Y Maruja descubrió el placer II

A su marido no le dijo nada de lo que había pasado en el gimnasio.

Su vida continuó con la misma rutina de siempre. Bueno, exactamente igual no. Ahora se había vuelto más presumida, más coqueta. Sabía que podía gustar. Sabía que había gustado por lo que podía volver a gustar a los hombres.

Su marido también notó el cambio pero no dijo nada. Ahora, cada domingo quería salir a pasear, lo cual era una excusa para arreglarse y ponerse guapa para salir a dar una vuelta por el barrio.

A Pepe, salir un domingo por la tarde a pasear por el barrio le parecía una tontería pero como ella insistía pues él no tenia más remedio que seguir. ¡Con lo bien que él estaba delante del televisor!

Los días pasaban y pronto terminaría el trimestre y volvería la brigada de limpiar los cristales. Este pensamiento excitaba a Maruja. No sabía como reaccionar delante de Manolo cuando volviera.

La experiencia con Manolo había sido excelente pero ella no quería dejar a su marido aunque no le daba el sexo que ella quería eran muchos años de vivir juntos y no era mala persona, simplemente una persona con pocas luces.

Cuando llegó el miércoles fatídico le recordó a Pepe que aquel día volvía la brigada a limpiar los cristales y le preguntó si estaría él para abrirles la puerta.

Pepe le contestó que no que quería ir al barbero a cortarse el pelo.

A Maruja la noticia de que su marido no iba a estar aquella tarde por un lado le gustó y por el otro la excitó.

Había pasado un buen rato con Manolo. Este había prometido sorpresas para la próxima visita. A ella esto de engañar al marido no le gustaba. Pero claro lo que le daba Manolo no se lo daba su marido, se dijo a modo de consolación.

Dándole vueltas al asunto llegó la hora y sonó el timbre. Eran las tres y la brigada limpia cristales estaba en la puerta para empezar el trabajo.

Maruja abrió la puerta y los seis miembros entraron. No eran los mismo del trimestre pasado. Cada vez eran diferentes. Solo Manolo, el encargado, repetía siempre.

El encargado fue el último en entrar. Distribuyó a los trabajadores en las diferentes partes del edificio y luego se dirigió a Maruja que había quedado como una estatua en medio del pasillo, sin volver a sus obligaciones y sin decir nada.

– ¡Hola, Maruja! te veo más delgada. Este peinado te sienta estupendamente, te da un aire más joven. – dijo Manolo mientras daba la vuelta alrededor.

-¿Qué te parece si continuamos lo que empezamos hace tres meses? – preguntó

– No sé si debo. Mi Pepe se ha ido a unos recados y no sé cuando volverá.

– Pues no perdamos tiempo- dijo él tomando la iniciativa antes que ella cambiara de parecer y el bonito paisaje que se empezaba a vislumbrar desapareciera como por arte de magia.

Con paso decidido se dirigieron al gimnasio. Manolo llevaba con él una gran caja de herramientas y le sugirió a Maruja que fuera a su casa a prepararse para la sorpresa que cuando estuviera lista él ya la llamaría.

La vivienda de los conserjes estaba situada dentro del instituto, en un extremo.

Una hora más tarde Manolo llamó a la puerta de Maruja.

Los musculosos y belludos brazos del encargado la rodearon y su boca se pego a la de ella como una lapa. Su lengua le hizo un reconocimiento bucal exhaustivo.

Ella al principio no se atrevía a participar pero pronto olvidó sus inhibiciones y se concentró en sus sensaciones.

– Que sofoco- dijo ella, separándose y tomando el aire que empezaba a faltarle.

– Tranquila que solo acabamos de empezar- le contestó él.

A ella estas noticias le produjeron un escalofrío que recorrió todo su cuerpo. Y pensó que sea lo que Dios quiera.

– Vamos a hacer bien las cosas- dijo Manolo organizando la situación, volvamos al gimnasio.

Cogió varias colchonetas y las puso unas encima de las otras y en medio del gimnasio e invitó a Maruja a subirse a esta cama improvisada y no por ello menos confortable.

A la mujer le estra½ó que mientras colocaba las colchonetas no se desprendía de una especie de bolso que llevaba en bandolera

La volvió a besar y sus manos ahora ya no solo estrechaban sino que recorrían todo el cuerpo que tenia echado a su lado.

-¿Durante este trimestre no te abrás acostado con algún otro hombre que no sea tu marido? – le preguntó él entre besuqueo y besuqueo.

– No, ni se me había ocurrido- contestó ella.

– Entonces si solo has conocido a dos hombre el tercero que vas a conocer te ha de dejar un recuerdo imborrable y para esto estoy yo aquí- dijo.

Ella no entendía nada pero le dejaba hablar sin decir nada. Solo vió que él se levantaba y se marchaba del gimnasio. Ahora ya no sabia a que atenerse. Se ha terminado todo? )Ha ido a cerrar la puerta para no ser molestados? Se quedó echada sobre las colchonetas pero como tardaba en volver se incorporó, se sentó y cuando ya había decidido marcharse apareció Manolo con otro miembro de la brigada de limpieza.

Manolo presentó a Maruja a su compañero con estas palabras:

– Maruja aquí tienes a Antonio conocido también con el sobrenombre de «polla de burro» )Quieres saber porqué lo llaman así?

A Maruja estas palabra la hicieron entremecer, ya no sabia que hacer.

Mientras Manolo hablaba el canijo de Antonio se había situado delante de ella con una sonrisa en los labios.

Manolo no perdía el tiempo, desabrochó los pantalones de Antonio y se los bajó mostrando a Maruja una polla flácida pero de un tamaño el doble de la de su marido en estado de erección. Cuando pensó en el posible tamaño una vez erecta se estremeció de espanto.

– Maruja es todo tuyo, yo no voy a intervenir, me quedaré aquí mirando, sin estorbar- continuó diciendo.

Ella estaba absorta contemplando la inmensa polla de Antonio y apenas oyó las últimas palabras de Manolo.

Su mano cogió el pene que se le ofrecía y como una autómata, por curiosidad y sin saber como se lo llevó a la boca.

Alguna vez le había chupado el pene a su marido para que se animara pero no era experta en estos temas y la felación que le había echo a Manolo tampoco había que tenerla en cuenta. Lo hacia como su instinto le decía.

Mientras la boca chupaba las manos comprobaban las dimensiones del pene y acariciaban los huevos.

La imagen que contemplaba Manolo era chocante. Por un lado una mujer sentada chupaba una polla de burro de un hombre canijo de pie delante de ella y él mirando y sosteniendo una especie de bolso en las manos.

El trabajo de Maruja pronto dió el resultado apetecido y frente a ella lucía con todo su esplendor un pene que ella no había ni soñado que existieran.

Sus temores delante de aquella arma sexual aumentaron pero pronto los rechazó aquello era suyo y lo iba a probar.

Situó a Antonio en medio de las colchonetas como una madre amantísima coloca a su bebé en la cuna.

Se arrodilló temerosa y temblorosa sobre el ariete que la iba a perforar. Sería como una segunda desfloración pensó. Esto no va a caber aquí dentro. Pero estaba decidida a intentarlo.

Con sumo cuidado cogió la polla, le dió dos o tres vapuleos y se la colocó a la entrada de su coño. Todavía dudaba. Todavía temblaba.

Hizo fuerte el corazón y fue descendiendo suavemente sobre la lanza que la perforaba.

Una vez tuvo toda la polla en su interior notó que esta había llegado a lugares inexplorados. Su cuerpo recibía olas de placer desconocidas para ella después de no se cuantos años de matrimonio. Lo que se había perdido con aquel marido tan aburrido.

Aquellas nuevas sensaciones no quería que terminaran nunca, que duraran siempre para ello sus movimientos eran muy lentos, muy suaves y con los ojos cerrados para que no se le escapara ninguna sensación de placer.

Mientras así de concentrada estaba oyó una voz que le decía.

– Hola, soy Andrés.

Abrió los ojos y delante suyo solo vio una nueva verga que pedía participar en la fiesta que se desarrollaba en el gimnasio. No tuvo tiempo de decir nada.

Andrés se la colocó en la boca ya que no podia levantar las manos si no queria ahogar con el peso de su cuerpo al pobre Antonio y lo último que queria es que a Antonio le pasara algo malo.

Dos penes, dos sensaciones, dos tamaños, dos hombres, dos agujeros, aquello le ocurría a ella una gorda cuarentona.

El rítmico trabajo que le estaba haciendo a «polla de burro» no se alteró con la entrada del pene de Andres en su boca. Una vez controlado todo volvió a cerrar los ojos para concentrarse mejor en las cada vez más sensaciones que recibía su cuerpo.

Andrés pronto sacó la polla de la boca. Solo la había puesto allí para ganar una erección pero se veía que aquel no era su agujero favorito.

Se dirigió a la parte posterior de la mujer, se agachó y empezó a curiosear.

Veía la polla de Antonio en pleno rendimiento y se asombró. La había visto muchas veces en el vestuario cuando se cambiaban de ropa pero nunca en plena batalla, en total estado de gracia. El coño estaba en total tensión parecía que de un momento a otro iba a rasgar. Y encina estaba el objeto que él perseguía, un culito pequeño, redondito enmarcado por dos inmensos guteos blancos como la nieve.

Se mojó el dedo meñique y acarició el redondel de sus sueños.

Al sentir el ataque todo su cuerpo se puso en tensión y «polla de burro» recibió una contracción que le hacia alcanzar límites de placer que no había alcanzado nunca.

Manolo que estaba contemplando la escena puso paz.

– Andrés es un amante de la puerta trasera y un maestro de ella. Tranquila, te dolerá un poquito pero nada comparado con lo que vas a recibir. Déjale trabajar, no lo lamentarás.

Hasta ahora Manolo no la había engañado. Confió en él o temió perder a «polla de burro» Se concentró en su placer, se relajó e intentó que lo que pasara en su ano no entorpeciera el goce que le llegaba de su coño.

Andrés volvió a mojarse el dedo meñique y después de circuncidar el ano entró el él. La mujer lo notó pero comprobó que aquello no le hacia ningún daño, se lamentó de haber protestado y volvió concentrase en su trabajo.

Después de admitir el dedo meñique Andrés colocó el dedo corazón y Maruja no notó la diferencia. Una vez acostumbrada al dedo corazón lo sacó y puso el dedo pulgar. Este hizo interrumpir el ritmo cadencioso que lleva pero lo recuperó pronto los líquidos vaginales empezaban a desbordarse y ella se acercaba feliz al orgasmo total y la pequeña molestia trasera no le importaba.

Andrés estaba fuera de si. Nunca hubiera pensado que aquella mujer consintera una enculada. Las perspectivas de goce le habían puesto la polla dura como el acero más que la chupada que antes le habían dado. No retrasó más su goce sacó el pulgar y cuando iba a penetrar con su polla el culo de Maruja se dió cuenta que le podia hacer daño ya que su polla no estaba lubrificada.

Manolo que estaba cerca se dió cuenta de sus apuros y fue en su ayuda. Cogió la erecta polla de Andres entre sus manos y se la puso en la boca. Se la tragó entera. Le dió dos o tres chupadas y la dejó empapada de saliva.

Andrés agradeció el detalle de su encargado y no hizo ascos a que un hombre le chupara la polla y menos si era para conseguir el culo de una mujer.

Apuntaló la punta del glande a la entrada del culo y tras un breve empujón de sus nalgas este entró en el culo de Maruja y no se paró hasta que estuvo toda dentro.

Mientras entraba, a Andrés le parecía que restregaba su polla contra la «polla de burro» pues la pared que las separaba era muy fina.

El nuevo desvirgamiento de su culo provocó que Maruja lanzara al aire un gemido que Manolo no supo interpretar si era de placer o de dolor.

Los tres cuerpos continuavan en lo suyo olvidandose de todo. Ella tenia los ojos cerrados y ya se sabe si se tienen los ojos cerrados le pueden sorprender a uno y esto es lo que pasó. Los dos penes que tenia en su interior tocaron una fibra sensible de su cuerpo y su boca de abrió para lanzar otro gemido.

En este instante, Angel, aprovecho para entrar en ella su polla en el glorioso estado de erección conseguido al contemplar la escena desde hacia un rato.

Angel no se presentó le pareció fuera de lugar perder el tiempo en estas nimiedades y se fue a lo suyo que eran las mamadas.

Las lenguas inexpertas como las de Maruja a Angel le volvian loco ya que alargaban el placer. Las profesionales enseguida terminaban.

Los cuatro cuerpos estaban ofreciendo un espectáculo divino que fue interrumpido por el marido de la conseja, Pepe.

-)Que coño pasa aquí? dijo alterado el conserje.

Los otros dos miembros de la brigada de limpieza que estaban mirando sin decidirse a intervenir, lo pararon para que no interrumpiera al trabajo de sus compañeros. Pero no sabían que hacer con él pues no se resignaba a ser un cornudo consentido.

Manolo, el encargado, se dió cuenta del problema mientras daba vueltas alrededor del grupo de amantes con su bolso, y les dijo a sus dos compañeros que le trajeran al marido y que lo atarían con las manos a la espalda.

Y así se hizo. De las manos del conserje salía una cuerda que iba a las anillas que colgaban del techo del gimnasio con lo que al tensar la cuerda obligaron al hombre a inclinarse hacia adelante. Estaba inclinado mirando al suelo, mostrando el culo al respetable.

-4Maruja! – exclamó Pepe.

– Calla y aprende- le contestó, sacándose la polla de Angel un instante de su boca.

Manolo le puso un pañuelo en la boca de Pepe.

Los ojos del marido no daban crédito a lo que estaban viendo. Su mirada bajaba para ver como una inmensa polla iba entrando y saliendo del coño de su mujer y otra hacia lo mismo pero en el culo y una tercera en su boca era demasiado.

La batalla no dejaba indiferente a Pepe y Manolo fue el primero en darse cuenta. Le bajó los pantalones de golpe y descubrió el motivo de los lamentos de Maruja, una polla que no era mucho más grande que un cigarrillo coronaba unos huevos que parecían de paloma. Todo su cuerpo estaba cubierto de bello, parecia un oso, sus nalgas eran negras de tanto pelo como las cubrían. Eso si su pene estaba tenso a punto de estallar. Lo que veía no le dejaba indiferente.

Manolo también se percató que el chico, el aprendiz de 17 años que hacía poco había entrado a trabajar con ellos, estaba muy excitado.

-)Quieres participar?- preguntó Manolo al chico.

– Si, )pero cómo?- le contestó ansioso.

-)Eres virgen?- le volvió a preguntar Manolo

-Si- dijo tímidamente.

– Ponte delante de Pepe que te la va a chupar- le dijo el encargado.

A él le abría gustado más la boca de una mujer, pero para empezar no estaba mal y como su pene solo había conocido sus manos, la boca de un hombre le pareció una novedad muy agradable.

No se hizo rogar y en un santiamén se sacó los pantalones y se colocó delante de Pepe y con un rápido movimiento sacó el pañuelo de su boca y le colocó su polla virgen.

Manolo si dirigió a Pepe, y apuntándole con su bolso, le dijo.

– Mira vas a chupar la polla del chico, no hagas ninguna tontería porque lo vas a lamentar. Piénsalo dos veces antes de hacer una tontería. Y diciendo esto le arreó un guantazo a su culo para que sirviera para reafirmar sus intenciones.

Después de dos o tres lamidas de inexperto la polla del chico no pudo más y empezó a soltar semen a borbotones dentro de la boca.

– No le hagas un desprecio al chico y tragatelo todo- dijo con tono amenazante Manolo. Y le volvió a arrear otro guantazo al culo.

Pepe no dudó en hacer lo que le pedían. No tenía tan mal gusto como pudiera parecer pensó.

El pene del chico después de correrse no se movió del lugar calentito de donde se encontraba. Su vigor no había desfallecido lo más mínimo. Se notaba que era un hombre de 17 años.

– No ves que quiere más- atosigó Manolo a Pepe para que continuara. No había perdido detalle de lo que acaba de pasar.

Pepe quería terminar cuanto antes. Pues chupar pollas no le reportaba a él ningún placer. Era un egoista. Empezó a chupar, lamer, succionar, mordisquear, todo lo que se le ocurría para terminar de una vez, pero la polla del chico se mantenia tensa e inmutable solo su cara reflejaba el placer que le estaban dando.

Ernesto, el quinto de la brigada, se bajó también los pantalones y se acercó también a Pepe. Habia visto que su cigarrillo también pedia guerra y él se apiadó y lo iba a calmar con su mano. Se sentó en el suelo y empezó a chupar la polla de Pepe y con una mano empezó a masturbese.

Manolo repasó con la vista el gimnasio y vió que todo el mundo estaba ocupado gozando y se dijo que ahora le tocaba a él.

Se bajó los pantalones y su pene también era de buen tamaño y se veia que su sangre fría solo era apariencia, el pene delataba que lo que él había provocado no era porque si. El pene brillaba por las secreciones que iba soltando desde hacia rato.

Solo quedaba libre el culo de Pepe y a él se dirigió.

Sus manos separaron las nalgas y cuando sus dedos fueron en busca de su agujero, Pepe hizo un intento de protesta que él acalló de inmediato.

-Me gusta dar por el culo a los que se las dan de machos.

Embadurnó con crema el culo de Pepe y con un golpe seco entró toda su polla. El culo belludo del conserje hacia cosquillas a su barriga y esto lo excitó todavía más y se tradujo en un aumento del tamaño de su pene.

Pepe ya no sabia que hacer tres hombres se follaban a su mujer en su presencia y otros tres hombres le follaban a él en presencia de su mujer. Borró estos pensamientos de su cabeza y se concentró en el orgasmo que estaba a punto de venirle.

Antonio «polla de burro» aguantaba todo lo que podía pero todo tenia un límite y el suyo había llegado ya. Dejó de luchar y su pene empezó a descargar ríos de semen dentro de la vagina de Maruja.

Las olas de placer de Antonio provocaron que Andrés dejara de resistirse y se unió al orgasmo de su compañero.

Dos orgasmos y tan cerca uno del otro hicieron que Maruja se uniera a ellos y empezó a soltar lítros de placer.

Las contracciones de Manolo, Andrés y Maruja hicieron estallar a Angel que vació todos sus huevos en la boca de Maruja que tragó casi sin enterarse.

Los bufidos, gemidos y gritos de gozo también provocaron una reacción en cadena en el otro grupo.

Pepe no aguantó más y su semen saltó como un surtidor de la mano de Ernesto que no tardó en imitarle.

El chico que ya había tenido su orgasmo también se apuntó al coro orgiástico y volvió a llenar la boca y la cara de Pepe de semen. Este no protestó, no estaba en condiciones.

Quedaba Manolo había sido el último en entrar en escena y se tomaba su tiempo. Pero el cosquilleo del bello de Pepe en su barriga provocaron su eyaculación antes de lo que él hubiera deseado.

Todos se hallaban sentados en las colchonetas intentando recobrar el aliento indiferentes a su estado y a sus desnudeces.

La experiencia de Manolo se impuso una vez más. Fue el primero en recobrarse.

-Pepe y Maruja después del placer que os hemos dado podríais mostrar vuestro agradecimiento limpiando con vuestra boca nuestras pollas, al fin y al cabo lo que hay en ellas es por vuestra culpa- las palabras de Manolo parecían más órdenes que sugerencias y como tales se las tomaron ellos.

Sin abrir la boca cada uno limpió la polla de los hombres con los que había estado. Cuando llegaron a las que tenían restos de caca les dió un poco de asco.

– Al fin y al cabo es vuestra y en estos momentos no vamos a terminar mal por una nimiedad – volvió a decir Manolo que no se le escapaba una.

Ellos hicieron lo que se les pedia y para finalizar sin que nadie se lo pidiera Maruja limpio con su boca el pene de su marido, cosa que él agradeció de verdad.

Se levantaron y terminaron las tareas por las cuales habían ido al instituto y antes de marcharse Manolo se despidió diciendo.

– Dentro de tres meses voy a traer más sorpresas.

Ellos no sabían como tomárselo como una amenaza o como un deseo.

Tenían tres meses para averiguarlo.

(continuará)