Un amistoso ovejero alemán

Quiero contarles esta vez, una experiencia vivida con un ovejero alemán durante un fin de semana, en el que supuestamente solo debería haber trabajado.

Por mi actividad, me toca conocer a mucha gente diferente que necesitan de mis servicios, personas que confían en mí como para ausentarse de su hogar y al regresar, encontrar su casa renovada, con las paredes pintadas o empapeladas, sus puertas y ventanas barnizadas, cada cosa limpia y en su sitio, evitándose así de la incomodidad de permanecer en ella mientras se realiza ese trabajo, es la manera que tengo de ganarme la vida.

Lo que voy a contarles ahora, es algo que me ocurrió a comienzos de la primavera, cuando me llamó uno de mis clientes que vive a varios Km. de la ciudad, en una zona rural donde decidió mudarse junto a su familia, para vivir más en contacto con la naturaleza.

Necesitaban habilitar su piscina con tiempo, ya que el verano se aproximaba, querían entonces que quitase el agua que tenía desde la temporada anterior, la pintara y  volviera a llenar, un trabajo que me ocuparía la tarde del Sábado y todo el domingo.

Tenía que hacerlo así, ya que planeaban una fiesta de cumpleaños el día después que yo terminara, ellos estarían ausentes mientras tanto y al regresar, mi labor debería estar concluida.

Dejaron a mi disposición una parte de la casa, en la cual podía quedarme a dormir si así lo deseaba, para no perder tiempo entre el viaje de ida y vuelta, entonces terminar lo más rápido posible mi trabajo.

Al despedirnos me pidieron como un favor, que me encargara de ver que su perro, un ovejero alemán, tuviera agua fresca y que no le faltara comida, se trataba de un bello ejemplar de un gran porte, que al verlo por primera vez, me causó impresión por su tamaño.

Cuando me lo presentaron sus dueños, se mostró muy amigable conmigo después de que le hiciera algunas caricias, las cuales me devolvió parándose en dos patas, apoyándose sobre mi pecho y pasándome la lengua en la cara.

Pude ver que era un animal muy bien dotado a pesar de ser joven, pero ya totalmente desarrollado y seguramente nunca había estado con una perra, sentí escalofrío en ese momento, pensando en lo que podía llegar pasar cuando me quedara a solas con el.

Volví con mi camioneta ese Sábado, listo para comenzar con el trabajo, ya los dueños de la casa no estaban, yo tenía las llaves en mi poder, pero no estaba muy confiado de cómo iba a reaccionar el perro con una presencia extraña, temía un ataque, pero lo habían atado y luego de bajar mis herramientas, me le arrimé con el recipiente con su comida, la cual me habían dejado sus amos en el garaje para el.

Cuando estuve cerca, comenzó a olfatear mi ropa y mover la cola, luego me daría cuenta que llevaba desde mi casa, impregnado en mis pantalones el olor de mi perra que estaba en celo, al ver entonces que no presentaba un peligro para mí, le solté la correa con la cadena que tenía en el  cuello y lo dejé libre correr por el patio. No le prestó atención a la comida en ese momento, sino que se vino por detrás de mí sin  que yo lo advirtiera.

Me dirigí a un cuarto usado como depósito, donde me dijeron podía guardar mis materiales, me encontraba ahí cambiándome para empezar a trabajar, cuando el perro entró. Yo continué quitándome la ropa, pensaba quedarme solo con un short de baño,  ese día era de sol pleno y quería disfrutarlo, a pesar de que tenía mucho por hacer.

Cuando quedé desnudo, estando yo agachado quitándome las medias, siento el húmedo hocico del animal husmeándome el orto y cuando a continuación comenzó a lamerme en forma frenética, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, lo dejé seguir haciéndolo a su antojo sin moverme, solo me abrí de piernas para que recorriera con su lengua desde las bolas hasta el agujero de mi culo, que para ese entonces palpitaba de placer.

Yo estaba ya con la pija bien dura, cuando advertí que a la suya la tenía con la mitad afuera y goteando semen en el suelo,  sin habérsele desarrollado en todo su tamaño, el diámetro de su punta, era tan gruesa como la mía.

En un intento por saltarme, me propinó un empujón que me hizo perder el equilibrio, se trataba de un animal muy fuerte, me forzó a recostarme encima del apoya brazos, de un sillón que estaba en un rincón del cuarto.

Su peso sobre mi espalda me dejó inmóvil, entonces me rodeo por la cintura con sus patas delanteras y me arrimó la punta de su verga, yo le ofrecí mi culo poniéndoselo a su alcance, cosa que el aceptó metiéndomela toda de una vez en forma violenta y tan profundo, que me hacía sentirlo empujar en el fondo de mis entrañas.

Lo sentía recorrerme todo por dentro y solo me asaltaba una preocupación, si podría aguantar el botón de ese perro abrochándome, pero no había ya manera de volver atrás, porque rápidamente sentí ese bulbo expandiéndome el ojete hasta más no poder, pensé que iba a partirme en dos.

A continuación sentí derramar un líquido caliente adentro mío, me estaba eyaculando en grande, cosa que me hizo acabar a mi también, de una manera que casi me desmayo, por el dolor unido al placer.

Me quedé con la cara apoyada sobre el asiento del sillón, con el cuerpo colgando la mitad hacia afuera del mismo a lo largo, cuando descubrí que el espejo de un viejo ropero que estaba enfrente, reflejaba nuestra imagen cogiendo.

Quise verme más de cerca y me bajé en cuatro patas del sillón, oportunidad que aprovechó el, para pasar una de sus patas por encima mío y quedar los dos dándonos el culo como lo hacen los perros.

Pude observar parte del botón que asomaba en la puerta de mi culo, ya que era tan grande que lo podía rodearlo todo con el ojete, sentía la presión que me ejercía por adentro y estaba asustado, pero gozando al máximo.

Me arrodillé y comencé a masturbarme mirándome en el espejo, mientras empujaba hacia atrás para sentirlo más todavía, volví a acabarme retorciéndome de placer.

No pude librarme de ese botón, hasta que pasaron más de veinte minutos y se deshinchó un poco, mientras yo esperaba paciente que esto ocurriera, el no paraba de inundarme de leche.

Cuando me la sacó, sentí como cuando quitan el corcho de una botella y de inmediato empecé a derramar en el piso todo el semen que me había inyectado con algo de sangre, el agujero me quedó desgarrado y de un tamaño enorme.

Dejamos charcos por todos lados y un hedor tan fuerte, que tuve que limpiar y perfumar con desodorante para ambientes, porque no se aguantaba.

No me animé a hacerlo de nuevo con semejante bestia, pero el vino varias veces a querer cogerme, tuve que conformarlo haciéndole la paja y chupándosela.

Pude comprobar después al medir su botón, que era apenas algo más delgado que la parte de mayor diámetro de mi antebrazo derecho y el total de su verga afuera, solo un cuarto más corta que el largo del mismo, una cosa descomunal.

Al retornar los propietarios de la casa, encontraron el trabajo terminado y a su perro feliz de la vida, se asombraban la amistad que nos habíamos entablado.

Si les gustó el relato que acabo de hacerles quisiera saberlo.