¡Feliz Cumpleaños!
La voz en el otro lado sonaba familiar, pero insegura, aunque mi «base de datos» organizaba una búsqueda frenética, no conseguí concatenar la voz junto a alguna cara. Ni hablar de algún nombre.
¡Gracias! Aunque un poco tarde, cumplí ayer.
Sorprendido, necesitaba más tiempo, (en aquella época nada sabíamos del «pentium III»), algún dato, algo que permita saber si debo ser amable con ella, o puedo actuar como siento y mandarla a la mierda.
¡Ni te imaginas quién habla!
Obvio, boluda. ¿Cómo hago sin una «webcam»?. Pero me contuve, la voz sonaba interesante. Dame alguna pista
De acuerdo. Hace 7 años escribiste en mi Libro de Egresada «No lo merecés pero no importa».
Imposible, «La Vicky» no podía ser. Pero nadie más que ella tuvo esa dedicatoria. Como una especie de venganza. Estaba tan, pero tan buena, que daba pena que fuera la novia de un buen amigo. Por eso el texto, no se lo merecía pero todos le hubiéramos roto el culo. Nos dejamos de ver cuando se separó de Charly, quien, según ella, era tan serio que no se animó a desvirgarla. Seguía sin creerlo, pero ahora la conversación me arrastraba.
¿Vicky, sos vos?. ¿Cómo te acordaste?. ¿Cómo me encontraste?
Casualidad, lo llamé ayer a Andrés por nada, y él me pidió que te diera una alegría.
Andrés era mi hermano de juerga. Nada nos pasó solos, pero él ahora estaba «retirado» formalmente debido a su noviazgo y a sus estudios. Agendé la compra de un atado de cigarrillos en gratitud. Besos telefónicos, saludos y una cita esta tarde. Nada del otro mundo pero hasta ahí el mejor regalo.
Llamé a Andrés, quien confirmó la historia y pidió un atado de «Gitanes», (no en vano era mi hermano de juerga, pero odio decirle «ya sé»). No quise pensar mucho. Más de 5 años sin verla. Si llamó debe estar hecha un bagarto, (cruza argentina entre bagre y lagarto), pero era, es decir estaba, tan pero tan buena, no se podía perder la oportunidad de comprobarlo.
A las 19.00 h, nada original. Buenos Aires, Corrientes y Florida, esquina pública si las hay, y el pibe quieto. Tipo estatua, esperándola. Lo primero que me llamó la atención fue la mirada de los hombres de alrededor, se daban vuelta y después miraban hacia donde estaba parado. Claro, cuando la vi me lo expliqué. Era una aparición. ¡Una Diosa pagana! No agoto descripciones inútiles. Se sabe cuándo los hombres giramos por solamente ver pasar una mujer. Un beso de saludo, extrañamente pegado a la comisura de mis labios. Caminamos juntos hacia un Bar y nos contamos los 5 años en 2 horas. Ni que decir de mi excitación. A mi incredulidad inicial ahora se agregaba una molesta conciencia de que esta mujer pertenecía al grupo de las que nunca te dan bola. Esas que podrían ser modelos cotizadas en países muy caros, pero prefieren un buen matrimonio con un tipo de mucha plata. Ninguna cualidad tenía yo cercana a esas realidades. Salvo que ella recordara el comentario burlón sobre las proporciones directas entre mi nariz y mi miembro, no encontraba un solo motivo para su llamada. Por eso no pensé en seducirla.
La conversación derivó a la supuesta seriedad de aquel novio, (amigo en común), que no se animó a desvirgarla.
Eso fue hace mucho tiempo. Pero fue así, tu amigo era un pelotudo.
Lo tomé como una declaración de principios y desde ahí cambió todo. A partir de esa frase no dejé sin usar ningún recurso posible, imposible, propio, prestado, robado, conocido o sospechado, o incluso nunca visto, solo para que culeara conmigo.
No recuerdo por que razón me acompañó al departamento, si sé que aproveché el ascensor para acercarme a su boca, y no me rechazó. Apreté su cuerpo contra la pared y le abrí la camisa, repasé a conciencia las estupendas tetas, pero siempre como controlándola. Como que si yo quiero se hace, pero si ella quiere lo tengo que pensar.
Besé infinitas veces sus pezones, recorrí con mis manos todo su cuerpo, me arrodillé y con la lengua entre sus piernas la obligué a abrirse para chuparla bien. Solo se la oía gemir hasta que explotó. Sus jugos se hicieron caudalosos y aproveché para erguirme y mirarla. La subida de 5 pisos tardó 25 minutos, llegamos todavía excitados y ella dispuesta a seguir. Con total indiferencia retiré lo que fuimos a buscar y en 10 minutos estábamos en un taxi, rumbo a su casa. Su mano en mi pierna transpiraba.
¿Por qué me tratás así?. ¿No te gustó lo que hicimos?
Le indiqué al chofer que buscara un Hotel. El más cercano. Desde que salimos de mi departamento hasta que entramos a la habitación yo sólo había soltado monosílabos. Pero la tomé muy dulcemente, (estaba empezando a enamorarme), y la desvestí. Se recostó en la cama y yo seguía sin poder creerlo. Ni en la más puñetera de mis fantasías había tenido una mujer así. Tan solo la penetré. Introduje la mitad de mi pija y se soltó.
¡Yo sabía que era así! ¡Sabía que una de tu tamaño iba a llenarme de verdad!
Solamente tuve que empujarme bien dentro de ella para que explotara de nuevo en un tremendo orgasmo y pidiera más. Me obsesioné en aguantar más que nunca, si bien mis 21 cm siempre tardaron más de 30 minutos en soltar la leche, hoy quería quebrar mi propio récord. Recité en mi mente, de memoria, la formación del Racing Club Campeón del Mundo, un par de poesías pornográficas de adolescencia, recordé el cumpleaños de Andrés, (que nunca más olvidaría), pasé revista a todas las feas que no quisieron acostarse conmigo y a las lindas histéricas que no se animaron a mamármela.
La puse boca abajo y continué bombeando, muy despacio para que tomara conciencia del volumen desplazado en cada embate. Pidió más y la dejé subirse en mí, desde abajo disfrutaba el hermoso paisaje de sus tetas golpeándose en casa bajada. Tomó mi cabeza con una mano e hizo que me irguiera un poco, semisentado, con su otra mano agarró una de sus bamboleantes tetas y la introdujo en mi boca
¡Gózame, mi amor, Gózame!. ¡Tomá de mi teta! ¡Chupámela toda!
La regresé debajo de mí y cambié el ritmo. Ahora no paraba, sin cesar entraba y salía de ella con rabia. Mis huevos rebotaban contra su entrepierna y en cada choque la sentía vibrar. ¡Basta por favor, dejame respirar, necesito parar, dame un poco de aire!
Habían pasado 40 minutos y el mástil seguía duro como una roca, y sólo había dejado salir un poco de líquido seminal, lubricante. Aproveché el momento y me tumbé boca arriba, decidido a cumplir con mi plan de «demora eyaculatoria», (en realidad su reclamo llegó justo cuando estaba por acabar).
Tengo sed. Pedí, por favor, una «7Up» con cubos de hielo y limón
Le hice caso, (no podía saber a lo que me exponía), pero cuando llegó el servicio empezó otra historia.
Tomó un vaso largo y se sirvió, yo seguía acostado observándola, (adorándola), desde la cama, un par de cubitos y mucho limón. Se acercó a la cama y convidó, bebí un sorbo pequeño, me recosté. Mi pija estaba directamente apuntando al espejo del techo, estaba impresionado casi con miedo, incluso creí que no se iba a bajar nunca. Por eso no la vi. Bebió un trago largo y dejó entrar en su boca los cubos de hielo, se arrodilló y metió en su boca más de la mitad de la pija. Las burbujas, el limón y el hielo tenían ahora una nueva interpretación. Jugando con su boca sobre la cabeza, iba cambiándome las sensaciones a cada rato. Cuando no sentía el cosquilleo de las burbujas con el limón, era su lengua la que acariciaba, en otros momentos, (sublimes), los cubos de hielo generaban un cambio de temperatura imposible de resistir. ¡Sentí con una intensidad nunca experimentada!
Dejó escapar todo el líquido y, con los restos del hielo aun en la boca, se la metió entera. Desesperado le pedí por favor que soltara, que no quería acabar. No hizo ningún caso, apretó con suavidad los dientes y el hielo quedó justo en la punta de mi pija. No recuerdo haber acabado antes ni después con tanta cantidad y energía. Se ahogó y tuvo que soltarme para respirar, repartió lo que sobró sobre sus tetas e invitó a bañarnos. Perdidamente enamorado corrí tras ella.
Para «La Vicky», que si lee esto seguro se va a reconocer, no se lo merece pero no importa.