No me lo creía pero aquellos movimientos rápidos del animal me estaban haciendo gozar, que sensación, nunca las había experimentado, me estaban haciendo perder el control de mi misma, dejándome llevar por aquel macho que me llenaba plenamente todo mi ser.
Después de 10 minutos el saco su verga de mi rajita y se sentó junto a mi, yo me quede como desmayada en el piso de la sala y de lado, desnuda y escurriendo semen de mi panocha y me incline un poco y vi mi panochita de un tamaño casi de una pelota de béisbol y hasta metí una mano solo 4 dedos dentro de ella.
Entonces uno a uno fueron haciendo una completa revisión manual de mi cuerpo, magreando mis esplendidas tetas a través de la rejilla, pellizcando y penetrando mi culo con manos y dedos y finalmente palpando bruscamente mi sexo húmedo. Incluso alguno me besó en los labios y me mordió los pezones.
Yo en ese momento mire a los demás perros que desde un rincón no dejaban de observar el espectáculo, mientras lamían sus pollas una y otra vez, mientras estaban abotonados me dirigí a uno de los perros el mas pequeño y dócil, un salchicha y comencé a tocarlo su polla era bastante grande para el tamaño del perro y también dejaba escapar ese liquido transparente que llenaba mis manos.
Estuvimos varios minutos abotonados, no se cuantos, cuando de pronto, sin aviso, un chorro de agua fría congeló mi cuerpo y el de Marte: era Carlos echándonos baldes de agua. ¡Despéguense perros! - gritó entre risas Carlos.
Si te quieres tirar a una dama de la aristocracia tienes que buscar a una Sara Montiel o a una Duquesa de Alba, mientras que por mil euros ya tienes una perra de raza que te aseguran el pedigrí.