Capítulo 1
Buenas noches, mi nombre es Alejo y para mis amigos y amigas soy El Negro.
Para aquellos que hayan leído alguno de mis relatos anteriores, soy un adicto a las maduritas desde que tengo uso de razón, pero no por ello dejo de lado al resto de las mujeres.
En el año 1990 me inicié como docente, más precisamente el 17 de Agosto. Como todo profe nuevo, tuve mi primer experiencia en una escuela a la que nadie quería concurrir por estar muy alejada de centro urbano de la ciudad. Mis alumnos y alumnas iban de los 13 a los 18 años, en tres cursos. Los vi crecer, hacerse hombres y mujeres y con ello, desarrollarse físicamente. Sucede que verlos con los clásicos guardapolvos y ropas holgadas, hizo que no prestara demasiada atención, salvo casos puntuales.
No pasaban desapercibidas 4 mujeres: Lola (“la gallega”) de voz estridente, cabellos ondulados hasta media espalda, ojos color avellana y cara bastante agraciada. Flavia (“la vasca”), sencillamente hermosa, rubia, voluptuosa, muy simpática y absolutamente femenina, siempre perfumada, una muñeca. Claudia, morocha, ingenua a más no poder, tímida, de buenas formas y rasgos delicados. Brenda, pelo negro enrulado algo más largo que una melena, ojos celestes cautivantes, algo “rellenita” pero muy atractiva, la más delicada de las 4.
¿Por qué las describo? Porque 30 años después fui invitado al 50 aniversario de la escuela y volví a verlas, ya siendo mujeres hechas y derechas. Lola, Claudia y Brenda son docentes ahora y han seguido el legado que tratamos de inculcarles, Flavia es una próspera comerciante del pueblo.
Volviendo atrás en el tiempo, recuerdo cuando las vi a las 4 por primera vez sin sus uniformes, con vestidos de gala para el festejo de su egreso como alumnas de la escuela. Más de una vez le había hablado a mi ex pareja de ellas y de sus compañeros, pero verlas así vestidas en diciembre del 94 me llevó a mis primeras peleas conyugales: eran tan atractivas, tan bellas que no podía dejar de mirarlas y más complicado aun cuando las 4 me habían elegido para entregarles sus diplomas de egresadas. Hubo besos, abrazos afectuosos que los celos de mi ex no soportaron.
Mi pareja se cayó a pedazos y mi relación con ellas se hizo más estrecha, dos semanas después fue la cena y baile de los egresados, a la que concurrí solo, bailé con las 4, nos divertimos como nunca y cuando finalizaba el evento, me invitaron a quedarme en el pueblo a pasar la noche, ya que la bebido había pegado bastante y no era aconsejable manejar y recorrer los 60 kilómetros de retorno a casa.
Obvio que no había hoteles, y fui alojado en la casa de Lola. La mirada de furia de Flavia hacia Lola era notable, discutieron por quien me llevaba a su casa, mientras Claudia y Brenda reían por la situación.
Recorrimos caminando la distancia hasta su casa, entramos y nos fuimos a tomar unos mates antes de acostarnos, charlamos animadamente y al momento de despedirnos, ella me dio un beso corto en los labios: “Descansá Ale, mañana te llamo a desayunar, para que vuelvas a casa”. Me quedé de piedra tras ello, me guio a una habitación que estaba libre, con una cama amplia. Repitió el beso y animado por el alcohol, la tomé de la cintura y transformé ese beso ingenuo en uno más profundo e intenso, Quise llevar mis manos a su cintura para acariciarla un poco más, pero me detuvo en seco: “tranquilo, que están mis padres” dijo antes de salir del cuarto. Quedé calentísimo y con ganas de más, pero no hubo chance. Me dormí casi al instante y creo que aquel sueño duró por horas, pero solo fueron 5. Me despertó un beso suave, abrí los ojos y vi a Lola al costado de la cama, solo vestida con una remera larga, descalza: “Buenos días dormilón, son las 11 y mis padres volverán pasado mediodía” dijo mientras corría las sábanas y se metía en la cama. Hubo besos, caricias y minutos más tarde se montó sobre mí para iniciar un momento mágico, apenas levantó la remera y me mostró que no había nada debajo. Se refregaba sobre mí buscando excitación y cuando lo logró, bajó el bóxer y acomodándose, se llevó la verga a su interior. Cabalgó por unos 15 minutos hasta llegar a su orgasmo, y se quitó rápidamente de encima, evitando que le llenara la conchita juvenil de leche. “No quiero embarazarme y traerte problemas, cuando vuelvas para los exámenes de diciembre, trae preservativos y lo hacemos completo” dijo mientras sacudía mi verga hasta hacerla descargar todo su contenido. Me limpió con la remera, y salió rápidamente de la habitación.
Me vestí y la encontré ya preparada para salir: “vamos al salón que nos juntamos a comer algo y seguir la fiesta” dijo mientras abría la puerta para salir de la casa. Fuimos hasta donde ya empezaban a llegar los alumnos y alumnas, para limpiar el lugar, ordenar y compartir un almuerzo. Me excusé para irme y caminé rumbo al auto. “¿Vas para Monte? ¿Me tirás allá? Escuché la voz de Claudia a mis espaldas, me giré y la vi vestida de pollera corta y camisa clara, acompañada de sandalias a tono. “Dale, vamos” le respondí.
En los primeros 30 kilómetros la charla trató sobre la fiesta de la noche anterior, hubo un pequeño silencio y ella abordó el tema más caliente.
Claudia: anoche se puso pesada la noche, Lola y Flavia querían llevarte a casa, están loquitas por vos y no saben disimularlo
Alejo: ¿estás segura que fue tan así?
Claudia: claro, llevan meses planificando cómo hacer para estar con vos.
Alejo: no lo hubiera imaginado
Claudia: pero no son las únicas, hay otras que son más reservadas que piensan lo mismo
Alejo: no creo que sea para tanto
Claudia: hay dos profes con arrastre en la escuela: vos y Guille el de gimnasia, que seguro ya se acostó con varias.
La charla se fue volviendo más íntima y noté como Claudia iba demostrando que ella era una de las interesadas. Cuando estábamos llegando a la ciudad, me invitó a pasar a su departamento (estaba preparándose para el curso de ingreso de la Universidad y ya estaba alojada).
Dejé el auto a buena distancia del edificio y fuimos caminando hasta el ingreso, sacó la llave en el bolso y abrió la puerta, subimos dos pisos por escalera, yo detrás de ella observando como meneaba la cola y la corta pollera dejaba ver el nacimiento de sus curvas.
Entramos, fue a dejar el bolso en la habitación y nos sentamos a tomar unos mates mientras seguíamos con la charla. “¿Me esperas? Voy a buscar una masitas a la panadería” dijo mientras abría la puerta y salía rumbo al negocio.
Estando solo, me pudo la intriga y poniéndome de pie, recorrí el pequeño departamento. Una habitación con una cama de buenas dimensiones, con ropa desparramada en sillas y por el piso, un baño algo desordenado, donde podía verse alguna que otra toalla y llamativamente un pequeño tendal donde colgaban tres prendas: un brassier negro y dos tangas muy pequeñas, casi hilos dentales diría.
En un rincón, un cesto de ropa para lavar, donde asomaban jogging, remeras y una camisa. Estuve tentado de revolver el cesto, pero escuché pasos acercándose a la puerta, apuré el paso y volví a la cocina, al momento que Claudia entraba.
Dejó sobre la mesa un paquete y se puso a calentar agua y cambiar la yerba del mate. “Espero no haber tardado mucho” dijo mientras apagaba la hornalla. En un movimiento brusco, volcó parte del agua al piso y patinó con ella. Se dio un golpe en la cadera, que la hizo trastabillar, apenas pudo aferrarse a una silla para evitar la caída. Se quejó de dolor y se puso pálida: “estoy mareada” dijo mientras se afirmaba apenas en la mesada. Solo atiné a acercarme y tomarla en brazos para evitar que cayera, le acerqué una silla pero le costaba sentarse por lo que quiso ir a la habitación y recostarse.
La acompañé, la dejé recostada y fui en busca de hielo a la heladera. Volví al cuarto y sentándome a su lado coloqué el hielo en la zona golpeada. “Te hago venir para hacerme compañía y terminás atendiéndome por torpe” dijo mientras pasaba una mano por su frente, quitándose sudor.
Alejo: tranquila, tratá de reponerte, me quedo con vos.
Claudia: Gracias, ¿me tapás? Me dio frío
Alejo: te saco las sandalias y te tapo.
Puse mi mano en uno de sus pies y le quité el calzado, cuando quise repetir el trabajo con el otro pie, subí la mirada y me topé con la pollerita subida, dejando al descubierto una tanguita rosa que se oscurecía en la parte inferior del triángulo, por los vellos que poblaban el sector, eso provocó una reacción en mi entrepierna, que traté de disimular. Saqué otra sandalia y le ubiqué las piernas en la cama, para taparla, al subir las sábanas y la frazada acaricié sus piernas desde los tobillos hasta el borde de la pollera. Suspiró con el roce, extendió sus manos y atrapó la frazada que colocó al borde de sus pechos.
Claudia: no debería decirte esto, pero ¿me acompañas?
Se corrió hacia un costado y me dio espacio para tenderme junto a ella.
Claudia: quién diría que te tengo en mi cama… ja ja ja
Alejo: en tu cama, no dentro de tu cama
Claudia: ¿te gustaría estar adentro?
Alejo: podría ser
Claudia: dale, te invito
Me quité parte de la ropa, el calzado y me metí junto a ella en la cama. Tenía su cuerpo tibio, se giró para ponerse frente a mí y comenzó a contarme de su vida, anhelos, ideas y proyectos. En ningún momento intentó nada que pudiese imaginar como una invitación a algo más que compartir el lecho.
Pasó una hora y se la notaba repuesta, habíamos charlado mucho, cuando de pronto me dijo: “En mi mochila, hay algo para vos. Andá a buscarlo. Te espero.”, levantó levemente las sábanas y me invitó a salir, le hice caso y fui a la cocina a buscar la mochila. Revisé en el interior y encontré un blíster de chicles, una billetera y una caja de preservativos. No pude más que sonreírme, guardé los preservativos en un bolsillo y tomé el blíster en la mano. Caminé hasta la habitación y desde la puerta le mostré los chicles.
Se rió de buena gana. “¿Sólo eso encontraste?” mencionó, no había dudas sobre lo que vendría.
Volvió a abrir la cama, ya no había pollerita ni camisa, solo el brassier blanco de puntillas y la tanguita rosa. Me dejé solo el bóxer y me metí rápidamente entre las sábanas. Me recibió con un cálido abrazo, los ojos cerrados y los labios entreabiertos. Entonces surgió el primer beso, las primeras caricias y el crecimiento del deseo.
Pechos de buen tamaño aunque no gigantes, piel suave (típica de una jovencita), entrepierna tibia (algo húmeda) y boca deseosa de ser besada. ¿Cuánto tiempo fue? Una hora quizá dos en las que solo nos dedicamos a besos y caricias que fueron incrementando su humedad y mi calentura.
Claudia: no soy experta, más bien necesito que me enseñes como moverme y qué hacer para disfrutar el momento. Sé delicado, por favor.
Le hice caso, me comporté delicadamente, traté primero sus pechos con besos y lengüetazos suaves, lentamente bajé el elástico de la tanga y dejé al descubierto su Monte de Venus, casi lampiño, apenas cubierto por pequeños vellos; bajé una de mis manos y me dediqué a acariciarla para tratar de tener la temperatura y la cantidad de jugos necesarios para lubricarla. Cuando creí que estaba en el momento justo, me ubiqué sobre ella, abrí sus piernas y comencé a rozarla con la verga. Fueron los segundos necesarios para enfundarla en un preservativo. Ahora si estaba listo.
Jamás creí que esos movimientos la llevaran a gemir tan intensamente, era más que claro que no había sido muy activa, y eso se confirmó cuando los primeros centímetros de verga fueron entrando en una apretadísima vagina. Llegué a creer que era virgen, ya que cuando pude entrar por completo, dio un grito profundo. Me detuve y permití que se acostumbrara a mí sin moverme, dejando que ella iniciara los movimientos.
Cuando se relajó, imprimió más velocidad a los movimientos, los gemidos crecían hasta el momento en que no aguantó más y explotó en un orgasmo furioso. En cambio yo estaba a mitad de camino, producto de la actividad de la mañana con Lola y la tranquilidad con que me tomé el sexo con ella.
Pasaron unos minutos y volvimos a la posición inicial, Uno junto al otro.
Se veía radiante, satisfecha, feliz y con la sensación de haber gozado profundamente.
Claudia: quiero que te quedes conmigo todo el día, me enseñes más que esto.
Sonreí, la bese tiernamente y nos fundimos en un abrazo, descansamos un tiempo y la invité a darnos un baño juntos. “Es necesario para lo que viene” le dije mientras íbamos camino al baño. La enjaboné y limpié por completo, hice lo mismo conmigo y sin vestirnos volvimos a la cama. “Quiero que me cuentes tus experiencias y lo que queres aprender y conocer” le dije.
Me contó con detalle su escasa experiencia, cuál era su fantasía y cuáles sus necesidades al momento del sexo. “Quiero experimentar todo lo que puedas enseñarme” remató mientras desplazaba las sábanas y se mostraba lista a empezar. Jugamos un rato para lograr algo de temperatura, volví a besar sus pechos, di mordiscos en sus pezones hasta dejarlos durísimos, casi al borde del dolor y rozando su vientre con mis labios fui bajando rumbo al centro del placer. Intentó detenerme como si no se animara a más, forcé suavemente las piernas para que las abriera y una vez acomodada, comencé a lamer su raja, de punta a punta. Jugando con la lengua, despegué los labios vaginales y traté de hallar el clítoris que fue emergiendo lentamente.
Los primeros gemidos se iban transformando en aullidos de placer, la intensidad de su deseo crecía y me hundía la cabeza entre sus piernas, guiándome.
Estaba totalmente encharcada, fruto de mi saliva y sus flujos. “No aguanto más, métela por favor” dijo liberándome de la presión. Elevó las piernas a mis hombros, abriéndose al máximo para recibirme. “Me falta el preservativo” balbucee, pero no le importó y me llevó a su interior, el bombeo fue intenso y aún más la explosión del orgasmo mutuo. Por primera vez, el semen regaba sus entrañas y pareció disfrutarlo al máximo.
Claudia: tranquilo Ale, hace más de dos meses que me cuido, me estuve preparando para este momento
Alejo: Me hiciste trampa, nena mala y te voy a castigar por eso.
La giré para ubicarla sobre mi, apunté a su vagina y la mandé a fondo. Se empezó a sacudir con ganas y una intensidad genial. Así llegamos a nuestro segundo orgasmo.
El resto del atardecer y la noche fue de besos y caricias, charlas y confesiones: “Jamás me animaría a recibirla por detrás, dicen que es muy placentero, pero siendo tan estrecha, me dolería demasiado” dijo antes de dormirse abrazada a mí.
Al amanecer, me vestí, le preparé el desayuno y después de despertarla con un beso, me fui a casa.
Los tres meses del verano fueron un aprendizaje continuo, al iniciar Marzo tuve que mudarme a otra ciudad por cuestiones laborales, diariamente cruzábamos charlas por internet y viajaba los fines de semana para verla.
El 15 de Marzo me presenté a trabajar y noté un cambio en la escuela, mis horarios habían sido disgregados y ya no era redituable viajar tanto por el sueldo que recibía. Al salir de la última clase me encontré con Lola: “hola perdido, ¿cómo estás? ¿te enteraste? Alguien habló y están buscando la forma de sacarte del medio. Las mujeres despechadas son complicadas, te entregaron pero como somos mayores de edad, te van a invitar a irte” dijo mientras encendía un cigarrillo.
No podía entender como había sucedido todo, pero era claro que alguna de las 4 había echado a correr los rumores y en un pueblo, son regueros de pólvora. El 25 de marzo presenté la renuncia y no volví al pueblo hasta 25 años después, pero eso será la segunda parte de esta historia.
Espero sus comentarios, y más que nada tu opinión.
Saludos,
Alejo Sallago – alejo_sallago@yahoo.com.ar