Capítulo 3

Mayra no sabe exactamente lo que ha pasado, su mente da vueltas, los remordimientos la abaten.

No sabe porque terminó confesando su encuentro con Laura, su excompañera de estudio y su novio, no sabe como terminó realizando el amor entre su esposo, y sus amigos. Pero ahora no puede separar esas imágenes de su mente. Se puede ver a si misma cabalgando sobre José. La belleza del cuerpo de Ara, sus besos, su lengua su bello sexo, a su esposo penetrándola vaginalmente mientras el pene de José la perforaba por detrás, como podía sentir el bombeo de ese par de vergas. Las imágenes la volvían loca, apretaba los muslos mientras sentía que la humedad corría por sus labios vaginales. Sacude la cabeza, corre, entra a la habitación que pertenecía a su madre, del closet saca un pesado baúl; pertenecía a sus padres, hasta ahora no había tenido el valor de revisar su contenido, como puede lo sube a la cama, lo abre y ve las fotos de sus padres, ve lo felices que eran y recuerda las bellas cosas que decía su madre de su padre, escarba un poco más y encuentra el rosario, ese que a primero fue de su abuela y ahora pertenencia a ella, lo toma ente las manos y lo lleva a su corazón, las lágrimas corren por sus mejillas y en la soledad de su habitación se dice:

– eso es, me he alejado de Dios.

A lo lejos se escuchan las campanas invitando a misa de seis, ella toma una bufanda, la lleva alrededor del cuello y sale del cuarto.

Escucha toda la homilía, escucha con atención el sermón, este fue sobre el pecado, de como Adan y Eva desobedecieron, como hoy en día los seres humanos caemos tan fácil en la lujuria, se siente identificada, y esto en lugar de tranquilizarla, le hunde más en depresión. Espera hasta el final de la misa y pide al sacerdote que la escuche en confesión, el le indica que si, pero señala a cuatro mujeres mayores que vestían de negro, con pañoletas del mismo tono que cubren las canas del cabello, y dice:

-Claro Joven, pero ellas van primero.

Mayra espera en las largas sillas de madera, mientras una a una las mujeres pasas en confesiones que no pasaban de los cinco minutos.

La mujer antes de ella se santigua, levanta lentamente las rodillas del confesionario, cubre su rostro y se marcha.

Arrodillada Mayra frente a una pequeña ventanilla apenas cubierta con una malla de madera, que la separaba de la parte interior del confesionario, y que apenas dejaba ver a su interior. La mujer se santigua.

– Perdóname padre por que he pecado.

– Confiesa a Dios tus pecados.

– Padre me he dejado llevar por la vanidad, y la lujuria.

– Te escucho hija.

– Hace mucho tiempo, siendo aún una adolescente, sin estar siquiera comprometida, me entregué a un encuentro pecaminoso con dos de mis compañeros de estudio.

Mayra comento esto, porque pensó que aquí era donde todo se había descarriado, pues fue a partir de este momento donde los pensamientos lujuriosos y en contra de Dios habían iniciado, aquí es donde se había entregado a una relación contra natura, con su amiga, aquí es donde ella sintió por primera vez amor, un amor y deseo lleno pecado.

– Cuéntame todo con detalles hija..

Mayra queda perpleja y por uno segundos en silencio, no entendía la petición del cura.

Detalles hija, detalles, como empezó todo, cómo pasaron las cosas, paso a paso.

– Bueno padre… vacila un poco…

Laura y yo fuimos compañeras de colegio, estábamos en último año, ella era una mujer morena, muy hermosa, de bellas caderas y senos medianos, redondos… Hace silencio un momento, no sabe por qué ha dicho estos detalles a un hombre de Dios, a un hombre santo. desde el interior del confesionario escucha.

– Continua hermana.

– Desde siempre me pareció muy hermosa, una excelente bailarina, cuando íbamos a los bares era como si la música invadirá sus caderas, y ella, junto con el que era su novio, un moreno bastante atractivo, empezaban una danza acompasada, llena de sensualidad y ritmo. Perdón padre..

– Continúa, solo continúa

– Un fin de semana quedamos en ir a quedarnos el la casa de Miguel, novio de mi amiga, después de la rumba, aprovechando que sus padres estaban de paseo, y así fue, llegamos felices por el baile, ya con unas cuantas cervezas en la cabeza, Miguel nos dice:

– una pola antes de ir a dormir,

– Claro, digo yo.

Yo no podía separar los ojos de Laura, se veía hermosa, con un minifalda, que al moverse dejaba ver en ocasiones su tanga de color blanco, una camiseta corta a la cintura, de esas para ir a gimnasio, no llevaba sujetador y sus pezones parecían querer liberarse.

Siento que me sonrojo, trato de ver al interior de confesionario, veo que el padre mueve sus piernas de manera nerviosa.

– Continúa hija, continúa

– Estábamos muy animados, la música y la cerveza continuaban. Ellos frente a mi no dejaban de besarse, de un pequeño toque toque que en ocasiones lograba ponerme incómoda, en ocasiones humedad, esto último me genera muchos problemas, me traiciona y me pone en evidencia.

– Miguel con la cabeza le indica a Laura que pase a mi lado, ella le obedece y una vez a mi lado y sin decir nada me empieza a besar, y yo la verdad padre, le correspondía, me perecía deliciosos sus labios; carnosos gruesos. Las caricias iniciaron, las manos recorrían nuestros cuerpos, los labios no paraban de lamerse, de morderse, de comerse. En un momento ella logra separarse de mi boca y va directo a mis senos, que ya estaban desnudos, e inicia a succionarlos, con ternura primero, con lujuria luego de manera más fuerte, para finalizar casi devorándolos, yo, yo solo me deje llevar. Ella baja la cremallera de mi falda, y entre las dos, de manera coordinada, y junto a los pantis se fueron de mi cintura, quedando yo ahí, desnuda, siendo amada por otra mujer y vista, observada, fuente del deseo de su novio.

– Continúa, continúa.

– Mientras besaba mis senos, con las manos, ella jugaba con mi sexo, acariciaba mi clítoris, metía los metía dentro de mi. Miguel acerca su pene a mi boca, yo volteo la cabeza a un lado, yo hasta ese momento no había succionado el pene de un hombre, solo seguí sentada en el sofá disfrutando como Laura chupaba mis senos y jugaba con sus dedos dentro de mi. Después ella baja un poco, se pone posición de perrito e inicia a lamer mi coñito, esto lo aprovecha su novio para penetrarla desde atrás, ella gime y voltea a mirarlo, el bombea su coñito mientras palmotea las nalgas de su novia, la imagen era muy bella, unos segundos así, ella me mira, ve mi lujuria y me dice que si quiero probar sus jugos, yo afirmó como mi cabeza y acto seguido Miguel vuelve a colocar su pene cerca a mi boca. Bajo la mirada a Laura que parece querer devorarme el coño y me dice:

– Chúpala, sabe a mi, ya no lo pensé más y puse la negra verga de Miguel en mi boca, el sabor fue delicioso, el también víctima del deseo me empujó ese delicioso animal hasta el fondo, produciéndose arcadas, y yo padre, en lugar de disgustarme o dejar de chupar empecé a jugar para ver qué tanto de esa anaconda cabía en mi boca, que tanto podía aguantarla. Escuché a Laura decir de lo rico que me mojaba, ya cuando pensé que me iba a venir los dos se detienen, creo que también lo notaron. Miguel sienta, Laura me ayuda a ponerme de pie, me para de espalda a Miguel, le chupa el pene a su novio, y me dice, vamos siéntate poco a poco, yo obedezco sin chistar nada, ella me dice señala que mire al frente, hay un espejo, ella mantiene una mano en la base de la verga de Miguel y me dice de nuevo: observa cómo poco a poco se va perdiendo dentro de ti, me voy sentando lentamente y contempló como esa maravilla se hunde en mi. Al sentir mi culo en su mano, Laura la retira, yo quedo completamente sentada en la entrepierna de Miguel, le aprieto suavemente los huevos, Laura juega con mi clítoris, yo instintivamente comenzó a subir y bajar, veo cada vez más brillante el miembro que me posee, en un momento la imagen se interrumpe, por el trasero de Laura, hasta ahora no lo había visto, es hermoso. Miguel se acuesta sobre el sofá y sobre el yo, Laura me pide que lama su coño, lo hago, ella empieza la lamer el mío mientras Miguel me bombea, ella juega, en ocasiones me lame, en ocasiones saca el pene de su novio para chuparlo y volverlo a meter en mi, Miguel acelera el ritmo, su respiración se acelera, veo y siento que el coño de mi amiga se contrae, muevo mi lengua más rápidamente, la meto en su rajita y acto seguido un cristalino y viscoso líquido emerge de su interior, se desliza por mi lengua y car en mis pechos, yo me dejo ir y siento como mi vagina se estrecha en torno al pene que tengo adentro y mi vagina empieza a escurrir sus fluidos, Los gemidos invadieron el salón, veo el espejo y veo que Laura recibe parte de la descarga de su novio en la cara, pero no quiere perderla y caza el falo con la boca para que el termine su descarga en ella, y yo también la desee en mi boca.

Golpes dentro del confesionario me sacan del trance, para ese momento, así de rodillas como me encontraba, una de mis manos se encontraban en mi entrepierna, la saco llena de mis jugos, veo al interior donde los golpes son producidos por la mano del sacerdote, que castigaba a su mejor amigo. Yo abro la cortina del confesionario, tomo el pene del cura y lo llevo a mi boca, el la llena de leche. Cantidades obscenas de leche, que yo bebo sin chistar, como tomando venganza de la que no pude beber del novio de mi amiga.

Al padre las piernas le tambalean, levantó la mirada para encontrarme la cruz en su pecho, me levando consternada, salgo a toda velocidad sin decir nada, giró la cabeza y veo al sacerdote salir, me dice:

– Espera

Eso me hace correr, correr lo más rápido que puedo.

Regreso a casa, agitada, con el sudor corriendo por mi cuerpo, vuelvo a la habitación de mi madre, tomo un nevó montón de fotos, bellas fotos de mi madre, no puedo evitar que las lágrimas empiecen a correr por mis mejillas,

– Soy una puta, no dejo de llorar,

Vuelvo a recordar a Laura y Miguel, la primera vez que fui donde Ara y José, de como no podía dejar de ver a esa linda mujer, de como quería volver a verla, de cómo había fantaseado con ella, de como se había vestido la segunda vez para ellos, al ver que en la primera visita Ara no llevaba ropa interior debajo de su ajustada falda de jean, la segunda vez quería provocar a Ara, así como ella la había provocado, una parte de mi quería repetir con Ara y José lo que había vivido con Laura y Miguel, pero temía, temía que mi esposo me dejara de amar, temía que la juzgara. ¿O será qué?, él planeó lo de Ara y José, pues el fue el que me los presentó, el que desencadenó que me obsesionara con Ara, pues él debía saber que el la primera visita a su apartamento ella no llevaba tanga, el la segunda cita, él era el que había dicho que acompañará a Ara al baño, y estando hay, ella se ofrecería a ayudarme con el maquillaje para besarme, quitarme la tanga y mientras la bajaba darme un beso en mi sexo. Si mi esposo Diego, debía saberlo todo, debe de haberlo planearlo todo. Vi como me veía mientras sus amigos me follaban, mientras José me rompía el culo, y él, muy amablemente se ofreció a llenarme la concha. El debió haber dejado sobre la mesita de noche esa extraña tarjeta negra que invitaba al deseo y que después escondió, quizás porque no le preste atención. La rabia se hacía muy fuerte, ya que me sentía sucia, engañada y lo peor que todo muy arrecha. No paro de llorar, mientras paso voy pasando las viejas fotografías. Me detengo en una, fue tomada enfrente de la iglesia de la que acabo de huir, en frente la fotos de mis padre y en medio de ellos el sacerdote, mucho más joven que ahora, y se ve realmente atractivo. Una imagen grotesca pasa por mi mente. Lanzó con fuerza la foto al baúl, esté cae de la cama, salen de su interior otra caja que estaba al fondo, debajo unas antiguas cintas de VHS, unas viejas revistas de sexo, Lib, Penhouse, Private, entre otras, todas con las portadas llenas de mujeres hermosas siendo folladas de todas las maneras con sus rostros llenos de placer yente, tomo la caja, de madera, muy fina, con una pequeña chapa, revuelvo todo y no encuentro las llaves, recuerdo que en el rosario, que ahora tenia en el cuello había una pequeña, la pruebo y la caja se abre, en su interior y con molduras de terciopelo había un par de esposas, un plug anal con cola mapache y un vibrador de esos antiguos, rígido de metal, lo tomó, instintivamente lo llevo a mi nariz, lo huelo, pero solo siento el aroma del metal, presiono el botón en la parte posterior y para mi sorpresa funciona. Lo paso por encima del panty; es frío, pero agradable, empiezo a frotarlo, hago la tanga a un lado, me lo meto, hasta el fondo, sin pensarlo, la pasión se apodera de mi, me dejo ir, todas mis aventuras pasadas y presentes pasan por mi mente, me digo a mi misma:

Y que si mi esposo me lleva a ese lugar de placer, y que si quiere verme fallada por sus amigos, y que si quiere que seamos una pareja de cuatro, y que si soy una puta, la más puta de todas y en ese momento, con esas palabras en mi mente me correr.

Continúa la serie