Comenzamos a pasar jugadas… que si poker, que si dobles parejas, el caso es que entrábamos en la misma dinámica que con las cartas, una vez que perdí yo me pusieron, como prueba, asomarme a la terraza que da al paseo lleno de gente y subirme a una silla haciendo como que tiendo ropa y debía subir a la silla con el bañador bajado.
Esos ojos azules que me volvía loco cuando me miraban mientras me hacía una buena mamada. Me vinieron en un momento todos los recuerdos, todas las noches de sexo, todas las situaciones morbosas, todo el deseo de querer tenerla.
A la mañana siguiente, yo desayunaba tranquilo cuando apareció ella en la cocina, vistiendo una ligera pijama de dos piezas, que aunque de mangas y pantalón largo, por lo delgado de la tela, dejaba adivinar que no tenía absolutamente nada debajo de la ropa.
Heterosexual de treinta y pico años, se corre de husto jugando a las cartas con un niñato que le apoya inocentemente su deportiva en la entrepierna.
Era una nota de tono romántico para suavizar la situación, le contaba como hacia tiempo que observaba su belleza desde la ventana de mi aula y lo mucho que me apetecía charlar con ella en algún lugar tranquilo para poder expresarle mis sentimientos. Le di el numero de mi móvil y le dije que me llamara si aceptaba el convite.
Juan era un hombre muy atractivo, 1.80 de altura, de contextura física grande, les aseguro que sus cejas en composición con sus ojos claros hacían una bomba explosiva que insinuaba sexo y derroche de pasión. Su pelo era largo y enrulado, su piel blanca y lisa. Sus piernas eran grandes y fornidas. Todo un toro.
Al día siguiente salí a un café Internet de por ahí cerca y estuve leyendo algunos relatos, después de un rato la verga se me puso dura y ya no aguantaba mi calentura, espere unos momentos para ver si se me bajaba la erección que traía, después de unos diez minutos salí de ahí y me dirigí a la casa de mis tíos.
En una fiesta de su hermano, El gato hace amistad con un amigo de éste.
Esta es la historia de mi primera vez con mi perro Toby.
Baje mi cabeza a la altura de su entrepierna para empezar a chupar sus huevos, cosa que él disfrutaba mucho. Esos testículos me volvían loca, los engullía hasta mas no poder, los metía en mi boca y saboreaba su gusto. Con mis dedos le rozaba su glande y de tanto en tanto bajaba su prepucio y lo volvía a subir.