Nos despertamos a la mañana siguiente y me fui a la ducha. Mientras me enjabonaba, Kuka entró para preguntarme de nuevo por mis bragas.
– Debí dejarlas en el banco del parque.-
– Es que yo quería esas bragas.-
Me quedé un poco extrañada y dejé que se explicara.
– Sí, yo colecciono las bragas de las chicas que me follo.-
– Bueno. Yo te daré otras…pero me las tienes que quitar tú misma.-
– Es que no tienes más bragas.-
– Eso es imposible.-
– Míralo tu misma.-
Salí del baño con la toalla liada. Mis bragas, incluso la que me había puesto anoche habían desaparecido. Le pedí a Kuka que me las devolviera pero era inútil. Al fin me dijo.
– Te puedo prestar estas que le quité a Adela anoche. Tal vez te estén un poco estrechas.-
Me las tiró a la cara. Las cogí para ver si estaban limpias. Las olí y percibí el aroma del sexo de Adela. Me las coloqué. Me estaban estrechas e incómodas, pero me excitaba pensar que llevaba esa prenda que una mujer había tenido puesta tan íntimamente, llena de ella, tal vez del flujo de la excitación, porque al fin caí en la cuenta de que kuka se había tirado a Adela y ese era el motivo por el que tenía sus bragas.
En el restaurante, Adela y Federico se sentaron juntos, amantes, como si las sendas aventuras corridos por uno y otra no hubieran tenido lugar. Al sentarme en la silla, las bragas se me incrustaban en el sexo y se me metían por la raja del culo. Kuka se tomó la tostada con mantequilla guardando la pequeña ración de mermelada. Lo había hecho el día anterior y yo le cedí el pequeño envase, sin interesarme por el repentino interés por coleccionarlo. Luego cogió alguno de mantequilla que había quedado por la mesa.
Con estas bragas tan incómodas fuimos a ver los museos de la plaza de España. Luego, tras almorzar subimos a la habitación. Yo comencé a desnudarme para ponerme el camisón. De repente se oyó la puerta. Kuka abrió sin darme tiempo a taparme. Era Emilia.
– ¡Ah, seño! No te he contado. Emi y yo vamos a ir a buscar tus bragas al parque.- Mi cara se puso colorada como un tomate. Emilia se sonrió.
– Mientras, tú te quedas aquí… Te voy a atar las manos para que no te escapes..- Y dicho esto, me agarró las dos manos que extendí dócilmente y las ató con una de las medias que me había puesto de noche antes. El camisón dejaba transparentarse mis tetas, hasta ese momento cubiertas por mis brazos, a la vista de Emilia . – Como sería muy difícil explicar pro que estás atada y sin bragas, te vamos a encerrar en el armario.-
– Pero si llevo unas bragas puestas.-
– No, estas bragas te las vamos a meter en la boca para que no chilles.- Y dicho esto, metió sus manos bajo el camisón y me bajó las bragas. Puse mis manos atadas delante de la concha para taparla de la miraba lasciva de Emilia. Abrí la boca y me engullí las braguitas, con el rastro sexual de Adela y el mío propio y luego, Kuka me rodeó la boca con la otra media.
– ¡Ah! Después de lo del lunes, Emilia no me quería ayudar, así que le he prometido que si encontraba las bragas antes que yo, le comerías el coño.-
Me metieron en el armario y cerraron con llave , y tras bajar las persianas del cuarto y abandonar la habitación, me engullí en una atmósfera silenciosa y oscura.
Me puse a pensar en Emilia. Aunque Kuka encontrara antes las bragas, se las daría a Emilia para que tuviera que comerle el sexo. Mi única alternativa era que no encontraran nada. Emilia era una chica parecida a Kuka de estatura. Su pelo era marrón lacio y era muy morena de piel, de cara redonda y nariz respingona. Era más ancha que Kuka, pero menos que yo. Me puse a pensar en su sexo. ¿Qué sabor tendría? ¿Cómo olería?. Luego, me reprendí interiormente por tener esos pensamientos.
Una hora y media después se oyeron las risas de las chicas. Entraron y abrieron el armario. Allí estaban mis manos, manchadas de alvero amarillo. Me quitaron aquello de la boca y me las enseñaron. Tuve que aceptar que eran mías. Kuka me informó que Emilia las había encontrado. La miré mientras ella se daba la vuelta para desnudarse, mostrándome una espalda ancha, morena y deliciosa y al bajarse los vaqueros, un culo gracioso. Luego se desabrochó el sostén y se bajó las bragas. Tenía un culo hermoso. Al darse la vuelta, me llamaron la atención sus dos grades pezones oscuros en sus pechos prominentes, y luego su sexo cubierto por una maraña de pelos, que le llegaba desde las ingles hasta cuatro dedos por debajo del ombligo.
AL sentarse pude ver que la maraña era realmente tupida. Emilia le pidió a Kuka que no me desatara. Le gustaba así, sumisa e indefensa. Kuka me guio hasta el sexo de Emilia, que esperaba sentada en la cama. Mis nalgas aparecieron bajo el camisón cuando me agaché y puesta a cuatro patas empecé a pasar tímidamente mi lengua por la parte más alta de sus muslos y por las inglés. Kuka me animaba.
-Vamos, seño… Que hemos pasado mucho calor buscando tus braguitas… Dale un besito en el coñito, ahí en el centro.-
Me decidí por fin a disfrutar de las circunstancias y separé los labios del sexo de mi alumna más estudiosa, buscando su clítoris, premiándola de aquella manera, no solo por haber encontrado mis bragas perdidas, sino por las horas de insomnio estudiando mi asignatura y haciendo los problemas de clase.
Su sexo me olía fuerte, profundo, penetrante, Pronto comencé a tropezar con un líquido viscosos que se me pegaba a la lengua, haciendo un hilito. Su olor crecía y sentía sus manos, con tacto indeciso, acariciar mi cabeza y mi espalda. Sentí una silla detrás de mí. Era Kuka, había movido la silla provenzal del escritorio para colocarse sentada tan cerca de mí que sentía su pierna detrás mía, entre mis nalgas, presionándome para engullirme el sexo de su amiga. De vez en cuando me empujaba, desequilibrándome y obligándome a estampar mi cara contra el sexo húmedo de Emilia. Emilia daba un respingo y abría más las piernas para recibir mi cara.
Fui perdiendo poco a poco el respeto al sexo de la chica, al ver la excitación que se producía. De repente me apeteció lamer aquellos pezonazos oscuros y levanté la cara para mamarla. Emilia puso su pecho a mi disposición y sacié mi sed de mamona. AL rato, Emilia hizo un ademán para que le siguiera comiendo el ya excitado y húmedo sexo. Kuka vino por detrás y de manera expeditiva me obligó a meter la lengua entre los labios de la empollona.
La presión del suelo en mis rodillas no dejaba inadvertida mi excitación Me sentía caliente como una perra, así a cuatro patas, con la pierna de Kuka incrustada entre mis nalgas y entre mis muslos y comiendo el sexo de Emilia, que empezaba a ser presa de un movimiento desbocado, como un terremoto cuyo epicentro estaba en el interior de su vagina y que yo contribuía a acrecentar y metiendo mi lengua entre sus labios y uniendo mi cara y mi boca, todo lo que podía a su sexo.
AL final, Emilia comenzó a musitar palabras que jamás esperaba escuchar de una mujer.-Ahhhh, que bien lo hacesssss…..Ohhhh…..que bien me follas…..Ohhhhh ohhhh ohhhhhhooo.-
Mi boca se llenó de su flujo, pero a ella no le importó, y me levantó la cara con las dos manos para besarme largamente entre los labios, metiéndome la lengua como yo había intentado meterla en su sexo.
– Ahora tú.- Me dijo Emilia, pero Kuka interrumpió.
-¡No!. Ya te diré como. No te preocupes, seguro que no te defraudo. Todavía está muy verde.- Le dijo a Emilia viendo su cara de decepción y resignación.
Cuando Emilia se fue, Kuka me soltó y se puso a contarme, sentada en la cama junto a mí, que estaba sólo con el trasparente camisón, las vicisitudes pasadas para encontrar mis bragas. Sinceramente, deseaba sentir su boca sobre mi sexo y su dedo en mi vagina , pero decidió, a pesar de mi calentura, que era mejor esperar a la noche, por lo que al cabo del rato, me vestí con una de mis bragas que aparecieron en el mismo lugar de donde habían desaparecido.
-Esta noche…tú y yo vamos a tener nuestra noche de amor más grande.- Me dijo Kuka entusiasmada mientras me miraba de cerca.
-No sé, Kuka… no termina de convencerme eso de las chicas…-
-Pero…¿Por qué?.-
-No me termina de satisfacer…No creo que me llenen como los chicos.-
Kuka tomó aire como armándose de paciencia.- En primer lugar, nadie te obliga a elegir entre unos y otros. Yo lo único que te propongo es una noche de amor.-
– Sí, pero has hablado de la gran noche, y la verdad es que creo que nunca me sentiré tan colmada con una mujer como con un hombre.-
Kuka se puso frente de mí tan cerca que su respiración rozaba la piel de mi cara, y rozando con sus deditos el filo de mi camiseta me dijo.- Eso es que no me has probado a mí… Yo te puedo hacer sentir como la más apetecida fruta o como la más puerca de las zorras.-
Me callé. ¿Qué le iba a responder?. Ya lo veríamos esta noche. Ella en cambio, dando por hecho que me seduciría se adelantó para decirme. – Hoy te haré sentir como una golfa calentona…-
Nos dedicamos a disfrutar de la noche sevillana. Como era viernes había muchos estudiantes por aquí y por allí., bebiendo en la calle, en tono jovial y desenfadado. Poco a poco fueron pasando las horas y nos fuimos cargando de cerveza, hasta que decidimos adentrarnos en un bar donde se bailaba. Yo, para evitar problemas como los que la minifalda que Kuka me había vuelto a «prestar» habían provocado el día de la salsa, decidí no bailar. Nos acompañaban algunos chicos, Beni, Jacinto, Emilia, Adela y Federico y otros que no conocéis aún. Kuka permanecía a mi lado o vigilándome muy de cerca.
Tenía ganas de ir al servicio, y busqué que Kuka me acompañara, como hacemos casi todas las chicas. La cerveza provocaba grandes ganas de orinar. Después de aguantar algo de cola nos introducimos. Me bajé las bragas, después de subirme la falda.
-Es mejor que me las des. Si no se te van a mojar. – Era un buen consejo. Las saqué de mis piernas y se las entregué a Kuka, que se las guardó en el bolso. Entonces me agaché un poco para empezar a soltar un chorrito amarillo. Me acordé de aquella canción de los toreros muertos. «Y creo que he bebido más de cincuenta cervezas hoy y creo que debía entrar al servicio de un bar a mear…» La letra se repetía inconsciente en mi cabeza cuando de repente kuka me cogió del pelo y extendió su mano hasta mi entrepierna.
Me sorprendió. Como estaba en plena faena no pude cortar el chorrito inmediatamente. Kuka frotó su mano húmeda por mi pipí contra mi sexo. -¿Qué haces?-
Impregnó cada pliegue de mi chocho con mi pipí y luego metió más su mano entre mis piernas para extender mi pipí por las nalgas y mi agujero de atrás. Si lo que pretendía era hacerme sentir como una guarrilla, lo había conseguido…Y de qué forma. – Es para que veas lo mala que puedo llegar a ser…así, sólo con proponérmelo. ¿Te ha hecho alguna vez esto tu marido?.-
Naturalmente que nunca me lo había hecho. Naturalmente que jamás me había sentido tan excitada de esa forma, tan brusca y salvajemente. Para colmo, Kuka no me devolvió las bragas. La falda no era muy corta, pero aquello me obligaba a permanecer de pie, sin poderme sentar y a estar pendiente de que nada se me viera. Sentía la necesidad de acercarme a Kuka y ponerme entre sus brazos, de que me protegiera de las miradas imaginarias de los hombres y las mujeres. Kuka que medía cosas que me ponían caliente y me animaban aún más a acercarme a ella. Por otro lado, la humedad inicial fue dando paso a una sensación incómoda, como de estar pringada. Era más psicológico que real. Al final, Kuka me preguntó.- ¿Te vienes al hotel?.- Y yo asentí con la cabeza,
Pasamos, en nuestro periplo nocturno de regreso al hotel, por delante de un fotomatón. Kuka me cogió de la mano y nos metimos dentro tras buscar en nuestros bolsos las monedas necesarias para hacerlas funcionar. Nos hicimos tres series de fotos. En la primera, las dos sonreíamos con las caras muy juntas para salir las dos en la foto. En la segunda serie, me la dedicó a mí sola. Ella estaba fuera de la cabina, pero sus manos se introducían por la tela para subirme la falda. Yo, de espaldas a la cámara, meneaba el culo y salieron unas fotos en las que aparecía mi culo a un lado y a otro, redondo y delicioso.
En la tercera serie, Kuka me había desabrochado la camisa y había sacado mis pechos del sostén. Me senté encima de ella, de espaldas y la imagen de la foto eran mis pechos, en escorzo, sostenidos por su mano fina. La primera serie nos la repartimos, Kuka se quedó con le serie de mi culo, y yo con la de mis pechos magreados.
Nos íbamos parando en cada esquina para besarnos apasionadamente hasta llegar al hotel. Al atravesar el hall, recobramos la compostura, pero la volvimos a perder al encontrarnos en los pasillos de las habitaciones. Kuka me echó contra la pared y me besó con pasión, levantando la falda y buscando el calor de mi sexo pringado de mi pipí. Sólo después de un fuerte beso me atreví a responderle.- Nos van a ver.-
Nada más llegar a la habitación, Kuka siguió torturándome con unas exigencias que me hacían sentirme guarra y excitada.
.- ¿te has olido el chocho?. Mete la mano y huele.- Mi mano olía fuerte, no puedo decir que fuera agradable, pero me gustaba. Olía a animal, a hembra.
Kuka me ordenó que me tocara, que me excitara yo misma. Comencé a masturbarme, rozando primero suavemente mi sexo para luego atacarme con más determinación. Mientras, Kuka se desnudaba y cuando estuvo totalmente desnuda me ordenó que yo hiciera lo mismo. Mientras lo hacía, Kuka se dirigió a su bolso y cogió un tarrito de mantequilla de esos que había estado recolectando durante el desayuno.
Eres una zorrita limpia. Si tuvieras el coñito limpio, te lo hubiera comido, pero como no es así, no puedo, pero verás lo que te voy a hacer.-
Observé intrigada cómo Kuka acariciaba ese souvenir de plástico que había comprado en la tienda, la torre de un palmo de larga y ancha como un vaso largo de cubatas. La torre parecía ahora, con su punta roma y curva, estilizada, un consolador.
– Tírate en la cama…- Tenía reticencias, pero no quería perderme hasta donde sería capaz de llegar Kuka. Puso aquella torrecita a un lado de mi cuerpo y se echó sobre mí, sin posarse, buscando mi boca, que se entregaba y lamiendo con toda la pasión del mundo mis pechos, maltratando mis pezones como un niño malcriado. SU mano se apoderaba de mi sexo y se hincaba en él, hasta arrancarme suspiros de amor y una nueva humedad.
Kuka agarró la torrecita y me dijo que la chupara. -Lo compré para ti…Sólo pensaba en ti desde que lo vi.-
Aquellas revelaciones me hacían presentir que sería poseída esa noche como si mi amante fuera un hombre. No me quedaba otra opción que permitirlo y tras sentir la roma cabecita de la torre de las almohadas pasar por todo mi cuerpo, empecé a relajarme al sentirlo entre mis muslos, avanzando zigzagueando hacia mi sexo húmedo.
La cúpula se posó entre mis labios para atravesarlos lentamente. Mi sexo se abría ante la invasión del islam. Sentí cómo la torre se desanchaba y cómo me llenaba entera. Kuka era impasible e introducía todo aquello dentro de mí, mientras yo suspiraba y tomaba una posición que aceptara aquel ancho consolador de formas turísticas.
Cuando estuvo metido hasta la base Kuak me dijo al oído.- Ahora viene lo mejor…Mantén esto dentro de ti.- Kuka se untó el dedo de mantequilla y empecé a sentir sus deditos untarme el culo con ella. Aquellas caricias me excitaban hasta el punto de empezar a mover la torre dentro de mí, suavemente, buscando saciar mi placer.
Kuka entonces comenzó a introducir su dedo corazón entre mis nalgas. Mi sexo estaba más mojado que el Guadalquivir. Sentí que la presión del dedo había roto la barrera de mi ano y se introducía y se movía dentro de mí, de arriba abajo y en todas direcciones. Yo ya me masturbaba sin disimulo agitando el consolador que tenía en mi vagina y al cabo de unos minutos, comencé a correrme arqueando mi cintura exageradamente, con el único obstáculo de la boca de Kuka, que mordía mis pezones mientras su dedo seguía investigando los secretos del más secreto de mis agujeros.
Me sentía completamente saciada y sentía que aquella jovenzuela me había pervertido, me había desvirgado por detrás. NI mi marido me había proporcionado nunca tal clase de placer, ni me había sentido nunca tan follada por nadie, como me sentía ahora follada por Kuka. Las expectativas se habían cumplido mejor de lo que yo creía.
Después de solazarnos en la cama, fui a bañarme. Me quedé un rato en el agua caliente, relajada. Kuka entró y me acarició y me enjabonó tiernamente.
-¿Sabes? Mañana te voy a enseñar a comer coños.- Kuka me lo decía mientras me acariciaba mi sexo recién tomado por sus souvenirs. – Y luego te voy a hacer sentirte el centro de la fiesta. Lo de hoy ha sido sólo.. . un entrenamiento-
Aquella última frase, viniendo de Kuka, era para preocuparse, pero bueno, ya se vería.
Por la mañana de aquel sábado, Kuka me despertó besándome tiernamente en la sien. Me avisó que tenía que ir a comprar. Yo seguí durmiendo. Me desperté al cabo de un par de horas de dulce sueño. AL levantarme vi que Kuka había traído un ramo de flores.
Luego la busqué y me la encontré hablando con tres de los chicos, que dormían en la misma habitación. Una que había solitaria en la última planta Eran unos golfillos y me habían dado algunas quejas. Los cuatro se divertían hablando de lo que Kuka preparaba para la noche. Dudaban los chicos de la capacidad y el valor de Kuka para buscarles una prostituta, meterla en el hotel sin que los recepcionistas se percataran y conseguir introducirla hasta su cuarto para que ellos la disfrutaran.
Bromeaban los chicos sin darse cuenta de que los escuchaba. Kuka sonreía maliciosamente y cuando los chicos presintieron que alguien se acercaba y se dieron cuenta que era yo, su tutora, se quedaron estupefactos, preguntando seguramente si los había escuchado.
– Kuka ¿Seguro que vas a hacer todo eso por los golfos esos?.-
– Seguro…Ya me han dado la pasta para pagar a la puta.-
– Y tu… ¿Sabes hacerlo?.-
– Lo tengo todo planeado.- Me dijo sonriéndome tiernamente y acariciándome la cara.
El amor a Kuka me inundaba mientras paseábamos románticamente por Melilla durante la tarde, otra vez en el barrio de Santa Cruz. Mis sentimientos hacían que aquellas casas, aquellas calles me parecieran aún más bonitas que el sábado anterior. Nos cogíamos de la mano cuando nadie nos veía, lo que era frecuente en las callejuelas del barrio y en mi mente aún martilleaba la sensación del orgasmo tremendo que había ocasionado el dedo delgado de Kuka en mi culito, cuando finalmente, paseando por la rivera del Betis romano, observaba reflejarse sobre las tranquilas aguas del río la auténtica Torre de Oro.
Se hizo de noche y pronto Kuka me dijo que teníamos que ir al hotel a prepararles la fiesta a los chicos. Le volví a sugerir que olvidara la historia, pero ella insistía en llevarla a cabo. Los chicos le habían dado las llaves de la habitación y yo subí con ella, tras pasarnos por la nuestra y recoger una bolsa que contenía las compras matutinas de Kuka.
Kuka quitó la sabana superior y la colcha de una de las camas y extendió ante mí un antifaz de color rojo con brillo, del que prendían hacia arriba unas plumitas azules y rosas, y un collar de cuentas de plástico, y unos guantes blancos que llegaban hasta un poco más abajo del codo y una peluca rubia cutre, de lo más cutre.
Son las once…dentro de un cuarto de hora estarán los chicos así que…vete desnudando.-
Las palabras de Kuka me llenaron de inquietud.- Pero Kuka ¿Qué vas a hacer?.-
– Hacerte sentir, simplemente.-
– Pero no es sólo que no lo desee, sino que es una locura…me reconocerán.-
– Sobre lo primero, no puedes opinar si no lo has probado y sobre si te reconocerán…-
Me miraba al espejo, con aquel antifaz en la cara, los labios muy pintados de rojo y un lunar negro en el carrillo. La peluca me tapaba la frente y ocultaba el auténtico color del pelo. No era fácil reconocerme, especialmente con aquella luz de color rojo que Kuka había conseguido imprimir al ambiente colocando un papel rojo en la boca de la lámpara de mesa, que escondía además tras la puerta a medio encender del cuarto de baño y que se mezclaba con la luz de los luminosos de un restaurante chino cercano. Y para evitar las tentaciones de los chicos, Kuka había quitado las bombillas del cuarto de baño y del propio dormitorio.
– Y ahora…¡Desnúdate!.- Obedecí, desnudándome completamente y poniéndome sólo los guantes blancos. Se oían a los chicos subiendo las escaleritas del último piso, riendo. Kuka me hizo un gesto para que me tumbara y me dijo al oído que no dijera ni una sola palabra.
Kuka salió y la oí conversar con los chicos. Les pidió que entraran de uno en uno y que cuando acabaran, que salieran y esperaran en el bar. – Es rusa, así que no os molestéis en hablarle por qué no os va a entender.-
Entró el primer chico, era el lidercillo de los tres, grande y de cuerpo desarrollado. Era más alto que los otros y seguramente, su condición de líder le daba derecho a probarme antes que ninguno. Se desnudó y se puso encima mía. No me besó. «Las putas no tenemos derecho a que nos besen» pensé. Fue directamente a amamantarse de mí. Buscaba seguramente su propio placer, pero me estimulaba y me excitaba. Luego me besó el vientre, por debajo del ombligo y las caderas. Se incorporó para ponerse el preservativo y después de unos segundos, comenzó a introducirme su miembro.
El chico me penetró sin miramientos. Ahora entendía por qué Kuka se había empeñado en follarme con la Torre del Oro. Así me preparaba para que los chicos me penetraran sin miramientos, sin contemplaciones. Sentí el aliento alcoholizado del muchacho cuando puso sus mejillas sobre mi cara y comenzó a agitarse dentro de mí, de manera imperiosa, casi animal. Le agarré por las nalgas que subían y bajaban y me abrí todo lo que pude. El chaval restregaba su miembro en mi interior con fuerza, casi violentamente hasta sucumbir al momento de su eyaculación.
No me corrí. Estaba muy caliente, aunque el orgasmo ni siquiera había aparecido. Entró el segundo chico. Con él entró Kuka, que se sentó en una silla para observarme. El chico se desnudaba. Era un chico algo más pequeño que el otro, pero de complexión fuerte y moreno de pelo y de piel. Había trabajado durante el verano como albañil y eso se notaba en las manos ásperas y fuertes que se apoderaron de mis pechos . Este chico era menos escrupuloso y se acercó para besarme mientras amasaba mis pechos entre sus manos. Tenía ya puesto el preservativo y sentía cómo hacía intenciones de abrirme las piernas metiendo sus piernas entre ellas. Al oído susurró un «resístete» que hacía años deseaba oír en la boca de mi marido. Intenté cerrar las piernas y me revolví bajo el cuerpo del chico, sin darme cuenta que, como rusa que se suponía que era, no debía saber una palabra de castellano.
Me agité inútilmente, pues finalmente el chico puso su cuerpo entre mis piernas y tras ayudarse con la mano a meter el pene entre mis labios inferiores, me tomó las manos, extendiendo mis brazos y comenzando a agitarse dentro de mí. -Para eso le he puesto los guantes.- Dijo Kuka.- Para que esta gatita no arañe.-
Sentirme follada de aquella forma, fingiendo una falsa resistencia y observada por Kuka, me hacía sentirme excitada, casi al borde del orgasmo, pero una vez más, el macho se adelantó a la hembra en el goce del cuerpo y lo sentí tensionarse contra mi sexo para introducirme todo su aparato y vaciarse dentro de mí.
El tercer chico era al que los otros dos, para reírse de él le llamaban «mascota», por su aspecto aniñado y su delgadez y poca estatura. Me miró antes de desnudarse ni hacerme nada y tras contemplarme como estudiando la situación, le dijo a Kuka. – Kuka…¿Quieres participar?.- Kuka asintió.
El chico y Kuka se dedicaron a besuquear mi cuerpo. Sentía sus bocas en cada trozo de la piel. Los labispo de Kuka y del chico me quemaban, me reportaban un gratificante cosquilleo que me excitaban aún sin ser tomada, lo cual se produjo tras unos minutos. Kuka me agarraba las manos mientras me besaba la boca y el chico me embestía con suavidad hasta introducir su verga dentro de mí. Luego fue el chico el que me agarró las manos. Kuka se colocó detrás del chico y sentí su lengua en mis pantorrillas y luego en mis tobillos.
Crucé las piernas bajo la espalda del chico y tras soltarme, coloqué mis manos en sus nalgas. El chaval se movía lentamente. Kuka lamía los deditos de mis pies y empezó a meter su mano por detrás del culo del chico. Acariciaba tan pronto los testículos de su amigo como mis nalgas, mi ano y los labios abiertos de mi sexo. Mi excitación volvía a poseerme y esta vez parecía que el orgasmo era inminente.
El jovenzuelo aceleraba sus movimientos y Kuka adivinó la inminencia del orgasmo en los dos cuerpos, por lo que se colocó detrás del chico y echándose sobre él, provocó un sobre peso que hizo que se derramara dentro de mí apenas sin moverse, pero con el aparato profundamente en mi interior.
Yo no tardé en correrme, al imaginarme follada por el chico e indirectamente, por la propia Kuka, cuyo trasero cubierto por los vaqueros agarraba y cuya cintura intentaba estrechar con mis piernas en un abrazo que pretendía para mis dos amantes simultáneos.
Kuka salió con el tercer muchacho y lo despidió. Volvió para besarme y decirme lo increíblemente atractiva que estaba así, haciendo el amor con los chicos. Nos vestimos y salimos a disfrutar de nuestra última noche en Sevilla. Las caricias y los besos llenaron la noche hasta altas horas de la madrugada, algunos de ellos, ya no tan escondidos como hasta entonces habíamos procurado.
Era domingo y me desperté en la cama de Kuka. Nos habíamos metido juntas en la cama para terminar la conversación emprendida por la calle y nos habíamos dormido. Recordaba algunos besos en la boca, pero nada más. No. Por la hora en que nos acostamos, no creo que hubiera nada más.
Kuka se despertó conmigo y nos pusimos a recoger las cosas para dejar libre la habitación antes de las doce. Estaba en pijama. Kuka se quitó el suyo y las bragas. Pensé que se iba a duchar, pues se metió en el baño, pero salió al rato y observé su sexo de color naranja, con los pelos embardunados de lo que debía ser mermelada de melocotón. En seguida se abalanzó sobre mí y me arrancó el camisón y me bajó las bragas con un ímpetu y una pasión que seguramente había aguardado desde la noche anterior. Mis bragas cayeron al suelo y antes de que pudiera hablar estaba tirada en la cama, recibiendo de nuevo sus besos por todo el cuerpo.
Kuka se puso frente a mí y metió sus piernas entre las mías. Quedamos enganchadas como su fuéramos dos tijeras y comenzamos a restregar nuestro sexo, consiguiendo Kuka que mi propio sexo quedara untado de la mermelada.
Sentía caliente su almeja y la pringosa mermelada me llenaba toda la raja. El flujo debía de mezclarse en mi sexo con la mermelada y el suya. La viscosa pasta estimulaba mi clítoris y todo el exterior de mi raja. -Ahora que ya está bien untada la mermelada… te voy a hacer un sesenta y nueve y verás que gustito.-
Kuka se puso sobre mí, metiendo la cabeza entre mis muslos. Ante mi cara tenía el sexo de mi alumna, cubierto de la mermelada. SU lengua me devoraba con avidez. La mermelada debía de desaparecer rápidamente por mi sexo, a juzgar por como Kuka la lamía y succionaba, y con ella cada trozo de mi piel. Me puse entonces la almohada tras de mí para alcanzar más cómodamente la mermelada en el sexo de mi amante. Me la comí intentando imitar a Kuka, buscando cada resquicio de su sexo, intentando borrar el sabor dulce, que daba poco a poco paso a otro sabor, más amargo pero que interpretaba como una victoria sobre el sexo de Kuka.
Kuka me separaba los labios del sexo, buscando ya los últimos restos del dulce sabor, y metía su lengua, viscosa entre los labios. Alternaba la profanación de este agujero con el otro, al que ya había cubierto la tarde anterior de mantequilla y finalmente, la sentí moverse por los efectos de mis lametones, lo mismo que yo comenzaba a hacer, loca de placer por la lengua de mi alumna.
Por fin las maletas estaban metidas en el autobús. Kuka había insistido en que me pusiera una falda. No era su minifalda. Era una falda de vuelo mía. Luego, nos fuimos a la parte trasera del autobús. Aquello se interpretó por los más gamberros, entre ellos, los chicos a los que unas horas antes me había entregado y que desconocerían siempre la auténtica identidad de la puta a la que se habían follado, como un gesto de control, por lo que su reacción fue irse a la parte media del autobús.
Kuka y yo nos sentamos a un lado. Yo junto a la ventana. Hablamos largo rato de trivialidades. Me entristecía volver a Murcia y alejarme de ella, aunque en el fondo, el ritmo de esa semana era insostenible. Al pasar por Écija, Kuka se acercó y me dijo al oído – Quítate las bragas.- Mientras me besaba disimuladamente la sien.- Recuerda que es un trofeo que tomo de todas las mujeres a las que me he follado.-
En un gesto disimulado me quité dificultosamente las bragas. Kuka las cogió y se las guardó. -¿Te acuerdas de Emilia?. Le prometí que jugarías con ella cuando estuvieras menos verde ¿Verdad?. Pues ha llegado el momento. –
Se levantó y se fue unos asientos más adelante. Emilia vino hacia el asiento vacío y tras saludarme, extendió su mano entre mis piernas y me levantó la falda. Su mano se deslizaba por mis muslos hacia mi sexo, y pronto sentí su mano caliente jugar con mi clítoris.
Me tapé con la rebeca para que nadie descubriera el juego de Emilia y miré hacia otro lado. Emilia tenía muchas horas por delante y su mano era testadura. Sus caricias no tardaron en hacerme efecto y pronto, me recliné en el sillón, ofreciéndole mi coñito mojado para que arrancara un fugaz orgasmo.
Emilia no tardó entonces en retirarse para dejar el asiento otra vez a Kuka, que extendió su mano hasta mi concha para comprobar que estaba mojada. -Sabes, me dijo al rato. Beni lo ha pasado fatal con Jacinta… le explicado lo agradecida que estabas… A beni le gusta también coger coñitos…-
Miré a Kuka con odio, pero no sirvió de nada. Beni se sentó a mi lado, mientras Kuka esperaba un poco más adelante, sentada con Adela, la novia de Federico. Beni acarició mis muslos durante largo tiempo. Me hice la dormida. En la ficticia oscuridad volví a sentir la mano de Beni apoderarse de mi sexo, y no pude reprimir algunos gemidos de placer y movimientos de mi cuello cuando tuve el segundo orgasmo.
Nadie se sentó a mi lado, pero al pasar por Granada, después de permanecer dormida un rato, me desperté sintiendo una mano introducirse de nuevo en mi falda. Era la de Adela.
-¿Qué haces?.-
. Me he enterado que te has follado a mi novio ¿Es verdad?- Me callé. Ella sabía muy bien que sí y el motivo por el que había sido.
-Eres una tutora mala y te voy a coger el coñito para que te corras…- Y la mano de Adela se apoderó de mi sexo. Pero en lugar de la dulzura que habían puesto las chicas de antes, Adela lo hizo con fuerza, con agresividad, arrancándome esta vez un orgasmo feroz. No pude evitar un chillido que hizo que algunos de los chicos miraran para atrás. Disimulamos echándonos a reír. Kuka nos miró satisfecha. Adela se levantó y por fin Kuka vino a mi lado.
– Espero, seño, que nuestra «amistad» siga a partir de ahora.-
– No sabes cómo te amo.-
– Me amas porque soy perversa contigo… yo te amo porque me dejas que sea perversa.-
Mi marido ha vuelto a casa. Llevamos una convivencia ficticia, esperando que resurja la llama del amor, aunque cada vez lo veo más lejos.
El otro día vino Kuka a que le diera unas clases para el examen de acceso a la universidad.
Mi marido la miraba con avidez, pero se llevó una sorpresa cuando las dos nos encerramos en el dormitorio y estuvimos toda la noche «estudiando».