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La carnicera I

La carnicera I

Lo que os voy a relatar me paso de una manera circunstancial e imprevista y nunca me hubiera imaginado que fuera tan satisfactoria.

Vivo en un barrio de una gran ciudad del norte de España donde todo el mundo aún se conoce de vista por lo menos.

Las tiendas son muy familiares y los chafardeos son constantes.

La carnicería esta regentada por dos primas de unos 45 años, una es muy fea y muy habladora, Loli, pero Carmen es guapísima, de esas mujeres que te hacen girar en cuanto las ves, y también es muy extrovertida.

Carmen vive en la calle paralela a la mía y nuestros balcones se ven, yo vivo en un segundo piso y ella en un quinto.

Un día entre a comprar y estaban Carmen y una clienta hablando del carácter de una vecina de mi bloque de pisos, diciendo lo mal educada y mal hablada que era.

“Mira vive en la escalera de este chico, ¿Y como es en la escalera?”

Yo conteste que igual que en la calle, pero no quise hablar mucho del tema por si mis palabras luego corrían de boca en boca por el barrio, no me gusta meterme en la vida de los demás.

Cuando se fue la clienta, Carmen me explico que mi vecina siempre andaba desnuda por la casa al igual que su marido, que ella lo veía cuando salía al balcón.

“Pues a mí también me habrá visto, por que casi siempre voy desnudo por casa”, Carmen no dijo nada pero su sonrisa delato que algún día me había visto.

A los pocos días de esta conversación hubo un incendio muy importante en una población cercana a mí ciudad que duro bastantes días, el calor y la sensación de bochorno era increíble, no se podía ni aguantar.

Fui a comprar la cena a la tienda de Carmen, había un par de clientas que hablaban del calor y que no se podía dormir por las noches y una de ellas dijo que dormía en el balcón con un colchón. Esa noche era insoportable no hacía más que dar vueltas en la cama, cuando me acordé del comentario de la señora de la tienda.

Cogí un colchón lo puse al lado del balcón y a dormir.

Cuando desperté y eche un vistazo al cielo vi que Carmen estaba en su balcón mirando hacia mi casa.

Me levante y fui a por faena, a esas horas de la mañana voy que el tiempo se me come.

Las 3 ó 4 noches siguientes fueron igual de calurosas y por lo tanto iba a dormir al balcón y al despertarme Carmen estaba allí observándome.

Como cada día me despertaba a horas diferentes por culpa del calor me di cuenta que ella se levantaba de la cama a las 6.30 de la mañana.

El calor fue disminuyendo y por consiguiente ya no tenía la necesidad de ir a dormir al balcón.

Pero lo que si que me gustaba era ir a comprar cada tarde la cena a Carmen por el morbo de averiguar si se atrevía a decirme algo de mi desnudez, Siempre que iba a la tienda tenía clientas y así era casi imposible que me dijera algo por lo que tenía que iniciar yo alguna conversación que nos llevara al tema.

“Ya no hace tanto calor”

“Pues no la verdad es que parece que se respire mejor” dijo una clienta.

“Y por las noches pasa un poco de fresco” afirmó otra clienta.

“Desde luego, la semana pasada cuando salía al balcón por las mañanas siempre veía a alguien durmiendo cerca del balcón y ahora ya no” confeso Carmen. En ese momento me entró una excitación por el cuerpo que lo primero que reacciono fue mi polla que se levanto como si tuviera un muelle.

“¿Espías a las vecinas?”, Carmen”

“Por supuesto que no. Es que me alegra el día ver otras carnes y no siempre las de mí marido”. Mí polla siguió aumentando el tamaño y apretando el pantalón, subí a casa y fui directamente al baño a hacerme una paja pensando en Carmen.

A la mañana siguiente puse mi despertador a las 6 h. para preparar el escenario para cuando saliera Carmen al balcón. Puse el colchón en la puerta y un espejo puesto de tal manera que viera a Carmen sin que ella pudiera ver que estaban siendo vigilados sus movimientos y reacciones y me tumbé a esperar a que saliera.

El tiempo de espera fue excitante y mi polla fue adquiriendo unas dimensiones que me iban muy bien para mi propósito de que Carmen pensara que era la “trempera matinera”. Cuando vi que la luz de la cocina de Carmen se encendía me puse de lado para que no viera directamente mi polla, quería que corriera su imaginación, y en ese momento apareció. Solo verme apoyo sus brazos sobre la barandilla del balcón como si fuera a pasar rato allí.

Carmen llevaba un camisón de tirantes que le llegaba por encima de las rodillas y el pelo despeinado. Yo me giré para que pudiera ver todo el esplendor de mi polla, Carmen se movió un poco para tener mejor vista, mis manos empezaron a recorrer mi cuerpo lentamente hasta encontrar mi barra de hierro la cual agarré y empecé a pajearme.

Yo miraba a Carmen a través del espejo, cruzó las piernas y las movía como si tuviera algo entre ellas y sus manos buscaron sus pechos.

Yo seguía con mi vaivén lento pero seguro, entonces vi como Carmen se introducía una de sus manos por debajo el camisón buscando un pezón se lo pellizco tanto que el tirante del camisón se le cayo por el brazo dejando ver una de sus tetas, las tenia algo caídas por su edad pero mi mente empezó a lamerlas con desesperación y mi mano acelero el compás de la paja, mi excitación era tan elevada que me corrí mientras miraba a Carmen por el espejo, esparcí toda la leche por encima de mi estomago y luego con mí mano la repartí por mi pecho como si fuera una pomada.

Deje pasar un minuto y me levante, ella seguía allí pero esta vez si que nos cruzamos las miradas directamente, Carmen sin ningún pudor me levanto la mano como dándome los buenos días yo respondí con el mismo gesto y una sonrisa.

Esa misma tarde, a última hora, fui a comprar la cena no había nadie en la tienda.

“Hoy vuelve ha hacer calor”. Dijo Carmen

“Pues yo no lo noto”.

“Pues debo ser yo, pero desde esta mañana estoy ardiendo, como si tuviera fuego en el cuerpo”.

“Ha probado a ducharse, a veces….”

“Esto no se arregla con una ducha, necesito algo más duro”

Y así acaba este relato aunque no acabó aquí mi historia con la carnicera, pero esto ya os lo contare en otra ocasión.

Continúa la serie La carnicera II >>

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