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Hermanitas y educación sádica del ano II

Después de dejar a mi esclava descansar una rato, le dije: “Bien ha llegado la hora de probar de nuevo tu culo”, “Pero, primero tenemos que prepararlo”

“Estoy dispuesta a todo”, me dijo con un brillo especial en sus ojos.

“Vamos aprovechar la ocasión y también mejoraremos el aspecto de tu coño, tengo un aparato especial de tu hermana que sirve para el depilado profundo con cera caliente… es muy divertido, ya lo verás”, “Llevándolo a temperatura máxima, sentirás un ardor especial, profundo, que se te mete en las carnes más sensibles… te hinchará el monte de venus, tu vulva, tus labios y el clítoris… te dolerá pero no deja marca”

“Hazme lo que quieras, soy tuya”

La tumbé en la cama con las piernas bien abiertas y puse a calentar la cera, esta vez no tapé sus ojos para que sufriera con los preparativos, pero le até las manos y las piernas al cabezal y a los pies de la cama.

“Ya sabes, si no puedes resistir me lo dices y acabamos nuestra relación sexual y tan amigos”

“No temas, no te decepcionaré, aguantaré lo que sea para darte placer y para hacerte mi ano más deseable”, sin embargo la voz le temblaba y sus piernas y brazos, bien atados, también.

Con la cera a punto de ebullición, pero sin llegar a esta empecé a derramarla sobre su monte de venus y sobre sus labios exteriores .Ella empezó a sudar y a agarrar las corbatas que sujetan sus manos con una fuerza terrible.

“Ahora, viene la segunda parte”, levante una esquina de la cera, que ya estaba solidificada, y tiré lentamente, para que sintiera como le arrancaba cada pelito; aulló sin remedio.

Sin parar seguí y seguí .Le quedó un coño perfectamente pelado a excepción de algunos pelos sueltos que arranque con unas pinzas.

Le desate y levanté las piernas y procedí, de igual forma, con su ano y zona circundante.

“¡No!, ¡por favor!, ¡por favor!, ¡piedad!” suplicaba con voz muy baja…

“¿Lo dejamos? ¿Quieres marcharte?”, le dije con toda mi mala leche.

“No por favor, sigue, soy tuya”

Volví a regar su culo y su coño y procedí de nuevo con la cera ardiente, se retorció pero no dijo ni palabra, finalmente, abriéndole los labios le solté un buen chorro en el clítoris, dejando que se escurriera hacia abajo. De nuevo arranqué la cera lentamente.

“Has quedado preciosa”

Lave su coñito y culo con agua fresca, la desaté y le mostré mi obra con un espejo”

Tenía el coño y el ano hinchados y enrojecidos

Le dije: ” Si no quieres que te lo repita, ya sabes, quiero verte siempre, siempre, bien pelada, sin un solo pelo”.

Tomate un descaso y una copita que voy a atacar ese culito rojo, en unos minutos.

Se me acerco y mirando hacia mi aparato, me dijo: “Estoy muy mojada, tócame… hazme ese favor”.

Le metí un par de dedos y estaba rebosante de líquidos.

“Querida, no me apetece todavía follarte, no has demostrado aún que seas el nivel de hembra que merezco”, “Pero le regalaré de nuevo mi leche a tu boquita”, “Procede”

Y de nuevo fue una maravilla, chupó, lamió, succionó y dejó que mi leche fluyera en su boca, fue sorbiéndola a tragos cortos y al acabar solo musitó: “Gracias, tienes una polla preciosa y una leche deliciosa”.

“Bien, ahora que me has vaciado y no tendré prisa en descargarme vamos a por tu ano”, “Te enseñaré a mantenerlo dilatado y abierto para recibir mi polla”.

Tapé de nuevo sus ojos y la puse de rodillas con la cara apoyada en una almohada, con sus caderas erguidas y sus piernas separadas a tope me ofrecían un ano de fábula.

Le mojé el ano con saliva e introduje lentamente un consolador de tamaño mediano, bombeé varias veces y cuando iba acercándose al orgasmo, paré y lo saqué lentamente, luego toque con un dedo el borde de su ojete y este se cerró en seco.

“Eso es lo que debes aprender a dominar, debes mantener el ano abierto, pase lo que pase, sientas lo que sientas”

Repetimos la operación y a la cuarta vez mi dedo se paseaba por su agujero y este se mantenía perfectamente abierto, con un poco más de saliva le di un buen masaje y estuvo a punto de alcanzar su clímax, pero no se lo permití. Introduje un consolador mayor y bombeé de nuevo, rápidamente se acercó al orgasmo y de nuevo me detuve y repetí el ejercicio del dedo, a la primera volvió a cerrarse, pero la segunda vez sostuvo su precioso ojal bien abierto, con lo que se ganó un nuevo masaje justo hasta llegar al borde del goce absoluto.

“Aprendes rápido, si sigues así vas a ser el mejor ano que he tenido en la vida, ahora viene la prueba capital”

Deje caer unas gotas de alcohol puro en el borde de su inflamado ano y se cerró al instante como una almejita, vi como apretaba sus puños y mordía sus labios, sin hablarle repetí la operación de dilatarla y de volver a echarle alcohol.

“Como no rechistas entiendo que quieres seguir y dominar esta técnica, ¿no?”

“Si, sigue, sigue, mátame, mata mi ano, ¡hazme mujer!”, suplicó.

Proseguí y a la tercera supo contener el agujero bien abierto, se lo toqueteé y se retorcía de dolor y de placer. Empecé a tirar más alcohol, mientras le tocaba con mis dedos de forma cada vez más profunda, de pronto, no pudo sostenerse y cayó de costado me acerqué, me recosté a su lado acaricié sus caderas y deslicé un dedo hacia su ojete.

“¡Felicitaciones!”, “Consigues dominarlo, ¡lo mantienes abierto!”

Acerqué mi polla y le susurré: “Tu ano se la ha ganado”, se la metí sin contemplaciones; el alcohol había resecado su entrada, pero empujé con fuerza, y sus carnes se fueron abriendo, me agarré con fuerza a sus tetas, pellizcando sus pezones entre mis dedos y la follé clavándosela hasta los huevos, después de un larga enculada, cuando me corrí ella también alcanzó su orgasmo.

“Querida, desde ahora serás mi ano predilecto, desde la primera vez que te enculé soñé con hacerte este jueguecito y estaba seguro que me lo pedirías, creo que lo vamos a pasar muy bien juntos”

Me miró a los ojos y me dijo: “Mi hermana me lo había contado, pero no podía ni soñarlo, va a estar muy contenta cuando se lo explique; ella y yo, a pesar de la diferencia de edad, lo compartimos todo; por cierto está a punto de llegar. ¿Qué vas a hacer para hacernos gozar a las dos?”

Me quedé helado, sonó el timbre y ahí estaba mi novia. Su hermana, en pelotas y sonriendo, le abrió la puerta.

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