Acomodada sobre el cuerpo del hombre que yace acostado en la mesa ratona, Mariel puede galopar a gusto, doblando y enderezando sus piernas. Cuando sube, la pija queda a punto de salirse; cuando baja, cae pesadamente hasta hacerla desaparecer, sirviendo de tope los testículos.
Fue con su novia a las rebajas, mientras ella se probaba una falda, nuestro protagonista no podía apartar la mirada de otras mujeres que se estaban probando lencería fina y muy sensual.
Los disparos apenas resonaron, amortiguados por el silenciador de la pistola. Del otro lado de la habitación, la figura ágil y hermosa de una mujer se deslizó tras un sillón buscando resguardo al tiempo que se llevaba la mano al hombro izquierdo que empezó a manar sangre.