Debutando prematuramente
Cuando yo tenía 18 inocentes años recién cumplidos y nunca había tocado una chica aún, en casa había una muchacha para los quehaceres domésticos, Graciela, que también tenía 18 años y estaba muy buena, muy bien proporcionada y bastante tetona. Usaba un uniforme abotonado, demasiado pequeño para su talla, que comenzaba con un generoso escote por el cuál se veía una buena parte de sus pechos, mínimamente sujetos por un corpiño que apenas le cubría el pezón, y que terminaba a media pierna. Ella era motivo de mis pajas diarias, cada vez que notaba que le miraba por el escote se lo arreglaba, como si le molestara, haciéndome pasar vergüenza de haber sido descubierto y con las piernas otro tanto, tratando de tironearse para abajo una tela que no cubría más. Me entretenía mirándole las fantásticas piernas y cuando se inclinaba hacia delante llegaba a verle las bragas que solían meterse dentro de la raya del culo. Su blanca piel libre de imperfecciones y sus extraordinarias formas me tenían loco, pero tenía miedo y vergüenza.
Un día caluroso en que estaba solo con un short de fútbol y sólo nosotros dos en la casa, decidí hacerle una broma y mientras ella estaba en la sala limpiando, cerré con llave el acceso a la cocina y la guardé en el bolsillo de mi short. Cuando ella tuvo que ir a esa parte de la casa inmediatamente me buscó y pidió la llave invocando que debía comenzar a preparar la comida ya que mis padres volverían en una hora. Me negué, se me acercó y pidiéndomela me comenzó a hacer cosquillas en la cintura. Soy tremendamente cosquilloso. Pareció un juego, pero yo trataba de zafar y ella de continuar con las cosquillas, yo me revolcaba por el piso entre risas y tratando de que no siga, ella estaba arrodillada junto a mí y de pronto noté que se me había parado la pija y se escapaba por debajo del short. No sé si ella lo notó, pero también noté que sus manos ocasionalmente me rozaban la verga. Descubrí que en esta situación le podía ver generosamente las piernas hasta la bombacha y por el escote los pechos apenas cubiertos por el mini-brassier. Haciéndome el distraído dirigí mis manotadas como para eludir las cosquillas, a sus piernas y tetas.
Ese, mi primer contacto con esa suave y blanca piel me subió la excitación. Los forcejeos siguieron, mis tocamientos fueron atreviéndose cada vez más y más, al igual que los de ella, sus mejillas comenzaron a tomar color, mi corazón apuraba su ritmo. Mis manos fueron cada vez menos disimuladas y me fui atreviendo a posarlas sobre sus partes íntimas, apretando suavemente los pechos, pero por encima de las prendas, hasta que ella corrió la tela de mi short, me agarró la pija y la comenzó a sobar. Yo estaba tan caliente que hice lo mismo con sus tetas. Las descubrí abriendo los botones del uniforme hasta quitárselo completamente mientras ella me sacaba el short, le bajé los breteles del brassier liberando las tetas a un gracioso movimiento.
Nunca había visto los pezones de ninguna chica desarrollada, su aureola era grande y oscura y los pezones eran grandes también y me los llevé a mi boca. Sus pechos eran muy mullidos y suaves. Graciela metió mi verga en su boca mientras jadeaba, chupaba y lamía. Con una mano le sobaba la teta y con la otra le acaricié la pierna en busca de su concha. Primero por encima de su bombacha, pero casi enseguida ella se la sacó de un tirón. También fue la primer vez que veía la mata peluda de una mujer, ni sabía que me iba a encontrar con una zona tan húmeda y suave. Mi excitación fue tanta que en ese momento acabé como nunca en la vida había acabado con mis pajas. Pese a haber eyaculado tan gustosamente mi pija seguía parada y yo contento, quería más y evidentemente ella también. Recién comenzábamos.
Descubrí su clítoris y que acariciándoselo ella se excitaba más aún. No me alcanzaban las manos para sobarla toda, sus deliciosas piernas, su muy lubricada vagina, sus grandes y dulces tetas y su firme culo. Rápidamente descubrí que cada vez que me acercaba al agujero del ano se estremecía e investigué esa zona. Le metí un dedo y ella jadeaba como una locomotora y me susurró: méteme ya tu pija caliente en mi mojada concha… Eso hice. Nuestros movimientos se acompasaron, ella boca arriba con sus piernas bien abiertas, yo dentro de ella. A cada entrada mía ella acompañaba subiendo las caderas y jadeando hasta que sentí su estremecimiento total, su descarga eléctrica, me apretó contra ella por mis nalgas y sus palabras: qué lindo, qué lindo…y me acariciaba los cachetes del culo mientras yo seguía bombeándola. ¡Qué sensación divina!
Segundos después llegó mi nueva descarga, distinta y no menos placentera que la anterior.
Quedamos abrazados, yo encima de ella, pero la calma no duró mucho: ella me sobaba el culo y cada vez que se acercaba a mi agujero me daba una inesperada y gratísima sensación de placer. Le respondí lamiéndole los pezones, mordisqueándoselos y chupándoselos con fuerza, era notable cómo se estiraban. Seguí apretándole las tetas y cambiamos de posición que ella aprovechó para lengüetearme las bolas y su base por atrás. Es indescriptible el placer que me invadía por todo el cuerpo. Mi pija quería más guerra. Perdidas ya todas las inhibiciones, temores y vergüenza volví sobre la carga de su orificio anal metiéndole mi dedo, otra vez ella jadeaba descomunalmente y se iba acomodando sobre sus rodillas, pero en esa posición, sus grandes tetas le colgaban y se bamboleaban tan tentadoramente que me entretuve apretándoselas con fuerza, la hice erguirse sobre sus rodillas, en esa pose mi caliente pija pudo dar golpes sobre los mullidos pechos, hasta que ella logró aprisionarme la pija entre sus tetas. Estaba yo a punto de estallar nuevamente cuando ella se apartó, giró dándome la espalda, apoyó su cabeza y me quedaba su culo en primer plano y levantado. Le acaricié los cachetes, suaves pero firmes, la penetré por el culo con un dedo y se lo movía acompasado a sus gemidos, podía sentir cómo su esfínter apretaba y aflojaba su presión sobre mi dedo. Ella me dijo: ¡y qué esperas! ¡Rómpeme ya el culo! La verdad, nadie puede resistirse a una invitación así, apoyé mi punta y presioné para entrar. Descubrí que por la concha es más fácil, pero el desafío de abrirme paso por ese estrecho agujero era muy excitante. Una vez pasados unos pocos centímetros se hizo más fácil y pude entrarme todo. Ella y yo nos movimos frenéticamente, podía ver cómo sus tetazas en su movimiento se asomaban por el costado, cómo mi pija se perdía dentro de ese maravilloso culo y justo cuando mi excitación estuvo en su punto máximo ella se apretó más contra mí y en esa profundidad acabé junto con su orgasmo. Se relajó y dejó caer boca abajo, quedamos unos minutos así, yo con mi pija aún dentro de su culo, sintiendo cada tanto la presión del esfínter como un masaje estimulante.
Yo hubiera seguido, pero ella dio por terminada la faena, en minutos nomás vendrían mis padres. Por estar tan transpirados nos duchamos juntos, alargando apenas un poco más los tocamientos, nuestras manos recorrían el cuerpo del otro deteniéndonos en las partes más placenteras, pero todo esto sólo fue el comienzo de las acciones que siguieron por 2 años más, cada vez que mis padres salían, además de los frecuentes tocamientos y pajas mutuas que nos hacíamos a escondidas todos los días.
Incluso una vez me propuso que hagamos un trío con su hermana, aunque algo mayor, parecía menor, por foto parecía una nena, pero me aseguraba Graciela que está completamente bien desarrollada y merecedora de disfrutar una buena cogida. Pero esta historia quedará para otro momento…