Mentiras piadosas II

Para saber de que se habla en este relato se recomienda la lectura de «Mentiras piadosas» aquí mismo publicado.

Al entrar a la ducha, la sonrisa de Walter me recibió placenteramente.

El agua de la ducha caía sobre nuestros cuerpos que sin mediar palabras se abrazaban tiernamente.

Sus brazos me envolvían, y su boca fue pidiendo permiso a la mía para sencillamente devorarla.

Nos habremos besado por cinco minutos.

Luego, susurrando, me dijo al oído que se había quedado con ganas de más, y tomándome de los hombros me hizo arrodillar frente a él.

Tomó su pene semi erecto con una mano y lo ofreció a mi boca entreabierta.

Era un plato de comida. Las gotas que caían de la ducha hacían todo aún más erótico.

Desde la habitación la voz de Ana nos hizo volver de nuestro idilio.

No estábamos solos. «Vamos a mi casa», me dijo…»Ahora quiero tenerte, pero sin compartirte». Nos secamos entre besos y caricias, nos vestimos, y después de despedirnos de Ana, nos fuimos. Al rato, estacionamos el coche en la puerta de la casa.

La calentura parecía desbordarnos y la noche recién comenzaba.

En silencio, pues sus padres dormían, nos fuimos a su habitación en la planta alta de la casa.

Mientras él le ponía llave a la puerta yo me desnudaba sobre la cama, y me ratoneaba con el hecho de saber que más allá de las llaves, no estábamos solos.

Él se acercó y dulcemente me volvió a besar.

Me terminó de desvestir y yo hice lo mismo con él.

Lo tendí boca arriba sobre el colchón y comencé a chuparle todo: los pies, las piernas, las tetillas, el cuello, el ombligo, los brazos marcaditos por el ejercicio y la pija de 18 años que parecía latir cuando mi lengua se le acercaba.

Le mordisqueaba el glande suavemente, eso lo ponía loco, mientas que una de mis manos jugaba entre sus huevos y más allá también, tratando de que un dedo logre penetrar su culito peludo.

Él se dejaba hacer y levantaba su cadera facilitando la tarea de mi dedo.

Su respiración se agitaba, se estaba por venir y yo no podía permitir eso.

Entonces volví a su cuello con mi boca y retiré el dedo de su culito para llevárselo a la boca, él lo recibió y lo lamió casi desenfrenadamente.

Eso me volvía loco, y se lo hice saber. Él sonrió y me pidió que me pusiera boca abajo a su lado.

Se trepó por mi espalda y comenzó a besarme la nuca, las orejas y los hombros.

Una de sus manos apretó mi nalga derecha y la abrió lo suficiente para dar lugar a su lengua que se deslizó por mi raya y se detuvo finalmente en mi agüerito para lamer y lamer.

Yo me encontraba en el cielo, jamás alguien había sido al mismo tiempo tan dulce y tan desenfrenado conmigo.

Su lengua jugueteaba, me penetraba, me lubricaba.

Estuvo como diez minutos en tan maravillosa tarea hasta que me preguntó si quería que me la meta. ¡Por dios, me lo pregunta y todo!! Pensaba yo. Por supuesto contesté que sí.

Entonces, se arrodilló al lado de mi cara y me dijo que le llenara la pija con saliva.

Así lo hice. Me tragué varias veces ese mástil erguido por la calentura, y lo lubriqué muchísimo.

Separándome las piernas, me pidió que con mis manos me abra las nalgas.

Cuando lo hice pude sentir la cabeza de su pija en mi puerta del placer, e inmediatamente sentí como esos 19 cm entraban hasta más no poder dentro de mí.

Casi grito, pero él me tapó la boca con dos dedos que yo chupaba frenéticamente.

Sus movimientos eran casi una danza. Marcaban un ritmo que me enloquecía. La metía hasta el fondo y la sacaba casi toda para volverla a meter un poco más duro.

Sacó sus dedos de mi boca y los enroscó en mis cabellos, y tirando suavemente de ellos me penetraba, me montaba y me decía entre jadeos que esa cola sería siempre suya.

Me bombeó como diez minutos hasta que salió de mí y se tumbó en la cama a mi lado.

Me pidió que se la chupe, que quería acabar en mi boca. Comencé a chupar entonces, y casi sin quererlo mi mano metió nuevamente uno de sus dedos en su culo, él sólo decía «seguí…seguí». y yo seguía.

Coordinaba los empujes de mi dedo con la chupada que le estaba brindando.

Él me tomaba la cabeza con sus manos acompañando el sube y baja de ésta.

Sentía su pija que parecía crecer más en mi boca, y la explosión esperada.

Chorros y chorros de dulce néctar fueron depositados en mi boca y de allí a mi garganta que los recibía satisfecha.

Él quedó prácticamente desmayado, entonces me arrodillé entre sus piernas y comencé a masturbarme.

Pero una mano suya vino en mi ayuda.

Tomó mi miembro entre sus dedos y me pajeó suavemente, haciéndome explotar sobre su entrepierna y su estómago.

Con la otra mano recogió mi esperma y se lo llevó a la boca, para luego sellar ese momento con el beso más dulce del mundo.

Así, desnudos, nos descubrió el sol, y comprendí que era la hora de irme.

Y así lo hice.

Al llegar a mi casa me encontré con una nota de mis padres que me informaban que habían salido hacia Mar del Plata (400 Km. de mi casa) y no volverían en todo el fin de semana por el fallecimiento de un amigo de la familia.

Afligido, tomé el teléfono y llamé al celular de un amigo: «Hola»… escuché…. «Walter…soy el Gato, te invito a desayunar.. vienes??». A los diez minutos… sonó el timbre de casa.