Capítulo 1
- Viólame, grábalo y mándamelo I
- Viólame, grábalo y mándamelo II y III
Soy Ana, y me voy a describir, aunque quiero que esto sea corto. Tengo 19 años y estoy objetivamente muy buena. Era una niña de pelo negro, piel blanca y muy guapa, y el cambio a mujer trajo dos grandes melones y un culo abultado y respingón que caían en una figura delgada, aunque no demasiado. Encima, tengo la piel blanca, muy blanca. Siempre me han dicho que eso acentúa la sensación de desnudez. Es un hecho que siempre he atraído el deseo de los más guapos, de los que llevan carros caros y la envidia general. Nunca he estado en un entorno en el que no destacase, y sólo ocasionalmente aparecía alguna chica que pudiese disputarme levemente las miradas.
Anoche estaba en mi habitación, a las cuatro de la mañana, masturbándome con el succionador mientras metía un dildo por mi coño y veía porno degenerado, del que no se reconoce y del que sólo se puede titular con eufemismos. Pero no era suficiente. Pensé, ingenua de mí, que sólo habérselo dicho, haberle contado mi fantasía a Andrés, me serviría para aplacarme un poco. Pero no.
Llevaba horas con efecto túnel. Se me había pasado la leve borrachera casi por completo, pero estaba enferma. Me daba guantazos, pero sólo tengo dos manos. Me eché aceite y me veía penetrarme en el espejo del techo que hice a mis padres ponerme hace diez años. Me pellizcaba los pezones y me azotaba las tetas… Pero sólo tenía dos manos. Pensé en llamar a Raúl, mi mejor follamigo, pero sólo la idea me cabreaba sin quitarme la cachondez. No quería un polvo, ni un polvazo. Ni un tío, ni dos, ni tres ni veinte me iban a apagar. Quería lo que le había pedido a Andrés, y sólo eso. Solté el dildo y me quedé mirando mi cuerpo en el espejo, con el charco de corridas bajo mi culo.
Alcancé el móvil de la mesilla y abrí el Telegram. Creé el chat secreto con Andrés y escribí:
“Te lo doy. Hazlo, por favor.”
Mandar ese mensaje me hizo temblar los dedos. No por vergüenza. No porque me sintiera culpable. Sino porque al pulsar “enviar”, ya no había vuelta atrás. Sabía lo que le estaba pidiendo, sabía lo que me estaba jugando, y sobre todo, sabía lo que iba a pasar después. “Andrés es lento para decidir, pero si lo dijo es porque lo hará”.
Ha ignorado mis súplicas durante años. Me ha dado placer con sus manos, me ha permitido frotarme contra él, ha tolerado que me toque con él. Pero nada de polla. Una vez incluso se despertó con mi boca lamiéndosela, y me apartó. Sólo la saboreé por un momento. Y eso, precisamente eso, es lo que más me pone enferma. Es como si llevase toda la vida haciéndome enfermar más y más.
Cerré los ojos y, tras escribir el mensaje y pensar… me relajé por fin. Me quedé dormida así, como un juguete usable, y ya en las manos de Andrés. Ese pensamiento fue cálido, acogedor.
Unas horas antes…
Llegué a la cena un poco tarde, sobre las 21:30. Me había ido a medio día para la universidad ya vestida, de forma elegante y sencillita, con un vestido de escote fuerte y falda media, de una pieza, sueltecito para que se perciba cada mínima curva, pero que al mismo tiempo pretende vociferar que no voy de zorrón. Nunca he entendido por qué debía taparme, nunca he conseguido procesar bien esa parte de la experiencia femenina. Desde clase me fui directa a casa de Andrés y Marta.
La fiesta había arrancado temprano, con la excusa de que era el cumpleaños de Marta, pero la verdad es que todo era muy tranquilito, Marta style. Solo éramos unos cuantos alrededor de una mesa alargada de salón, con el clásico desfile de comentarios que para ellos son agradables, y para mí son incómodos y aburridos. Las miradas de todos los presentes eran las de cualquier reunión social. Ellas intentaban ocultar su desaprobación, ellos intentaban ocultar su deseo. La hermana de Marta, Natalia, era la única que tenía unos ojos sinceramente amables con Ana. Porque Natalia era bollera.
Me había puesto el vestido pensando en Andrés. Eso no era ni medio secreto, creo. Todos me conocían un poco, y de manera más o menos explícita, mis inclinaciones eran evidentes. Me lo había puesto porque me molestaba que mi cuerpo no estuviese a su plena vista, y mi esperanza era que le costase tragar cada sorbo de vino, para que tuviese que fingir que no estaba mirando lo que estaba mirando. Desde que empecé la universidad había podido pasar muy poco tiempo con él, y él usaba tanto su trabajo como mis clases a modo de excusa.
Esperé a que Marta estuviese ocupada con algún primo pesado y aprovechó el momento. Andrés se había sentado en los sillones al fondo del salón, frente a la chimenea, escribiendo en el teléfono tras responder a una llamada. Me acerqué a él, le rellené la copa sin preguntar y, en lugar de volver a la mesa, me senté directamente sobre sus piernas, abrazándolo. Apreté el culo intentando sentarme en su polla más que en la pierna y, al instante, noté el cambio en su respiración. Él no me empujó, no me quitó de encima, y de hecho me devolvió el abrazo, apretándome más contra él y posando su mano en mi culo.
— Hoy estás guapísima —dijo, con la voz tensa que se le ponía al intentar ser correcto. Pero su voz también se había puesto grave, y sé que eso pasa cuando está sensible a la presión de mi culo y a mi intención. Es la voz que ha puesto las veces que he conseguido sacarle placer de alguna forma.
— Lo sé —respondí, pasándole la mano por el cuello de la camisa y desabrochándole el primer botón, como quien no quiere la cosa. — Creo que necesito un favor… – Dije, jugando con la mano sobre su cuello y su barba. – ¿Sabes qué me obsesiona desde hace mucho?
Él arqueó una ceja, con una sonrisa suspicaz — No lo sé, pero algo me dice que lo voy a saber.
- Es que necesito decírtelo. – insistí.
- Dale. De acuerdo.
Y se lo dije de una. “Quiero despertar una mañana y recibir un vídeo. Un vídeo en el que me violan. Que me lo mande el violador. Y… No recordar nada de lo sucedido.
Me miraba con desaprobación. Lo sabía. Pero decidí continuar. Era ahora o nunca, y nunca no era una opción. Lo tenía muy ensayado.
“Ver mi propia violación. Y masturbarme viéndola. Y luego… Buscar al violador para que me folle otra vez. Pero es muy loco, nunca me voy a atrever a pedírselo a nadie”.
Andrés suspiró, con un punto de resignación, pero con una cantidad de aire que evidenciaba que escucharme decir eso había hecho un fuerte efecto. Tragó saliva. Pudo haberme apartado, como tantas veces. Pudo haberse levantado. Pudo haber hecho cualquier cosa excepto lo que hizo: quedarse quieto, con la polla empezando a latir, aplastada contra mi culo.
- Sí te atreverás, jovencita. El problema es que sí te atreverás. – Dijo él, acariciándome la cabeza y apretando la mano sobre mi culo.
A pesar del reproche, sabía que había conseguido excitarle, y ya había soltado algo que llevaba años torturándome, y de cuya confesión esperaba cierto alivio. A estas alturas, dudaba que fuese a horrorizarse. De hecho, me abrazó más fuerte y me hizo el coño agua… Dios, cómo deseaba sacársela y chupársela ahí, en el sillón, mirando a todos los presentes..
—¿Estás segura de eso? – Me dijo, suavemente al oído.
- Se me ha… – Empecé a responder.
- Metido en la cabeza – interrumpió él.
- Sí, se me ha “metido en la cabeza” – Recalqué para que quedase claro que se trataba de nuestra jerga. Cuando algo “se me mete en la cabeza” no hay forma de evitarlo.
- Luego hablamos. Ahora quiero volver a la mesa.
- Si no lo haces tú, lo haré con otro. Pero te aviso: lo quiero. Y lo quiero fuerte. – Le insistí para que no se perdiese como un comentario guarro suelto.
- No hace falta que lo aclares. “Se te ha metido en la cabeza”. Me prometiste que sólo usarías esa expresión para lo que de verdad fuese un problema.
Me dio un beso en el cuello y me levantó con cuidado.
- Luego hablamos. – Me dijo.
Y me quedé sentada, mirando a la chimenea frente al sillón, apretando las piernas y regodeándome en su olor y su calor, que todavía sentía.
Andrés desapareció con Marta, ni sé a dónde. Me fui al poco rato, nerviosa. ¿Se habría enfadado? ¿Sorprendido? Que no, que a estas alturas no le asusta nada de mí. Cuando llegaba al bar donde había quedado con unas amigas, recibí un mensaje de Andrés. «Si me das permiso, lo haré», decía. Y me cagué de miedo. No respondí. E intenté durante horas, sin éxito como antes he contado, relajarme.
Unas horas después…
Abrí los ojos con un poco de dolor de cabeza. Me quité los pelos de la cara y tardé unos segundos en darme cuenta de que no estaba en mi habitación. El Sábado por la mañana tiene un silencio especial, como si la casa misma supiera que nadie tiene prisa. Pero esta vez, el silencio era más espeso.
Estaba en el sofá, prácticamente desnuda, con la camiseta de dormir por la cintura y los pantalones y las bragas por los tobillos. Me dolía la mandíbula y mi pelo estaba hecho un desastre.
¿Lo había hecho?
Me incorporé. Toqué mi coño. Estaba hinchado y estaba empapada, pero no era lo que me traía el olor a semen. Era mi cara la que olía a semen. Y mi coño estaba mojado de corridas propias, que aún encharcaban el sofá.
Me recompuse, respiré hondo y traté de pensar.
Me levanté y me dirigí a la cocina. Me hice un café, sin tener muy claro qué había pasado, pero teniendo claro que quería un café y un cigarrillo para comprobarlo.
Miré. Eran las seis de la tarde.
Me dirigí a la terraza del piso bajo, que está casi en la calle y, una calle salón típica de urbanización, con bancos y un edificio frente a nuestros pequeños chalets, repleto de ventanas y vecinos. El sol aún brillaba a tope, y me senté en la mesa de la terraza, con el café y los cigarrillos. Dejé el móvil en la mesa. No me atrevía a encenderlo.
Miré a las ventanas de enfrente.
Encendí el cigarrillo y me recosté sobre la silla. Cogí el móvil y lo encendí. No había ningún mensaje.
No tenía ningún sentido.
El café hecho por inercia y el cigarrillo encendido. Miré a las ventanas de enfrente, de nuevo, y tuve claro que el vecino mirón estaba ahí, en la ventana del segundo piso. Me había visto salir y probablemente se la estaba machacando, o calculando si yo iba a estar tiempo suficiente. A menudo, me gustaba sacar el café y los cigarrillos para que los viera, y tuviera claro que sí, que iba a estar un rato ahí, y que podía prepararse para darse una paja mirándome. Ese cabrón parecía tener un sexto sentido. Le miré de nuevo, me recosté en la silla, recompuse un poco el pelo que aún estaba sobre mi cara y me saqué de nuevo las tetas de la camiseta.
Y entonces, el móvil vibró.
Telegram. Chat secreto. Andrés.
Un mensaje sin texto. Solo un archivo adjunto. Vídeo.
Me quedé congelada. Ni siquiera lo pensé. Me incorporé, lo abrí directamente, con el pulso tembloroso, mi coño calentándose y el cigarro colgando de los labios. Y ahí estaba.
En la imagen aparecía mi cabeza sostenida por una mano en la frente. Mi cara descompuesta y mi boca rellena por una polla enorme. No tenía dudas de a quién pertenecía la mano, las piernas sobre las que se apoyaban mis tetas y la gorda polla que ampliaba la mandíbula. Era Andrés, mi padre.
Lo había hecho. Miré a la ventana del vecino y le dí al play.
La primera imagen del vídeo no era una mamada. Estaba yo, recostándome y después dormida, con apariencia plácida, de costado en el sofá del salón. Con la cabeza apoyada en las piernas de mi padre. Las manos recogidas sobre mi pecho, también sobre su muslo. Llevaba la ropa que me acababa de recolocar. Obviamente, había sido esa misma noche, pero en la imagen que empezaba a moverse la tenía puesta con normalidad.
Y él me acariciaba con dulzura.
La cámara cambió, varias veces. ¿Habían varios ángulos? Él miraba a la televisión como si no pasase nada, mientras me acariciaba todo el cuerpo. Llevaba una camiseta, y estaba en calzoncillos. Negro todo, como siempre.
Su mano se posó en mi culo.
“Dale ya”, dije en voz alta, irremediablemente. Me amasé una teta en la realidad yo misma y coloqué el móvil sobre la mesa para tener las manos libres. También para que el vecino me viese mejor.
Volví a pensar que habían varias cámaras, el ángulo cambiaba.
En el vídeo, mi padre seguía acariciándome. En un momento dado, la cámara cambia y se acerca. Se ve más cerca… y su mano va hacia mi brazo, llevándolo hacia atrás y apartándolo de mi pecho. Y baja un tirante de mi camiseta.
“Dale” pensé. Y también “hijo de puta, qué le vas a hacer a tu hija”, la marranada que tantas veces había deseado decirle mientras, descontrolado, se abalanzaba sobre mí para violarme. La que nunca había podido decir.
Y por fin su mano fue a mis tetas. Con la misma dulzura, pero con toda su manaza, destapó mi teta derecha bajando la camiseta. Después acarició mi cara y de nuevo fue al pecho descubierto. Su mano izquierda bajo hasta su calzón.
Estaba empalmado. Su mano sobaba su polla sobre el calzón, de esos sueltos, mientras amasaba mi teta. Bajó aún más la camiseta con una mano y me sobó, aún suavemente, al ritmo de adelante y atrás con el que se sobaba la polla.
Colocó mi mano en mi cadera. Me acarició el cuello y la cara. Apartó un poco el pelo de mi cara, acariciando mi cabeza. Soltí su polla, llevó su mano hacia el borde del calzón y tiró de él un poco. Mano derecha para mí, mano izquierda para su polla.
Sácatela, cabrón.
Su mano abandonó mi teta derecha. Se fue a mi culo. Mi brazo cayó levemente hacia el sofá, pero sostenido por el tirante de mi camiseta, ya por mi cadera.
Y se sacó la polla.
Ya la había visto, incluso la había lamido. Pero casi me corro cuando le veo sacársela. Mi coño palpitaba, aún mojado e hinchado, pulsando al visualizarla. Estaba tocándome la cabeza con la polla. El pelo. La restregaba contra mi cabeza mientras su mano derecha volvía a mi pecho derecho, y lo amasaba, ahora con más fuerza.
No podía, ni puedo ahora, evitar esos pensamientos. Te está gustando sobártela en la cabeza de tu niña, cabrón. Tócale las tetas a esa guarra. Es que pensar en mi padre me ensucia la boca.
Él agarra su polla con más fuerza. Que gorda está. Que rica. Meto mi mano entre mis piernas en el mundo real, y sé que el vecino lo estará mirando. Bien. Quiero espectadores, aunque él no alcance a ver la pantalla de mi móvil.
¿Cómo? La cámara cambia a un nuevo ángulo, mientras su mano derecha alcanza mi pecho izquierdo, aún cubierto por la camiseta. Ese ángulo nuevo es cercano… Y parece que se mueve levemente, se acerca. ¡Había alguien grabando!
Eso me hace frotar mi coño con más fuerza mientras él se aparta bien el calzón y saca sus huevos.
En ese nuevo ángulo, ya no estoy de lado. ¡Estoy apoyado en su barriga! Él está más echado hacia atrás, y yo estoy básicamente boca abajo, a escasos centímetros de su polla. Me parece verme sonreir.
Él soba mi culo, con su capullo a escasos centímetros de mi boca. Soba mi culo y sube la mano por mi espalda, empujándome con ello levemente sobre su rabo.
Vuelve a cambiar la cámara, para que se vea cómo su mano se mete entre mis nalgas, aún con el pantalón. ¿Quién coño ha grabado y editado esto? Entonces, se la agarra… Y me pega la polla a la cara. Me acaricia ahora con la polla, la cara y el cuello.
En la siguiente imagen, su mano va hacia mi cabeza, se asegura de que el pelo esté retirado y presiona su capullo contra mi boca. Ábrela, zorra, no puedo evitar pensar. La cámara se acerca, a mí mientras mi boca se entreabre. Él se la sigue sobando, con su manaza derecha contra mi frente mientras la otra empuja su capullo enorme contra mi cara. Deben ser veinte centímetros de rabo gordo.
Debe estar cerca la miniatura, porque su mano en mi frente parece estar en la misma posición. Soba cada vez más fuerte el capullo contra mi cara y mi boca se entreabre. Al ver eso, acelero la masturbación y me corro como una cerda… El vecino se debe estar pegando un festín. Espero que se dé cuenta de que no he acabado, que se la siga machacando y continúe.
Mi padre soba mi cara, mi boca empieza a brillar levemente, mojada de líquido preseminal. Fóllame la boca. Föllale la boca a la puta de tu hija. Viólale la boca, cerdo. ¡Dale!
Pero se lo tomó con calma. Va colocando su polla cada vez más cerca de entrar en cada sobada, buscando que abra mi boca. ¿Estaba consciente y no lo recuerdo o estaba inconsciente? Aún no he abierto los ojos ni una vez. Y no concibo ser capaz de estar tanto tiempo como estoy viendo sin atragantarme con ella. Estaba inconsciente.
Los dedos de su mano derecha se engarfiar contra mi frente, como sujetando mi cabeza.
Cambia la mano. Su mano derecha rodea ahora mi cabeza, pasando por mi cara hasta s polla, y pegándola a mi boca, mientras la otra mano tira de mi cabeza hacia atrás. Me la va a meter. O eso parece. Se la está sobando contra mi boca entreabierta.
Parece que abro la boca levemente. Buena chica, pienso en el mundo real, ¡abre la puta boca ya, zorra!
El vídeo no ha llegado a la mitad, y ahora hay un primerísimo plano, con todo su rabo contra mi cara. Se está masturbando con mi boca y su mano…
Estaba planificando la aproximación.
Me doy cuenta de que el vídeo está sin sonido. Le doy. Hay una leve música, y un murmullo. Subo el volumen.
Es mi madre.
- Abrele la boca ya.
Cualquiera que pase por la calle me puede ver con cierta facilidad y escuchar el audio. Me da igual.
Mi padre, en ese momento, echa mi cabeza hacia atrás y mi boca se abre por el propio peso de mi mandíbula. Coloca su rabo contra ella, sobando mis labios. Mis ojos parecen abrirse levemente. Mi boca se abre. Todo su capullo entra con facilidad. Mi boca se abre. No sé ni cómo coño pasa eso estando inconsciente, pero probablemente soy zorra hasta inconsciente. Mi boca se abre exageradamente para acoger ese pedazo de pollón y él empieza a manejar el peso de mi cabeza para que entre. Entra cada vez más. Acelero la masturbación en la terraza, me azoto el coño y me corro de nuevo, mientras eyaculo. No lo pienso parar, falta mucho vídeo.
Mi cabeza parece ensancharse para acoger la polla de mi padre. Por fin está en casa, pienso. Chúpasela bien, no desaproveches la oportunidad, puta.
Lleva ambas manos a mi cabeza y va dejándola caer con suavidad. Hay una mezcla de brutalidad y dulzura en esa imagen que me encanta.
Se mueve levemente. Por qué coño no me desperté, pienso.
Porque es lo que le pediste, me contesto.
La polla se hinca en mi boca… Debe estar en mi mismísima garganta, y él sujeta mi cabeza con la derecha mientras baja la izquierda a la base de su rabo y se masturba con mi boca.
Plano lejano, general, de mí tirada en el sofá, boca abajo, inerte, con la boca rellena de rabo.
Vuelve el plan a acercarse. Mi madre operándola, y diciendo:- Vaya boquita de puta tiene la niña.
Mi padre ha alojado casi todo su rabo en mi boca, y se mueve. Se mueve levemente follándome la cabeza. Dios, necesito saber dónde está y tragármela despierta. Se mueve. Vuelve a machacársela por la base. Veo sus huevos fuera del calzón y contra el sofá, y no entiendo como mi madre no se acerca a comérselos.
Plano amplio de nuevo. En el mundo real me azoto el coño y llevo el dedo a mi culo, lubricando hacia dentro con la corrida. Pero no cuesta nada, mi culo está abriéndose de forma natural. Creo que ahora mismo me entraría hasta esa pollaza de golpe, la que estoy viendo alojarse en mi garganta en el vídeo.
Plano amplio, he dicho, que me pierdo. La mano de mi padre presiona entre mis nalgas. Luego vuelve a mi cabeza y la acaricia. Evidentemente, estoy respirando bien, porque viva estoy. Va despacio con ambas manos a mi cabeza y vuelve a moverse. Estoy preciosa con la boca llena. Se mueve en mi boca. Sus polla entrando y saliendo me hipnotiza. Veo que mi cara ya brilla, probablemente entre algo de sudor y el líquido preseminal que ha estado un rato restregándome.
¡Joder! Plano de mi culo, desde atrás. Ha llevado su mano derecha ahí mientras sujeta mi cabeza con la izquierda y sigue follándome la boca. Me está sobando el coño y el culo sobre los pantalones.
Pero pronto parece que le estorba. Mete la mano bajo el pantalón y agarra mi nalga mientras sigue entrando y saliendo. Se oye mi garganta, glog, glog. Empieza a bajarme el pantalón y me soba el culo, ya sin delicadeza.
Me corro de nuevo en cuanto veo sus dos manazas, una en mi frente y otra en mi culo, con su rabo bombeando en mi boca. Plop, plop, plop.
Devuelve su mano derecha a mi cabeza, dejando mi culo con el pantalón a medio bajar. Me saca la polla de la garganta y me golpea la cara. Restriega su capullo contra mi boca un rato. Golpea y restriega.
Fóllame la puta cabeza.
De nuevo, mi boca se abre. Su mano izquierda cae al sofá, la derecha coge mi cabeza y vuelve a meterla, esta vez de golpe. Plop, plop.
- Que ganas tenía la niña de rabo – Dice mi madre.
Blop, blop. Sigue follando mi boca. La cámara se acerca y se ve ya mi color enrojecido y mi cara brillante. Lleva su mano derecha a mi culo y la izquierda a la base de su polla. Medio rabo está alojado en mi boca, y el resto por su mano. Empuja desde abajo mi cara con su mano, machacándosela contra mí.
- Dale. – Dice mi madre.
Dale, pienso yo.
Quita su mano izquierda y se nota que está empezando a costarle mantener el control. Para por un momento, con mi boca llena, para acariciar mi cabeza. Después, lleva su mano derecha de nuevo a mi culo, y se nota que está alcanzando mi coño. Me masturba. Saca la polla de mi boca, y alcanzó a ver su rabo ensalivado, golpeando mi cara mientras él se mueve…
Baja mis bragas de un tirón para alcanzar mi coño por dentro. Pega otro tirón de mi camiseta para sobarme más. Ahora estoy tumbada boca abajo, contra la base de su polla y su huevos, con la camiseta por la cadera y los pantalones y las bragas bajadas. Como me he levantado.
Lleva su derecha a mi cuello y lo agarra, tirando desde él de mi cabeza, para volver a enterrármela. Se nota que ya no está tan delicado. Esta vez me la hace tragar completa. Su capullo debe estar en mi esófago. La clava y empuja mi cabeza contra ella para metérmela completa.
Acabo de ver en una pantalla mi sueño, el capullo de mi padre en mi garganta. Coge mi cabeza y la empuja, una y otra vez. Me agarra del pelo y me empuja los huevos contra la cara. Cuántas veces he soñado con esto, y parece que la clave era… Pedirle esta aberración. Si lo llego a saber antes…
Ahora la imagen sería vergonzosa para alguien menos puta y degenerada que yo. La ropa a medio quitar, los brazos inertes y la polla de mi padre enterrada en mi boca hasta que mi nariz toca sus huevos con su mano agarrando mi pelo con más violencia cada vez. Se la casca y me ensancha la mamada con la cara. Vuelve a follarme moviéndose, plop, plop. Las babas hacen brillar sus pelotas. Me restriega la saliva por la cara.
- Quiere que te la folles – Dice mi madre.
Mi padre lleva su mano por mi culo hasta mi coño. Me está masturbando. Eso es lo máximo que había conseguido de momento, tiempo ha. Sus dedos son lo que hizo que esta mañana me despertase en un charco de mi propia corrida. Me vuelvo a correr viéndole follarme la boca con la polla y el coño y el culo con los dedos.
Mi padre me retira el pelo de la cara mientras, con el rabo alojado hasta el fondo, parece concentrarse más en masturbarme.
Me he corrido, como siempre soñé, con su rabo en la boca. Pero no lo recuerdo. ¡Joder! Puta fantasía. Quizá podía haberlo conseguido sin esto.
Tira de todo mi cuerpo hacia él. Me coloca de costado sobre su barriga de nuevo, de un tirón. Soba mis tetas con la mano derecha mientras yo… Parece que se la esté chupando. Babeo como una cerda y muevo la cabeza para tragarla más. Cuando la saca y me la acerca, pajeándose contra mi boca, la abro para atraparla. Me azota las tetas.
Mi madre acerca la cámara para coger más de cerca esa imagen degenerada, sucia, de mi boca ¿semi inconsciente? pero bien zorra chupando y tragando polla, a tirones. Me están violando, como pedí. Como pedí no, casi.
Mi padre está a punto. Me agarra del brazo y me estira hacia atrás. Agarra mi cabeza del pelo con fuerza y bombea. Miro cuánto le queda al vídeo para calcular mi propia masturbación. No puedo ni mirar al vecino, pero sé que está. Glop, glop, glop, incluso se me escucha.
Aprieta más mi brazo. Mi madre hace un plano de mi culo azotado y agarrado.
En el siguiente plano, estoy boca abajo, con la cara ensanchada por la polla hasta mi garganta, casi boca abajo, mientras mi padre bombea y bombea sujetando mi cabeza y tirando innecesariamente de mi brazo. Como sujetándose a él. Glop, plop, plop…
Agarra mi brazo atrás. Ahora me agarra de las tetas violentamente, y de la cabeza mientras la clava una y otra vez. Mi cara es un desastre, ya no me retira los pelos de la cara y estoy llena de babas.
- Llénale la boca a la puta – Dice mi madre.
Bien dicho zorra, hija de puta, digo yo.
Y entonces, pulsa. Incluso le han dado cámara lenta. Veo cómo clava fuerte, y cómo mis ojos parecen abrirse levemente por un instante, aunque en blanco. La imagen es tan degradante, tan cerda, que no me la hubiera podido imaginar jamás. Ese primer plano de mi cara violada con una manaza de papá en mis tetas y la otra en mi pelo…
- Too.. maaahh… – Se le oye por primera vez a él.
Y la leche está saliendo, lo sé. Su polla palpita mientras la leche entra por mi garganta.
- Aaaaaaaahhh ceeerrrdaaaa!!!! – Grito yo en la realidad mientras me corro como nunca hasta entonces.
Veo la leche que no he tragado caer saliendo de mi boca sobre su polla. Él sigue latiéndome dentro. Me doy cuenta de que lo han puesto a cámara lenta. Blob, blob, debe sonar. Me sujeta para los últimos perchones de leche mientras sigue cayendo una lluvia de babas y semen sobre sus huevos.
Y… Fade y negro. Fin del vídeo.
No había vuelto a mirar la barra de abajo para ver cuánto le faltaba. Había perdido la noción de la realidad.
Intenté controlar mi respiración. Dejé la imagen fija. Andrés, mi padre, sujetándome del pelo, la boca abierta forzada, la cámara captando la baba colgando… Era uso puro. Pura violación, aunque solicitada. En ese sentido, era exactamente como me imaginaba.
Pero no me había follado el coño y esto no iba a quedar así.
Tenía el corazón en la garganta y una mezcla de vergüenza y orgullo escurriéndoseme entre los muslos. Miré a la ventana del vecino. Había abierto las cortinas y estaba machacándosela de forma visible. Él no sabía que, si llega a bajar, me hubiera tragado su rabo viendo el vídeo.
Vivo con mis padres, así que no tardaría mucho en verles la cara. No sabía dónde estaban ahora, pero tenía que pensar rápido en qué hacer cuando les viera. Considerando lo que habían hecho… ¿Tendrían ellos un plan?
Unas horas antes, Andrés y Marta… (Continuará mucho más cerdo)