Capítulo 1
Mi nombre es Reina, crecí con una madre demasiado hermosa y un padre muy complaciente. Mi padre nos había comprado una enorme casa, mi madre todo el tiempo estrenaba ropa, joyas, coches. Teníamos mucho dinero. Y los amigos de mi padre eran hombres muy raros, con cara de malvados, y a los que le tenía mucho miedo.
El día de mis 18 años, mi madre y mi padre tiraron la casa por la ventana, mi fiesta fue espectacular, músicos famosos, actrices, muchas comida, muchas bebida. Sin embargo, casi para acabar el lugar se fue llenando de esos hombres amigos de mi padre con cara de que algo muy malo iba a suceder.
Y en efecto cuando todos mis amigos y conocidos se fueron. Solo quedó un hombre gordo y feo, que siempre me había visto como si fuera un trozo de carne y varios hombres que parecían ser sus guardaespaldas. Mi padre y mi madre habían desaparecido hace alguna horas y vi como ese hombre horroroso se me acercaba.
-Siempre tan hermosa reinita. Ya eres una mujercita.
Y yo toda nerviosa…
– Muchas gracias don Feliciano. ¿Ha visto a mi padre?
– Precisamente te vine a buscar para llevarte a la biblioteca y que te digan lo que sucederá de ahora en adelante…
Me le quedé mirando sin saber muy bien cómo responder o que pensar.
Caminamos hasta la biblioteca y cuando entré, el horror estaba a la vista.
Mi padre estaba atado a una silla, ensangrentada toda la cara, y seguían golpeándolo.
Mi madre estaba en uno de los muebles atada y desnuda mientras una fila enorme de hombres malvados con sus miembros fuera esperaban su turno para penetrar cualquiera de sus agujeros.
Quise correr, y agarrarlos, no entendía nada, todo era demasiado horrible. Pero ese hombre Don Feliciano, me agarró por los hombros. Duro. Y me susurró al oído.
-Esto querida es lo que le pasa a los ladrones… Tú padre lleva años robándome para complacer a tu madre. Y ahora le ha tocado pagar.
Yo lloraba y gritaba
– Por favor no, le hacen daño, por favor déjenlos, déjenlos….
Pero seguían golpeando a mí padre y violando a mi madre quien lloraba y no podía gritar por los movimientos salvajes de la enorme polla que tenía en la boca.
Volví a escuchar en mi oído a Don Feliciano que me decía:
– De verdad, ¿Quieres que paren?
Y yo gritaba
– Si por favor, por favor…
– ¿Estás dispuesta a complacerme para que detenga su dolor?
Y yo
-Si, si, estoy dispuesta, déjelos…
Así que a una orden de Don Feliciano todos los malvados se detuvieron… Mi madre lloraba, tenía la nariz y labios sangrando… Mi padre estaba desfigurado y su cabeza caía sin fuerza. Lleno de sangre.
Don Feliciano dejo mi espalda y caminó hasta el escritorio de mi padre. Se sentó en su silla mirándome sádicamente. Miré a mis espaldas y vi que estaban sus guardias trancando el paso a la salida.
-Tu padre me debe millones Reinita. ¿Me vas a pagar tú lo que me debe?
– Yo no tengo dinero.
-Ahh, pero no quiero tu dinero. Te quiero a ti
-A mi – respondí nerviosa, llorando y asustada.
-Estaba esperando que crecieras lo suficiente Reinita. Para reclamarte. Y mírate. Preciosa. Acércate- me dijo.
Al principio no me moví. No entendí lo que me había dicho. Pero entonces el gritó y vi a un hombre golpear a mi madre. Entonces camine hacia donde el estaba. Todo la silla de forma que estuviera de frente a él. Abrió las piernas para que me metiera dentro. Yo estaba aterrada. Pero su cara y el llanto de mi madre me hizo colocarme allí.
Tocó mi rostro
-Tan bella. Esos ojos azules tan grandes y preciosos, deseo verlos al llegar al orgasmo, deseo verlos soportando el dolor sexual que sueño darte.
Fue bajando hasta llegar a mi boca
– Estos labios regordetes y rosados, preciosos, ni tan grandes ni tan pequeños. Quiero verlos rodeando mi polla. Abre la boca Reinita…
Yo temblaba pero no podía hacer más que llorar y hacer lo que dijera, así que abrí la boca. Metió dos de sus dedos gordos en mi boca, casi hasta mi garganta, haciendo que me diera una arcadas y luego Dijo
-CHÚPALOS…
– Yo lo hice, el los metía y los acaba hasta el fondo de la garganta a veces, haciendo tener arcadas una y otra vez, pero seguían y seguía…
– Eso es Reinita, así quiero verte chupar mi polla…
Me di cuenta que se había desabrochado el cierre de sus pantalones de vestir y tenía en la mano una polla enorme y monstruosa que iba acariciando mientras me metía los dedos…
Luego los sacó. Y húmedos como estaban los paso por mi cuello, acarició todo hasta mi escote.
Mi vestido de quinceañera tenía un escote corazón pronunciado. Yo tenía unas enormes tetas heredadas de mi madre, aunque era delgada, no era flaca. Era voluptuosa, grandes tetas, cintura muy pequeña y una culo redondo y caderas anchas.
Don Feliciano metió sus dedos llenos de mi saliva en mi escote hasta llegar a mi pezón derecho, y lo comenzó a acariciar.
A este punto, yo lloraba desconsoladamente pero no podía moverme tampoco.
Hizo lo mismo con mi pezón izquierdo, mientras seguía masturbándose. Y gruñía un poco.
-Quiero chupar estos pezones, apretarlos, morderlos, ponerle ganchos y verte disfrutar y llorar por ellos. Quiero mi polla en medio de ellos que te duelan de tanto que los usaré masturbándome.
Yo lloraba a mares. Y el se tocaba más rápido con mis lamentos.
-Me gusta que llores así… Me excita demasiado…
Y entonces bajo la mano y la metió entre mi vestido. Tocando mis piernas desnudas. Fue subiendo y subiendo hasta llegar a mi coño. Con la otra mano de masturbaba más rápido. No fue tierno, metió susto dedos en mis pantis justo por el centro que tocaba mis labios y le dio un tirón fuerte, llevándolas abajo hasta mis rodillas … Volvió a meter los dedos en mi boca con la orden de que los chupara… Y una vez húmedos metió su mano entre los labios de mi coño hasta mi agujero y los metió en mi duro, fuerte, lastimándome.
– Estás tan apretada, tan caliente, tan fantástica… Quiero meterme en tí y lastimarte con mi polla.
Estuvo masturbándome duro y cruel pero mi cuerpo traicionero llegó a un orgasmo que no entendí. Nunca había tenido uno. Jamás me había o me habían tocado. Así que llore más fuerte de vergüenza y de dolor.
-De rodillas, Pon tú boca bien abierta en mi polla. Estoy a punto de correrme y quiero hacerlo en tu boca. Ven a tomar tu leche Reinita.
Así sentí que unas manos por detrás me empujaban al suelo, supongo que de uno de los soldados, y Don Feliciano me tomo por el cabello duro:
-Si me muerdes, le meto un tiro a tu padre.
Y entonces se metio en mi boca y me empujó la cabeza unas cuantas veces hasta que se corrió en mi garganta.
-Trágalo todo mi putita. Está tiene que ser tu comida favorita de ahora en adelante…
Y lo tragué. Casi me ahogo por el estaba muy profundo así que todo cayó en la garganta. Cuando salió sin querer uno de mis dientes le tocó y me dio un bofetón que me dejó viendo estrellas.
-Ahora quiero oír de tu boca que serás mi puta, Reinita. Para pagar la deudas de tus padres serás mi puta. Dilo.
Yo, no podía hablar. Estaba asqueada, asustada, enfurecida, tenía demasiadas emociones. El me tomo por los cabellos me arrastro hasta donde estaba mi padre, puso una pistola en su cabeza y me dijo:
-Dilo
-Soy tu puta, pagaré con mi cuerpo las deudas de mis padres.
Don Feliciano sonrió y disparó.
Espera la segunda parte…