Escuela de sumisas VI: El Castigo de Brigitte

INTRODUCCION

Una muchacha no está plenamente educada hasta que no es capaz de practicar una mamada con absoluta perfección. Esto significa que debe ofrecer su boca a su Señor respetuosamente siempre que él lo desee, debe lamer su capullo con maestría hasta conseguir el máximo grado de excitación y luego mantener ésta todo el tiempo que el hombre quiera. Toda sumisa debe saber intuir el momento exacto en que su amo desea honrar su garganta con el flujo de su polla, siendo imperdonable permitir una corrida antes de tiempo. Por supuesto el sagrado néctar del varón deber ser ingerido con la glotonería de una perra hambrienta, sin desperdicio alguno, lamiendo inmediatamente del suelo cada gota que caiga y aceptando sumisamente el castigo por haber permitido que ocurriera. Ni que decir tiene que no está permitido el más mínimo gesto de asco o rechazo ante la lechada de un hombre, sino al contrario, la puta debe dar muestras de apreciar el esperado licor. Por otra parte, la mamona debe mantener todo el tiempo la raja mojada como señal de respeto.

Personalmente pienso que sólo con la polla en la boca de una chica se tiene conciencia cierta del grado de sumisión de la misma, pues si bien en el ofrecimiento del culo y del coño ésta puede limitarse a entregarse pasivamente, en la felación la chica no puede dejar de ser el elemento activo. Por otro lado el sentido del gusto y del olfato establecen una relación de intimidad con el cipote del hombre que no se produce en los otros casos. Dicho lo anterior se explica que la práctica de la mamada completa sea materia de tercer curso, cuando las putitas están bastante instruidas en el uso de sus otros agujeros de placer.

No obstante, hay señores que solicitan a la Escuela que se mantenga a su puta virgen y que se la eduque solamente en el uso de su boca. Para un caballero resulta muy gratificante tener una sumisa que sepa chuparle la polla con el grado de perfección que él se merece mientras disfruta con otras chicas de manera distinta.

Este es el caso de Brigitte. Con 18 años, tiene una bella cabellera negra. Sus pechos son generosos y turgentes, coronados por un sonrosado y abultado pezón. Su raja se esconde entre dos macizos muslos y está tapizado de un suavísimo vello no muy abundante que deja entrever unos labios apretados que dan paso a la caverna ardiente de su coño por estrenar. Pero lo mejor es su boca, de labios, suaves, carnosos, de un rojo coralino natural que no mejora el mejor carmín, una lengua aterciopelada y una dentadura blanquísima. Por eso su amo desea utilizarla en exclusiva para su placer por ese conducto mientras usa coños y anos de otras sumisas.

El problema es que la niña es escrupulosa y se resiste a mamar con la debida aplicación. Por eso, tras meses de azotes y amenazas se decide convocarla en el patio de la Escuela para un castigo ejemplar.

EL CASTIGO

Brigitte viste el uniforme reglamentario de las chicas de 1º: faldita tableada azul marino, blusa blanca de cuellos redondos, chaqueta y corbata a juego con la falda, zapatos bajos y calcetines blancos. Las bragas son blancas, caladas, con pequeñas florecillas bordadas y están muy sucias por expreso deseo de su tutor que ha ordenado que no le hayan sido cambiadas en los quince días previos.

Está de pie en medio del patio, al anochecer de un día frío. Delante la mesa de la Dirección, cubierta de mantel negro. A los lados las amas y los jodedores, vestidos de cuero negro, provistos de grilletes y fustas. Detrás de ella forman todas las alumnas de la escuela divididas en tres cuadros según el curso, portando sus uniformes y unos lazos en el pelo que indican, según el color, los orificios que la colegiala tiene practicables.

Comienza el acto con las palabras del tutor que pregunta a la pupila por su falta. Esta, al ser interpelada, se levanta la falda mostrando sus bragas a la vez que hace una reverencia doblando levemente las rodillas. Como duda un momento es golpeada fuertemente en los muslos por una de las amas. El golpe la pilla por sorpresa y la hace gritar. Luego contesta:

– Soy culpable de no mamar bien la polla a mis Señores, Señor.

– – A continuación se acerca a la mesa y sus braguitas son inspeccionadas por los caballeros que le afean su falta de higiene con palabras soeces, a la vez que le magrean las tetas y la raja y la azotan los muslos con la mano. Brigitte pide perdón llorando.

– – Cuando me llega el turno tiene las bragas bajadas hasta medio muslo y las nalgas rojas por los azotes. Toco su raja, cubierta de una humedad pastosa. Toda su braga es una amalgama de flujo, orín y restos de mierda. Tomo sus pezones por encima de su blusa y se los aprieto fuerte mientras me acerco a su cara. Noto en ella una mezcla de miedo, dolor y vergüenza que me excita. Su boca es muy sugerente; promete ser cálida y mullida. La ordeno que la abra y le escupo dentro, mientras la espeto un «cerda» con desprecio. Traga sin rechistar.

– – A continuación se le ordena que pase entre las filas de sus compañeras, con cuidado de no perder las asquerosas bragas que siguen a media asta. Así lo hace, recibiendo un escupitajo en la boca de cada una de sus 60 compañeras, que además la insultan y mortifican, contentas de no estar en su lugar.

– – Cuando vuelve al centro de la escena su boca está llena de saliva ajena que ella se esfuerza por sorber, mientras le escapa por las comisuras. Como castigo por su falta de eficacia, dos jodedores la flagelan con fustas en los muslos.

– – A continuación es colocada en una mesa baja, boca arriba, de manera que un jodedor pueda introducirla su larga verga en la boca mientras la golpea entre los muslos y en la misma raja con un bastón de goma. Para ello se le quitan las bragas y se le separan completamente los muslos, dejando su pubis accesible y su falda enrollada a la cintura.

– – Los latigazos restallan en el ambiente. Los gritos de la chica son amortiguados por los enormes capullos de los jodedores, que hunden su polla hasta la raíz en su garganta mientras marcan su coño y su vientre de surcos rojos.

– – Llegado a este punto, todos los señores presentes – profesores, tutores, director y algunos invitados – tenemos una mamona aferrada al cipote. Algunos recorren las filas de alumnas observando los lazos distintivos que hacen accesible su culo, su coño o su boca, según el grado educativo en que se encuentren, y proceden con el uso que más les satisface.

– – Hasta cuatro machos vacían sus potentes testículos en la garganta de la niña a la vez que castigan su sexo con su látigo. Cuando el castigo termina, Brigitte apenas puede soportar las nauseas y tiene el sexo y los muslos en carne viva.

– – Es puesta en pie y se le hace prometer solemnemente obediencia absoluta en el futuro. Cosa que hace entre sollozos. Como prueba de su fidelidad se la hace arrodillar y ofrecer su boca.

– – El director, su tutor y tres profesores más la rodean con sus gordas pollas en la mano. La excitación impide al principio la meada. Luego los chorros de orín van cayendo sobre su cara, su pelo, su ropa y su misma boca abierta. Todos los hombres presentes se van turnando en la operación. Brigitte, calada de pis hasta los huesos, con sus rojos pezones transparentándose a través de la camisa mojada, su larga cabellera pegada a la cabeza, tiritando de frío y de miedo, es condenada a pasar la noche de rodillas y al raso, para tratar de mejorar su conducta de niña marrana y desobediente.

– – Antes de irnos, su tutor toma las sucias bragas de la putita y se las mete en la boca, amordazándola luego con cinta adhesiva. Luego toma dos pinzas metálicas y atrapa cada uno de sus erguidos pezones. La niña gime y deja escapar dos lágrimas de arrepentimiento.