Capítulo 10

Cuando llega Jorge a la garita para hacer el relevo, Araceli está preparada con todas sus armas de seducción. Sentada con las piernas cruzadas exhibiendo sus dos exuberantes jamones; su vestidito rojo con flores blancas (que al no llevar puesto el sujetador, los pezones parece que quisieran atravesar la tela); y con sus tacones, que la ponen en 1,88 m. No alcanza a Jorge, este mide 1,90 m y calzado subirá 3 cm más, seguro. Fuerte como un armario empotrado, es el macho alfa que desea Araceli.

–¿Qué tal la noche? ¿Estuvo entretenida? –pregunta Jorge.

–Un poco parada. Me dio tiempo hasta de explotarme un par de ampollas que me salieron en los pies, por tanto senderismo que hago –le contesta Araceli, con mucha sorna, pues si leyeron el episodio anterior ya sabrán el porqué.

–Bueno, pues ya te puedes ir. Descansa mucho y disfruta del fin de semana –dice Jorge.

–De eso nada, mi amor. De aquí hoy no me voy hasta que me folles duro. Me da igual si estás muy enamoradito de tu cursi, pero tú hoy no te me escapas.

De repente, Araceli, cambió su habitual rol de hembra dominante, de loba feroz, de esclavista de hombres y mujeres sumisos. Parecía otra mujer.

–No te pido que me hagas el amor. Te pido que me folles duro, sin piedad, como si fuera una puta de barra americana. Eres un hombre que me calienta mucho. Seré tu gatita dócil.

Jorge se creció en su ego y vanidad. Ver a una mujer tan exuberante y dominante, de repente adoptar un perfil tan servicial, lo puso cachondo y aceptó ponerle los cuernos a su recién esposa con Araceli.

–Acepto pero tienes que postrarte de rodillas ante mi rabo y hacerme un Garganta Profunda. Te vas a tragar enterita mi polla de 22 cm –suelta con cierta prepotencia y chulería Jorge.

Araceli coge un cojín, lo pone en el suelo y se arrodilla sobre él. Tiene la bragueta de su hombre a unos centímetros de distancia. Desabrocha el pantalón y le desempaqueta la verga. Esta está tiesa y dura como un mástil. Araceli pensó que estaría morcillona y se sorprendió al ver aquel cacho de carne tan enhiesto.

La polla de Jorge está circuncidada. La piel del glande está curtida, casi no se diferencia de la piel que cubre el resto del tronco. Araceli le pega un piquito en la punta. Poco a poco se va introduciendo aquella barra de carne en el interior de su garganta. De momento, solo engulle la mitad de la polla y un poco más.

Jorge la coge del cogote y la empuja hacia su pubis.

–Métete más polla dentro, puta. Quiero sentir cómo atraviesa tu campanilla. Te quiero follar la laringe.

Araceli tuvo dos o tres arcadas cuando Jorge comenzó a aumentar el ritmo del fuelle. Con cada arremetida le iba introduciendo más polla dentro de su cavidad bucal. Después de seis o siete intentos, por fin Jorge consigue meterle todo su rabo en la boca. Su pubis choca contra la nariz de Araceli, se la aplasta. La comisura de los carnosos labios de la segurata tocan la bolsa escrotal. Araceli no puede evitar ir soltando unas copiosas y espesas babas.

Por los alrededores del recinto se presenta Lucas. Cumplió con su decisión de aparecer al día siguiente para comprobar por sí mismo si Araceli se tiraba o no a Jorge. Lucas se acerca a una ventana y observa qué ocurre dentro. Ve a Araceli de rodillas manducándole la polla a su compañero y Lucas decide sacar el móvil y grabarlos.

Cuando ya grabó unos cuatro minutos decide entrar y montar un numerito. Abre la puerta de un empujón y brama:

–Así que era cierto. No ibas de farol. Pues que sepáis que os he grabado y pienso mandarle una copia a vuestras parejas, para que sepan qué clase de angelitos sois. Sobre todo tú, Jorge.

Lucas, cegado de rencor, no supo medir sus fuerzas a la hora de amenazar. Jorge le saca casi dos cabezas y es mucho más corpulento. Este, se desengancha de la boca de Araceli y sale corriendo hacia su contrincante. Lucas, dándose cuenta de su error, intenta zafarse de Jorge y huir por la puerta, pero ya es tarde.

Araceli acude en ayuda de Jorge y esposa a Lucas con sus manos a la espalda. Una vez inmovilizado Lucas, la pareja de amantes le separa las piernas y se las atan por sus tobillos a las patas de unos armarios. Lucas quedó tumbado en el suelo, boca abajo.

Araceli, para desnudar al chantajista, coge una navaja y rompe a tiras jersey, camisa, pantalón y ropa interior de Lucas. Jorge, mientras, revisa el móvil del compañero chantajista para borrar el video que podría poner en riesgo su matrimonio.

–Ahora te vamos a grabar nosotros a ti en una sesión de BDSM –le dice la segurata a Lucas.

Araceli, con respecto a Lucas, recupera su actitud de dómina y de humilladora de machos. Le pisa la cabeza con sus botas de tacón alto y le escupe en la cara. Después se sube la falda corta, y sin quitarse las bragas, le orina en el rostro.

Jorge coloca dos trípodes con los móviles de Araceli y el suyo e indica a Araceli que se ponga una máscara de cuero, de las que cubren todo el cráneo. Hay unas cuantas en un cajón. Jorge se pone otra. Y comienzan a grabar.

–Grabaremos el video sin sonido, para que a ese cabrón no se le oiga decir nuestros nombres –comenta Jorge.

–Sodomízalo con tu anaconda, cariño.

–Para ponerme cachondo y poder penetrar a este asqueroso tendrás que practicar un sensual striptease delante de mí, Araceli. Solo así podrá ponérseme dura y romperle el trasero a este guarro.

Araceli puso un poco de música y comienza a bailar de forma provocativa. Se fue desprendiendo del vestido corto. Después se quita las bragas, las cuales están empapadas por la anterior lluvia dorada. Las retuerce sobre la cabeza de Lucas, cae un copioso chorro de pis. Luego, con ellas, Araceli le pega unos guantazos en la cara a su sometido.

La polla de Jorge comienza a reaccionar positivamente. El hombre se pone un condón y se dispone a sodomizar, sin ningún tipo de lubricante, a su víctima.

–Por tu bien, si no quieres que te haga un desgarro, será mejor que relajes el esfínter y te dejes empotrar.

–Sois unos degenerados. Dejadme ir y no diré nada. No sigáis con esta locura –suplica Lucas.

Jorge introduce su barra de carne dura y caliente por el ojete estrecho de su “querida”. En cinco buenas estocadas se la hinca por completo en el colon. El hijoputa chilla como un cerdo en el matadero. Araceli le mete sus bragas encharcadas en la boca. Con un esparadrapo le fija a la boca su improvisado bozal.

Jorge no se anduvo con contemplaciones y no guarda los 15 minutos de rigor de follada lenta y suave. Se trajina el culo de aquel forzado maricón a un ritmo de tres emboladas por segundo. Araceli comenta:

–Vaya, parece que pone cara como que le gusta. Vamos a tener que pedir ayuda de otros machos. A ver si se harta, el guarro este.

Entonces Araceli telefonea a la habitación n.º 31. Allí está instalado un chico gay muy musculado y atractivo. Está solo. Parece que su cita le dio plantón. Se la está pelando mirando una película en el televisor.

–¿Quieres venir a la garita de seguridad y tirarte a un sarasa prácticamente virgen? –le pregunta Araceli al chico, contestando con un rotundo sí el chaval.

Luego llama a la habitación n.º -12, donde una dómina se dedica a ensanchar ojetes anales de un grupo de esclavos. Esta mujer tiene un sin fin de juguetes sexuales con los cuales hace sufrir con intensidad a sus machos. La invita a unirse a la fiesta, para darle lo suyo a un espía chivato, y la dómina acepta encantada.

Por último, telefonea a la habitación 14. Allí hay dos mulatas dándose el lote, comiéndose el coño en un sensual 69. Las pilló en pleno orgasmo y tardaron un poco en descolgar. Cuando lo hacen, lo primero que dice una de ellas es:

–Vamos, con la condición de poder escupir, sonarnos los mocos y orinar en la boca de ese cabrón. Tenemos que desquitarnos de esta sociedad patriarcal y falocéntrica.

Araceli acepta sus condiciones.

A todas las personas a las que invitó a unirse al folleteo, les pide que se pongan una máscara de cuero. Para no ser reconocidas en el video que están grabando.

Jorge, después de estar más de media hora zumbándole con saña el trasero a Lucas, decide correrse. Como lleva puesto un preservativo, toda la carga de esperma queda a buen recaudo.

Cuando se desacopla de su esclavo, se saca con cuidado el condón y se lo da a Araceli. Esta (después de quitarle el esparadrapo a Lucas y las bragas de su boca), a modo de flash de hielo le vacía el preservativo en la garganta a su sometido. Lucas no tiene más remedio que obedecer, si no quiere que le estrangulen los testículos. Araceli amenazó con retorcerle los huevos sin piedad y Lucas sabe que la guarda no va de farol.

Una vez vaciado el condón, Araceli le da la vuelta como un calcetín y se lo mete en la boca a su improvisado chapero para que lo chupe bien. Solo después de unos tres minutos, le da permiso para que lo escupa.

Suenan unos toques en la puerta. Jorge la abre y se encuentra con el solitario gay, la dómina y la pareja de lesbianas mulatas.

–Pasad. El maricón sometido es todo vuestro –les indica Jorge a sus invitados.

Mientras la dómina (con un pene de látex de 24 cm de largo y 15 cm de perímetro), se folla sin compasión el trasero de Lucas, turnándose en los envites con el chico gay, y las lesbianas mulatas mean, escupen y se suenan las narices en boca y cara del chantajista, Araceli y Jorge deciden irse al vestuario. Se pegan una ducha y, en un rinconcito junto a unas colchonetas, hacen el amor apasionadamente.

Después de más de tres horas de sexo duro, el rostro y resto del cuerpo de Lucas quedaron pringados de semen, orina, mocos, saliva… y hasta vómitos de sus dominadores (el chico gay y una de las mulatas no pudieron evitarlo, son demasiado sensibles). Tenían pensado seguir un par de horas más con sus humillaciones, pero los móviles de Araceli y Jorge se estaban quedando sin batería.

–Estos videos, si no haces todo lo que te mandemos de aquí en adelante, serán enviados, no a Lourdes, tu chica (que seguro que en vez de enfadarse contigo, se masturba viéndolos), sino a tus padres, hermanos y lo que es peor, a tu cuñado. Sí, ese que te tiene ganas –le comenta Araceli a Lucas.

Lucas fue a por lana y salió trasquilado. Como su ropa estaba a jirones, salió desnudo de la garita, lleno de pringue, y se dirigió a su coche. De esta guisa fue conduciendo por todo el trayecto, hasta llegar a su casa.

–Solo faltaba que ahora me parasen los guardias de tráfico –pensó para sus adentros Lucas, tembloroso–. ¿Qué escusa podría darles? La verdad no la puedo decir.

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