Lanita I
¿Cómo matar el tiempo hasta las seis y media?, meterme al KeyMart, la solución.
Andaba yo preocupado por la falta de lana y con ese pensamiento en mente me di a la tarea de recorrer los pasillos y mirar anaqueles de madre y media.
Entonces recordé mis travesías de hace años, cuando me metía al centro comercial de San Jerónimo para tratar de ligar, y si era cierto, no hay como una plaza comercial para conseguir nalga. Sonreí para mis adentros y seguí caminando, encontré un carrito vacío y me lo llevé.
Entonces ocurrió. La vi de reojo.
Una mujer de piel blanca y pelo lacio, castaño, de facciones algo burdas en el rostro, con un apretado pantalón rosa que remarcaba su redondeado nalgatorio y casi transparente se adivinaba la pequeña tanga que usaba, andaría ya por los 40`s.
Fue un instante, pero lo suficiente como para entender que la vieja esa andaba de cacería.
La seguí de lejos, caminando despacio, ella se metió en el pasillo de los detergentes y se detuvo, pasé cerca de ella y me paré a revisar precios de jabones de baño, volvió a voltear y nuestras miradas se cruzaron.
Su rostro se sonrojó, seguí mi camino empujando el carrito y justo antes de pasar al otro pasillo voltee hacia ella y ahí estaba mirándome también, le hice un leve movimiento con la cabeza, como diciendo «¿sí?», ella volvió a sonrojarse y con una ligera inclinación de cabeza me devolvió el «si», ya está!, me dije, veremos si cae.
Me dirigí a las cajas y me entretuve en un estante mirando las revistas y de pronto ahí estaba ella, junto a mi. Tomó una revista y la hojeó, se acercó un poco más y dijo: «¿cuánto?».
De momento me confundí, pero reaccioné al instante, «depende», le contesté.
–«¿De qué depende?…
–«De lo que quieras… –pensando rápidamente las respuestas–, puede ser rápido o lento…, puedes querer muchas veces, o dos o tres, normalito o cositas raras, depende del tipo de servicio…
Sonriendo un poco agregó: «digamos que lo normal…».
–«Hummm, podríamos estar una hora…, haríamos lo que tu quisieras, tu pagas el hotel…, te cobró 800…
–«Ay no!, cobras mucho…
–«El servicio está garantizado…
–«Por el hotel no te preocupes, iríamos a mi depa…, te doy 500…
–«Bueno…, que sean 600…
–«Sígueme, te espero afuera, vamos en mi carro, ¿traes coche?, bueno, dejas tus cosas ahí y me alcanzas…, pero oye, una cosa…, no trates de pasarte de listo…, no hace falta que compres condones, tengo algunos en casa…
–«No te preocupes…
Pagué las pocas cosas que llevaba en el carrito y la seguí, ella iba adelante, moviendo acompasadamente sus nalgotas, apretándolas por momentos, como mandándome señales…
Fui hasta mi coche y guardé las cosas, eran apenas las dos y media, tendría suficiente tiempo. La busqué con la mirada, traía una camioneta Windstar negra, casi nueva. Volteó a mirarme y se subió al auto. Llegué hasta ahí y ya la puerta me esperaba abierta.
Nos dirigimos hacia los conjuntos residenciales de Coapa. Una zona de casas bonitas y departamentos.
Ya para llegar me dijo «trata de esconderte para que no te vea el guardia, vivo en un segundo piso, al estacionarnos tomas unas bolsas y me ayudas con ellas, para que si alguien te ve sepa que vienes conmigo ayudándome con el mandado».
Me sentí un poco estúpido ante eso, yo, haciéndole al prostituto, pero ya estaba embarcado, ahora le tenía que cumplir. La seguí por las escaleras y llegamos a su departamento, por fortuna nadie nos vio. Al entrar me dijo: «espérame en la sala, no toques nada, ahorita vuelvo».
Minutos después regresó vestida con una coqueta bata de dormir, un sugerente babydoll negro de cintas y holancitos que se abrían por delante.
Se detuvo ante mi, que la esperaba sentado en el sofá, «desnúdate», fue su orden, ahora era ella quien me esperó sentada, siguiendo con mirada atenta cada movimiento mío hasta que quedé sólo con la trusa.
Al verme ya casi desnudo ella se quitó la batita, dejando al descubierto sus rotundas carnes blancas, sonriendo pícaramente y arrodillándose en el sofá me paró la cola diciendo: «primero lo quiero de perrito…, no olvides ponerte el condón…».
–«Ahora verás pinche vieja…», pensé. No me precipité, inicié mi tratamiento especial, acariciando su espalda, besándola, recorriendo con mi lengua desde su nuca hasta el nacimiento de las duras nalgas blancas. Al momento ella se estremeció, seguí lamiendo su espalda y acariciando su culo.
Mis manos se metían entre los globos carnosos hasta tocar la raja de su pucha, ya estaba mojada y caliente, ella se dejó hacer, gimiendo quedito.
Seguí con mis caricias, ahora le lamía las nalgas, dándole delicadas mordiditas, abriendo los globos de carne para ver su culo.
Lo tenía sumamente requemado, color rojizo y con algunos pelos alrededor, alzó más las nalgas y se replegó a mi cuando mi lengua recorrió la deliciosa línea que separaba sus glúteos, un «hummmmm chiquito, que rico lo haces…, chupa ahí, en la colita…, hummmm, así, con tu lengua, titila con tu rica lengua chiquito, más…, más».
Le seguí mamando el culito por un buen rato acariciando la raja abierta de su panocha castaña, que lucía la perfecta depilación de la zona del bikini.
Hasta que noté que estaba chorreando y próxima al orgasmo, entonces se detuvo, «no, ya, espera, quiero tu verga, anda ya apúrate, me quiero venir con tu palo en la pucha, anda ponte el condón papacito lindo…».
Raudo cubrí mi verga con el condón, me situé detrás de ella y le apunté el carajo entre los labios chorreantes de la pucha y entonces sin dejar notar mis intenciones se la sepulté de un sólo empujón, un «ahhhhhh» seguido de un profundo suspiro salieron de su boca cuando sintió la inesperada penetración.
Me agarré a sus nalgotas e inicié el metisaca, despacio, refregándole toda la verga, removiéndola hacia las paredes de la vagina, sacando todo el pito para sepultarlo de un sólo envión, aceleré, aumenté la fuerza hasta hacer que ella brincara con cada arrempujón, «así, así, fuerte, mételo fuerte, más rápido, huyyy chiquito eres magnifico…, ay, más, más, todo, pica fuerte, ya, ya me viene, ay papacito que me vengo, por todos los cielos me estoy viniendo!…».
En esa posición le saqué tres orgasmos, ella estaba maravillada y gozosa, quería más. Cambié de posición, de patitas arriba, se las puse en mis hombros y taladré y mamé sus tetotas hasta que tuvo otros dos orgasmos. Pidió tregua:
–«Espera, espera un poco, ya me cansé de esta posición…, oye tu no quieres venirte?»…
–«Si tu quieres…
–«Si, quiero tu leche, pero al ratito, antes quiero que me culees, ponte otro condón.
Ella se puso de ladito acostada en el sofá, mostrando sus nalgas y abriéndolas con la mano: «despacito papy, no me lastimes, hace tanto tiempo que no lo hago por ahí…».
Ya con el nuevo condón, me hinqué frente a sus protuberantes pompis y con la punta de la verga embarré los jugos de la pucha en su ojete, abrió más las nalgas y apunté el glande en el conjunto de pliegues, presioné un poco, la cabeza resbaló, corregí el rumbo y tomando el lomo de la verga con la mano apunté bien en el culo, volví a presionar, entonces el culo se abrió y la mujer se quejó: «ay, espera, ay…, despacito, me destrozas con tu vergota papito, ay…, despacito…, poco a poco…», si, poco a poco la verga fue entrando, tenía un culo muy apretado la mujerona esa, hasta que por fin llegué al fondo, todo el pito estaba dentro del intestino de la vieja, esperé un poco a que se aflojara el culo, entonces se la empecé a meter y sacar, una y otra vez.
Luego de las primeras metidas ya mi verga iba y venía con facilidad, el hoyo estaba distendido, abierto, ella gemía de placer.
Mientras aceleraba las metidas con mis dedos jugaba en su pucha, metiendo dos de ellos en el canal, sintiendo en la vagina como mi verga entraba y salía de su culo. La cogida se aceleró, ella ya casi gritaba «más, dame más, la quiero toda, más, más fuerte, cógeme fuerte, dámelo todo, ay me sacas el orgasmo, me vengooooo!».. Sentí palpitaciones, apretoncitos ricos sobre mi verga, la vieja se estaba viniendo, la pucha chorreaba ya sus jugos, estaba a punto de venirme, pero se lo pregunté:
–«¿Quieres que me venga en tu cola?».
–«Si, pero no te quites el condón, quiero tus moquitos…».
Volví a acelerar el metisaca, hasta que cuando ella se venía de nuevo le dejé ir todo el garrote y mi verga eyaculó su semen dentro del condón. Habíamos terminado, ambos sudábamos, le fui sacando la verga del culo, y para sorpresa el culo permaneció abierto, convertido ahora en un desmesurado agujero abierto, lentamente el ano se fue cerrando, como guiñándome un ojo.
Ya con la verga fuera de ella, la mujer se apresuró a quitarme con cuidado el condón, su objeto era evidente, quería los mocos.
Exprimió el condón y en la palma de la mano colocó el semen, acto seguido se los embarró en la cara diciendo: «son magníficos como mascarilla». Sentado en sillón esperé a que la vieja terminara de aplicarse su mascarilla de mocos.
Luego se levantó, me ofreció un cigarro y se fue a otra habitación, regresó con el dinero en la mano cuando ya estaba yo vestido:
–«Ten tu dinero, te lo ganaste bien, dame tu teléfono, por si requiero de tus servicios, además tengo algunas amiguitas a las que tal vez les interese contratarte. Lo sabes hacer muy bien!, me dejaste bien llena y satisfecha, ya me andaba por una verga, desde hace tres meses ando en ayunas…, gracias chiquito, por cierto ¿cómo te llamas?…
–«Llámame José», le contesté‚ anotándole en un papelito mi número de teléfono, «por cierto, no hay bronca si me ve salir el guardia?».
–«No te preocupes, yo le aviso que vas de salida que eres un primo mío que me ayudó con el mandado, bueno amorcito hasta la próxima, por cierto llámame Magda».
–«Adiós Magda», le dije antes de cerrar la puerta y encaminarme a la salida de aquel conjunto habitacional.
Quien lo dijera, hacía dos horas no traía casi un sólo clavo, ahora tenía 600 lacas y además había descargado a plenitud la verga, vaya, ¿quién lo dijera?
Pasaron algunos días, ya casi me había olvidado del incidente del KeyMart cuando una noche recibí una llamada:
–«Hola!, ¿eres José?, habla Magna, me recuerdas…
–«Si claro, cómo estás, qué me cuentas…
–«Yo bien, ya sabes. Mira hay una amiguita interesada en ya sabes qué, le dije que cobras mil. ¿Puedes mañana?, como a las diez, vamos a estar tomando café en el Tonks de ya sabes dónde, tú llegas y te sientas en la barra, si ella se decide yo te hago la seña y que te siga al estacionamiento.
–«Bueno pues, mañana, diez horas, Tonks, café en la barra y ¿qué tal con la amiga?…
–«Buena onda, es muy miedosa, pero ya anda ardiendo la pobre, como que no se decide, tiene lana, si se hace el trabajo procura tratarla con cuidado, tenle paciencia a la chiquilla.
Al día siguiente ahí estaba yo en el café, de inmediato vi a Magda con otra mujer, pero qué mujer. Buenísima, mucho más joven que Magda y muy bien vestida, ‘a ésta me la cojo hasta sin cobrarle’. Ambas voltearon a verme al instante, la chica aquella avergonzada bajo la vista de inmediato. Pedí café y esperé, entonces Magda se levantó para ir al baño y al pasar me dejó un papelito: «este es el número del celular de Jenny, llámale desde el teléfono público de aquí mismo, yo voy a hacer tiempo en el baño, espero que se pongan de acuerdo».
Seguí sus instrucciones, marqué y Jenny contestó:
–«¿Si… diga?
–«Soy José, hola Jenny cómo estás, ya lo pensaste?…
–«No lo sé, tengo algo de temor…, pero dice Magda que eres su amigo…, y que no hay problema…, pero no sé…
–«Bueno si quieres podríamos platicar en persona en otro lugar, la cosa es que te sientas bien, segura y que me conozcas un poquito más…
–«La cosa es que no dispongo de mucho tiempo, si no es hoy, sería hasta el mes que entra, salgo del país a visitar a mis padres en Madrid…, ay no sé…, ¿tú qué me recomiendas?…
–«Que te decidas…, te aseguro que no te vas a arrepentir, puedo ser como tú quieras que sea, haremos sólo lo que tu pidas, nada más ni nada menos…
–«Hummm, mira espérame en el estacionamiento, traes tu coche?, bueno déjalo aquí y te vas en el mío, ya de camino me decido ¿sí?…
–«Bueno…
Esperé‚ unos minutos en mi carro, la vi salir, nerviosa, mirando a todos lados como tratando de ver si alguien la había descubierto, se subió en un BMW blanco, vaya!, tiene lana…, me hizo una seña y a paso rápido llegué a su carro, me subí y ya estaba decidida:
–«Bueno si, vamos, pero que sea en un lugar lejos de por acá, tu me dices…
–«Toma la carretera libre a Cuernavaca, por ahí hay sitios adecuados y muy escondidos…
Iba manejando rápido, muy nerviosa. «Calma chiquita, calma», le dije acariciando su mano. Ella volteó sonriente:
–«Es que nunca he hecho esto…, espero que me entiendas…
Ya para llegar a la zona de moteles tenía un buen plan: a Jenny había que tratarla como novia primeriza, con paciencia, con cariño, con ternura. Entramos en el motel y ella me dio dinero para pagar, casi corriendo se metió en el cuarto y cuando entré la miré sentada en el sillón hecha un manojo de nervios.
Seguí al pie de la letra mi plan, entre besitos castos la fuí encuerando, poco a poco, calentándola, sin abalanzarme, ella se dejó guiar pero con algo de pena. Pese a ello su mirada se fijó en mi cuando me quité la ropa y mi verga apareció erecta, lista para el diálogo.
–«Ay la tienes enorme!, nunca me cabrá!…
–«Con calma chiquita, verás que todo sale bien.
Media hora después Jenny estaba con las patas apuntando el techo del cuarto recibiendo en su hermosa y apretada puchita la estaca.
Suspiraba, gemía, removía su cuerpo, yo aceleré las metidas, con fuerza, pero a la vez con ternura, mamándole sus firmes tetas de enormes aureolas y pezones color café. Le vino el primer orgasmo. Amoroso la dejé terminar.
Dejé que bajara las patitas pero sin sacarle la verga, me la empecé a coger despacito, metido entre sus piernas, chupándole los pezones con delicadeza, con suavidad, empezó a gemir de nuevo, su pelvis iba a mi encuentro, siguiendo mi ritmo, su respiración se agitó y separando con ansia mi cara de sus tetas me pidió: «bésame papacito, hazme sentir tu mujer, tu esposa», me ofreció su boca abierta y me abrazó con pasión, nos unimos en un intenso y ensalivado beso, mientras mi verga seguía en su trajín.
Con las bocas pegadas Jenny se vino, tumultuosamente, brincando sobre la cama, rodeando con sus piernas mi cintura, los «ahhhh, ahhhh, hummmjummmm», salían de su boca, el placer amainó poco a poco.
Jenny separó su boca para decir «ahora quiero hacerlo yo arriba, me dejas papaíto?». Cambiamos de posición y entonces ella notó que no tenía condón:
–«Oye ponte el condón!, capaz que me embarazas…
Pero antes de dejarme colocar el dispositivo se agarró de la verga y con gesto amoroso se fue acercando a ella, la empezó a mamar deliciosamente, succionando la cabeza, sumergiéndola toda hasta su garganta, por momentos la sacó para decir: «la tienes enorme cariño, pero sabe tan rico!, y ya comprobé que si me cabe, toda, toda tu enorme polla», volvió a la mamada hasta que se decidió a montarme, pero antes colocó ella misma el condón.
A horcadas sobre mi fue acercando su pucha de pelos cortitos y depilados al hiniesto garrote, su mano dirigió la verga y cuando se empezó a empalar un hondo suspiro anunció su placer:
–«Ay cariñito eres riquísimo, la tienes de oro papaíto lindo».
Dejé que ella impusiera el ritmo, acelerando mis envites cuando ella lo demandaba, chupándole las perfectas y duras tetas, mordiendo los pezones, afianzándola de las nalgas para clavarla sobre la estaca cuando ella iba de bajada. Sacándole casi toda la verga cuando iba hacia arriba.
Por fin entre gemidos se vino, aceleré los empujones, siguió viniéndose, no la solté, ella brincaba sobre mi encajándose en el garrote, le seguí dando fuerte una y otra vez, siguió viniéndose, una, dos y tres veces gimió, gritó apenitas con murmullos apagados y contenidos, hasta que cayó sobre mi pecho desfallecida pero aún con mi verga alojada en su cueva chorreante de jugos penetrantes.
Besé su rostro para reanimarla, ella dijo: «¡qué bárbaro!, ¡qué forma tienes de coger!, me vine tres veces así, montada, eres perfecto, ahora vente tu papy, te voy a sacar los moquitos con mi puchita».
Cumplió su palabra la Jenny. Montada sobre mi se empezó a mover apretando su gatita, dándome apretoncitos ricos, me dejé ir, y me pegué a sus tetas mientras bombeaba mi verga que eyaculaba dentro del condón, ella tuvo un orgasmo más, pero delicado, de a poquito, de menos a más. La dejé descansar y le pregunté: «¿quieres más?».
–«¡Más!, ¡ay chiquito si me dejaste muerta!, ya no papacito, ya tuve suficiente…».
Luego ambos nos metimos a la regadera y mientras nos vestíamos me entregó un rollo de billetes: «aquí tienes, te voy a dar algo más… digamos como propina…, dame tu teléfono, yo te llamo cuando regrese de mi viaje, quiero volverte a ver, quisiera que fueras solo mío…».
–«No lo sé…, ya veremos…, ¿cómo te sientes?…».
–«¡Super!, muy feliz y sobre todo satisfecha, eres increíble…, nunca me había venido tantas veces!…, ay tengo hambre, tanto coger me sacó apetito, si quieres vamos a comer algo, yo invito y ahí platicamos un poco, ¿quieres?».
Ya en un restaurante de Perisur supe más de ella. Se había casado hacía tres años, pero el matrimonio no duró nada, descubrió que su esposo era «puñal» –homosexual, de ida y vuelta, pues– y que sólo se había casado con ella para aparentar.
Lo descubrió cogiendo en su propia cama con un adolescente y le armó tal escándalo que el tipo terminó por aceptar el divorcio a cambio de dejarle buen dinero, mucho al decir de ella. Desde entonces había andado a puro «dedo».
Conoció a Magda en un curso de decoración y se hicieron amigas, se contaban todo, hasta sus necesidades afectivas, luego ambas fueron a una tienda de artículos sexuales y compraron consoladores de todos tipos que a veces utilizaban cuando Jenny iba a visitar a Magda a su casa.
Ya a la hora del café me preguntó: «Oye y cómo es que te dedicas a ésto?».
–«¿La verdad?, pues verás…, Magda fue mi primer cliente…».
–«¿Qué?».
–«Si, te lo aseguro. Esa vez andaba yo haciendo tiempo en una tienda. Nos vimos. Me le lancé y solita cayó. Yo ni siquiera pensaba en cobrarle…, ella sin querer lo propuso. Pero la verdad andaba yo muy mal de lana…».
–«O sea que…, ay mi madre…, no me digas!…».
–«Pues si, pero por favor no le cuentes nada, como sea me hizo un gran favor…».
–«Madre mía!…, y yo que pensaba que eras profesional, ella me lo dijo: `coge como experto`, ¡y ya lo comprobé!…, ¡ay qué cosas haces!…, me dejas toda confundida!…, ahora quisiera saber más de ti…».
–«No, calma. Así estamos bien, pero promete que no le dirás nada de ésto a Magda…, y sobre todo te agradezco que me hayas ayudado con dinero…».
-«Eso no importa…, pero…, ay no sabes…, se me ocurren tantas ideas…, ahora me siento mejor…, como que lo que hiciste conmigo fue más auténtico…».
–«Si, así es…».
–«Ahora ni siquiera quisiera irme de viaje, desearía tanto que siguiéramos juntos…, que me siguieras haciendo esas cosas!…, ay no sé ni lo que digo, ¿tú que piensas?…».
–«Mira lo mejor es que hagas lo que tienes que hacer…, ya después veremos…, no sé…, tal vez cuando regreses podamos vernos, estar juntos. Haz tu viaje, diviértete, conoce gente, amigos…, no sé, a lo mejor allá conoces un mejor amante…».
–«¡Eso no!, los españoles son insoportables, bueno en fin…, no sé…, al menos promete que te cuidarás…, que pensarás un poquito en mi…, que si te coges a Magda…, que sea sólo eso, una cogida y ya!, ni se te ocurra enamorarte de ella…».
–«Eso no, puedes estar segura. Pero como sea tú y yo no nos conocemos…, pero lo que hicimos fue bueno para ambos…, al menos quisiera que pensaras que no actué con mala intensión…».
–«¡Ya lo sé tonto!, ¡eres auténtico!, yo lo sé y ya te quiero por eso, perdona que te diga esto…, pero hacía tanto tiempo que no sentía aquello…, tanto placer…, eres maravilloso chiquito lindo!, y ahora tengo que irme y dejarte ante una bola de viejas ansiosas de miembro!, Magda es cabrona y sus amigas más, así que tienes que tener cuidado, mucho cuidado…, sería capaz…, de no sé…».
–«Ya no hables…, déjalo al tiempo…, somos apenas un par de amantes casuales, eso es todo…, me gustaría volver a verte, como no!, pero bueno…, al tiempo…».
Aquella noche ya en mi casa recibí una llamada de Magda: ‘Oye canijo pues que le hiciste a la Jenny?, anda toda apendejada por ti…, condenado!, mira antes de irse pasó a mi casa y me dejó algunas cosas para ti, un celular activado para que le llames y un paquetito con un regalo, se me hace que es un reloj…, no la hayas hecho que se enamorara de ti!, malvado…’».
–«No, fíjate que no…, todo estuvo bien, ya se le pasará. En cuanto pueda le hablo por teléfono para calmarla, no tenía por qué dejarme regalos…, eso estuvo mal…».
–«¡Pues acéptalos tonto!, nomás no te pases con ella…, no lastimes sus sentimientos, habla claro con Jenny, oye ¿podríamos vernos mañana sábado?, como a medio día, pasas por tus cosas y estamos un rato juntos…».
–«Híjole!, se me complica un poco el sábado, tengo algunos compromisos, pero podría ser como a las 2 de la tarde…».
–«¡Orale!, donde mismo, en el estacionamiento del Tonks, ¿sabes?, tengo una fantasía…, hacerlo ahí, en el estacionamiento, dentro de mi camioneta…
–«Hummm, veremos que se puede hacer…».
Aquel sábado le hice tal faena a la Magda mamándole la pucha durante más de una hora, para ella fue algo memorable hacerlo ahí, dentro de su camioneta, sobre los asientos reclinados de atrás, ella montada sobre mi cara a horcadas, yo dándole lengua y dedos por todos sus agujeros.
Se vino seis o siete veces hasta quedar exhausta, pero cuando ella insistió: «ahora déjame mamarte y te vienes en mi cara…», me negué –ese día tenía cita con mi novia. Ella aceptó un poco malhumorada, pero ya cuando platicábamos en el Tonks comiendo, sonriente me entregó un sobrecito con mi lana, «son 500 eh papy?, los otros cien son mi comisión por lo de Jenny», los acepté pensando «ah jija del maiz ahora me vas a regentear!».
Luego le platiqué que había hablado con Jenny, estaba en Barcelona, muy ansiosa pero que traté de calmarla, podría seguir cogiendo con ella pero no quería compromisos, le dije. «Haces bien, pero que todo quede claro entre ustedes, para evitar malos entendidos», me dijo Magda. Luego pasamos a los negocios:
–«Mira tengo amigas, te puedo conseguir algunas clientas…, ¿cómo ves?…, yo te las contacto…, pero ya sabes…, el 30 por ciento de lo que ganes y una cogida gratis a la semana…».
Aguantando las ganas de mandarla a la chingada le dije: «que sea el 20 y una cogida cada quince días…, eso dependiendo del número de servicios que haga, si es uno o dos a la semana, no me conviene…».
–«¡Ay condenado!, pues cuanto puedes coger!…».
–«Hago hasta tres servicios al día, dependiendo…», le dije mintiendo.
–«Tres al día… , ¡yo ni con el mejor de mis novios!, no pues así no, no podría conseguirte tantas citas…, pero haciendo cuentas…, podrías hacer tres o cuatro servicios a la semana y si les cobramos mil o mil doscientos por cada uno…, ya es una lana…, ¿o no?».
–«Pues si, pero eso tiene sus inconvenientes…, antes que nada me debes avisar con tiempo para organizar mis citas, tu te encargas de las broncas…, tienes que saber con quien me recomiendas…, antes que nada mujeres sanas…, sin broncas o enfermitas de ya sabes… ¿he?, nada de maridos celosos o novios broncudos…, te garantizo limpieza y seguridad, nada de malas ondas, robos o chantajes, yo cojo y ya, siempre con condón, de los buenos…, si hay regalos o propinas, son para mi. Tu las pones, te llevas una lana y una cogidita…, si se te hace poco ten en cuenta que yo tengo que cuidarme, ya sabes, alimentarme bien, andar más o menos bien vestido… ¿qué dices?…».
–«Sería cosa de pensar en todo…, podríamos utilizar mi depa…, por seguridad…», dijo Magda.
–«Eso no, descártalo, podremos usarlo algunas veces, pero no siempre, uno nunca sabe, siempre hay vecinos curiosos y al rato ya tienes encima a la poli…, mejor moteles. La mejor hora es a medio día en centros comerciales o cafés, entre semana –viernes y sábados es más difícil–, ahí hacemos contacto, se hace la onda y ya».
–«Ay pinche José piensas en todo, oye y dime nomás te dedicas a ésto…».
–«No para nada, yo tengo mi trabajo, soy divorciado, vivo solo, no preguntes de eso. Pero hace tiempo aprendí que coger bien tiene sus beneficios…, así que… ya sabes…».
–«Mira se me ocurre, yo les cuento de ti, cualquier cosa, antes me aseguro que no hay bronca, si tienen interés van a regresar, ¡yo lo sé!, si hacemos alguna cita a lo mejor no siempre podré ir, pero cuando yo pueda te las pongo, haces el trabajo y cobras, luego hacemos cuentas. Por supuesto que me aseguro que estén contentas y que no cuenten nada a nadie, porque de lo contrario tu podrías hacer tus bisnes por tu cuenta y eso no me conviene…».
–«No hay bronca con eso…, ¿a poco crees qué con lo que tu me pongas completaría la semana?…, para nada…, yo hago mis negocios por otro lado…, no te preocupes…».
–«¿Qué?, a poco no te llenas…».
–«Esto es sólo negocio, recuérdalo. Tú y yo podremos ser buenos amigos, pero si hay pedo…, yo ni te conozco. Tú también, si truena el pedo…, ya sabes, si te vi…, ni me acuerdo…».
–«Eso es bueno saberlo. En cuanto a mí, pues mira conmigo no hay bronca, vivo sola desde hace tiempo, soy maestra, gano más o menos, con eso pago el depa…, antes de conocerte anduve de cacería, ya sabes, de vez en cuando. Pero me cuido, ahora estoy tan de nalgas por ti que hasta me dan celos de compartirte con mis amigas…».
–«Nada de nada…, entre tú y yo…, sólo negocios…».
Así quedamos.
Continuará…