Me comporté como la más puta de las putas, e hice lo que no estaría dispuesta a hacer con mi marido. Un día antes de mi boda.
Mi mujer y yo siempre hemos disfrutado del placer sexual sin límites, siempre nos complacemos mutuamente, ya les contaré nuestras vivencias más adelante en otros relatos. Esos días no fueron la excepción.
Los días siguientes fueron una verdadera tortura; en las noches mientras estaba acostada al lado de mi marido pensaba en Alfredo, en cómo me había hecho el amor y deseaba que volviera a pasar pero estaba consciente que estaba mal aún pensarlo.
El año no había sido muy bueno, académicamente hablando, y me habían quedado algunas asignaturas para septiembre, por lo cual me pasaba casi todos los días, y incluso algunas noches, encerrado en la biblioteca estudiando cómo un desesperado.
Me cansé de que constantemente me la metiera sin motivación, que se moviera un poco y me soltara su leche cuando le pedía un poco de variación; y me cansé de tal modo que le tuve que ponerle los cuernos, sin proponérmelo…
Todo empezó una tarde de Noviembre cuando me encontraba solo en mi casa, estaba aburrido y no tenía ninguna cita con mujeres esa tarde y tenía ganas de salir a divertirme, el problema era que mis amigos ya habían quedado pero tuve la suerte de que en ese instante recibí una llamada de una mujer la cual me dijo que leyó uno de mis relatos y que quería que la satisficiera sexualmente a cambio de dinero.
Comencé por frotar mi pene en el clítoris de Jane que estaba tumbada en la cama. Luego me follé a la rubia directamente, apoyando mis fuertes brazos a ambos lados. Lo hacía sin condón. Siempre me arriesgo y creo que las mujeres con las que me acuesto ya han tomado las debidas precauciones.
A cada paso que doy mi vestido se mueve ondulante, insinuante al ritmo que marcan mis caderas, exageradas en su movimiento por esos tacones que hacen aún más esbelta mi figura.
La verdad es que poco se puede adivinar de una persona viéndola trabajando, menos aún habiéndola visto apenas 45 minutos, pero Miguel creía que aquella sería la mujer de su vida, de modo que no dudó en llamarla para quedar, eso sí, dejando un margen prudencial de tiempo para no parecer un desesperado.
No sólo por su avanzada edad, en que había que pararle el pene a fuerza de besos y mamadas; sino que encima de eso, había que adaptar el cuerpo desnudo a todas las posiciones ridículas que venían en el maldito libro.
No hace mucho tiempo que llegó a vivir al edificio en donde vivo una familia de tres. Un matrimonio y su hijo, un chico de 25 años al que llamaré Esteban para no revelar su nombre.
Se trata de un suceso que le puede pasar pasar a cualquier persona en cualquier momento.
Mi esposa Cristina, es una hermosa rubia platinada, que aunque la quiero mucho, no puedo dejar de reconocer, que también es vulgar, no común, vulgar, sus ademanes, su lenguaje, su vestir, vulgar. Desde luego que es rubia de botica, pues solo las albinas pueden tener en forma natural ese color de cabello, pero como su piel es muy blanca, no desentona el color del cabello.
Muchas fueron las veces que fui infiel a mi marido, así todo el divorcio (en lo físico) se produjo cuando descubrimos con Clara que nuestros maridos eran pareja, a igual que nosotras aceptaban envites de mujeres y hombres , ahora haciamos un cuarteto de bisexuales con cierre perfecto.
En un reconto de mi vida a fines de ese verano, junto con mis nuevas amigas, no pude dejar de recordar la metamorfosis producida en mi manera de ser hasta llegar, a hoy pasaron tres años, la fiesta donde conocí al autor (Esteban) de esta nueva persona, que mantiene su cuerpo sensual, bien armado, con senos bien manejados con caricias propias y extrañas, con esas ganas de sexo, ahora imparables, un hijo concebido en una orgía organizada por mi marido, disfrutando a pleno de las relaciones dignas de una puta como soy.
En los ojos de ese muchacho pude ver su agrado sobre mi figura, me sonreí esa noche cuando me desnude frente al espejo, algo en mí había despertado, mis medidas a los veintisiete años dicen que soy hermosa, 1,70 de altura, morocha, tez morena, senos normales.
En verano me bastaba con bajar a la playa, tontear con alguna guiri e invitarla a tomar un cerveza y a fumar unos porros en el apartamento para acabar follando como un descosido, además variando que eso de cambiar de mujer a menudo, digan lo que digan, es lo mas estimulante.
Morbo extremo. Más que hermanas, más que amor entre nosotras. Compartiendo nuestros morbos, compartiendo nuestros vicios.Compartiendo semen, compartiendo pollas, compartiendo amantes. Dos mujeres actuando como una, dos cornudos patéticos.
No teníamos dinero, hasta que un conocido nos dió la solución. Hoy somos felices.
De jefe de familia, va tomando cuenta de la verdadera historia de su mujer y su papel.