Capítulo 1

Capítulos de la serie:
  • Los tres días de Nina. Día 1 – 12:00h

Dia 1 12:00

–  ¿Hasta dónde llegarías?

Muchos días después, frente al espejo, Nina había de recordar aquella mañana en que su marido la retó. Con esa sencilla frase empezó todo. Max no hacía más que reprocharle su falta de imaginación en la cama o, mejor dicho, fuera de la cama. Él siempre había tenido esa imaginación desbordante. De hecho, le costaba pensar en otra cosa cuando estaba con ella, que a sus 30 años estaba en plenitud. Alta, rubia, de pechos firmes y piernas inacabables… A Max siempre le pareció que nunca se sacaba el provecho al que tenía derecho por lo buena que estaba. Elegante, pero siempre con trajes chaqueta, pantalones anchos, o americanas holgadas. Siempre preciosa, eso sí, y siempre exhalando esa sensualidad cautiva.

Pero ese día Nina estaba harta de esa cantinela y, en medio de la enésima conversación sobre el monotema, le espeta:

–  Mucho fantasear, pero serías el primero en rajarte cuando vieras que alguien se me acerca demasiado.

–  Te aseguro que no, preciosa. De eso puedes estar segura. Nunca serás lo bastante putita para mí.

–  ¿Te atreves a probarlo? – Nina se arrepiente nada más decirlo, pero esta vez no va a retroceder.


Hoy empieza tu prueba, se repite Nina mientras se acercan a la playa. Esa playa, sí. La playa nudista de la Mar Bella. Nunca había estado desnuda en público, pero la verdad es que la experiencia comienza a parecerle interesante. Desnuda con su marido en una playa. ¿Qué puede pasar?

–  ¿Dónde nos ponemos, Max?

–  No, Nina. No “nos ponemos” Quiero que te pongas tu sola, con tu toalla, donde quieras. Yo estaré cerca, mirándote. Deja el móvil a la vista y yo te iré comentando lo preciosa que me pareces.

Está bien, piensa. “Si no puedo hacer eso la apuesta habrá terminado en el primer día. Y a eso no estoy dispuesta”. Escoge un lugar cerca del agua, más que nada para no tener que exhibir su cuerpo desnudo cada vez que le apetezca nadar. Y procede a desnudarse. El contacto del aire eriza levemente sus pezones. “Y ahora el gran momento”, piensa, mientras desliza la braguita del bikini por sus piernas. Se nota extrañamente excitada y se le escapa una mirada alrededor para ver quien la mira. Pero se decepciona un tanto al ver que solamente Max, a una cierta distancia, está pendiente de ella.

Se relaja y se tumbó de espaldas a tomar el sol y va observando qué hace su marido, pero le parece que no le prestaba demasiada atención. Así que, al rato, decide descansar su espalda en la toalla, exhibiendo la rotundidad de su cuerpo. Se sorprende abriendo ligeramente las piernas y el contacto del sol en su clítoris le hace darse cuenta de que se está excitando. Bien, no hay nadie y tampoco está haciendo nada malo, reflexiona. Se distrae leyendo hasta que el sonido de un mensaje de Max la saca de su ensimismamiento.

Al levantar la vista se da cuenta que un hombre solo, sin demasiado atractivo, bastante anodino se ha colocado entre ella y Max. Después lee el menaje:

– » Ta vas a quemar, y eso sería una pena, ¿no crees? ¿Por qué no te acercas a ese tipo, que no deja de mirarte, y le pides que te dé un poco de crema en la espalda?»

– «¿Estás loco?» – responde ella – ¿cómo voy a hacer eso?

–  «Eso imaginaba. Lo de siempre, claro. – escribe – Lo dejamos, si quieres. Recojo y nos vamos a comer.»

Esa respuesta es para ella como si la hubiesen golpeado con una maza. “¿Cómo que como siempre? Se va a enterar”. Parsimoniosamente se levanta y, con el bote de crema en la mano mira, a Max. Cuando está segura de que ha captado su atención le mira fijamente y empieza a andar hacía el hombre, que no ha dejado de mirarla desde que se ha levantado. Desplaza su cuerpo desnudo hasta él y le dice:

– Hola. Disculpa, pero no quisiera quemarme tanto. ¿Te importaría darme un poco de crema en la espalda? – mientras se agachaba a su altura.

Desde su posición, Max ve cómo el pubis de la chica queda a la altura de los ojos de ese tipo, ahora muy abiertos, y los senos de Nina, enhiestos, le devuelven la mirada. Sí, no cabe duda de que la situación la excita. Desde su posición, Max no puede oírlos, pero imagina la conversación mientras Nina se tumba y le ofrece al hombre el bote de crema. Éste, sin dudarlo, empieza a embadurnarle la espalda.

Nina se va notando cada vez más excitada, y eso la descoloca, pero se deja llevar por la situación y para que Max no se salga otra vez con la suya. Observa a su marido, que no hace ningún ademán de cortar la situación. Entonces piensa: “¿Con que estás tenemos? Ahora vas a ver”. Se vuelve hacía el hombre:

– Por cierto ¿Cómo te llamas?

– Andrés. – responde azorado

– Yo me llamo Nina. Por favor, Andrés, ponme crema también más abajo.

– Claro.

Y sin perder un segundo pasa su mano por las nalgas desnudas de Nina, esperando su reacción. A ver que no se produce, ya sin freno, le amasa los glúteos con fruición, incapaz de entender cómo ha tenido tanta suerte. Entretanto Nina sigue esperando la reacción de Max, que permanece inmóvil. “¿No? Pues voy a subir la apuesta” piensa al ver a su marido sonriente, mirando la escena.

–  Para un momento, Andrés.

Éste esboza una mueca de decepción, que se torna en alegría cuando ve a Nina dándose la vuelta para quedar bocarriba. Está espléndida, exhibiendo toda su desnudez, aunque él no sabe que en realidad se está exhibiendo para su marido. Nina mira a Andrés a los ojos, para después cerrarlos y decirle:

– Sigue.

Ni corto ni perezoso, se apodera con sus manos los pechos de Nina, que le para riendo:

–  Hombre, al menos ponme un poco de crema, ¿no? – se ríe mientras le mira, cómplice.

–  Claro, perdona. – responde él, azorado.

Es evidente que Nina ha entrado en el juego plenamente. Se siente tan excitada, como hacía mucho tiempo. Espera hasta que el hombre se sacia de sus pechos y, coqueta, entreabre sus piernas para ofrecer su sexo depilado en todo su esplendor. Empieza a notar los dedos de Andrés en su vientre bajando hacía su pubis preguntándose si no está yendo demasiado lejos, cuando la sobresaltó la voz de Max, a su lado.

–  ¿Vienes ya, preciosa?

–  Claro, claro– mientras se levantaba y dejaba a Andrés con una erección indisimulable Mirándolos alejarse riendo, hubiera jurado oír que ella le decía ¿Soy lo bastante putita para ti, cariño?

–  Me tienes loco,- le responde mientras se tumban juntos en la arena. Mira – y le muestra su erección. Nina, aunque algo sobrepasada por la situación decide no cortarse:

–  Lo arreglamos?

Y sin esperar respuesta ase disimuladamente el pene de su marido y empieza una paja, lentamente, entreteniéndose en hacerlo bien. Se sobresalta cuando se da cuenta que el tal Andrés los mira desde su posición.

– ¿No deberíamos dejarlo? – Pregunta a Max.

–  ¿Tú crees? Como siempre entonces.

Esas palabras la azuzan y, sin creerse lo que va a hacer, ase la mano de su marido y la dirige a su sexo. Max, aunque sorprendido, empieza a jugar con sus dedos con el botón del clítoris de su esposa, que empieza a gemir.

Entonces, decide subir un nivel y empuja un poco las piernas de Nina para abrirlas más, de cara al tal Andrés, que los observa desde su toalla. Y, notando la humedad en el sexo de su mujer, le introduce dos dedos en el coño, penetrándola con ellos suavemente, e incrementando el ritmo. Nina se deja caer de espaldas, con las piernas abiertas y los ojos entrecerrados, suspirando en voz alta. Es el momento que aprovecha Max para dirigirse a Andrés, que ya está de pie, sin perderse detalle, e indicarle que se acerque.

Éste tímidamente, se sienta a un par de metros de la pareja y empieza a pajearse. Nina nota ya que va a correrse y abre los ojos, para encontrarse con los de Andrés que, a poca distancia sigue masturbándose furiosamente. Es lo que le faltaba a Nina para explotar en un orgasmo tan intenso que la deja anonadada. Se queda así durante unos minutos, dejando que Andrés se aleje.

Ya relajada, Nina se incorpora y sonríe, cómplice, a Max, que le dice:

–  Estás en el camino, Nina. Luego seguimos.