Una enfermera sádica decide dar una buena lección a un joven curioso, no lo volverá a hacer más.
Creía que la iba a follar por delante, por lo que cuando me chupé el dedo y se lo metí por el culo sin miramientos, dio un respingo y empezó a pedirme que no se lo metiera por ahí que la dolía mucho.
La andaluza, pasada de copas, le contó que esas fiestas clandestinas las preparaba una organización muy poderosa, que gana mucho dinero por conseguirles mujeres bonitas a traficantes de drogas y a turistas extranjeros y que, incluso, muchas veces las fiestas se efectuaban en el exterior.
De la palma de la mano que acariciaba la vulva se separó el dedo corazón que se dedicó a castigar el clítoris. Pronto la niña estaba lista para otro orgasmo pero de pronto todo se paró. Las manos que la hacían tan feliz abandonaron su cuerpo y aquel orgasmo que estaba a punto de disfrutar se desvaneció y esto no le gustó.