Mi mujer tenía poco juego y yo sabía que él generalmente no mentía así que le aconsejé no jugarse dado la carta que había tirado pero lo hizo y aceptó el juego. ¡Ganó!. Yo no podía entender cómo con esas cartas había ganado. Lo que había sucedido era que él mintió pensando que un perdedor como yo y una mujer inexperta no subirían la apuesta y perdió.
Ya nunca un hombre es el mismo cuando ve como su propia mujer está acariciando a otro hombre, cuando ve que la concha de su hembra se abre, húmeda y predispuesta, para acoger en su interior la pija de otro hombre. Cuando ve a su mujer entregada, subiendo y bajando con frenesí sobre la pija de otro hombre.
Cuando íbamos en el auto se me ocurrió que Josefina debía estar esa noche sin bombacha. Se lo dije y claro, accedió a quitárselas. Se subió un poco la falda y se quitó la tanga que llevaba puesta y me la metió en el bolsillo de la chaqueta.
Empezó a chuparme las tetas mientras me acariciaba mi coño con su mano. Yo estaba que me moría de placer, entonces cogí su polla y comencé a mamársela. No lo había hecho nunca pero me gustó mucho tener esa verga enorme en mi boca.
Que, aunque disimulara y pareciera una mina recatada, le gustaba mucho coger y que sospechaba que lo podía estar haciendo con otros así que hacía un tiempo que trataba de conseguirle machos que fueran de su agrado y sobre todo amigos porque sabía que serían discretos y no divulgarían nada de lo que aconteciera con ella.
El chico abre los ojos como platos. Entra una despampanante mujer vestida con una espectacular cazadora negra, que tapa una camiseta roja; y debajo unos ceñidos pantalones que comprimen unas poderosas piernas y unas nalgas de ensueño.
Con la mano tomé el tronco del pene. Si el glande llenaba toda mi boca, con la mano apenas podía abarcar el grosor de tal prodigio. Los dedos gordo e índice, tirando de su piel hacia atrás, tensaron la carne. Mientras lo degustaba insaciablemente.
¡Bufff! Quédate así me dijo, apoyando su polla y huevos en mi culo, empezando a subirme la cazadora y camiseta haciéndome estirar los brazos sobre la mesa, y que ambas prendas dejasen mi espalda y torso al descubierto. ¡Ay que bueno estás! ¡ooohhh que culito! Decía restregando su polla y huevos por mi culo, mientras besaba mi espalda y mordía mi nuca.
Un día Sine se accidentó y tuvieron que enyesarle ambas piernas por lo que debía permanecer postrado en una camilla especial que le había alquilado mi prima y para pasarla mejor estaban en un lugar que tienen cerca de la casa que es bastante amplio y contaba con un gran living comedor, una cocina y un bellísimo parque atrás, junto con un baño.
Ella me confeso después que nunca se lo habían hecho, ella se agitaba y gemía pidiéndome más, subí mis manos hacia sus pechos y se los acaricie, esto fue suficiente, para que llegara con un fuerte grito, la solté y la tome por las caderas girándola para colocar su sexo frente mi cara, nos chupamos mutuamente hasta llegar juntos.