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Aire de noche

Las estrellas se estremecían y temblaban al ver puntiaguda cola, su rostro sin cara, el fuego de sus ojos. Y bajo sus pies miles de seres continuaban sufriendo, sudando y soñando como cada día. Respiraba un aliento de fuego helado que no era aliento.

El mejor amigo de mi familia II

Mi nieta, en esta postura, podía absorber golosamente el afilado dardo que su tercer amante le introducía cómodamente en la boca. Al tiempo que este, arrodillado sobre la cabeza de su colega, compartía los voluminosos senos con el que le daba por detrás.