Ahora mismo hay 867 series de relatos eróticos.
Las series o sagas eróticas, son un conjunto de relatos eróticos que tienen un argumento central y que son publicadas por entregas por sus autores.
Una inocente muchacha entra como novicia en un convento donde se toman muy en serio las penintencias.
El viejo, nada más verme ya me reconoció, esbozando una socarrona sonrisa mostraba sin inmutarse, orgulloso aquella enorme e hinchada verga que poseía.
Nunca se acaba de conocer a las personas. Este jefe apenas empieza a descubrir a su empleada cuando ella se pone a bailar.
Como buen machito le hacía guardia a mi virginidad, hasta que unos días antes de casarnos se la entregué completita en la sala de mi casa. Hasta la fecha queda una manchita de sangre en un cojín.
Así fue como perdí mi inocencia e inicié sexualmente. Este es un relato real de la vida de David, un joven de 19 años de Gran Canaria, donde nos cuenta cómo fue su iniciación y la tormentosa relación que mantuvo con su compañero, Fernando, un maduro de 61 años.
Javier hace que su esclavo se someta a una gran humillación ante Su amigo Fabio, como compensación por haberlo lastimado...
Me empezaba a masturbar mirándola, sin imaginar nada, sólo mirando su cuerpo, disfrutando de sus piernas y sus pechos abultados por estar durmiendo de lado. Me corría, lo limpiaba y me iba a la cama feliz.
La verdad es que no sabían bien lo que les estaban ofreciendo. Pero la idea era tentadora, nunca habían podido imaginar un sueño así. Aunque claro, esos tíos tenían unos cuerpazos impresionantes que podían explicar toda esa suerte.
Esto me dio valor y nos abrazáramos, volviendo a besarnos. Esta vez acogí la lengua y empecé a rozarla con la mía. Una de mis manos acariciaba su nuca mientras la otra acariciaba su espalda, las suyas recorrían mi espalda hasta que una de ellas me pellizcó una tetilla.
Por la falta de una figura paterna mi madre tubo que hacer de madre y de padre durante la complicada etapa de la adolescencia lo cual hizo que fuera naciendo entre nosotros una estrecha relación de complicidad.
Este amigo tenía una hermana que se llamada Loli (aunque en el instituto todos mis amigos la llamábamos Gustava, por motivos obvios) que era una morenita preciosa, no tenía unas tetas tremendas, ni nada que la hiciera sobresalir de las demás, pero en conjunto era muy atractiva, con una naricita respingona que me volvía loco, además de ser muy simpática.
Pasaron varios meses de acoso continuo, la situación era peor cada vez y para colmo tenia que escucharlo en la noche como se masturbaba, a veces hasta decía mi nombre, incluso un día en que no estaban mis padres el se masturbo enfrente mío, eso ya era el colmo
Mi primera experiencia sexual con un chico.
Como lo que aparentaba ser un favor era un plan para tener la vagina y el ano de mi prima a diario y en mi casa.
Hace unos meses me encontré con Eva, una amiga de mi juventud. Hacía años que no la veía y la verdad es que me alegré mucho de encontrarme con ella, por que me hizo rejuvenecer, recordar tiempos pasados.
Mamá estaba preciosa en aquella pose, me entraron ganas de dejarme caer de la viga y subirme sobre ella, y penetrarla, mi madre es una mujer preciosa y tiene un cuerpazo de miedo, además su sexualidad es muy potente y seguro que cualquier hombre disfrutaría con ella como con ninguna.
Por el tono de su voz, lasciva y promiscua, ella parecía más una actriz porno o una puta que alguien que estuviese verdaderamente disfrutando. Parecía claro que ella fingía, ya que sino no podría articular palabra y sólo emitiría leves y espaciados gemidos.
Espera un momentito que estoy apurado, me decía metiéndose en el aseo. Vi cómo entraba todo apurado al aseo, a la vez que se iba levantando el pequeño mandil que llevaba puesto por encima del pantalón.
Mientras Adriano gemía y se retorcía, desesperadamente, intentando controlar los espasmos que fulminaban su tirantísimo escroto a punto de estallar, y su pollón ondulaba con sediento desamparo, surcado por borboteantes venas inflamadas al límite, pero sin osar tocarse, aferradas las empapadas palmas a sus propias cachas con infinita ansia, María Santos Benjumea ordenó con helada diversión, contemplándole de modo férvido y carnívoro:
Me quedé a la sombra de un árbol, rogando a dios que no apareciera ningún gilipollas más a joder la marrana, y parece que surgió efecto. Hay veces que Dios es muy crédulo, jejeje. Tras degustar una buena comida, hay que joderse como traga la cabrona y lo bien que se mantiene, antes de pedir el postre le dije que antes de darle los apuntes tendríamos que ir a una papelería a fotocopiarlos, y que de paso me dejara los de hoy.