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Práctica de trabajo

Práctica de trabajo

Era una tarde lluviosa y fría cuando llegue a aquel edificio.

No tenía muchas ganas de estar allí, pues a mis diecinueve años hay cosas más importantes que hacer, pero la observación directa del funcionamiento de una pequeña empresa era un requisito obligatorio de mis estudios de administración.

Busque en la lista de oficinas y rápidamente ubiqué la empresa de cómputo en la que haría la observación, empresa que era de un amigo de la familia y por el intercomunicador hice saber de mi llegada.

Una vez dentro del edificio subí al piso que correspondía y me presenté a la secretaria. Esta me hizo pasar a una pequeña sala y cinco minutos más tarde ví entrar a Sergio.

Nos saludamos efusivamente, pues hace algunos meses que no nos veíamos, y le comenté rápidamente de mi interés de estar allí.

Él me dijo que no tenía ningún problema y que más bien le encantaría que lo acompañara a una reunión que tenía esa tarde con un proveedor de su empresa.

La idea me encantaba, pues además de hacer mi trabajo, iba a pasar la tarde con Sergio, quien además de conocido, era un hombre muy atractivo y cuyo éxito empresarial le daba un aire de importancia aún mayor.

Mientras íbamos en su carro me imaginaba a mí mismo a los treinta años en una posición como la de él: dueña de mi propia empresa, soltera y confiada en los pasos a seguir.

Nos detuvimos en un semáforo y yo seguí absorta en mis pensamientos, de repente volví a ver a Sergio para consultarle algo sobre la forma en que debía redactar mi informe y lo sorprendí mirando detenidamente mis piernas.

Él desvió la mirada e hizo como si estuviera distraído, yo no sabía que hacer.

Sabía que mi cabello largo y negro, tanto como mis ojos, mi delgado cuerpo, mis piernas y mis pechos eran una buena presentación para un tipo como él. Además no dejaba de gustarme el que un hombre tan atractivo y maduro se fijara de esa forma en mí.

Cuando llegamos al lugar de la cita nos bajamos del auto.

Yo caminé frente a él moviendo mi trasero de forma exagerada, segura de que me estaría observando y como un juego sensual lleno de inocencia.

Una vez en la oficina del proveedor me llevé la agradable sorpresa de encontrarme con un joven de unos veinticinco años, muy atractivo y con una mirada penetrante que me hizo sonrojar al instante.

Luego de las presentaciones del caso, y de explicar mi presencia en la reunión, entramos a su oficina y ellos se sentaron en un sillón grande junto a una pequeña mesa en la que desplegaron las hojas necesarias para su negocio.

A mí me dejaron un pequeño sillón frente a ellos.

Como ambos sillones eran un poco bajos pude ver como cuando me senté ambos aprovecharon la ocasión para mirar mi ropa interior, por lo que me senté un poco de lado, dejándolos ver generosamente mis muslos, pero cubriendo de la mejor manera mis intimidades.

La reunión siguió una rutina normal y pronto Marco, que era el nombre del proveedor, nos ofreció a ambos un trago. Sergio y yo aceptamos y él caballerosamente nos lo sirvió.

Seguía la reunión y yo trataba de poner atención para mi reporte, pero no dejaba de sentirme incómoda por sus constantes miradas a mis piernas.

Pronto me aburrí y mi mente empezó a divagar en fantasías.

Estar ahí con esos dos hombres tan atractivos, que me miraban constantemente las piernas e incluso me habían enviado un par de piropos, empezó a excitarme.

Disimuladamente dejé mi posición de lado y les dejé frente a los ojos mi entrepierna.

Ellos hicieron como que no lo notaban, pero el bulto en sus pantalones empezó a delatarlos.

Yo con malicia le pedí a Marco un poco de agua; él no hacía como levantarse pues su erección era evidente, sin embargo no encontró como negarme el agua y se levantó, yo le miré con descaro su bulto y le dije con cara de inocencia:

Oye, mira como estas ¿qué te ha puesto así?
Él no hallaba que contestar cuando Sergio se levantó del sillón y caminó hacia mí. Su erección era tan evidente como la de Marco y sin embargo caminaba sin ninguna vergüenza hacia mí mientras me decía:
¡Tú nos pusiste así! O me vas a decir que no te has dado cuenta que llevamos un buen rato viéndote entre las piernas-
Cuando terminó de decir esto ya estaba frente a mí. Yo sentada en el sillón y él de pie frente a mí con su pene queriendo hacer estallar su pantalón. Desde ahí abajo lo veía inmenso y me sentí indefensa ante él.
Tal vez fue por esa sensación que no me moví ni dije nada cuando se hincó frente a mí, separó mis piernas y empezó a besar la parte interna de mis muslos.

La sorpresa y el asombro que sentía me hicieron olvidarme de Marco y me quedé como hipnotizada viendo como Sergio poco a poco me iba chupando las piernas, luego pasó su lengua sobre mi pequeña tanga y luego separó esta a un lado y hundió la lengua en mi vagina, haciéndome dar un pequeño suspiro de placer.

Estaba entregada al placer y la mamada que estaba recibiendo me estaba llevando directo al orgasmo.

En un momento dado Sergio se detuvo y me dijo que le ayudara para quitarme del todo mi ropa interior.

Esa pequeña pausa me hizo caer en cuenta de mi situación.

Estaba sola en una oficina con dos hombres y uno de ellos estaba a punto de desnudarme.

Le dije a Sergio que no quería seguir y que prefería irme para mi casa ya.

Iba a hacer intento de levantarme cuando sentí la presión de dos manos en mis hombros que me empujaron de nuevo hacia el sillón.

Alce la mirada y observe a Marco, sin camisa y con su pene afuera que me decía:

Olvídalo, ahora vas a terminar lo que empezaste-
Desde donde estaba miraba el pene de Marcos desde abajo, lo que hacía que tanto sus huevos como su pene se vieran inmensos. Pronto sentí que Sergio me arrancaba la ropa interior de un tirón y hundía salvajemente su lengua en mi vagina.

Iba a volver mi mirada hacia él cuando Marco me tomó de la barbilla y empezó a restregar sus huevos sobre mi cara, luego se fue moviendo hacia el lado del sillón y sin siquiera preguntarme me metió su verga en la boca.

Ya a esas alturas mis ganas de irme de ahí se habían ido y empecé a mamar aquel pene con ganas, mientras trataba de controlar los espasmos que me producía la lengua de Sergio.

El orgasmo no se hizo esperar y aprisioné entre mis muslos la cabeza de Sergio.

El se levantó de entre mis piernas y con fuerza me levantó del sillón.

Ya de pie me quitó el vestido de un solo tirón y luego me arrancó el sujetador para dejarme desnuda en medio de esa sala.

El saberme desnuda, apenas con medias, zapatos de tacón y un pañuelo de seda alrededor del cuello, me encendió de forma increíble.

Me lancé sobre Sergio y saqué su pene para empezar a mamarlo con fuerza.

Tan concentrada estaba en esta tarea que no me di cuenta de que Marco me había quitado el pañuelo de seda del cuello y se había hincado detrás de mí.

Pronto sentí como Marco tomaba el pañuelo y lo empezaba a pasar en medio de mis piernas.

Aquella leve caricia, unida a sus besos en mi cuello y espalda eran deliciosas.

No pocas veces sentí el roce de su pene contra mi espalda cuando se pegaba más a mi cuerpo para susurrarme al oído palabras onsenas que no me atrevo a repetir.

El poco control que tenía de la situación acabó cuando Marco se fue colocando en cuatro y hundió su pene en mi vagina.

Sergio me tomó del cabello y dirigió mi cabeza, que había perdido su norte por la penetración de Marco, de nuevo hacia su pene.

Las entradas lentas y profundas desde atrás me hacían mamar suave y profundamente el pene que tenía en mi boca. Los tres éramos una perfecta máquina sexual y el placer que estábamos recibiendo lo hacían evidente mis amantes con sus palabras y halagos.

Yo, que por obvias razones no podía articular palabra, respiraba con fuerza y movía mi lengua y mi cadera al ritmo que la naturaleza me dictaba.

Los embates desde atrás empezaron a hacerse más fuertes y yo sentía que el pene en mi vagina tocaba la entrada de mi útero mientras que empujaba mi cuerpo de tal forma que el pene de Sergio me llegaba hasta lo más profundo de mi boca.

Todo esto me hacía sentir poseída de una forma salvaje y me daba un placer que nunca había sentido.

Las cuatro manos que acariciaban desde mi cuello hasta mi espalda me daban una sensación increíble de multitud, y en mi mente exciatada y fantasiosa me sentía en medio de una multitud de hombres preocupados sólo en darme placer.

Tal era mi estado de excitación y entrega que la entrada de uno de los dedos de Marco en mi ano, cosa que nunca me había gustado, en vez de provocar en mi un reclamo me lanzó con furia hacia un nuevo orgasmo.

Me vine de una forma inusual, y mis piernas y brazos empezaron a temblar descontroladamente.

Cuando terminé de venirme mis amantes me llevaron, agitada y confundida, hasta el sillón más grande y me acostaron en él.

Luego se dedicaron a chupar mis pechos, dándome tiempo para recuperarme y poder seguir con la que parecía ser una sesión interminable de sexo.

Cuando me recuperé un poco me incorporé y me encontré sentada en un sillón y con dos hombres desnudos frente a mí.

Ellos se acercaron lentamente y arrimaron sus penes a mi boca.

Yo los empecé a mamar lentamente disfrutando de algo que siempre había soñado, pero que pensé, nunca me animaría a realizar.

Marco se dejaba hacer a mi ritmo mientras que Sergio no, él empujaba mi cabeza para que me tragara toda su herramienta.

Así me sentí como en un sueño, pues cuando volteaba a donde Marco lamía suavemente su pene y sentía sus caricias en mi cabello, lo que daban una calma particular, mientras que cuando me volvía a donde Sergio sentía sus fuertes tirones en mi cabeza y me veía obligada a mamar con furia haciéndome sentir como una cualquiera.

Sergio alejó su pene de mi boca y se sentó junto a mí en el sillón.

No tuvo que decirme nada, me levante y dándole la espalda lo cabalgué.

Su pene me entró profundamente, y como estaba sensible por el pasado orgasmo, se me hacía descomunal.

Marco se puso frente a mí y pude seguir chupando su pene, aunque esta vez, animada por las palabras de Sergio, lo hice con mayor fuerza, de una manera casi salvaje.

La cabalgada que le daba a Sergio, y la mamada a Marco estaban a punto de llevarme a un nuevo orgasmo cuando de repente Marco se retiró de mi boca y Sergio me empujó hacia arriba y me pidió que me diera vuelta.

Volvía a cabalgarlo, aunque esta vez de frente a él, mientras que Marco empezó a besar mi cuello y luego empezó a pasar su lengua por toda mi espalda.

Siguió así hasta llegar a mis nalgas.

Poco a poco se fue abriendo pasó entre ellas.

Sergio me abrazó hacia su cuerpo y me empezó a besar de forma deliciosa mientras que Marco empezó a chupar entre mis nalgas hasta llegar a mi esfínter.

En ese momento entendí la intención que tenían, y a pesar del temor que me daba, la excitación de la situación y los besos de Sergio me impidieron articular palabra.

La penetración fue lenta y pausada.

Ambos parecían saber lo que hacían pues Marco nunca se apresuró y Sergio logró con sus besos hacerme olvidar de la intrusión de la que estaba siendo objeto.

Poco me fui relajando y después de un par de minutos, que a mí me parecieron eternos, sentí que Marco había llegado hasta el fondo.

Por un instante pareció como si el tiempo se hubiera detenido.

Me encontraba en medio de esos dos bellos hombres completamente penetrada por ellos. Mi cabeza se encontraba en una especie de mareo.

Poco a poco fui recobrando el sentido de la situación y baje mi mano hacia aquella ocupada región de mi cuerpo.

Ahí pude palpar la fuerza de lo que estaba viviendo: mi primera doble penetración.

Ellos ya habían empezado a moverse muy lentamente.

Yo hice mi parte con igual lentitud pues temía que alguno de ellos pudiera salirse.

Después de un rato nuestros movimientos eran más rápidos y seguros y el roce de sus cuerpos, unido a la sensación de poseída que tenía me hicieron llegar a un nuevo orgasmo.

Los besos de Sergio, que seguía frente a mi me empapaban la boca, mientras que Marco chupaba mi espalda y mi cuello.

De un momento a otro Marco empezó a moverse con mayor rapidez buscando su propio orgasmo.

Yo gemía con fuerza por la dureza de su penetración.

Llegando al final Marco sacó su pene de mi trasero y lanzó todo su semen en mi espalda.

El caliente líquido apenas había empezado a bajar por mi cuerpo cuando Sergio me levantó con fuerza de su regazo, caí hincada al suelo y él acercó su pene a mi boca soltando una gran cantidad de esperma.

Cuando terminó de regarse mi boca y mi cara estaban llenas de semen.

Terminé esa tarde de sexo acurrucada en los brazos de mis dos amantes satisfecha de haber podido terminar mi práctica de trabajo y mi fantasía sexual a la misma vez.

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