Me duché antes de acostarme. Kuka se metió en el baño mientras me duchaba y me hablaba desde el servicio. Sabía que me espiaba, que me miraba. Salí del baño y le pedí que me alargara la toalla.
-¡No te la doy!.-
-¡Venga ya!, déjate de tonterías.-
Me la alargó al fin y se quedó mirando mi cuerpo, hasta que desapareció bajo la toalla. Luego me puse las bragas y el camisón. Seguimos hablando. Kuka me acariciaba cariñosamente el tobillo y la tibia con una pajita de un zumo de esos de 200centilitros.
Nos dormimos y seguíamos hablando,. Ella sobre todo. Me empezó a contar cosas de su familia, de sus amigos, de los chicos. Al final se le acabaron las pilas y se durmió.
A la mañana siguiente decidí irme por mi cuenta. Me levanté temprano y me fijé en el camarero que servía los desayunos. Era un hombre de unos treinta y siete años. Casado a juzgar por el anillo. Era un chico fuerte y simpático y moreno.
Otra vez mi valentino de mis sueños. Coqueteé con él, aprovechando que todos los chicos dormían. Luego decidí ir hasta Santiponce, donde se encuentran las ruinas de Itálica Pasé toda la mañana entre piedras y volví al hotel a comer.
Me divertía pensar que Kuka me buscaría y pensaba que me la encontraría al medio día. Fui a mi habitación y encontré una nota. «Así no se va una. Kuka». Ahora era ella la enfadada. Mejor. Coqueteé con el camarero. Se llamaba Pedro y le dije cuál era mi habitación y lo sola que pasaba las siestas, y tras dejarle una propina de seiscientas pesetas y subir a la habitación, sentí tocar la puerta cuando ya tenía puesta el camisón. Era él.
Le agarré del cuello y lo metí en la habitación y comencé a desnudarlo yo misma. Nuestras bocas no se separaban mientras tanto y pronto se quedó en calzoncillos. Era un hombre compacto, apenas más alto que yo, pero tenía pinta de ser un semental. Su pecho cubierto de bello. Se bajó los pantalones y ví un cipote bastante largo. Me empezó a quitar el camisón. y pronto quedé en bragas.
Nos tiramos a la cama y nos comenzamos a revolcar. Me besó lentamente por todo mi cuerpo: los senos, el cuello, los deditos de los pies, las pantorrillas, los muslos, la espalda. Me decía que me iba a dar mil besos y los contaba.
Luego se puso entre mis piernas. Veía su cara acercarse a mis bragas. Sentí sus labios encima de mis bragas, en el clítoris, y lo besaba y lo mimaba con sus labios y me habría las piernas para besar un poco más abajo y luego en las nalgas, cada vez más lejos de mi ano y luego en el interior de los muslos hasta que decidió que las bragas le estorbaban y me las quitó.
Sentí entonces que su saliva se mezclaba con mi propia humedad y sus dedos contenían mi clítoris y me dada nerviosos masajes que me excitaban y que tras recibir un lametón monumental me provocó un orgasmo lento, duradero, aunque de pequeña intensidad.
-Follame de una vez. Fóllame.-
-Ponte a cuatro patas.-
Le obedecí sin rechistar, guiada por mi calentura, por mis instintos de hembra caliente y pronto sentí su miembro detrás de mi jugando a introducirse en uno y otro agujero, pero sólo insinuándolo. Nunca me han dado por detrás y lo temo mucho, pero en ese momento me hubiera dado igual. Al final se decidió por introducirlo en el sexo. Fue para mí un alivio y una decepción a la vez.
Poco a poco, pegando pequeñas embestidas, su miembro se me iba introduciendo y quedábamos acoplados. Sentí que me atrapaba poniendo sus manos en mis caderas y atrayéndome hacia él y entonces comenzó a mover sus caderas y a sacarme y meterme el miembro, provocando el roce en mi vagina. Yo movía mis caderas para aumentar el roce.
El camarero, Pedro, deslizó una mano hasta mi sexo y comenzó a manosearlo, aplastando la palma de su mano contra él, y provocando que mis labios se desbordaran entre sus dedos. Aquello me electrizaba, me hacía sentir un cosquilleo que llegaba desde la nuca hasta los muslos. Cada roce me hacía vibrar.
-¡Ahora voy!. ¡Te voy a llenar de lechecita!.-
Al decirme esto, comencé a agitarme como una gata. Guiada por la voz del instinto y empecé a sentir que aquel miembro vibraba en mi interior. Aquel fue el estímulo necesario para que me viniera un orgasmo feroz.
-¡Aaaahhhh…..aaaahhhh…..aaaaaaaaah.-
De la última embestida, Pedro me tiró y quedé tumbada sobre la cama con él, detrás y encima. Su miembro había salido de mí y lo sentía caliente y húmedo entre mis nalgas, cerca del agujero y aquello hacía que mi orgasmo se prolongara más tiempo, aunque con una intensidad muy suave. Pedro me agarraba las tetas que estaban aplastadas contra la mano y me besaba la nuca, apartando mi pelo. Estuvimos así un rato, sin decir nada.
De pronto sentí la puerta que se abría. Miré hacia atrás y ví que era Kuka que rápidamente la cerraba. Pedro reaccionó un poco después, atemorizado.
-¡Joé! ¡Cómo haya sido alguien del hotel no me renuevan!.-
– No te preocupes…Ha sido mi compañera de habitación.-
Pedro comenzó a vestirse rápidamente y salió de la habitación sigilosamente pero despavorido. Me duché y cuando salí de la ducha me encontré a Kuka, que me miraba mosqueada.
-Hola, Kuka ¿Qué tal has pasado el día?.- Kuka se tomó su tiempo para contestarme.
– Emilia está muy mosqueada.-
-¡Ah! Ya…por lo de ayer.-
-Hubiera sido mejor que me hubiera ido con ella…es más fiel.-
– ¿Qué quieres decir?.-
– Me despisto un momento y te pierdes y te encuentro con ese tío.-
-Bueno…eso era lo que buscábamos.-
Kuka ahora ponía una voz lastimera. -¡Sí! Pero no con ese tío…¿sabes.? Tenía hoy planes para ti. Me has fallado.-
-Es posible que aún podamos hacer algo. ¿No?.-
-No se.-
-¿Cuáles eran los planes?.-
-Te tienes que follar a Federico.-
Kuka me había estado observando como siempre mientras me vestía. Aquella idea era descabellada. Yo me follaba a Federico, un alumno que para colmo tenía a su novia en la misma excursión. Discutí con Kuka. La razón por la que quería que estuviera con Federico es que ella decía que tenía que hablar con su novia Adela. No sé qué tendrían que hablar tan a solas con ella.
Discutimos y la discusión cada vez se hizo más tirante.
-¡No, no y no! ¡Esa es mi última palabra!.-
-¡Esta visto que como te has bastado tu sola para follar ya no me necesitas!.-
-¡Kuka! ¡Eres una estúpida!.-
La insulté, y no precisamente cariñosamente. Kuka se fue dolida. Al fin y al cabo, tenía dieciocho años. Pero lanzó una velada amenaza antes de dar un sonoro portazo.
-Muy bien… pero ya verás. Emilia está enfadada… y sólo conozco una manera de hacer las paces con ella. Beni se está empezando a cansar de Jacinto… A ver como sales de ésta.-
Naturalmente aquello no me inquietó en absoluto. Fui a buscar al camarero por la noche y recibí una respuesta muy defraudante. Pedro había encontrado otro trabajo hacía tres días y éste era su último día. Me aseguraron que le venía muy bien, pues era a jornada completa y así podría mantener mejor a su mujer y sus ¡Seis niños!. Adiós, Valentino, adiós.
Pasé la noche a solas, paseando, deambulando por las calles. Quería tropezarme a Kuka, pero no la encontraba. Comprendí que quizás era cierto que ella había contribuido a mis romances, pero no entendía por qué le había molestado que me liara con el camarero ni ningún tipo de espíritu posesivo sobre mí. Me fui recorriendo alguno de los bares y pronto se apoderó de mí un espíritu de melancolía que hizo que me fuera a dormir temprano y triste.
Me quedé dormida tras esperar un largo rato la llegada de Kuka. Quería hablar con ella. No me desperté hasta la mañana siguiente. La cama de Kuka estaba vacía y yo me preocupé. Le pregunté al primer chico que pasaba y me dijo que sí, que la había visto anoche entrar en el hotel, con Emilia. Era posible que hubiera pasado la noche en la habitación de Kuka y Beni. Al cabo de unas horas conseguí ver a Kuka, que me esquivaba.
-¿Dónde has pasado la noche?.-
-Con Emilia – A Kuka parecía costarle hablarme.- Es que Adela y Federico iba a acostarse, así que hicimos un cambio. Fue complicado. Al final Beni y Jacinto se fueron a una habitación, Fede y Adela a otra, y yo pasé la noche con Emilia, aunque me hubiera gustado estar con Adela.-
-¿Por qué te has enfadado conmigo?.-
-Porque eres una egoísta…sólo satisfaces tus deseos. Yo he trabajado por que lo pases bien y tú en cambio…pasas de mí. ¡Para una cosa que te pido!.-
-Es que me pides que me acueste con Fede y…-
-¡No tengo ganas de oír pamplinas, seño!.-
Y dicho esto, Kuka se alejó de mí. Me estaba condenando al aburrimiento y a la soledad. Era miércoles. Era un buen día para subir a la Giralda y luego, pasear por el Arenal e ir hacia la Alameda de Hércules y
El barrio de San Jacinto.
Jacinto se acercó a mi durante la comida y me ví obligado a mantener con él una actitud fría, para no darle excesiva coba, no fuera a proponerme que hiciéramos algo parecido a lo del domingo. Beni y Kuka nos miraban. La primera se reía, mientras Kuka parecía decirme…»Ya te dije que podía haber problemas…»
Me fui a dormir la siesta tras haber pasado un rato viendo las noticias en el salón del hotel y hablando con los chicos, a ver cómo se lo estaban pasando. Entré en la habitación silenciosamente, pues sólo faltaba que despertara a Kuka.
Al abrir la puerta contemplé el más sorprendente espectáculo que podía observar. Emilia y Kuka se abrazaban sobre la cama, desnudas totalmente. Sus bocas se sellaban y sus manos acariciaban sus espaldas. Quería que me tragara la tierra. Las veía mirarse fijamente y sonreírse. Hice un esfuerzo por pasar inadvertida y cerré la puerta con cuidado.
Luego me entró rabia. Tal vez sólo se trataba de una estratagema para vengarse de lo del camarero…Pero tal vez Kuka se refería a eso cuando dijo que sólo conocía una manera de satisfacer a Emilia. Estaba hecha un lío. Por otro lado, el ver a Kuka así, tan íntimamente unida a una persona que no era yo, pues no sé, me daba como pelusilla. Pero me había resultado extrañamente agradable la escena de dos mujeres amándose, y eso me preocupaba. ¿No sería una nueva faceta de mis recientemente despiertos apetitos sexuales?
Me acerqué a la puerta un cuarto de hora después y puse la oreja en la puerta. Las oía amándose, gimiendo de placer y suspirando. El ruido de sus gargantas me excitaba. Mi sexo comenzaba a funcionar de nuevo. Separé la oreja al sentir unos pasos que avanzaban por el pasillo y disimulé, como si saliera de la habitación, para tropezarme de frente con Fede y Adela, que me saludaron afectuosamente.
Me dediqué a pasear por la ciudad y me metí en un multicines. Creo que se llamaba «Avenida». Vi una película de esas de moda que luego una ni se acuerda. Salí y me fui al hotel a pasar el resto del día y de la noche. Era mi segunda noche sola y estaba muy melancólica. Me puse a pensar en mi marido y hasta lloré antes de quedarme dormida.
Por la noche me desperté sacudida por un orgasmo nocturno. De repente me acordé del sueño. Era una recreación de las escenas que había contemplado hacía unas horas desde la puerta de la habitación. Sí. Kuka y Emilia se solazaban sobre la cama. Ví sus sexos cubiertos de pelo entre sus piernas enredadas y adivinaba el calor de un pecho contra el otra, de una lengua contra la otra. Y ese había sido el motivo de mi orgasmo. Miré hacia la cama de Kuka, y allí estaba ella dormida. Sentí un alivio al ver que no compartía su cama esa castaña oscura de pelo lacio que era Emilia.
El jueves nos levantamos las dos a la vez. Kuka se hacía la dura y yo pretendía hacérmelo también, hasta que al final le pedí que se sentara y hablara conmigo. Kuka estaba ya vestida, pero yo seguía en camisón.
– ¿Por qué te has acostado con Emilia?.-
– Porque tenía ganas de follármela.-
-Pero…-
– Me van las chicas, sí.-
Me quedé callada y luego volví a preguntarle.
-¿Me perdonas?.-
– No te tengo nada que perdonar.-
– ¿Qué puedo hacer para recuperar tu amistad?.-
Kuka se quedó pensativa hasta decirme.
– No es la amistad tuya lo que voy buscando…acuéstate con Federico.-
– Si me acuesto… ¿serás mi amiga?.-
– ¡Sí, señor!… ¡Pesada!.
Entonces dije algo que nunca entenderé de donde saqué el valor, la inspiración o no sé qué para decir, pues a mí antes jamás se me había ocurrido.
-Kuka…¿Y yo te gusto?.-
La muchacha me miró extrañada, pero sin dejar ver el menor resquicio de debilidad. Me miró con una medio sonrisa y se marchó de la habitación invitándome a desayunar. Por fin parecía que a Kuka se le había pasado el enfado. Salimos a pasear. Kuka me regaló un clavel rojo. No pensé para nada lo que significaba aquello. Es cierto que me parecía extraño, pero pensé que era un detalle de amistad un poco fuera de tono
Durante la comida Kuka se sentó frente a mí. Al otro lado estaba Emilia y quedaba el cuarto lado vacío. Estaba comiendo el segundo plato cuando sentí que el pie de Kuka me rozaba la pantorrilla, como queriéndome introducir por la apertura inferior del vaquero. La miré pensando que me indicaba algo que cotillear, pero simplemente me miró y sonrió. Pensé en Emilia. Tal vez me estaba acosando, pero no, veía sus muslos quietos.
La pierna se introducía ahora entre las mías. Estaba claro ahora que era Kuka, pues la había visto recostarse. Me sentí turbada. La invasión proseguía y pronto ví los deditos del pie de Kuka aparecer por debajo de la mesa, entre mis muslos. Los tapé rápidamente y tiré mi silla un poco hacia detrás, pero era inútil; el pie se estrelló contra mi sexo. Suspiré y dejé de comer, mi respiración se entrecortaba.
Kuka estuvo posando su pie en mi sexo durante bastante tiempo, turbándome, hasta que de pronto, lo apartó. Creo que mi cara estaba encendida, pues Emilia me miraba extrañada y me preguntó un par de veces si me pasaba algo.
Después de comer nos subimos a la habitación las dos. Kuka me agarraba de la cintura, nada anormal si no fuera por lo que había pasado durante la comida. Me sentía ahora incómoda con ella en la habitación. No me atrevía a desnudarme. Kuka se metió en el servicio un momento y aproveché para cambiarme. Cuando salió, llevaba un extraño y deforme cigarrillo en la mano, que echaba un olor dulzón. Nunca lo hubiera dicho de Kuka, pero aquello me parecía un porro.
-El de Sevilla es muy bueno, aunque no tan bueno como el de Málaga, me dijo con suficiencia.-
No me atreví a afearle la conducta, pero al final, afloró la tutora y le pregunté.-¿ Han comprado mucho de eso los chicos?.-
-Noooo, esto lo fuimos a comprar ayer. No te preocupes. Nadie se va a hacer un drogata en este viaje. ¡Ja ja ja!. -Al cabo de una profunda calada me dijo.- ¡Pruébalo!.-
Me resistí, pero al final, ante su insistencia y pensando que tal vez entre dos el efecto pernicioso sería la mitad, di unas caladas, una detrás de otra, animada por Kuka. Me subió una agradable bruma que me embotó la cabeza. Las dos nos pusimos a reír. De repente ya no me daba corte estar en camisón delante de Kuka, que se desnudaba, quitándose los vaqueros y la camiseta hasta quedarse sólo con las bragas puestas.
Mi desinhibición hacía que mirara el cuerpo de Kuka que realizaba una especie de baile oriental delante de mí, hasta que me atrajo hasta ella y me obligó a seguir el ritmo de su baile. No me extrañó que me besara la boca. Sus labios eran tiernos y agradables. Me volvió a besar, al ver la ausencia de reticencias por mi parte y nos fuimos entregando a una sucesión de besos cada vez más duraderos y apasionados.
Kuka comenzó a levantarme el camisón, que salió de mi cuerpo en el impasse que separaba a un beso del otro. Luego me abrazó y sentí sus pechos como dos agradables globitos rozarse con los míos y proporcionarme un exquisito placer en el masaje.
Me tomó de la mano con suavidad y me echó sobre la cama. Entonces se puso a cuatro patas encima mía, manteniendo mi cuerpo bajo el suyo, entre sus brazos y sus piernas dobladas. Comenzó un festival de besos acaramelados.
-Así te besaba ¿Eh?.-
Sabía que se refería al camarero. Kuka tenía clavada la espinita. Lamía mis pechos y los pezones, rozándome con los labios y la lengua. – Lo sé porque a mí también me lo hizo así…me has levantado al novio….so putilla.-
Me sorprendió la revelación de Kuka. No pensaba que pudiera estar interesada en aquel camarero cuarentón, ella, con dieciocho años, y la verdad es que no sabía cómo se lo había podido follar, tal vez mientras yo dormía alguna siesta. Me sorprendía realmente la chica que contenía mi pezón entre sus labios, mientras acariciaba el otro con la yema de sus dedos. Kuka apretó los labios y tiró de mi pezón ligeramente.- ¡Ahhhhh!.- ¡So putilla!.-
Separé las piernas cuando sentí que la mano de Kuka se adentraba por dentro de mis bragas hacia mi vientre, después de entretenerse en acariciar mi estómago, y buscaba ya, entre los pelos de mi sexo, la entrada a mi rajita, pero antes se entretuvo rozando con toda la delicadeza del mundo el clítoris, apartando los pelos que lo cubrían y proporcionándome un estímulo clave para que empezara a entregarme a ella
.-Mi amorrrr.-
– So putilla mala.-
Me besaba en la boca mientras me introducía el dedo corazón en mi interior, poco a poco, lentamente, sin quitarme las bragas, mientras yo le ofrecía todo mi interior con las piernas abiertas, dócil a sus caprichos.
¿Eres virgen?.- Me dijo con una sonrisa en los labios, sabiendo que, estando casada difícilmente lo sería, y sin dejarme contestarle hundió todo su dedo en mi interior. Mi sexo comenzó a arder, como mis pezones y no se me ocurrió nada mejor qué hacer que regalarle un beso apasionado.
Ahora movía su dedo con malicia, de dentro hacia fuera. Yo me proporcionaba un placer adicional, restregando mis pechos con la mano o acariciando mis muslos y mi clítoris, mientras me movía ya al ritmo que mis instintos me pedían. Kuka me hincaba la mano en el seno sobre el que estaba apoyado su cuerpo y yo la abrazaba con la otra mano. Estaba fuera de mí, irreconocible. Sudaba mientras Kuka seguía follándome con el dedo hasta que al final sentí la inminencia del orgasmo y la necesidad de desahogarme dando unos gemidos que mitigué mordiéndome los dedos de la mano.
Kuka ya no movía el dedo , sino más bien golpeaba su puño, en forma de higa, contra mi sexo y su dedo se introducía en mi interior hasta arrancarme el último gramo de placer. Nos besamos durante un rato y se tumbó a mi lado. Habló ella primero.
-La primera vez…me gusta hacerlo con las bragas puestas.-
Aquello me asustó un poco. ¿Es que tal vez habría una próxima vez? ¿No sería aquella la primera y última vez que haría el amor con una mujer? Luego me preguntó, sin obtener respuesta. ¿Te ha gustado?.-
Al final le respondí. -Ha estado bien.-
-No te preocupes…las siguientes veces es mejor. Es tu primera vez, cuando se te esfumen los prejuicios, sólo te quedará un saborcillo agradable.-
– Una nueva experiencia ¿Eh? – Me preguntó, aunque más bien me adivinaba el pensamiento. Si me siguieras, yo te iba a proporcionar experiencias para mearte del gusto. Porque yo soy enrollada que no te veas. ¿Sabes, seño?.-
Mientras me decía esto me miraba y yo procuraba pasar indiferente aunque la escuchaba.
-¿me vas a seguir el juego? ¿Vas a hacer todo lo que te diga?-
Bueno. «Vive peligrosamente». Esa era la lógica que me había impulsado al viaje. Tal vez demasiado peligrosamente, pero ¿sería mejor pasarse o quedarse corto?.
-De acuerdo, Kuka. Acepto el juego.-
-Pero ¿Sin problemas?-
-Sin problemas.-
-Y…¿Sin preguntas?.- Me quedé pensando y sopesando la respuesta.
-Sin preguntas…Seré tu dócil sierva.-
Era jueves y ante la proximidad del fin de semana, la noche sevillana se animaba. Kuka me propuso ir un bar de música y baile salsa. Miró mi ropa mientras me duchaba y cuando salí, me encontré sobre mi cama lo que debía de ponerme. Las bragas eran mías, igual que la camisa y las medias y los zapatos, pero había una minifalda que era suya, que me probé. Me resultaba un poco provocativa, pues a parte de un poco estrecha y ceñida, era muy corta.
La casualidad o más bien una intencionalidad hizo que nos tropezáramos en un bar cuya especialidad eran unos ricos chupitos que llamaban «orgasmos», con la pareja feliz, Federico y Adela. Los dos eran unos chicos altos, especialmente él, rubios, amables y educados. Ella era de un pelo rizado, en caracolillos, de nariz chata y ojos marrones oscuros, de labios sensuales y gorditos y cara redondo. Los dos, además de altos, eran delgados. Él tenía una melenilla lacia y una nariz recta. Era guapo también.
Kuka me explicó, en privado los planes. Yo me hacía la cariñosa con Federico. Adela fingiría un enfado de celos. Federico eso no lo soporta, así que se apartaría de ella, aprovechando que, por otro lado, Kuka a acompañaba. Entonces, nos iríamos al hotel y me lo llevaría a la cama, hasta las tres, al menos. Kuka me contó que había aleccionada a Federico. Le había contado que era una hembra adulta que hacía tiempo que no tenía relaciones sexuales y que estaba muy caliente y que seguro que si quería el…
Así que mi papel era fingir que estaba muy caliente. Eso no es difícil cuando se baila salsa. Primero bailamos los cuatro juntos y luego, yo me puse a bailar con Federico. Kuka y Adela nos miraban expectantes. Mi falda dejaba marcar mis curvas, que a Federico le debían parecer deliciosas, pues se le caía a baba. Pensé que en cuanto dejáramos de bailar, Adela le montaría la escena.
Pero tuvimos que dejar de bailar antes de lo previsto, pues unos capullos empezaron a rodearnos. Me acosaban y menospreciaban a Federico. AL final Federico se enfrentó a uno de ellos. La situación se puso muy fea hasta que vino el portero y pidió calma. Bueno, los matones eran chulos, pero cobardes. Se fueron haciendo unos comentarios sarcásticos. Lo cierto es que nos cortó el rollo y al llegar a la mesa, el incidente vino como agua de mayo.
Adela se mostró incomprensiva y extremadamente suspicaz. Le reprochó a Federico su forma de bailar conmigo, su forma de mirarme y que estuviera dispuesto a que le partieran la cara. Aquello era injusto, en gran parte, y si no fuera porque sabía el trato que subyacía, hubiera pensado que Adela era simplemente gilipollas. Pero conocía muy bien a Federico, pues cuando se Adela le pidió a Kuka que le acompañara, Federico, lleno de orgullo, no la siguió.
El chico y yo fuimos a un bar a cerrar la noche y tomamos un cubalibre. Hablamos y me di cuenta de lo enamorado que estaba de Adela. Y sin embargo, me deseaba, se le veía en los ojos. Cuando marchábamos hacia el hotel, lo cogí del brazo, y luego, siguiendo más las instrucciones de Kuka que mi propia conciencia, de la mano que dócilmente me extendía. Cruzamos junto al Edificio Cristina y nos paramos para comprarnos una Coca-Cola en una máquina automática. Sólo teníamos veinte duros sueltos, así que se me ocurrió una buena forma de compartirla. Le di un sorbo a la botella y le hice un gesto a Federico que entendió que debía de juntar la boca junta a la mía para transferirle el negro líquido. Aquella operación nodriza se convirtió en un beso en el que ambos buscábamos en los resquicios de nuestros labios la dulzura residual del jarabe.
Me llevé al chico a un parque que había al otro lado de la calle, cruzando la calle sin dificultad en rojo, pues ya apenas había coches ni gente. Nos sentamos en un banco el uno junto al otro y nos entregamos a un morreo en el que el chico se aventuraba a tocar mis muslos y mis senos, por encima de la ropa. Le metí mano en el paquete para descubrir que estaba excitado. Aquello hizo que yo misma me excitara.
Decidí follarme al chico allí mismo, así que le saqué la verga y me doblé sobre él para lamerle la cabecita del pene. Lo agarré con la mano y lo lamí repetidas veces con la lengua hasta sacarle la primera gotita lubricadora. El chico al principio sólo se atrevía a poner la mano sobre mi cabeza, pero ahora me magreaba el culo con fuerza.
Saque de mi bolso un preservativo y se lo tiré sobre las piernas indicándose que se lo pusiera. Mientras, haciendo un esfuerzo me subí la minifalda y tiré de las bragas hacia abajo, haciendo con ellas una pelotita que dejé olvidada junto a mí. Me senté sobre el muchacho. Ofrecía al inexistente público la imagen de mis nalgas desnudas aparecer bajo la falda subida hasta la cintura. Me inserté la cabecita del pene engabardinado de Fede y comencé a agacharme lentamente para introducírmelo sin dolor.
El chico me abría la camisa y buscaba mi pecho, luchando y venciendo al sujetador. Me comía las tetas mientras me agarraba de las nalgas. El calor de sus manos y de su boca contrastaban con el húmedo frío de la noche.
Su pene estaba dentro. Comencé a moverme. Aquella postura hacía que sintiera todo el miembro dentro de mí y el roce de sus dedos próximo a mi ano, me calentaban. Mi clítoris sentía el duro tacto de la cremallera de su pantalón. Mi zumo debía de mojarle los vaqueros e impregnarlos del olor de mi almizcle. Me excitaba pensar que dejaba mi rastro sobre él.
Me eché manos atrás y metí la mano entre las piernas para rozarle la base del pene, donde comienza el escroto. Lo arañaba suavemente con las uñas y el chico parecía pegar respingos que me impulsaban y me incrustaban en él aún más y con más ganas, hasta que Federico comenzó a mover la cabeza hacia detrás ,mirando al cielo y consiguiendo correrse. Entre tanto yo , al ver el panorama, empecé a moverme más de prisa durante medio minuto hasta conseguir correrme yo también, entregándome a un ritual de besos en el cuello y la boca de mi joven amante, al que no sé cómo podría mirar a la cara durante el mes que quedaba de clase.
Nos compusimos la ropa y seguimos paseando, aunque, como os he dicho, dejé las bragas olvidadas. Al llegar, Kuka dormía pero se despertó mientras me desnudaba y advirtió la ausencia de mis bragas.
-¿Qué tal ?.-
– Pues me lo he follado en el parque?.-
-¿Y tus bragas?-
– Las olvidé.-
Kuka no dijo nada más y siguió durmiendo.