Capítulo 3
- El sabor de la venganza I
- El sabor de la venganza II
- El sabor de la venganza III
El sabor de la venganza III
ICHARLINES
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Oliver metió de rodillas a la morena en una jaula donde su cabeza quedaba fuera y su culito expuesto. Le ató las piernas al lateral de la jaula y le metió una polla de plástico muy gorda, muy gorda, por el culo. Puso la máquina en marcha y la programó para que cada hora aumentase el ritmo. La rubia tenía otra igual, pero en su coño. La rubia estaba desmayada y colgaba por sus axilas sujeta a la jaula.
- Oliver, aún te quedan otras dos y el lampiño ese que también iba con ellas y reía desmesuradamente.
- Tranquila Dona, vamos poco a poco, no hay que levantar sospechas. Además, sabes que la pelirroja que falta y el lampiño son hermanos, tengo que hacerlo con mucho cuidado
- Tú sabrás cómo lo haces, pero hazlo.
Antes de marchar, Dona cruzó la cara de la morena con fuerza, marcando los dedos en esa piel.
- Hija de puta, te vas a arrepentir.
- Jajajaja, rió Dona
Oliver llevó de nuevo a Dona a su chalet. Esta se perdió dentro de él, montada en su silla, cuando estaba de pie se cansaba mucho, luego necesitaba reposo. Se desvistió y se metió en la piscina. Que bien me lo voy a pasar con esas putas y el putito. Se metió en el agua que estaba a una temperatura magnífica, la piscina se calentaba siempre a veintiséis grados. Braceo durante media hora para fortalecer los músculos de su espalda. Salió del agua, se secó y fue a su despacho, conectó el ordenador y buscó páginas de sado masoquismo. En las imágenes, una mujer atada a una silla que carecía de asiento era penetrada por una especie de lanza terminada en un imponente falo. Así fue descubriendo infinitas formas de tortura y pensó que eso le proporcionaría un gran placer. Su venganza estaba empezando.
El día que tuvo el accidente, bueno, que fue atropellada. Dona salía de dar su clase de spinning en el gimnasio donde había sido contratada. Dona es una chica trans que está encantada con su condición. Tiene muy marcadas sus dos facetas y disfruta de ellas por igual. Al principio se asustó mucho, cuando no podía menear las piernas, después de la cuarta operación ya se podía sujetar sobre unas muletas y con el tiempo consiguió fortalecer sus músculos. Ahora ya podía caminar unos metros sin la ayuda de las muletas. El fatal accidente ocurrió cuando la mujer rubia que conducía el coche se saltó un semáforo y la asestó un tremendo golpe. Después entre risas se dieron a la fuga. Como el accidente fue in itinere, ahora podía cobrar una pensión de la seguridad social. Además, había cobrado un seguro de invalidez que sin ella saberlo le había hecho su padre. Nunca se sabe, le había dicho el. Se había pasado dos años buscando a los ocupantes del automóvil, todos niños ricos sin problemas en la vida. Bueno sin problemas hasta ahora. Se sentó en su mesa de trabajo y empezó a diseñar los artilugios para sus planes. La más asquerosa de todos era la morena, esa hija de puta era la que manejaba el cotarro, sería la más castigada.
Se sentó y sobre una hoja de papel, empezó a dibujar su peculiar aparato de tortura. Este consistía en una especie de silla que abría sus patas y sus brazos. Esta silla no tenía asiento, una argolla sujetaba la cabeza y otras tres una encima de los pechos y otras dos cerraban los tobillos a las patas de la silla. Está a su vez, podría pender del techo, estar sujeta al suelo en horizontal o en vertical.
Una vez hubo terminado su dibujo, se lo pasó a Oliver a través del correo electrónico, con una nota, en cuanto lo tengas, me llamas. Con una sonrisa muy irónica se fue a la cama.
Oliver recibió el correo en la barra de una discoteca a donde había seguido a Marina y Claudio, otros dos componentes del accidente. Estos, aunque poco tuvieron que ver en su materialización, también iban a ser, digamos, atendidos por la amabilidad de Dona. Oliver se acercó a ellos dejando caer una gran cantidad de somnífero, en uno de los vasos, que resultó ser el de Claudio. Se acercó a ellos y entabló conversación. Con el paso del tiempo Claudio empezó a sentirse mal. Oliver, le dijo a Marina que podía acercarlos a casa. Le dijo que muchas gracias, que no se molestase, que ya se arreglaría. Él insistió y finalmente Marina aceptó. Al llegar al aparcamiento, mientras Marina empujaba a Claudio dentro del automóvil, Oliver le pasó por su nariz un pañuelo con cloroformo, está se durmió en el acto. Acomodó los dos cuerpos en el automóvil y los llevó a la nave. Ya solo le quedaba la pelirroja. Una vez entró en la nave, los desnudó y los metió en dos jaulas. En una de ellas, Marina, estaba atada a las barras de la jaula. Sus piernas atadas a los extremos permanecían muy abiertas, exponiendo sus dos agujeritos. Sus nalgas permanecían bien abiertas, un artilugio que se clavaba en sus carnes y se ataba a la jaula hacía que estas estuviesen muy abiertas. Así mismo, su cabeza estaba fuera de los barrotes, sus manos atadas totalmente estiradas y sus pechos expuestos. Su pelo también estaba atado a los barrotes, manteniendo su cabeza erguida.
Cuando despertó Marina, sintió un fuerte dolor en la cabeza y en sus posaderas. Sentía frío, intentó moverse, pero no consiguió absolutamente nada. El pavor recorrió su cuerpo produciéndole una arcada, ¿Por qué estaba desnuda? ¿Qué hacía ahí, atada y expuesta? Recordó al hombre que los acercaría a casa y ahí se perdían sus recuerdos, pensó en Claudio. Al levantar la cabeza, lo vio, en otra jaula, desnudo, de pie y con su polla atada por detrás de sus huevos. Estaba morada, la sangre era cortada por una correa que se ataba a los barrotes y le obligaba a permanecer de puntillas, para no apretar el abrazo de la correa. Tenía las manos atadas por encima de la cabeza y los pies, abiertos y atados en los extremos de la jaula. Parecía que unas gruesas lágrimas surcaban su rostro. Marina tembló, el miedo le atenazaba. Levantó la cabeza y como a dos metros de ella vio a la morena. Esta estaba atada a su jaula, una enorme polla atravesaba su culo y un gran charco se disponía a sus pies. La morena estaba inconsciente. No lejos de ella estaba la rubia, está tenía un imponente falo entrando y saliendo de su sexo. Al igual que la morena, tenía un gran charco bajo sus pies y estaba inconsciente.
Alguien entró en la estancia. Los dos aparatos que perforaban a la rubia y la morena se pararon. Dos impresionantes negros entraron en la habitación y cada uno lanzó un cubo de agua sobre ellas. Estas despertaron visiblemente exhaustas.
- Buenos días bellas durmientes. Hoy hay un agradable desayuno para vosotras.
Ambos negros se sujetaron sus impresionantes penes.
- Hijos de puta, os la va a chupar vuestra puta madre.
Uno de los negros se fue hacia el aparador, recogió unas pinzas sujetas por una cadena, una pesa y se dirigió a la morena. Sin decirle nada, pellizcó su pezón y abriendo la boca de la pinza, se lo clavó en el extremo del pezón, ahí dolía mucho más, el negro había recibido órdenes y las cumplía a rajatabla. Las garras de la pinza se clavaron en la fina carne y la morena gritó. Un hilillo de sangre brotó de ese pezón.
- Hijo de puta, te voy a matar- gritó la morena.
El negro, la miró se rió sarcástico y abrió la otra pinza, la pasó delante de los ojos de la morena y la acercó a su pezón. La morena lo miró con pavor.
- No te atrevas hijo de puta, nooooooo
El negro abrazó con las pinzas el borde del pezón de la morena. Cuando la sangre brotó, se agachó y lamió ese pezón.
- Yo sólo cumplo órdenes señorita, pero gente como usted me lo hace mucho más fácil.
El negro le miró a los ojos y sujetó a la cadena una pesa de doscientos gramos.
- ¿la suelto?, ¿la dejó suspenderse?
- Suave por favor, suave.
- ¿Qué harás para que así sea?
- Lo que quieras, pídeme lo que quieras.
- Tengo todo lo que quiero, ofréceme algo de tu cuerpo.
- ¿Qué quieres, joder, que quieres?
- Te quiero a ti, sumisa y entregada. Si dejo caer la pesa, tus pezones irán al suelo.
- Noooo, joder noooo, no lo hagas, seré tuya.
- Bien chúpame la polla zorra.
La morena abrió su boca, para recibir la polla del negro, la chupó, la lamió de arriba hacia abajo. El negro sujetó su nuca e intentó meter su polla hasta la garganta. La morena le mordió la polla. El, soltó la pesa. La morena abrió la boca para chillar. A la vez, el moreno sangraba de su polla y la cadena había arrancado el botoncito del pezón de la morena.
- Hijooo de putaaaaa. Hijooo de putaaa.
La morena se retorcía de dolor a la vez que el negro cruzaba su cara con unos cuantos bofetones.
- Hija de puta, te salvas porque mi jefa te quiere viva.
Las pinzas ahora solo colgaban de un pezón, del otro salía la sangre, casi a borbotones. El negro calentó la cabeza de una navaja, al rojo vivo y lo aplicó al agujero que había quedado en el pezón.
- Me cago en tu putaaaaa madreeee, hijoooo de putaaa.
La morena se iba ganando el cariño de todos, ella era especial. Ahora le faltaba un pezón y su coño estaba en carnes vivas. El negro le puso una barra separadora en las manos, que si se abría le haría tocar el suelo con su cabeza, y otra en sus pies.