La única persona ajena a la familia, pero la trataban como si lo fuera, era Jacinta, una chica que los Aldunate habían sacado de la calle, que hacía las veces de mucama y sólo atendía los fines de semana, cuando había mucho trabajo.
Con cierta timidez le cogió la polla y se la llevó a la boca. Con delicadeza su lengua recorrió todo su glande y cuando pasó por su base logró un suspiro de placer de su marido. Esto la animó y la decidió a tragar aquella verga pero solo pudo entrar el glande y poco más. La succionó con ganas. Le empezaba a gustar.