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Mi regalo de cumpleaños

Como ya os indiqué en otro de mis relatos, estaba expectante a la espera de conocer como celebraría mi novia mi cumpleaños. Tres días antes me indicó que había reservado una habitación de hotel en la misma ciudad donde vivimos, diciendo que allí recibiría mi regalo.

Llegado el día, y ya acomodados en el hotel, me acercó una caja, que al abrir, vi que contenía cuatro cuerdas, compuestas por un tejido suave, muy agradables al tacto. No sabía que significado tenía aquello, así que se lo pregunté.

Date una ducha, y antes de salir me llamas, entonces sabrás para que son.

Así lo hice. Pasé a la baño donde, después de desnudarme, me di una buena noche, pensando que me esperaba una larga noche de sexo con Luisa. En aquellos momentos, no sabía que estaba algo equivocado.

Al terminar de secar mi cuerpo, llamé a Luisa, quién me indicó que no saliera todavía. A los pocos segundos, me vino a buscar con un pañuelo negro, con el que me tapó los ojos. Sin ver nada, me acompañó a la cama y me ayudó a tumbar cara arriba.

Ahora, no te asustes y déjame hacer, de acuerdo – me indicó.- Asentí con la cabeza, expectante ante lo que me esperaba.

Cogió uno de mis brazos y lo estiró hacia una de las esquina de la cama, entonces noté como la misma tela suave que minutos antes me había regalado envolvía mi muñeca, apretándola suavemente. Al momento noté como el brazo me quedaba inmovilizado. Luego repitió la acción con el otro brazo. Comprendí que lo que Luisa quería era tenerme quieto, sin preocuparse de que pudiera interferir en sus acciones. La cosa me excitó especialmente cuando con la misma tranquilidad, inmovilizó mis piernas. Por la posición que adopté, sabía que mis cuatro extremidades estaban atadas a las cuatro esquinas de la cama.

Entonces noté como besaba mis labios. No la podía ver pues mis ojos seguían tapados. La lengua entró en mi boca, recorriendo todos los rincones de la misma. Chocando contra mi lengua. Mi excitación iba en aumento…

Luego noté como las manos acariciaban mi cuerpo. Primero el pecho, luego el abdomen, los muslos… en aquellos momentos mi miembro ya estaba totalmente erecto y duro. Entonces fue cuando noté un líquido denso y frío sobre el tronco de mi polla. – Crema corporal – pensé. Luisa lo utilizaba de cuando en cuando para masturbarme. Facilitaba el deslizamiento de su mano por mi polla, y hacía aumentar el placer que yo recibía.

Su mano empezó a acariciar mi miembro, suavemente, esparciendo la crema depositada. Notaba como su piel se deslizaba fácilmente por el tronco de mi sexo. Luego, la palma de su mano rodeaba el glande, aumentando mi placer. Siguió con estos movimientos durante un rato, pasado el cual, agarró mi polla y, colocándola en posición vertical, empezó a masturbarme a gran velocidad.

Yo intentaba mantener el cuerpo quieto, pero no podía evitar levantar ligeramente las caderas. Gemía de placer y ella sabía que estaba disfrutando.

¿Cómo va, cariño? – me preguntó.

Sigue y tendrás un regalo – le contesté

Comprendió que mi primer orgasmo estaba a punto de llagar, así que soltó mi falo. Noté como se levantaba de la cama.

Pasados unos instantes, en que mi miembro había perdido algo de dureza, pero sin llegar a la flacidez, noté como se apoyaba de nuevo en la cama. Las acciones anteriores se repitieron en el mismo orden.

Beso mis labios y la lengua recorrió todos los rincones de mi boca mientras la mano acariciaba mi cuerpo. El beso fue diferente al anterior, la lengua se movió diferente. Noté como mi polla recibía de nuevo un poco de crema corporal, instantes antes de que la mano empezara a acariciarla. Luego, cuando mi miembro estaba de nuevo duro como una piedra, loa agarró y empezó a masturbarme. La fricción de su mano contra los laterales del glande me hizo ver el cielo.

¿Cómo va, cariño? – Me preguntó al cabo de un buen rato.

Sigue, y tendrás un regalo – contesté de nuevo.

Soltó la polla y se levantó de la cama. Dejó pasar unos minutos, mientras mi polla perdía de nuevo esa dureza extrema, y cogía algo de flacidez. Luego, repitió lo anterior, y así lo hizo hasta un total de cinco veces. Me besaba, me acariciaba y luego me masturbaba, pero en ninguna de las ocasiones dejó que me corriera. Nunca había logrado tanta excitación, pero ya tenía ganas de expulsar todo mi esperma.

Ahora cariño, seguirás recibiendo mas placer. Lo único que tienes que hacer es avisarme antes de que te corras. Si eyaculas una sola gota, el juego se acabará. ¿Has entendido?

Desde luego, Luisa. – No pude contestar otra cosa, quería seguir disfrutando de aquella sesión de sexo durante mucho rato.

Noté como volvía a apoyarse en la cama. Se situó sobre mí, colocando cada una de sus piernas a uno de los lados de mi cadera. Una de sus manos acarició mi miembro, que volvió a endurecerse rápidamente. Entonces, noté la otra mano sobre mi pecho, mientras la que sujetaba mi polla la levantaba. El gemido que solté al notar la humedad de los labios de su coño sobre mi glande fue enorme. Descendió su cuerpo lentamente, introduciéndose mi enorme falo en su interior. Primero solo la punta, luego, poco a poco el resto. Subía su cuerpo y le bajaba lentamente. A cada descenso mi polla se clavaba más en su coño, hasta que la penetración fue total.

En ese momento empezó a moverse lentamente, mientras sus manos acariciaban mi cuerpo. Al momento, empezó a subir y a bajar las caderas. Mi falo salía totalmente húmedo del interior de su cuerpo, y volvía a introducirse sin ningún problema. Empezó a cabalgarme más rápido. Mis gemidos iban aumentando.

¿Como va, cariño? – me preguntó.

Sigue follándome y tendrás tu regalo – le contesté.

Dejó de moverse. Agachó su cuerpo y me beso en la boca. Un beso suave y tierno. Noté como se levantaba, dejando mi polla totalmente húmeda apoyada en mi cuerpo. Pasaron los minutos justos para que volviera a perder la dureza de mi miembro. Luego repitió la historia.

Se apoyó de nuevo en la cama. Me masturbó ligeramente provocando una total erección. Se situó sobre mi, con las piernas a los lados y, apoyándose en mi pecho, acercó la punto de mi sexo a su entrada del placer, que noté seguía húmeda.

Volví a gemir, esta vez más fuerte. La entrada fue mucho más suave que la anterior. Sus labios se abrieron más para recibirme. Se penetró lentamente.

A pesar de que notaba que su sexo no apretaba tanto mi polla como antes, fue introduciéndola poco a poco, como si antes no hubiéramos estando follando. Luego, cuando notó que ya podía entrar toda, descendió su cuerpo hasta reposarlo sobre el mío. Notaba como mi polla estaba en su interior, pero no quedaba tan recogida como antes. Fue como si allí dentro hubiera mas espacio.

Empezó a subir su cuerpo lentamente. Mi falo salía húmedo de su interior. Luego descendía poco a poco. Mi glande se inundaba de sus jugos vaginales y hacía que mi excitación fuera enorme. Me empezó a cabalgar rápidamente, como una salvaje. Las sensaciones que recibía eran nuevas para mí, pero disfruté un montón.

Cuando mis gemidos aumentaron de ritmo y volumen, me preguntó.

¿Como va, Cariño? – la misma pregunta de nuevo.

Sigue y tendrás tu regalo. – me vi obligado a contestar con las mismas palabras.

Dejó de moverse. Agachó su cuerpo y me beso en la boca. Sus labios estaban mas calientes que de costumbre. Noté como se levantaba, dejando mi polla totalmente húmeda apoyada en mi cuerpo. Pasaron unos minutos, los justos para que mi miembro volviera a perder la dureza. Luego repitió la historia.

La tercera vez que me cabalgó, su coño apretó más mi polla. Mi glande chocaba en cada penetración contra la pared de su vagina. Cuando su cuerpo subía, liberando mi miembro, notaba como este no salía tan húmedo como antes, y parecía que le costaba un poco mas penetrar en su cueva. Las sensaciones eran diferentes. El placer recibido mucho mayor. Esta vez tardé poco en gemir fuertemente, al mismo tiempo que intentaba culear, aumentando la fuerza con que penetraba a la chica, que también gemía, aunque intentando apagarlos para que no la oyera.

¿Como va, cariño? – volvió a preguntar.

Voy a correrme. – No pude contestar diferente.

Paró en seco sus movimientos. Sus pechos se juntaron con mi cuerpo, al instante noté como me besaba. Unos labios fríos y secos rozaron los míos. En ese momento comprendí que no era Luisa quien me estaba follando, al igual que tampoco lo era la anterior. No dije nada.

Pasados unos minutos, la historia se repitió de nuevo. Esta vez la humedad del coño era una cosa exagerada, como si la chica se hubiera excitado tanto viendo como me follaban delante ella y hubiera tenido lo que estaba prohibido para mí: orgasmos.

La última repetición fue, para mí, la mejor. Parecía como si mi falo hubiera sido modelado para aquella entrada húmeda que me cabalgó. Aprisionaba toda mi polla en su interior como un guante. Humedecía mi verga lo justo para que la penetración fuera suave. El contacto era total en todo mi miembro. Estuve a punto de correrme en su interior. Lo deseaba. Pero pensé que si lo hacía se acababa la sesión, así que tuve que avisarla.

¡Me voy a correr! –

Paró de moverse, me besó y abandonó su posición.

¿Como ha ido, cariño? – Me preguntó Luisa.

Nunca había disfrutado tanto. Quiero correrme ya. No puedo aguantar mucho mas placer sin hacerlo. – le supliqué.

Me introdujo la lengua en la boca, buscando todos los rincones de la misma. Me pasó saliva, y al notar su calor, estuve a punto de eyacular. Entonces, sus manos agarraron mi cabeza. Acariciaron la cara, el pelo… agarraron el pañuelo que me cubría los ojos y empezó a deshacer el nudo que lo sujetaba. Lentamente lo apartó de su posición, mientras nuestras lenguas seguían jugando en el interior de mi boca. Logré ver de nuevo, pero no veía nada anormal.

Dejó de besarme y me susurró algo al oído – si te ha gustado hasta ahora, mira quien te ha hecho disfrutar. – y se levantó. Alcé todo lo que podía la cabeza y miré a los pies de la cama. Luisa estaba acompañada de cuatro chicas preciosas. Me las presentó una a una.

Esta es Eva. Es la segunda que te ha masturbado y follado. – Era una chica rubia de ojos claros, pelo largo y pechos preciosos.

Esta es Lorena. Es la última que te ha hecho disfrutar. – Era morena de pelo por los hombros, bajita y algo delgada, pero con unas curvas de miedo.

Esta es Carolina. La tercera en gozar de tu polla y masturbarte. – Era una negrita impresionante. Pechos firmes y perfectos. Las curvas de su cintura y sus caderas hubieran mareado a cualquiera, y sus piernas eran mas largas que una semana sin agua.

Y esta es Susana. La cuarta en participar en el juego. – Era una pelirroja muy guapa. Con el pelo corto y la cara llena de pequeños lunares casi inapreciables. También mostraba un cuerpazo.

¿Y tu eres la primera de todo, no? – le pregunté – Tú me has masturbado en primer lugar y me has cabalgado la primera.

Así es. Pero esto no ha terminado. Ahora llega el placer de verdad.

Las cinco chicas se dirigieron a una mesilla que había detrás de ellas, y cada una de ellas cogió un consolador. Al mismo tiempo, empezaron a chuparlo y a jugar con él. Mi verga alcanzó de nuevo su máxima dureza. Mis huevos ya hacía rato que me dolían, debido a la enorme excitación que las chicas me habían producido y no haber descargado todavía su cargamento.

Al rato de jugar con los vibradores, Susana, la pelirroja, se me acercó. Dejó su juguete en una silla y me besó los labios cariñosamente. – Hola – me susurró al oído. – Ahora sabrás lo que es disfrutar de una buena mamada – Con la mano derecha agarró mi polla y la colocó en posición vertical. Sin perder un instante, acercó su boca al glande y, tras besarlo suavemente, se la introdujo totalmente. Empezó a chuparla desesperadamente, como si lo hubiera estado deseando desde el inicio de la sesión. Cuando la polla salía de su boca, estaba totalmente cubierta de su saliva, y cuando estaba en su interior, notaba como su lengua revoloteaba a su alrededor, acariciando el glande y el tronco fuertemente. Mientras, me masturbaba con la mano.

Ya tienes permiso para correrte, cariño – me dijo Luisa.

Pensé que si las cinco chicas me habían masturbado y cabalgado, las cinco me obsequiarían con la mejor de sus mamadas. Me asustó. Eso significaba cinco orgasmos seguidos, con apenas unos minutos entre uno y otro. Nunca me había corrido tantas veces de forma tan seguida.

Mientras las otras chicas se penetraban con los vibradores, Susana seguía subiendo y bajando la cabeza a un ritmo trepidante. Sus labios fregaban los bordes de mi glande, proporcionándome un placer enorme. Entonces noté que no podía retener lo inevitable. Grité y mi cuerpo se convulsionó por completo. Las cuatro cuerdas que me sujetaban impidieron que pudiera hacer más movimientos.

Susana aún tuvo tiempo de subir y bajar la cabeza un par de veces más, pasadas las cuales, retiró la cara unos centímetros, apuntando el orificio de salida de mi polla hacia ella. Ni esperma no tardó en aparecer. Eyaculé una gran cantidad de semen, que impactó brutalmente contra el rostro de la chica. Ese líquido blanco y espeso parecía que nunca iba a terminar de salir. Siete expulsiones en total, inundaron la cara y la boca de Susana, que no hizo ningún miramiento a la hora de tragárselo, para luego limpiar los restos que habían quedado en mi falo. Cuando hubo terminado, cogió de nuevo el vibrador y se retiró.

Pasados unos cinco minutos, en que contemplé como las cinco chicas jugaban con sus juguetes, Eva inició su acercamiento. Dejó su vibrador, me besó y me susurró al oído: – Eso no ha sido nada, ahora sabrás que es una mamada. – Acto seguido empezó a masturbarme con la mano, y cuando consiguió la erección deseada, empezó a besar el glande. Al tiempo que me masturbaba, sus labios atrapaban y soltaban la punta de mi polla, que empezaba a dolerme levemente.

Eva nunca llegó a tragarse toda mi verga. Al contrario, se limitó a chupar y mordisquear el glande. Al cabo de unos minutos, noté como el orgasmo volvía a estar cerca.

¡Me corro! – grité.

No hubo tiempo para más. La rubia atrapó el glande con sus labios, y dejó que mi esperma fuera saliendo, para depositarse directamente en su lengua, después de chocar contra el paladar. La cantidad de líquido expulsado fue prácticamente nula. Eva se tragó mis jugos. Luego cogió su vibrador y se reunió de nueva con Luisa y compañía.

Pasados unos cinco minutos, fue Carolina la que se me acercaba. Tras dejar su vibrador en la silla, me besó fuertemente y me dijo – Ahora recibirás una mamada diferente – al introducirme la lengua en la boca, noté que llevaba un piercing. Nunca me habían mamado con uno, así que estaba expectante por notarlo contra mi polla, la cual ya me dolía más.

Empezó a lamerme los testículos, mientras con una mano acariciaba el tronco de mi miembro. Logró una erección después de insistir un buen rato. Yo ya empezaba a estar un poco cansado, y pensaba que no aguantaría otro orgasmo más.

Cuando consiguió poner dura de nueva mi verga, empezó a pasar su lengua por los testículos, dirigiéndose luego al glande. Allí se entretuvo en la parte frontal del mismo, justo donde el glande pierde su corona y muestra más sensibilidad. Esta vez tardé bastante en alcanzar el orgasmo. Siempre me había producido altas dosis de morbo y excitación imaginarme con una negrita, pero ahora pensé que no podría eyacular ya más. Lo hice sobre los pechos de Carolina. El contraste del color de su piel y el poco esperma que expulsé es una visión que siempre recordaré. La chica se retiró tras coger su vibrador.

Sabía que la última en chuparme la polla sería mi querida Luisa, así que no hacía falta haber estudiado mucho para saber que la próxima en acercarse iba a ser Lorena. Antes, pero, Luisa me dio de beber algo que preparó en un vaso. No sé que rayos era, pero tenía un gusto horroroso. Le pregunté para que diablos era eso, y solo me contestó: – Para darte fuerzas, cariño. –

Cuando Lorena empezó a acercarse, ya habían pasado más de quince minutos desde mi última eyaculación. En este espacio de tiempo, las chicas habían seguido jugando con los vibradores. Alguna de ellas, como Eva, había exteriorizado más que otras que alcanzaban orgasmos. Por los gestos y gemidos, pensé que Eva había tenido 4 orgasmos. Susana habría tenido tres, al igual que Lorena. Carolina, la negrita, parecía la más activa en este aspecto, pues le había contado hasta 7. Luisa, mi querida novia, había alcanzado el clímax tan solo en un par de ocasiones, pero seguía masturbándose con la mano.

La pequeña morena de curvas imposibles, empezó a acercarse lentamente, mientras chupaba el vibrador. Lo dejó en la silla, y también me besó. Sus labios se apretaron suavemente contra los míos, su lengua los recorrió con cautela. Saqué levemente mi lengua para lamer la suya, en ese instante, la chica succionó levemente mi músculo bucal. Como era de esperar, me avisó del placer que iba a proporcionarme.

Espero que disfrutes del momento. No sé si será la mejor mamada que habrás recibido nunca, pero te aseguro que sí será la mejor chupada que yo habré hecho en mi vida. –

Se arrodilló entre mis piernas, mirándome. Su mano empezó a acariciar la parte interior de mis muslos, rozando suavemente los testículos, que seguían doliéndome. Con las yemas de los dedos acarició el tronco de mi polla, que empezaba a endurecerse de nuevo. Beso cuidadosamente el glande. Mi miembro empezaba a endurecer de nuevo, aumentando su tamaño. A medida que crecía, la chica aumentaba los besos en la punta, al tiempo que masajeaba los testículos.

Fue entonces cuando solté un grito de asustado. Lorena se acababa de introducir mi polla en su boca a una velocidad increíble, parecía que se la iba a comer. Sus labios bordearon el tronco mientras la sacaba. Apareció toda mojada. La chica introducía mi verga en su boca cuidadosamente y la sacaba mientras succionaba ligeramente la saliva que había depositado en ella, mientras fregaba el tronco con los labios. Veía el cielo con esa chica. Luego pasó a lamer el tronco con la lengua, sin introducirla en la boca. Daba unos lametazos increíbles. Ningún trozo de mi polla quedó sin recompensa. Todos los poros de la piel recibían en un momento u otro el roce de su lengua.

Lorena vio que me calentaba. Volví a introducirse la polla en la boca. Se la tragaba y expulsaba totalmente, hasta que sus labios tocaban la base de la misma, juntándose con los testículos. Luego pasó a mamarla más rápidamente. Sus movimientos de cabeza empezaron a coger un ritmo vertiginoso. Yo no podía hacer otra cosa que gemir y gritar, gritar de placer.

Esa chica sabía perfectamente lo que se hacía. Al cabo de un rato de mamarla como una desesperada, sabía que iba a correrme, así que paró de chuparla. Entonces se dedicó a besarla por todos lados: La punta, la base, el tronco…

Sin dejar de besarla me miró, y muy bajito me dijo: – Ha llegado el momento de que me des de beber toda esta leche que guardas – y se la introdujo de nuevo en la boca. Su lengua succionaba el frenillo, mientras su mano masturbaba aquella polla que tanto disfrutaba y dolía. La masturbación de volvió rápida, las introducciones y sacadas en su boca también. Sentí que no podía más, iba a explotar de nuevo. Pensaba que aquella mamada no merecía solo unas gotas de esperma, pero tres corridas muy seguidas no daban para más.

Grité y tensé todo el cuerpo. Aireé a los cuatro vientos que me iba a correr, y cerré los ojos. Lorena solo dejó en su boca el capullo. Su mano seguía masturbándome.

Me llegó el orgasmo, el cuarto y el más fuerte. El primer disparo de semen salió expulsado de mi polla, introduciéndose directamente en la garganta de aquella chica. Siguió masturbándome. Un segundo disparo se introdujo en la boca de mi amante. La masturbación no se detenía. La tercera expulsión de esperma choco contra los labios de la chica, que abriendo la boca, recibió la cuarta y quinta andanada.

No pensaba que pudiera expulsar tanta leche en aquel momento. Siguió masturbándome hasta conseguir el sexto y séptimo disparo de semen. Otras dos leves expulsiones de líquido cerraron la corrida. Lorena se entretuvo a limpiar mi polla de cualquier resto, dejándola tan solo cubierta por una lisa capa de su saliva.

Se levantó, me beso en los labios suavemente y se alejó de la cama. Las cuatro invitadas se vistieron y abandonaron la habitación, dejándome a solas con Luisa, mi novia. Ella me dejó atado un par de horas más, en las que no dejó de chuparme la polla y cabalgarme sin parar. También hicimos un 69. Ese día, me destrozó mi parte más sensible. Me pasé un mes en que no podía tener relaciones sexuales, pero por una vez valía la pena esa abstinencia.

¿Creéis que fue un buen regalo de cumpleaños?

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