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Teléfono erótico I

Teléfono erótico I

Ella se sentó en la silla justo enfrente del despacho de su jefe.

No se dio prisa en sentarse y cruzó sus piernas elegantemente.

Por supuesto, llevaba una minifalda estrecha y relativamente corta.

Sus largas piernas quedaban expuestas para ser admiradas.

Él la observó complacido, inspeccionándola de arriba abajo.

Finge volver a prestar atención a unos papeles.

Pasados unos segundos, los aparta y le pregunta acerca de su estado de salud, el cual confirma que había mejorado en pocos días tras las temperaturas que se habían dado.

Todo parece una conversación más en el despacho del “jefe”, porque siempre reinaba una cierta tensión en el aire y nerviosismo.

Sin embargo, él, de repente, parece ponerse mas tenso y serio de lo habitual, y comienza diciendo:

– Bueno…, quería hablar contigo acerca de un tema del que estoy preocupado. Quiero pedirte que seas comprensiva y no te molestes conmigo,…. voy a ser totalmente sincero. Veras,… he estado escuchando algunas de tus conversaciones, lo cual sé que no debería haber hecho, pero debes también entender que se trataba de mi obligación.

– ¿Su obligación?

– Sí, es de mi incumbencia controlar el trabajo de mis empleados, otra cosa no me permitiría saber si están haciéndolo bien o mal.

– ¿Pero se trata de conversaciones privadas?

– Entiendo que si las haces en el trabajo y si además tu trabajo consiste en hablar por teléfono, deben estar sometidas a control por parte de tus superiores, por lo que no son del todo privadas.

– ¿Pero a mí nunca se me ha dicho que mis conversaciones podían ser escuchadas?.

– Pues debería habérsete informado; siento se haya pasado eso por alto en tu caso. Pero puedes preguntarles a tus compañeras, todas saben que se controla lo que hablan.

– En fin, lo que quería decirte es que… bueno… creo que haces muy bien tu trabajo;… demasiado bien, debería decir.

– Bueno, no sé si tengo que tomármelo como un cumplido.

– Claro que si, lo haces muy bien, te felicito.

– Gracias.

– Pues eso,… creo que lo haces muy bien y ahora te escucho solo por placer.

También tienes una voz muy agradable.

– Me alegro que le guste.

– Tengo que hacerte una pregunta, tengo curiosidad. No interpretas ningún papel cuando trabajas, ¿verdad?. Eres tú misma.

– Si, así es.

– Lo sabía, sabia que era imposible que estuvieras fingiendo.

– Bueno, en honor a la verdad es que no siempre me lo paso bien, algunas veces tengo que sobreactuar y otras fingir del todo.

– En cualquier caso, en todas eres buenísima.

– Gracias otra vez.

– ¿Puedo seguir preguntando?

– A ver.

– ¿Disfrutas mucho?

– Pues si, es irremediable, imaginando lo que se imagina…

– Pero te quedarás con las ganas de hacerlo de verdad, ¿no?.

– En ese momento, si, pero cuando terminas la jornada necesitas un poco de reactivación para proseguir. No sé si me entiendes.

– Claro que lo entiendo. Y… podrías decirme si te tocas cuando lo haces.

– No siempre, algunas veces sí, por eso pedí una habitación privada.

– Ufff… como me gustaría verte…

Tras su sonrisa, no pudo resistirse a seguir preguntando.

– Y… ¿Qué usas para hacerlo?; ¿los dedos?.

– Sí. Y mi imaginación.

– Lo sé, sé que tienes una imaginación muy especial para el sexo. Me encantan tus fantasías.

– No todas son mías, ten en cuenta que los clientes ponen mucho de su cosecha y ellos son los que piden y…mandan.

– Pero ¿no me negaras que la mayor parte de las fantasías de las que hablas te gustan?.

– Claro que sí. Casi todas me entusiasman. Solo unas pocas ni me van ni me vienen. Y hasta ahora no ha habido ninguna que me haya desagradado.

– Y si no estas sola, porque tienes que compartir habitación con alguna compañera, ¿también te tocas delante de ella?.

– No. Solo en una ocasión con una chica que vino nueva. Ella lo hacia y me excitó mucho. Al final terminamos liadas las dos.

– Vaya, eso no lo sabia. Lastima que me perdí las conversaciones de esa noche.

Y cuando estás con otra compañera con la que no lo has hecho, debes sentirte en todo caso muy mojada, ¿no?.

– Efectivamente, muy mojada. Casi como lo estoy ahora. Algunas veces he llegado a mojar la falda, porque no suelo llevar bragas.

En ese momento descruza las piernas y deja ver en la sombra su sexo, dándose cuenta él, inmediatamente, de que efectivamente no había ropa interior.

Su mirada no puede dejar de centrarse en ese hueco y ella siente su excitación, a la vez que centra todos sus sentidos en esa parte de su cuerpo la cual observan con deseo tangible.

– Y ¿Cuál es la fantasía que me ha escuchado que más le ha excitado?

– La verdad es que la mejor es aquella en que te insultan llamándote “puta” y te usan como tal. Y creo que esa es la que más te gusta a ti también, la que mas te pone.

Ya te he dicho que te he escuchado muchas veces; cuando te insultan y tratan como una puta es cuando te vuelves loca y pierdes los estribos.

– Sí, es cierto que es una de las cosas que mas me excitan. Me alegro de que compartamos gustos.

A lo largo de la conversación, el Sr. Arkin experimentaba un incremento paulatino y desorbitado de su excitación.

Notaba claramente como su poya luchaba con la bragueta de su pantalón reclamando un espacio del que carecía.

Deseaba cada vez con más fuerza poder sentir a la mujer que se le estaba insinuando a tan sólo unos centímetros de distancia, poder acariciar esos pezones que se endurecían delante de sus ojos y comprobar el estado de humedad de ese coñito; debía de estar muy, muy húmedo.

Ella podía percibir claramente los deseos de su jefe y, por supuesto, también quería disfrutar con él.

Sentía su coño muy mojado, ansioso por que lo penetraran hasta el fondo.

Tampoco llevaba sujetador, por lo que era consciente de que sus pezones duros por la lascivia, se transparentaban y señalaban a través su blusa. Eso la excitaba aún más, percibir su mirada en sus tetas ardiendo.

Se hizo un silencio entre los dos. Lorna pensó que tenía que llevar un poco la iniciativa, eso le gustaba y pensaba que también le complacería a él.

Decidió no apartar sus ojos de su futuro amante, mientras se incorporaba un poco en la silla para situar sus piernas sobre los reposa-brazos, primero una y después otra, hasta quedar completamente abierta de piernas exhibiendo su coño como si de un gran tesoro se tratara.

Pudo ver cómo en la expresión de su jefe aumentaba el calor y, acto seguido, parecía llevarse la mano hacia la bragueta.

Notó también como esa parte de su cuerpo se movía sospechosamente e intuyó, después, que ese miembro era liberado al desabrocharse la cremallera del pantalón.

Entonces, el Sr. Arkin se reclinó en su sillón y lo desplazó hacia atrás, de tal forma que su observadora viciosa pudiera admirar con claridad la polla que tenía entre sus manos.

Tras observar el grado de complacencia en la cara de su putita, le preguntó si era de su gusto, a lo que ella asintió efusivamente y no pudo contener llevarse la mano a su clítoris y labios para masturbarse de forma suave, queriendo reprimir todavía todo ese placer que presentía iba a comenzar a sentir porque ya empezaba a hacerlo.

– Puedo ver que estas muy cachonda, lo tienes muy mojado. Seguro que estás deseando que te follen, ¿a qué sí?. Pues ahora te voy a meter mi polla en tu coño, ahora vas a correrte de placer cuando te la meta y te la mueva un poquito. Verás como te corres, zorrita.

Se fue hacia ella, con la mano en la polla masturbándosela, y la obligó a que se sentara en la mesa, le subió hasta la cintura la falda y la abrió bien de piernas; Lorna se reclinó levemente para poder abrir aún más sus piernas y recibir toda esa polla en su coño, la cual no podía dejar de tocar y mirar anhelándola.

Él se arrodilló en el suelo y comenzó a acercar su boca hasta su sexo, primero caricias con los labios y la lengua en su ingle; cada vez más cerca su boca de su coño, sin llegar a penas a rozarla, lo que hacía que ella se estremeciera de deseo, de ganas ardientes de que lo hiciera, de que la tocara,….

Cuando lo hace, el placer empieza a recorrer todo su cuerpo. Le come el coño con pasión y suavidad, la hace sentir en el cielo.

Entonces, él deja de comérselo y se levanta…, coge la polla entre sus manos, dura y desafiante, y le dice:

– Prepárate, te la voy a meter ya, no puedo contenerme, voy a atravesarte ese coño de putita que tienes, estas muy caliente, zorra, y te lo mereces.

En ese momento Lorna imagina su polla entrando en su coño, y se deshace de emoción, de deseo. Efectivamente, la penetra de un golpe hasta el fondo, hasta muy dentro de ella, de una forma un poco violenta, tanto que le dolía a la vez que este dolor le suponía mayor placer.

Empezó a moverse rápido dentro de ella, notaba como su coño iba a correrse, ya no podía aguantar, pero sentía tanto gusto que se resistía a correrse para no dejar de sentir lo que experimentaba en esos momentos, así que aguantaba, contenía su orgasmo que peleaba por aparecer, y eso le proporcionaba cada vez más gozo.

Su pervertido jefe seguía sacándosela y metiéndosela impetuosamente, y ella trataba una y otra vez de contener su propio orgasmo, lo cual lograba, porque además sentía que se hacía pipi, y eso le inhibía la corrida y con ello, más placer, y gozar más rato antes de correrse.

Después de muchas embestidas de su amante, seguía sin correrse o, mejor podría decirse, seguía en una corrida interminable.

Sentirla era contagiarse de ese placer y explotar con ella; tampoco pudo aguantar más y la llenó de su semen, y la zorrita disfrutó de esa corrida tan espectacular que le había llenado entero su coño de leche.

Gimió y frunció su cara cuando se corría de tal modo que no pudo ocultar todo lo que había disfrutado.

Tras salir de su orgasmo, se quedó mirándola y la consoló diciéndole que era una gran puta, que le había hecho pasar un buen rato.

El Sr. Arkin pretendió insinuar que todo había terminado, lo que a ella parecía desagradarle. Pero pasados unos segundos, él le explicó que sabía que era una zorra de verdad y que tenía más ganas de follar, que no se preocupara porque había pensado en otras cosas para complacerla.

Se acercó al primer cajón de su escritorio y cogió un consolador bastante grande, con una manita para frotar el clítoris y otra polla pequeñita para el culo.

Se lo mostró, orgulloso de su posesión, y le explicó que lo tenía allí para las putitas como ella que necesitaban pollas a todo momento.

Por supuesto que cambió la expresión de la cara de Lorna, aquel invento parecía que podía darle mucho gustito.

– A ver, tiéndete bien en la mesa, a lo largo y abre bien las piernas. Te voy a meter primero esta polla grande por tu coño. Así,… hasta el fondo, bien dentro,… que te duela un poquito, puerca… Así,… qué bien, putita, … cómo la disfrutas.

Y ahora vamos a probar esta manita en tu clítoris. Ufff…, que bien…, así…, te gusta, ¿eh?… Tócate tú también si quieres, puta.

Estas muy cachonda, zorra, te vas a correr,…. ya no puedes aguantar más, ¿verdad, putita?.

Mmmm…

Y, por último, esta pollita pequeña en tu culo. Así…..; así….. ¡cómo te gusta!, ¡cómo lo mojas todo!; mmm……; me gusta,…. Me gusta que te guste, que seas tan guarra,… uuummm…..

Ya sí que no puedes reprimirte, se va a ir tu orgasmo junto con todo tu pipí, con toda tu meada. Seguro que sí…. Quiero verlo… Eso es,… así,….así,…, córrete,…. córrete, ¡puta!.

Cuando explotó de placer, efectivamente se meó encima, incontroladamente, sintió como se había corrido a la vez por su vagina, por su culo y por su clítoris.

La sensación que embargaba su cuerpo era indescriptible, la que nos sorprende a todos tras una buena corrida.

La piel la tenía de carne de gallina, sus pezones erectos, su coño hinchado de sentidos, y todavía seguía gimiendo.

Continúa la serie Teléfono erótico II >>

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