Mi sobrina

Cuando mi esposo me dijo que su sobrina Sandra, de 17 años, vendría a pasar una temporada con nosotros, me puse muy contenta, ya que me encontraba bastante sola en la casa a la que recientemente nos habíamos mudado, pues todavía no había hecho amistades en el nuevo barrio.

A Sandra hacía tres años que no la veía, o sea desde que tenía catorce, por lo tanto no estaba preparada para el cambio tremendo que se había efectuado en ella.

De una niña con físico desgarbado y vestida como varón, a una extraordinaria mujer, de aspecto más que sexy y que sin duda debía despertar los instintos sexuales de cualquier hombre.

Cuando llegó a casa traía puesto una minifalda tableada que apenas le cubría las nalgas y una blusa en la que se notaban sus senos libres bajo la misma, mientras la ayudaba a acomodar sus cosas, pude notar que todo su guardarropas era en ese estilo: polleras cortas, shorts, pantalones que daban la sensación de ser de talles más chicos que el que ella precisaba y camisas y buzos más que sugestivos.

A los pocos días de estar con nosotros, me di cuenta que había empezado a salir con alguien, ya que la llamaba por teléfono varias veces al día y cuando salía ponía especial esmero en su arreglo.

Un día estaba en su cuarto y me llamó.

Cuando entré vi que tenía desparramada la ropa en su cama y me preguntó qué ropa se podría poner.

Yo empecé a decirle qué ropa me parecía más linda, pero ella las rechazaba diciendo que «esa no, esa tampoco».

Le pregunté qué problemas tenía con la ropa, y ella me respondió que quería ponerse algo distinto, y me preguntó si yo no tenía algo que le pudiera prestar.

Le contesté que por supuesto que si, pero que no se hiciera ilusiones porque mi ropa era un poco más conservadora que la de ella, no en vano yo tenía 29 años contra los 17 de ella.

Su respuesta me extrañó, ya que dijo que le parecía bárbaro algo más convencional y nos fuimos a mi cuarto, donde yo le empecé a mostrar lo que le podría quedar bien.

Ella pidió que le permitiese probarse algunas cosas a lo que yo accedí sin problemas y se empezó a desvestir.

Cuando se quedó en ropa interior, es decir sólo en bombacha, ya que en realidad no usaba sostén, pude apreciar realmente su cuerpo y era perfecto.

Realmente perfecto.

Su cola era redonda y bien llenita, sus senos, no muy grandes, eran erguidos y duros, sus piernas hermosas y largas y su cintura muy fina.

Una verdadera belleza.

Se lo comenté y ella contestó «muchas gracias por el piropo, sobre todo viniendo de quien viene» ante lo cual yo pregunté «¿por qué?» .

«Porque vos sos una belleza, tenés un cuerpo sensacional» me dijo. Me reí de su comentario señalando que mi cuerpo no tenía nada que hacer al lado del de ella.

«¿Estás loca? ¡si sos divina!» exclamó riéndose, agregando «déjame verte» y se acercó para desprenderme el pantalón que tenía puesto.

Yo medio me asusté de su actitud, sin saber muy bien qué debía hacer, ya que a mi edad no estaba para empezar a hacer comparaciones de físico como si fuera una adolescente, pero ella no se inmutó y terminó de desprenderme el pantalón y me empezó a tirar del buzo hacia arriba.

Terminé ayudándola a sacarme la ropa y quedé en ropa interior, bikini y sostén, ya que mis senos eran bastante grandes y, si bien no precisaba sutien, me gustaba llevarlo por que si no quedaba demasiado provocativa.

Una vez que estuve semidesnuda, ella se puso a mi lado frente al espejo nos pusimos de costado y ella me puso una mano en las nalgas y dijo «¿ves? tenés una cola preciosa, mucho más grande que la mía» y me señaló los senos, diciendo «además tenés unos senos divinos y en realidad no precisás del sostén» «No» contesté un poco incómoda de haber sentido su mano en la cola y ahora sobre mis senos, «no lo necesito, pero lo uso porque sino quedo muy provocativa».

«Eso es lo que yo necesito» dijo Sandra, «alguna ropa que no me haga muy provocativa y además necesitaría que me prestaras un sostén, si tenés alguno más chico» .

Ante esta respuesta, le pregunté qué a qué se debía ese cambio, porque no parecía ser muy de ella el vestirse de manera no provocativa.

«Lo que pasa es que estoy saliendo con un muchacho de veintiocho años y me está apurando para que nos acostemos, pero me parece que todavía no estoy pronta, por eso no quiero ir con ropa muy sexy y quisiera llevar sostén además».

«¿Todavía sos virgen?» le pregunté, a lo que ella contestó que si con la cabeza, agregando, «me parece que me da un poco de miedo el acostarme con él» «Bueno, pero ¿te gusta o no?» le pregunté a lo que ella respondió «si, muchísimo, sólo que me da miedo la primera vez».

«No te preocupes, ya llegará el momento en que lo desees y no te va a preocupar el miedo» le dije tratando de darle poca importancia a su miedo pero ella dijo «ya lo deseo con locura, no se como me contengo para no dejarlo que me coja, por eso es que le hago lo que le hago, para tratar de calmarlo»

Me asombró que hablara de ese modo tan crudo, y más ese comentario de «le hago lo que le hago» y le pregunté medio titubeando «¿que es lo que le hacés?» «Y… lo calmo de otra forma» dijo Sandra, y agregó «ya sabés, lo acaricio y se la chupo. De esa forma lo voy postergando».

Cuando sentí este comentario un escalofrío me recorrió, la espalda y sentí que me excitaba al imaginármela y no supe que decir.

Ella se me acercó y me abrazó y murmuró «no sé cuánto tiempo más voy a aguantar sin hacerlo». Yo también la abracé sin saber bien cómo actuar, pero un poco nerviosa al sentir su cuerpo contra el mío, su piel contra la mía y sus senos desnudos apretados contra los míos.

Ella siguió contándome que Jorge, su novio, era muy ardiente y que a él le encantaba que ella se la chupara, «incluso me acaba en la boca y yo me trago la leche» agregó con un tono algo excitado, «no sabés lo grande que es, casi ni me cabe en la boca».

Yo a esa altura también estaba excitada y le estaba recorriendo la espalda con mi mano, mientras seguía sintiendo su cuerpo cálido contra el mío y sus senos apretados contra los míos.

Con un esfuerzo me solté de ella y nos separamos. Al hacerlo pude ver en sus ojos un brillo extraño y su respiración agitada.

Terminó de elegir la ropa que iba a usar y se fue, en tanto yo me quedé algo incómoda por ese momento que habíamos pasado.

Al poco rato sonó el timbre y cuando fui a abrir me encontré a un excelente ejemplar de hombre, realmente atractivo, que me preguntó si estaba Sandra, agregando que era Jorge.

Lo hice entrar y al pasar a mi lado sentí que me desnudaba con la mirada.

Realmente no me extrañaba lo que Sandra sentía por ese hombre.

Era un tipo capaz de lograr que cualquier mujer hiciese lo que él quisiera.

Cuando Sandra llegó, nos presentó y al despedirse de mí me susurró «¿no te parece divino?», a lo que para mi misma me contesté que si, realmente era divino.

Cuando llegó Esteban le conté que había venido Jorge a buscar a Sandra y que habían salido.

El dijo que esperaba que ella se comportase bien, porque con la ropa que usaba sólo conseguía provocar a los hombres.

A este comentario se me ocurrió que con Jorge no era necesaria una ropa determinada, era un tipo que se debía excitar muy fácilmente y te hacía excitar solo con la mirada.

Esa noche estuve más que necesitada de sexo y lo busqué a mi marido, pero el sexo con él era un poco convencional.

En realidad nunca se le había ocurrido acabarme en la boca, como me había dicho Sandra que le hacía su novio y cuando me chupaba el a mí tampoco me hacía acabar porque era sólo por algunos segundos, sólo como preparación.

Al día siguiente sólo trabajé por la mañana porque tenía que hacer algunas cosas.

Al regresar a casa más o menos a las dos de la tarde me fui a mi cuarto y me empecé a cambiar de ropa.

Cuando ya me había sacado el vestido sentí que la puerta de calle se abría y entraban Sandra y Jorge y se iban al cuarto de ella.

Me extrañó que a esa hora estuviesen en casa, pero más me extrañó que ella lo llevase al cuarto.

De inmediato sentí que se empezaban a besar y acariciar.

A los pocos segundos lo sentí a Jorge gemir y no pude resistir la tentación, por lo que me acerqué hasta la puerta de su cuarto, que habían dejado abierta, seguramente para sentir si alguien llegaba a casa, pero lo que menos se esperaban era que yo ya estuviese.

Al asomarme al cuarto de Sandra lo vi a Jorge acostado en la cama de Sandra, con los pantalones bajos y a ella sacándose la ropa mientras su cabeza estaba sobre la ingle de él.

Por los movimientos que ella hacía era evidente que se la estaba chupando, y los gemidos de él indicaban que ella sabía bien como se debía hacer.

Me quedé petrificada ante esa imagen, ya que si bien había visto dos o tres películas porno, nunca había visto a dos personas hacer el amor «en vivo» y a mi lado.

Sandra chupaba y chupaba el miembro de Jorge y en determinado momento se movió y pude ver lo que tenía en la boca.

Realmente era grande como los de las películas, y por lo menos cuatro o cinco centímetros más largo que el de mi marido, además de más grueso.

Yo veía ese miembro desaparecer prácticamente todo en la boca de Sandra, y volver a aparecer, para que ella lo soltara y le pasase la lengua con un placer para ambos que era difícil de describir.

Después de tres o cuatro minutos de que se lo chupara, él le tomó la cabeza y la guió hacia arriba. Ella dijo «déjame seguir, te hago acabar así» a lo que él respondió «no, esta vez no, ya es tiempo de otra cosa».

«Mejor lo hacemos otro día, tengo miedo» dijo ella, pero él se mostró inflexible: «no , lo vamos a hacer ahora» y le empujó sobre la cama, terminándole de sacar la pollera y la bikini, dejando ver el pubis poblado de pelos negros, hacia donde se dirigió y la empezó a chupar a ella.

Después de algunos segundos se detuvo y se le subió encima, al tiempo que decía «esta vez no vas a acabar con mi lengua, vas a acabar con mi verga adentro».

Al oír esto sentí un calor que me subía desde la entrepierna y me excité tremendamente, con una leve culpabilidad de excitarme mientras espiaba a mi sobrina y su novio, especialmente en el momento en que ella iba a perder su virginidad.

Ella gemía de excitación mientras él le iba apoyando su miembro erecto en su entrepierna, mientras ella se abría para recibirlo, aunque pedía «por favor, despacio, tengo miedo, despacio» a lo que él respondía «no te preocupes, sólo te va a doler un poquito al entrar y después la vas a gozar como loca».

Tal como él dijo, al entrar en su sexo, ella lanzó un corto grito cuando él terminó de romper su himen y jadeó algunos segundos, como si tratase de acostumbrarse, y de inmediato comenzó a gemir, pero no de dolor, sino de excitación, mientras el subía y bajaba sobre su cuerpo, chupándole los senos con los pezones bien paraditos.

Sandra levantó más sus piernas y las cruzó encima de su espalda, como no queriendo que el fuera a salir de dentro de ella, aunque era evidente que él no tenía la intención de salirse.

Comenzó a jadear cada vez más fuerte, mientras gemía de placer en el evidente inicio de un orgasmo, el primero provocado por un pene dentro de ella.

Cada vez Sandra se movía más rápido, al ritmo que le imprimía Jorge en la penetración.

El también se empezó a acercar al orgasmo y apresuró sus movimientos cada vez más, lo que trajo como consecuencia que también Sandra se apresurarse en los movimientos y comenzase a llegar al orgasmo junto con él.

Ambos llegaron al mismo tiempo, notándose que disfrutaron tremendamente del orgasmo, y quedaron jadeando con los cuerpos unidos.

En ese momento se sintió la puerta de calle que se abría y la voz de Esteban preguntando si había alguien en casa.

Sandra y Jorge volvieron la cara hacia la puerta y me vieron parada allí, recostada sobre el marco, casi jadeando también por lo que acababa de ver, vestida sólo con biquini y sutien, y Sandra exclamó «Carola…».

Automáticamente yo entré y cerré la puerta del cuarto, quedándose adentro, y le pasé llave. Sandra dijo asustada, mientras intentaba salir de abajo de Jorge, «Si el tío me ve con Jorge me mata», Jorge se movió apenas para permitir que ella saliese y se quedó de costado, con su pene todavía semierguido, mirándome sonriente.

Yo me acerqué y le dije a Sandra que no se preocupara, que su tío no iba a entrar al cuarto, mientras los ojos se me iban hacia la entrepierna de Jorge y su miembro, grande y todavía erguido.

Ella, que captó mi mirada, dijo «viste que era verdad lo grande que la tiene».

El medio se sorprendió y comentó riendo «¿Qué? ¿Estuvieron hablando de mí?» a lo que ella respondió entre risas que me había contado «algunas cosas».

Yo no podía separar los ojos de ‘éso’ y no respondí. Jorge también captó mis miradas, ya que eran evidentes, y más con el comentario de Sandra, y me sonrió mientras me preguntaba «¿qué es lo que te dijo Sandra».

Yo sin pensar en lo que decía le contesté «que la tenías muy grande».

Cuando dije esto los dos lanzaron una risa y vi que el miembro de Jorge pegó un saltito, como si se estuviera parando de nuevo, y eso era realmente lo que pasaba, porque le volvió a saltar y se empezó a levantar.

Jorge la miró a Sandra y al ver que ella se sonreía me tomó la mano y la dirigió a su miembro. Yo estaba asombrada y paralizada, y sin saber cómo reaccionar lo dejé hacer. Me apoyó la mano en su miembro y me preguntó «¿te parece que es grande?»

Yo, sin voz, le contesté que si con la cabeza, al tiempo que cerraba mi mano en torno a su miembro.

Sandra a su vez dijo «viste que era cierto, y cuando se le para más casi no me cabe en la boca».

Yo todavía no sabía qué hacer, pero no podía abrir mi mano, y en realidad no quería hacerlo.

«Creo que ella tiene la boca más grande que vos y si le va a caber» dijo Jorge a Sandra.

Yo lo miré primero a él e inmediatamente a ella y vi que Sandra le decía que si con la cabeza y una expresión excitada en los ojos.

Después oímos a mi marido a través de la puerta llamando a Sandra.

Ella me miró asustada y yo contesté «Estamos aquí. No entres que Sandra se está probando ropa».

Jorge se acomodó más en la cama y me atrajo hacia él, empujándome la cabeza hacia su miembro al tiempo que susurraba «chupame la pija».

Yo me fui acercando lentamente, guiada por la mano de Jorge en mi nuca, y abrí la boca al acercarme a su pija, como él dijo.

Me la introduje de a poco y realmente, como dijo Sandra, era enorme y tuve que abrir bien la boca para que entrara.

Mientras tanto, Esteban, al otro lado de la puerta del cuarto, le habló a Sandra diciéndole «Sandra, quiero hablar contigo» «¿De qué?» preguntó ella sin sacar la vista de mi.

«No podés llegar tan tarde como anoche» contestó mi marido.

«Si no vine tarde, llegué a la una» dijo Sandra, sin sacar la vista de mi mientras le chupaba la pija a su novio.

«¿Y te parece que no es tarde? Si llegan a llamar de tu casa ¿qué les digo?» insistió Esteban mientras yo seguía con la pija de Jorge entrando y saliendo de mi boca.

«Que salí a pasear, no se van a hacer problema» insistió ella, con los ojos brillantes de excitación.

Mi marido se dirigió entonces a mí, diciéndome «Carola».

Yo que estaba afanada con la pija de Jorge que me llegaba hasta la garganta, me la tuve que sacar de apuro para contestarle, mientras la sostenía con la mano, «No te preocupes que no hay problema, ella se sabe cuidar».

Mientras yo decía esto Sandra aprovechó para empezar a chupársela ella a Jorge, mientras yo la seguía sosteniendo en mi mano.

Aproveché para cortar el diálogo diciéndole a mi esposo «andá, no nos molestes más, que ahora yo voy a preparar algo para comer» y al decir esto me agaché de nuevo sobre Jorge empujándola a Sandra para que le soltara la pija y me dejara seguir a mi.

Ella se separó con la cara roja de excitación y me dejó el lugar libre, por lo que me acerqué nuevamente a la pija de Jorge y me la introduje de nuevo en la boca, comenzando a succionar con más ganas que antes todavía, mientras sentía la mano de Jorge en mi nuca y otra mano, más pequeña y suave que me acariciaba la espalda, llegando hasta mis nalgas.

Esteban se fue, pero antes dijo «bueno, acaben rápido y vengan».

Jorge ya estaba a punto de acabar de nuevo, yo no sabía qué hacer y la saqué de mi boca, pero Sandra me dijo «seguí, hacerlo acabar y vas a ver qué divino es», ante lo cual yo me volví a meter en la boca esa tremenda verga, dura y palpitante, y moví mi cabeza hacia arriba y hacia abajo, metiendo y sacando la pija de mi boca, lamiendo la cabeza con mi lengua y sintiendo que se ponía más y más dura, para lograr, al cabo de poco más de un minuto, que Jorge se arqueara y eyaculara dentro de mi boca, llegándome hasta la garganta con su leche.

Al mismo tiempo que esa cálida corriente se derramaba en mi boca, Sandra, con su mano recorriendo mi espalda y mis nalgas, me dijo «¡trágatela, tragatela!» ante lo cual yo tragué el semen de su novio.

Después de este segundo polvo de Jorge, y como mi marido estaba esperando afuera, decidimos que Jorge se quedara escondido en el cuarto de Sandra, y que ella se fingiría enferma mientras yo iba preparar la cena.

A mi esposo le dije que Sandra no iba a bajar para la cena porque no se sentía bien, que yo le iba a subir algo después.

Durante la cena, yo estaba muy nerviosa por la presencia de Jorge, por volver al cuarto con ellos, y también porque Esteban no se fuera a dar cuenta.

Me causaba una gran excitación recordar que cuando el golpeó la puerta de Sandra yo estaba con ella y su novio, con la verga de él metida en la boca.

Al finalizar la cena, mi esposo subió a ver a Sandra, que estaba en la cama y se despidió de ella deseándole que se mejorara y que pasara una buena noche, a lo que le respondí que no se preocupara porque yo iba a quedarme esa noche en su cuarto para cuidarla. Sandra se sonrió excitadamente, pero mi marido no se dio cuenta.

Cuando él se fue a acostar yo me desvestí y me puse el baby-doll más provocativo que tenía y me fui al cuarto de Sandra, sin dejar de recomendarle a mi esposo que si sentía ruidos en cuarto de su sobrina no se preocupara.

Al entrar en el cuarto y cerrar con llave, Jorge salió de donde estaba escondido, debajo de la cama y me miró con una clara expresión de deseo.

No era para menos, ya que mi ropa era solamente el baby-doll, sin sostén ni bombacha, en tanto que Sandra se destapó en la cama y se mostró totalmente desnuda.

Ante esta invitación de Sandra, Jorge se acercó a ella y comenzó a chuparle las tetas, en tanto yo, algo incómoda y sin saber muy bien cómo comportarme, me senté al otro lado de la cama y lo comencé a acariciar en la espalda mientras él iba bajando por el cuerpo de ella, hasta llegar a su entrepierna.

Sandra abrió sus piernas para recibirlo y Jorge hundió su cara en la concha de mi sobrina.

Después de succionar ese clítoris durante un momento, Jorge se levantó y acercándose a mí me besó en la boca, por lo que pude sentir el gusto de la concha de mi sobrina en sus labios.

Luego me comenzó a acariciar las tetas y chupándolas me hizo calentar más todavía, al mismo tiempo que descendía por mi cuerpo con sus labios, alcanzando mi concha mientras yo me recostaba en la cama al lado de Sandra.

Jorge me chupó la concha con una pasión que nunca había puesto mi marido, por lo que me hizo llegar a un orgasmo en medio de gemidos contenidos para no llamar la atención de mi esposo.

Luego de esta primera sesión, Jorge se subió encima de su novia y la volvió a coger, mientras yo miraba como gozaban ambos.

Luego que la hizo acabar a ella, le sacó la verga y se me subió encima mío, para cogerme mientras la que ahora observaba era Sandra.

Asi nos pasamos toda la noche, gozando de una forma increíble, sin dormir un solo minuto, ya que si bien Jorge sólo se echó tres polvos en toda la noche, cada vez que él acababa nos quedábamos descansando, en medio de caricias que lo hacía volver a excitarse y recomenzar todo otra vez.

A la mañana, cuando mi esposo se levantó, yo ya le había preparado el desayuno y una vez que terminó se fue para su trabajo.

Yo le dije que no iba a ir a trabajar porque como no había descansado la noche anterior, mientras cuidaba a Sandra me iba a quedar en casa.

El me preguntó si Sandra se sentía mejor, a lo que yo le respondí que si, que estaba un poco cansada pero muy bien.

Una vez que se fue, me dirigí al cuarto de Sandra, donde ya estaban levantados ambos. Sandra se fue a bañar y yo me llevé a Jorge a la cocina para que desayunara.

El se me acercó y me preguntó cómo había pasado la noche, a lo que, con una sonrisa le respondí que muy bien, preguntando a mi vez cómo había pasado él.

Con una sonrisa me abrazó y me besó, comenzando a acariciarme los senos por debajo de la blusa que tenía.

Con sus dedos apretándome los pezones, éstos no tardaron en endurecerse y reclamar más caricias.

El desprendió mi blusa y comenzó a chuparme las tetas, a la vez que me empezaba a subir la pollera.

Empujándome contra la mesa, me bajó la bombacha y se desprendió el pantalón, sacando su pija ya parada, la que tomé con pasión con mi mano.

Me levantó y me sentó en la mesa apoyando su pija en mi concha y empujando para penetrarme.

Una vez que su pija estuvo dentro mío comenzó a cogerme, con lentitud al principio, para ir apresurando sus movimientos a medida que yo comenzaba a jadear más y más excitada.

Así llegamos al orgasmo en forma simultánea, saliendo él de golpe cuando sintió que su novia ya había salido del baño.

Una vez que desayunamos, él se fue, despidiéndose de mí y de su novia con un largo beso en la boca a cada una, acariciando las nalgas y los senos de la otra.

Una vez solas, le dije a Sandra que lo mejor era que descansáramos un poco después de esa noche increíble, por lo que me di una ducha y me fui a mi cuarto, a acostarme en mi cama.

Cuando ya estaba por dormirme, siento unos golpecitos en la puerta y la voz e Sandra preguntándome si podía entrar.

Le contesté que sí y ella se acercó a la cama, vestida sólo con una diminuta tanga, que se le metía entre las nalgas.

«¿Puedo acostarme contigo?» me preguntó con voz suave, a lo que contesté que por supuesto.

«¿Cómo pasaste anoche?» me preguntó una vez se hubo acostado a mi lado.

«Muy bien» respondí, «fue la noche más loca de mi vida».

«¿Nunca habías engañado al tío?» quiso saber Sandra.

«No, nunca me había acostado con otro hombre» dije.

«¿Y con una mujer?» preguntó riéndose.

«No» exclamé, «¿por qué preguntas eso?».

«Porque vos hiciste la precisión de que nunca te habías acostado con otro hombre» señaló mi sobrina.

«Es una forma de decir. Se supone que una mujer se acuesta sólo con un hombre».

«No» aclaró ella, «también se puede hacer el amor con otra mujer».

«Bueno. Pero yo nunca lo hice» dije medio enojada.

«¿Por qué?» insistió.

«Porque no» dije ya más enojada, «y ¿a qué viene esta pregunta? ¿Vos lo hiciste?» pregunté ya con miedo de saber la respuesta.

«Sí» respondió ella, y me dejó sin respiración.

Después de esta respuesta no seguí hablando porque no sabía qué decir ante la revelación que ella me había hecho.

Inconscientemente recordé cuando ella estaba desnuda probándose ropa y me abrazó y yo respondí a ese abrazo.

Sentí la presión de sus senos sobre los míos.

Y recordé algo en lo que no me había fijado hasta ese momento.

Cuando estaba chupando la pija de Jorge, había sentido la mano de Sandra que me recorría la espalda y también había acariciado mis nalgas, y su voz apasionada diciéndome «tragátela, tragátela» y su mano en mis nalgas, acariciándome.

Este pensamiento me dejó inquieta y me estuvo rondando la cabeza hasta que me dormí.

En determinado momento me desperté y sentí el cuerpo de ella pegado al mío, abrazándome y sus senos en contacto con mi brazo en tanto que una de sus piernas estaba metida entre las mías.

Durante algunos segundos me mantuve quieta, sin moverme, pero lentamente me fue volviendo toda la conversación que habíamos mantenido antes de dormirnos y me sentía sumamente inquieta, sobre todo por el contacto de sus senos desnudos en mi brazo y su pierna entre las mías.

Poco a poco, en medio de una confusión tremenda, me fui sintiendo atraída por su cuerpo, hasta que determiné que en realidad no estaba inquieta, sino que era excitación.

Con la mano que tenía libre le acaricié la espalda, pensando en que como era posible que ella hubiese hecho el amor con una mujer, además como era posible que yo ahora tuviese ganas de tocar ese cuerpo.

Mi mano, casi sin quererlo se desplazó por su espalda hasta sus nalgas, completamente desnudas por la tanga que tenía y las recorrió lentamente en una leve caricia que me provocó un estremecimiento.

Así volví a quedarme dormida, en un sueño inquieto en el que se mezclaron mi marido haciéndome el amor, aunque sin que yo lo disfrutara y luego la pasión que Jorge me había hecho despertar.

Gozaba deliciosamente con los labios de Jorge en mis tetas, succionando mis pezones paraditos… hasta que me fui despertando y me di cuenta que no era un sueño.

Que realmente Jorge me estaba chupando las tetas, pero no era Jorge, era… Sandra estaba succionando lentamente mis pezones y yo no atinaba a hacer que parara, hasta que me di cuenta del por qué.

Estaba gozando. Mi sobrina de 17 años me estaba chupando las tetas y yo lo estaba disfrutando.

«No, Sandra. Pará, por favor.» intenté detenerla, pero sin ninguna convicción.

Ella sólo me soltó el pezón para decirme «¿por qué? si te gusta».

Yo sin fuerzas me dejé llevar y la abracé.

De esta manera comenzó todo.

Una vez que me tuvo entregada, fue descendiendo chupando con fuerza mis tetas y dirigiendo su lengua hacia mi entrepierna, donde yo ya la esperaba y la deseaba.

Su lengua se dedicó a lamer mi concha, penetrando a veces en mi agujero, y sobre todo acariciando mi clítoris.

De esta forma me fui perdiendo en un orgasmo como nunca había tenido.

Sentía que me mareaba, que me subía un fuego desde mi concha y que me invadía una desesperación y un deseo de que nunca terminase de chuparme.

De esta forma me fue guiando al orgasmo más intenso que tuve en mi vida, en el que me retorcía en la cama, con una sensación insoportable y a la vez con el deseo de que no terminase nunca.

Una vez que hube acabado, ella se fue subiendo mientras me seguía besando el vientre, las tetas el cuello hasta llegar a mi boca, que ya la esperaba abierta y nos fundimos en un beso sensual y profundo, al tiempo que me acariciaba las tetas y yo me dejaba llevar y también comenzaba a acariciar sus tetas, pellizcando sus pezones.

Ella se dejó caer a mi lado y yo, sin saber que hacer me fui tirando encima de ella. Sandra me fue guiando, lentamente, por el camino del aprendizaje.

Me pidió que le besara las tetas, a lo que yo obedecí, succionando los pezones de esa adolescente y a la vez madura hembra que tanto tenía para enseñarme, tal como me gustaba a mi que me los chuparan.

Luego me fue empujando hacia abajo, alentándome a seguir besando hasta que llegué a su pubis, cuyos vellos me fueron acariciando los labios, encontrando más abajo los labios de su vagina, abiertos y esperando mi lengua.

De nuevo hice lo que me gustaba que me hicieran a mi y fue suficiente para que Sandra se arqueara alcanzando el orgasmo en pocos segundos.

Sin embargo, cuando intenté subir nuevamente, ella me volvió a empujar, rogándome que siguiera, por lo que volví a depositar mis labios y mi lengua en su concha, lamiendo toda su extensión, y especialmente su clítoris, tomándolo entre mis labios y chupándolos como ella me había hecho y que tanto lo había disfrutado y metiéndole mi lengua en su pequeño y hambriento orificio, para arrancarle nuevamente otro orgasmo.

Su forma de gozar conmigo era muy superior a la que yo le había visto con su novio, y me daba cuenta que yo también gozaba mucho más que cuando él me había cogido y ni que hablar de lo poco (en ese momento me daba cuenta) que gozaba con Esteban, mi marido.

Después de esta feroz sesión sexual, nos quedamos abrazadas, acariciándonos dulcemente y cada tanto reiniciábamos la pasión, chupándonos y haciéndonos acabar, como en el momento en que por primera vez hice un sesenta y nueve.

Fue Sandra, la sobrina adolescente de mi marido, la que me enseñó a hacer el sesenta y nueve, y debo reconocer que es incomparable el placer que se siente al ser chupada mientras una chupa.

La sensación del orgasmo que me llegaba en el mismo momento en que yo hacía llegar al orgasmo a mi sobrina intensificaba cada una de las sensaciones, multiplicándolas por mil.

Así fue pasando el día.

Nos levantamos para comer algo y mientras yo me bañaba, Sandra entró a la ducha conmigo, para volver a empezar en un baño cargado de erotismo, con nuestras manos enjabonadas que recorrían el cuerpo de la otra.

Nos volvimos a acostar y seguimos amándonos.

Perdí totalmente la cuenta de las veces que alcancé el orgasmo, pero estoy segura de que fueron más de quince.

Fue en uno de nuestros descansos, desnudas y con nuestros cuerpos entrelazados en mi cama matrimonial, que llegó mi marido.

Esta vez el no se anunció, por lo que cuando nos dimos cuenta ya estaba en el cuarto, junto a nosotras.

Su sorpresa fue mayúscula al encontrar a su sobrina, desnuda, en su cama y abrazada a su esposa, también desnuda, y por lo tanto no supo como reaccionar ni a qué atenerse.

Parecía saber qué era lo que había pasado, pero no cómo, ya que creía conocerme.

Cuando nosotras nos despabilamos y nos dimos cuenta de su presencia, yo pegué un salto y Sandra hizo otro tanto.

Me senté en la cama mientras Sandra se iba a su cuarto, seguida de la mirada asombrada de su tío.

La escena que siguió fue realmente lamentable.

Esteban me acusó de ser una degenerada, de haber corrompido a su sobrina, de no tener vergüenza en haberle hecho «eso» a una niña, etc. etc.

Si no fuera por lo dramático de la situación, me habría reído, porque en realidad yo había aprendido más en las últimas veinticuatro horas, gracias a su sobrina, que en los siete años que llevaba casada con él.

Cuando estaba en el punto más alto de sus insultos a mi, entró nuevamente su sobrina.

El la miró, se le cortó la palabra ante los diecisiete años florecientes del cuerpo todavía desnudo de Sandra, intentando decirle algo pero sin encontrar las palabras.

Sandra se le acercó lentamente y parándose junto a él le dijo «Carola no tiene la culpa de nada.

Ella nunca lo había hecho.

Yo fui la que le enseñó a hacer una tortilla… y gozó como loca, lo mismo que yo».

Esteban se quedó con la boca abierta, sin saber cómo reaccionar ante esa confesión.

Sandra me miró y me preguntó «¿Me dejás», al tiempo que metía una mano en la entrepierna de su tío.

De inmediato se cara se encendió con una sonrisa, y exclamó «¡Tío., se te está parando!» El intentó sacarle la mano, pero ella lo abrazó y me llamó para que lo comprobase.

Yo me levanté y me acerqué y también le puse la mano en su miembro y realmente me sorprendí al encontrar que estaba bastante parado.

Sandra lo empujó sobre la cama y se acostó a su lado, pasándole una pierna por encima, mientras comenzaba lentamente a acariciarlo en la entrepierna, a pesar de los cada vez más débiles intentos de él por soltarse.

De a poco Sandra fue metiendo su mano por dentro del pantalón de él, mientras yo la miraba asombrada y excitada.

No podía creer lo que veía: ella se iba a coger a su propio tío y yo iba a participar.

Mi esposo ya no se defendía se dejaba sacar la ropa.

Yo comencé a colaborar con mi sobrina y en pocos segundos lo desnudamos.

El comenzó a acariciar a su sobrina adolescente y se abrazaron besándose apasionadamente.

Yo los acariciaba a los dos y fui descendiendo por sus cuerpos, acercando mi cara a la pija de mi marido, tremendamente parada.

La comencé a besar y chupar y luego de un par de minutos de esto, en los cuales él disfrutaba chupando los senos de Sandra, que se apretaba contra él.

Yo misma guié la verga de mi marido a la concha de su sobrina y él la introdujo con gemidos de placer.

Sandra acabó ruidosamente a los pocos minutos y se salió de encima de él, diciéndome «Ahora cogelo vos».

Yo me subí sobre él y fue el turno de Sandra de poner la verga en mi concha.

Lo cabalgué con fuerza y también acabé rápidamente.

El pedía que por favor lo hiciésemos acabar, por lo que ambas nos pusimos a chupársela, una y otra alternadamente hasta hacerlo acabar sobre la cara de ambas, chupando cada una la leche de la cara de la otra.

Después de esto, nos torteamos nuevamente, ahora bajo la atenta mirada de mi marido, que nos acariciaba y luego de algunos minutos, ya con su pija dura de nuevo, nos cogió a ambas de nuevo…

Y así seguimos