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Lo que hace la soledad

Lo que hace la soledad

Otro día solo, como todos durante los últimos 5 años, viendo pasar las hora lentamente, sólo, en el comedor, viendo películas de video y comiendo patatas fritas rancias.

Sin ganas de salir y dar una vuelta.

Pero donde ir si no se tiene nada, ni amigos ni pareja ni nada. Si solo tengo 27 años, tengo que salir!! – me dije.

Al final me decido y salgo a dar una vuelta.

Hoy hace un día soleado, la gente inunda las calles paseando, mirando los escaparates de las tiendas y yo soy uno más en aquella inundación humana. Sin darme cuenta llevo 2 horas paseando, y tampoco pasa nada por pasear y airearme.

Me río pensando en lo gilipollas que he sido al no querer salir a dar un paseo.

Sobre las 9 entro en un bar donde hay bastante gente joven.

Me pido un bocadillo y una cerveza, me voy a la mesa y mientras espero a que me sirvan la cena me enciendo un cigarrillo.

Cuando estaba a medio cenar y mirando las noticias en la tele, se me acercó una chica despampanante, era rubia, 1,70 mas o menos, llevaba un jersey arrapado y un escote que quitaba el hipo, y una falda negra de cuero también arrapada.

– Podrías darme fuego? – Si claro- respondí sin dudar, y le acerque mi encendedor. Se encendió su cigarrillo, le dio una larga calada, expulsó el humo de sus pulmones mientras alargaba el brazo y sonriendo me dijo:

– Gracias cielo.

Y me guiñó el ojo. No perdí detalle de cómo se alejaba, contoneando ese culito de un lado hacia el otro. – Joder que buena estas chica. Pensé.

Y vi como se sentaba en una mesa donde había otra chica.

Esta era pelirroja, también con bastante escote, pantalones de cuero arrapados y unos ojos marrones impresionantes. Seguí cenando y de vez en cuando les echaba un vistazo para alegrarme la vista.

En uno de esos vistazos vi como se cuchicheaban cosas a la oreja, mientras se acariciaban las manos.

– Vaya, que mala suerte, son pareja. Y vi como la chica rubia me miraba y le decía algo a su compañera.

Estarían hablando de mí o sería mi imaginación?

Me seguí fijando y observé que ahora la chica pelirroja también me observaba. Me miraba, sonreía y volvía a hablar con la rubia. Todo esto sin dejar de acariciarse las manos la una a la otra.

Cuando acabé de cenar, me estaba tomando un café y las seguía mirando, y ellas en ningún momento me dejaron de mirar, sonreír y cuchichear entre risitas.

Me sentía raro en esa situación, pero me gustaba. Estaba halagado al ver como esas dos bellezas hablaban entre ellas de mí.

Cogí mi taza de café observándolas, y vi como se empezaron a tocar sin dejar de mirarme.

Sé acariciaban el pelo, el cuello, la espalda, y me puse tan nervioso que se me cayó la taza de café en la mesa, con tan mala suerte que me eché todo el café por encima de la camisa y la taza de café cayó al suelo rompiéndose.

Me levanté de la mesa, y en ese momento me sentí observado por todo el bar.

Cogí mi chaqueta, fui a la barra, pagué mi cena y salí de allí avergonzado, pero antes de salir me giré para echarles un vistazo, y allí estaban las dos, mirándome y sonriendo.

No sé él porque lo hice, pero les guiñe el ojo y ellas me dijeron adiós con la mano.

Empecé a andar maldiciendo al café. Porque a mí, y precisamente en ese momento. Joder que mala suerte, ahora que parecía que había ligado.

Bueno, eso de ligar es relativo, porque son las mujeres al final las que acaban eligiendo. Y seguí andando maldiciéndome de mi mala suerte.

Mientras esperaba a que se pusiera en verde el semáforo de peatones noté por detrás una mano que me picaba en el hombro y me decía:

– Oye perdona tienes fuego?

El corazón me dio un vuelco, porque esa voz la conocía. Me gire lentamente y efectivamente allí estaban detrás de mí las dos bellezas del bar.

La rubia con el cigarrillo entre sus labios carnosos y la pelirroja que la rodeaba con su brazo por la cintura.

Sí claro como no.

Y le acerqué con mi mano temblorosa mi encendedor. Lo encendió y me lo devolvió. Acerque mi mano para cogerlo, pero antes de que me lo diera me agarró la mano y me dijo:

Cielo, estas temblando, es que tienes frío o te damos miedo?

De mi cara salió una sonrisa traicionera y ella contestó:

Vaya, así que te damos miedo?

No, no es eso – dije- es que nunca me había pasado una cosa así.

Y que es lo que te ha pasado? – preguntó la pelirroja

Que dos bellezas se hayan fijado en mi.

Gracias por lo de bellezas – dijo – pero si nos hemos fijado es por algo verdad?

Pues no lo sé, vosotras elegís – contesté.

No podía desaprovechar esta oportunidad, tenía que conocerlas mejor, las tenia que invitar a algo, ya que en ese momento yo era el elegido.

Me llamo Javier, y vosotras?

Yo me llamo Tania – dijo la rubia- y ella es Lidia.

Tania y Lidia, que nombres más sensuales. Queréis que vayamos a tomar algo?

Pues venga vamos.

Y nos alejamos de ese paso de peatones, charlando hasta llegar a otro bar.

Tomamos un montón de cervezas. Íbamos los tres bastante contentos, cuando me fijé en un pequeño detalle sobre mi pensamiento de que ellas eligen. Tania sacó de su bolso el paquete de cigarrillos y un encendedor.

Al fijarse ella que estaba mirando su encendedor me dijo:

De alguna manera me tendría que haber acercado a ti, no crees?

Y se levanto y me dio un beso en la mejilla.

Joder, joder, pensé, aquí va a pasar algo más me lo huelo, y yo sin salir de mi piso, que gilipollas.

Lidia sugirió que nos fuéramos de allí y buscáramos algún sitio para bailar un ratito.

Así lo hicimos, fuimos a bailar a un local que ellas conocían. No estaba del todo mal. Cuando llevábamos un rato, les dije si querían tomar algo, y me dijeron que sí.

Fui a la barra, y al volver con los tres cubatas cogido entre mis dos manos delante de mi pecho, me encontré a Tania y Lidia pegándose el lote, con sus manos acariciándose sus culitos.

Me acerqué poco a poco. Al verme, se separaron y e vez de cogerme los cubatas, empezaron a tocarme mi paquete, que empezó a subir como la espuma. Tania se acercó a mi oreja y me dijo:

Has visto que con no puedes hacer nada con tus manos? Te tenemos atrapado.

Me acerqué a la oreja de Tania y le contesté:

Pues me encantaría poder hacer algo.

Tania empezó a reír y le dijo algo al oído de Lidia, y esta se puso a reír, se acercó hacia mí y me dijo:

Así que te gustaría hacernos algo con tus manos?

Pues si, dije sin dudar.

Pues vámonos de aquí – Me dijo.

Y si, si, salimos del local, cogimos un taxi y me llevaron a su casa.

Durante el trayecto, yo me senté en medio. Tenia a mi derecha a Lidia, que no paraba de acariciarme la pierna derecha, y lo mismo hacia Tania con mi pierna izquierda, y sin dudarlo yo hice lo mismo con las dos.

Allí estaban las dos acariciándome y vi por el retrovisor como el taxista me miraba, con cara de decir, joder tío, te cambio el sitio.

Esta vez no me dejaron pagar el taxi, lo pagaron ellas y subimos a su piso. Vivían juntas en un piso de alquiler.

Al entrar me dijeron que me sentara que me darían una camiseta para cambiarme la camisa manchada, y que me pusiera cómodo. Lidia se fue a su habitación y Tania después de darme la camiseta se fue hacia la suya.

Cuando salieron las dos de sus habitaciones el dolor de la entrepierna fue horrible. Salieron las dos con unas camisetas de tirantes sin sujetador y con un pequeño tanga, se acercaron hacia mí y se pusieron una a cada lado.

Me empezaron a acariciar, a besar por el cuello, tocarme el bulto que me había salido en la entrepierna, era maravilloso estar entre esas dos mujeres que desprendían fogosidad.

Gire la cabeza y empecé a besar a Lidia, mientras con las manos le empezaba a acariciar todo su muslo.

Nuestras lenguas jugueteaban dentro de su boca, se movían con frenesí, mientras Tania ya me había bajado los pantalones y estaba jugueteando con mi erecto miembro por encima de mis calzoncillos.

Lo frotaba con energía, así que me giré y la empecé a besar. Su lengua también era juguetona como la de Lidia.

Nos seguimos besando y Lidia se sentó encima de mí me cogió las manos y me las guió para que le tocara sus pechos.

Eran redonditos y tiesos, en una palabra perfectos, y sus pezones eran chiquitines y ahora los tenia duros como una piedra, así que los empecé a acariciar con suavidad, mientras Tania también de quitaba la camiseta y dejaba al descubierto sus pechos.

Mientras besaba los pechos de Lidia se empezaron a besar entre ellas, y pude observar delante de mis propios ojos aquellos cuatro maravillosos pechos, que iban a ser sólo para mí.

Los besaba, acariciaba, besaba, pellizcaba los pezones para que se pusieran duros, mientras ellas seguían besándose y moviéndose de placer.

Tania bajó hasta mi cara y me volvió a besarme, pero esta vez teníamos en medio el pezón de Lidia. Con la mano izquierda fui a buscar el tesoro que tan bien guardado tenia bajo aquel minúsculo tanga.

Estaba muy húmedo y lo frotaba para que gozara, mientras Tania se quitaba su tanga, se recostó en el sofá y me indicó que ella también quería que lo frotara.

Y así lo hice. Tenia sus dos rajillas una en cada mano, mientras ellas se frotaban los pechos para endurecer más sus pezones.

Lidia se puso de rodillas en el suelo delante de mí y empezó a lamer aquella cosa enorme y dura que tenia debajo de los calzoncillos que iba a reventar.

Primero empezó a lamerme los huevos, mientras con la mano masturbaba mi pene.

Siguió lamiéndome la punta con esa lengua que minutos antes había estado jugando con la mía, y yo mientras ya tenia dos dedos metidos dentro de la rajita de Tania que se movía de placer y daba unos pequeños gemidos.

Estaba a punto de correrme no podía aguantar más así que eché mi primera ración dentro de la boca de Lidia, que no paraba de chupar y saborear mi salado néctar.

Dios que corrida que me pegué, pero todavía no había acabado la noche, así que me levante y me puse delante de Tania para comerle toda su húmeda raja.

Estaba empapada y sus jugos empezaron a recorrer toda mi boca, mientras Lidia se puso de pie encime a de la cara de Tania, que empezó también a lamerle todo su clítoris.

Tania estaba gozando de placer, puesto que se movía arriba y abajo y no paraba de gemir.

Le metí un dedo, luego dos, mientras con mi lengua le frotaba su pepita, la chupaba, la absorbía, eso la ponía más cachonda todavía. Miré hacia arriba y miré como Tania le lamía el coñito a Lidia.

Esta, con los dedos se lo habría para que la lengua se deslizara mejor, y se tocaba los pechos pellizcándose los pezones. Me levanté y fui penetrando poco a poco a Tania, quería que notara todo mi miembro como entraba poco a poco.

La introducía entera y la volvía a sacar una y otra vez Tania gemía mientras no dejaba de chupar el chochito de Lidia que se corría una y otra vez en la cara de Tania.

Se la metí toda mientras Lidia se sentaba al otro lado de Tania y abría las piernas, frotándose su clítoris, esta también gemía y le empecé a meter los dedos, mientras se empezaron a besar de nuevo y tocarse el monte de venus, para notar más placer.

Saque mi miembro de Tania y se lo introduje a Lidia, y fue ahora Tania la que de recostó en el reposabrazos del sofá para que Tania le comiera todo su coño. Se inclinó para podérselo lamer, y yo la seguía penetrando.

Así seguimos un buen rato.

Cuando fui yo el que decidió cambiar de postura, me tumbé en el suelo, Tania se sentó encima mirándome a la cara mientras cogía mi verga y se la introducía poco a poco en su culo, y Lidia se sentó encima de mí mirando a Tania para que le chupara todo su húmedo coño.

Lidia se movía y restregaba todos sus jugos por mi cara y le introducía los dedos en el coño de Tania que a su vez me estaba cabalgando como una fiera desbocada.

Le acariciaba ahora con más fuerza sus pechos que estaban duros y se movían arriba y abajo sin cesar.

No podía más me iba a correr otra vez, pero quería que hubiera para las dos así que les dije que empezarán a chupar.

Me la empezaron a masturbar mientras se la iban intercambiando, primero una después la otra, por los huevos, en el glande, por toda lo larga que era la polla. La chupaban con fuerza y no dejaron de masturbarla hasta que ya no pude aguantar mas y me corrí en sus caras.

Siguieron masturbándome, hasta que ya no salió nada más y empezaron a chupar todos los restos que había en mi polla y en sus caras.

Se empezaron a besar entre ellas y se quitaban los restos que ellas no podían chuparse a si mismo. Fue increíble.

Al cabo de un rato de estar charlando en el suelo y contándonos cosas nos fuimos a la ducha. Los tres allí los hicimos otra vez más.

Los cuerpos húmedos por el agua y empapados de espuma de jabón nos calentó otra vez y no pudimos refrenar nuestras ansias sexuales.

Cuando me fui nos dimos los teléfonos para repetir otra vez esa experiencia tan grata que nos gusto a todos.

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