Capítulo 2

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Ayudé a Rosa a sentarse al borde de la gran mesa de la sacristía, en donde yo solía comer o leer… y una vez colocada sobre ella, abrí sus piernas, até sus pies a las patas de la mesa, procurando dejar fuera parte de su sexo, llevándola hasta más allá del borde. Notaba el temblor de sus extremidades, pero también de las mías.

De igual forma procedí a atar las manos de ella a las otras patas dejándola bien estirada. Provisto de unas tijeras de costurera que utilizaba para coser mis botones, empecé a recortar el pelo del pubis de esa bella mujer.

  • ¿Padre?, ¿Qué me hace? ¿Por qué me corta mi vello?
  • Tranquila, quiero verlo salir de ahí, tener la certeza de que te abandona. Es donde tú más lo sientes, ¿no?
  • Si… – suspiraba y sus pechos se elevaban con su respiración, haciendo que mi polla se marcase sobre la dura tela de la sotana.

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Recorté cuidadosamente aquel pubis, dejándolo lo más bajito que pude y luego tras echar un poco de espuma, le pasé la cuchilla que yo mismo utilizaba para afeitarme cada mañana. Noté como Rosa se estremecía y su piel se erizaba al suave paso de la cuchilla

  • ¿Me está rasurando? – preguntaba.
  • Si, es necesario.

Se notaba el tremendo placer que esa mujer sentía al notar el roce de la cuchilla sobre sus labios mayores. Algún gemido tenue escapaba de su boca.

Me excitaba sentir la cuchilla eliminando todo rastro de pelo de esa zona, como yo mismo hacía con mi pene o mis huevos, para dejarlos sin vello. Siempre me ha gustado tener poco vello… y ahora podía además descubrir lo bonito que era un sexo femenino en su máxima expresión. Su abultado monte de venus, los pliegues de sus labios mayores de un color ocre y otros mucho más sonrosados en su parte interna. Lentamente esparcí el jabón por su sexo, un gemido escapó de la boca de Rosa cuando mis dedos acariciaron los labios vaginales. La cuchilla resbaló por el sexo de Rosa, rasurándolo por completo, un gemido rompió el silencio. La humedad brotaba en pequeñas gotitas, a la vez que los gemidos llenaban la estancia, ese era un momento excitante y la buena sonoridad de la sacristía lo hacía excelso.

Pude observar cómo brillaba la raja de su coño por los líquidos que salían de su cuerpo y yo, mientras tanto, me limitaba a repetirle que aquel líquido era motivo de que el maligno estuviera dentro de ella.

Haciéndome con una palangana, limpié todo rastro de pelos y jabón de ese precioso sexo, recreándome en la caricia de esa carne ya totalmente expuesta. A la vez que dejaba deslizarse dos de mis dedos en él. La humedad y el calor de esa cueva me subyugó.

  • ¡Ah! – se limitó a jadear Rosa, sin preguntar, dejándose hacer.

La sensación para mí era increíble, notaba como las paredes de su vagina atrapaban mis dedos con fuerza. Miré hacia arriba, contemplando su cuerpo desnudo tumbado en aquella mesa y estiré mi otra mano para acariciar su pecho. Mis dedos acariciaban con mesura esa protuberancia que crecía entre ellos, las yemas de mis dedos lo acariciaban produciendo y produciéndome un millón de sensaciones. Mis dedos fueron presionando ese botoncito, hasta que ella soltó un pequeño gemido. No pude reprimirme y acerqué mi boca a ese sexo y lo lamí de arriba abajo.

Nunca había estado con una mujer, pero había leído el proceder en los libros, al menos de forma genérica en aquellas clases de anatomía del seminario. Aquellas clases, eran un regalo para mis oídos, cuando hablábamos de la reproducción humana y de sus órganos sexuales. Aunque la realidad superaba con creces la ficción, por todo lo leído, aquello era lo más bonito que había visto en toda mi vida. Mi polla estaba a punto de reventar y mi sotana parecía una tienda de campaña, ya que nunca usaba ropa interior.

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Empecé a meter mis dedos y sacarlos haciendo el movimiento de lo que era una fornicación.

  • ¡Ah, Dios mío! – gemía ella retorciéndose, sobre todo cuando mi pulgar, se deleitaba dibujando esa preciosa protuberancia abultada en lo alto de su raja. Aunque no sabía que impresiones causaba, pronto aprendí que muy placenteras.
  • Tranquila hija, estoy preparando tu cuerpo para la extracción. Creo que vamos bien… – le tranquilizaba yo.
  • Gracias, padre, usted es muy atento y es tan bueno…

Mis dedos entraban con facilidad en ese ya encharcado coño y la mujer se retorcía sujeta a las correas y cuerdas que no hacían más que tensar su cuerpo. Mi dedo corazón impregnado de sus jugos resbaló hasta su ano, introduciéndose en tan estrecho agujero hasta la segunda falange. Esto me produjo una gran excitación, ese culo me absorbió como una pequeña bomba.

  • ¡Dios!, padre!, ¿Qué me hace? – dijo intentando levantar la cabeza.
  • Hay que observar cuál será el agujero idóneo por donde saldrá el maligno. – añadí sonriendo por mi ocurrencia.
  • ¡Qué bueno es usted padre, no pare, siga!

Aquellas palabras eran el aliento que necesitaba… pues Rosa se entregaba a mis menesterosos tocamientos y a ese juego que yo empleaba como excusa para sacarle todos los males, aunque me costaba creer que ella fuera tan inocente para eso. ¿Realmente estaba creyendo eso o ambos queríamos que así fuera, para no culparnos mutuamente, o, a nosotros mismos por aquel pecado?

Seguí con el lento mete y saca de mi dedo en su culito, cada vez con mayor facilidad y acerqué mi boca a su coño y lo besé. La sensación fue indescriptible, ese sabor salado y suave como el jugo de una fruta, impregnó mis papilas gustativas, dejándome su sabor impreso en mi mente para siempre.

  • ¡Uff! – un fuerte suspiro salió de su boca.

El sabor que quedó impregnado en mis labios no fue nada comparado a cuando lo hice por segunda vez y con la lengua. Un largo gemido salió de la garganta de Rosa, al tiempo que notaba cómo se encharcaba allá abajo.

  •  Si padre, siiiii, chupe con fuerza por si sale el maligno, no pare, no pareee!

Yo seguía chupando y sorbiendo ese coñito casi virgen mientras la mujer se retorcía sobre la mesa, atrapada en aquellas cuerdas y en mi lujuriosa lengua. Yo lamía, lo que supe mucho después era su clítoris y meneaba con delicadeza y suma lentitud mi dedo.

  • Siga padre, ya sale, ya sale. – gemía con temblores por todo su cuerpo, como si realmente estuviera poseída.

La mujer arqueó su espalda como pudo y un gran chorro de sus flujos, inundó mi cara y mi pecho. Mi sorpresa fue mayúscula y retiré mi boca, para ver aquella fuente, duchándome de aquella forma tan extraña. Aquello no lo había leído en los libros y la verdad que me encantó. Tanto esa sensación de poderío como el haber logrado ese paroxismo en la mujer y ese sabor salado de sus jugos. Fue como si se hubiese meado encima. Lo buscaré en los libros.

  • Ya padreeee, yaaaa saleeeeee, yaaaa saleeeeeee!

Seguí chupando, pero la mujer cada vez gemía más alto hasta que me volvió a regar entero otra vez consiguiendo la mayor dureza de mi polla hasta casi dolerme. Yo estaba siendo poseído, pero por los gemidos y los flujos explosivos de Rosa. Esa explosión que desconocía me hizo adquirir la máxima dimensión en mi miembro

  • Pareee padre, pareeeee, métame algo para que no vuelva a entrar. Lo necesito, métame algoooo

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No podía creer lo que escuchaba… Rosa me estaba pidiendo que le metiera algo en su coño, no daba crédito a sus palabras. Me incorporé y miré su cuerpo desnudo, tumbado, sudoroso y con su piel de gallina.

Retiré el antifaz de la cara de Rosa y ella me miraba con unos ojos que indicaban que aquello era una súplica en toda regla… no sé si para sacarle un demonio, o para que se la metiera el demonio que llevaba yo.

Subí mi sotana hasta sacarla por mis hombros y observé una vez más a esa mujer, a la vez que observaba mi polla totalmente rígida. La miré y sujetando con fuerza mi polla con la mano, la apunté hacia ella.

  • ¡Hágalo, padre, acabemos con ese demonio! – me repetía con su cuerpo queriendo soltarse de las ataduras.

Blandiendo en mi mano mi polla totalmente erecta, en mi cabeza se mezclaban los libros de exorcismo, con aquellos otros en los que sabía dónde había que meter mi miembro, con dos agujeros dispuestos y ambos tan placenteros, al menos en teoría…

Ante mi desconocimiento sobre cómo hacerlo, embadurné la punta de mi polla con los líquidos que desprendía la mujer y empujé mi polla en la entrada de su coño… la cabeza de mi dura verga entró sin problema. Me quedé asustado de ver nuestros cuerpos desnudos unidos por un instante. Me invadió una sensación de poderío desconocida, era mía, estaba en mis manos y el ruido de sus gemidos me hacía alcanzar la gloria.

  • Sí, padre, sí… siga… siga…

Avancé poco a poco, viendo como ese coño se abría como una flor ofreciéndome más calidez en ese abrazo. Sus paredes me oprimían elevando la sensación de placer, jamás pudiera haber imaginado el placer que sentí al llegar al final de mi camino.

  • No pare padre, no pare. Busque bien al fondo, que no quede ningún rastro.

La mujer se retorcía bajo mi cuerpo a medida que mi enorme tronco se abría paso.

Empujé mi polla que entró entera hasta chocar mi pelvis con la suya en un sonido que se quedó grabado en mi mente.

  • Horade padre, horade. Así lento fueraaaaaaa, dentrooooooo, así, no pare padre, no pare.

Aquella mujer no parecía ser tan inocente como yo creía, no se veía empujada por mi teoría de la posesión de un maligno, no era la pecadora que quería redimir sus pecados… Rosa quería que mi polla la horadase, tanto o más que a mi hacerlo… pero no dije nada, seguí ese juego.

De nuevo salí hasta observar cómo mi polla se había llenado de ese líquido espeso y blanquecino que salía de su sexo y que formaba una película perfecta para poder engranar nuestros cuerpos. Así lo hice, un nuevo empellón y se la clavé hasta lo más profundo, repitiendo ese sonido de pelvis y cuerpos desnudos chocando. Sus tetas rebotaban y notaba ese último abrazo cuando mi pene tieso estaba en lo más hondo de su ser… allí era imposible que hubiera nada malo, ningún maligno, ni nada parecido, allí dentro estaba el paraíso…

Cada empujón que daba sentía un gran placer y notaba como algo iba surgiendo en medio de mis huevos. En mis masturbaciones notaba como se liberaban si estaba mucho tiempo sin explotar, pero ahora, parecían estar cargándose al máximo, hinchándose para soltar todo lo que llevaban acumulado.

  • Más fuerte padre, más fuerte que ya lo tiene, lo está matando, lo noto como se escapa. Mas fueeeer teeeeee siiiiiiii, siiiiiiiiii, no pareeeeee.

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Aquella pecadora me pedía más ímpetu, más fuerza, más energía en cada uno de mis movimientos y aferrándome a sus caderas, me empleé a fondo, matando ese bicho que ella tenía dentro y descubriendo lo maravilloso que era para mí, descubrir por fin el sexo.

  • ¡Sí, sí, sí, Dios! – repetía ella con su boca abierta y sus ojos cerrados sintiendo como mis embestidas movían hasta la mesa.
  • ¡Vamos a expulsarlo, hija…! – repetía yo en ese juego que ambos estábamos usando.
  • ¡Si, padre, sí, sáquelo!

Bombeé incesantemente y cada vez con más brío, se puede decir que, con todas mis fuerzas sujeto a su cadera, el gusto que sentía iba en aumento, notaba que mis fuerzas iban concentradas en un punto, en mi escroto, donde se formó una erupción, que explotó como nunca. Encajé mi polla en el fondo del coño de Rosa. Los ríos de semen que otras veces dejaba escapar en la bañera o sobre mis sábanas, llenaron ese coñito que desbordó en cuanto mi polla se retiró de él. Esa sensación fue única y noté un extremo placer mientras empujaba con fuerza mi polla ahí dentro hasta vaciar mis huevos.

  • ¡Siiiiiii padreeeee siiiiiii ahóguelo, ahóguelo siiiiiiiii! – gemía ella, en lo que parecía su segundo orgasmo.

Tuve que sujetarme con fuerza a la mesa para no caer y notar los espasmos que mi polla soltaba en lo más profundo de su útero.

Mi cuerpo se apoyó en el suyo, en esa unión completa de los dos y mi boca se apoyó en su pecho succionando ese pezón duro que envolví entre mis labios.

  • Hija, creo que hemos terminado con el maligno – suspiré sacando mi miembro, que se iba aflojando por momentos y al hacerlo, arrastraba tras él, un río de semen que recorría los pliegues de ese precioso coño.
  • No, padre no, aún le quedan dos agujeros por explorar… – decía ella casi con desesperación.
  • ¿Qué?
  • ¡Vamos, suélteme, padre… saquemos todos mis demonios!

Aún con mi polla goteante, desaté a esa mujer que de un salto se puso de pie enfrente de mí y me abrazó haciendo que su cuerpo desnudo se pegara al mío.

  • Gracias por todo este esfuerzo que está haciendo, padre. Sé que tiene un voto de castidad y lo está rompiendo por mí… Nunca lo voy a poder olvidar.

Tener ese cuerpo pegado a mí, era la sensación más increíble que podría soñar, ese calor y esa suavidad me estaban enajenando. Me aferré a ese culo que sobé a conciencia.

  • Todo sea por sacarte ese maligno que tienes dentro. – afirmé serio.

Girándome, apoyó mi culo en la mesa en la que yo acababa de follármela.

  • Quiero estar segura de que me a sanado, padre. Ninguno de mis agujeros puede quedar sin explorar – exclamó por si había alguna duda.

Rosa se arrodilló delante de mí, sujetando mi polla con ambas manos. Mi polla comenzó a recobrar vida casi al instante. Me aferré con mis manos a la mesa y comprobé lo que era sentir mi miembro en la boca de esa preciosa mujer.

Ese calor y esa humedad me volvieron absolutamente loco, yo juraría que Rosa no lo hacía por primera vez, al menos la soltura y la forma en que ella besaba y lamía la punta, indicaban que dominaba más que la teoría.

La besó y mirándome a los ojos se la fue enterrando en la boca hasta la garganta. Ni yo mismo podía creer que mi polla hubiera desaparecido dentro de su boca, mientras sus lindos ojos me miraban. Luego la sacó para sonreírme, como si le hubiera liberado de todo mal, pero entregándome todo el bien. La metía suave y lenta hasta el fondo, la tenía unos segundos y la volvía a sacar, para repetir la acción en muchas ocasiones. Mis dedos seguían apretando los bordes de la mesa, mientras esos labios y esa lengua, me excitaban al máximo, mi cadera se movía al ritmo de su boca, hasta que decidí, soltar la mesa y sujetar su cabeza con mis manos. En ese momento me sentía extraño, con ese placer que invadía todo mi cuerpo, creo que estaba fuera de mí, quizás realmente el demonio estaba entrando en mí. Esa mujer me estaba volviendo loco y agarrando su cabeza con fuerza empecé a follár su boca con todas mis ganas.

Los sonidos guturales de su garganta parecían invitarme a creer que en realidad estaba poseída, pero era tan mágico como atrapante, follár con ese ritmo. Las caricias de esa lengua en mi glande consiguieron que estuviera más duro que nunca. Aceleré el ritmo, intentando saciar mi deseo y sacando lo que esa mujer seguía teniendo dentro, demonio o simplemente lujuria. Mi mente se nubló y algo se apoderó de mí.

  • Vamos puta, querías polla, pues ahí tienes polla, tomaaaa, tomaaaa . Así hasta dentro, traga, traaaagaaaa – gritaba yo, asustado de que aquello saliera de mi boca mientras seguía follando la suya.

Follaba con fuerza, acolchado con su lengua por debajo y ella, aunque daba alguna arcada de vez en cuando, seguía succionando con cada embestida. Si aquella mujer era el demonio… ¡bendito pecado!

Las lágrimas empezaron a rodar por su linda cara, pero no dejaba de mirarme a los ojos, concentrada en mi exorcismo convertido en mamada bestial. Yo estaba fuera de mí, el placer era cada vez más intenso, ella se agarraba a mis glúteos, acompañando la follada. Alguna arcada escapó de su boca y eso me excitó sobremanera

  1. Vamos tomaaa, tomaaaa siiii, te voy a llenar esa boquitaaa. Tomaaaaa – las palabras sucias salían de mi boca por sí solas.

En ese momento sentí que me llegaba un nuevo estremecimiento, que me hizo temblar y sujetando con fuerza su cabeza empujé mi polla hasta traspasar su garganta y le deposité en ella una gran cantidad de esperma que Rosa tragó cerrando los ojos.

A los pocos segundos de ese momento increíble, Rosa me empujó con sus manos para poder respirar. Sacó mi polla de su boca, de donde escapó gran cantidad de babas y semen. Mientras tosía buscando el aire, unas arcadas salieron de su boca. Sus pechos se llenaron de la mezcla de las babas y mi semen y aparecieron brillantes y a mi vista desafiantes

  • Casi me ahoga padre, casi me ahoga. Pero lo sentí salir, noté como se iba… ¿se ha dado cuenta padre? Ha conseguido sacarlo y todo gracias a estos momentos tan intensos. Salió por mi sexo como si fuese una meada, espero que no vuelva a entrar.

Nada más decir eso, acarició mi polla, sacudiéndola levemente con sus dedos logrando que saliera un pequeño goterón que depositó en su lengua.

  • Le ha dejado hecho papilla, padre. – dijo sonriente.

Siguió con lentitud chupando mi polla medio erecta. Yo era muy joven y aún tenía mucha vitalidad. No era la primera vez que me corría varias veces seguidas, en mis innumerables pajas, pero esta vez con Rosa y mis veintiún años era incluso más rápida mi recuperación.

Rosa, arrodillada frente a mí y abrazada a mi pierna, seguía lamiendo mi polla y mis huevos, estimulando cada rincón de mi entrepierna, logrando que se me pusiera dura de nuevo en muy poco tiempo.

  • -Me encanta esto padre – dijo acariciando mi polla, dándole lametazos impidiendo que bajase esa tensión y subiese mi erección. Ahora hemos de seguir trabajando, aún le queda un agujero por rescatar.
  • ¿Crees que debemos? – era yo en ese momento el que estaba lleno de dudas. Hasta dudaba que pudiese terminar la faena
  • Usted mismo me dijo que había que estar seguros de liberarlo completamente.
  • Si hija, aunque nunca crucé esa puerta, sólo dispuesta para el maligno, nadie puede traspasarla… ¿Cómo puedo sacarlo? No sé si podré meterla ahí.
  • No se preocupe padre, yo le ayudo. – dijo segura.

La mujer buscó por la sacristía hasta que encontró un bote de crema para manos. El que yo usaba después de hacer una chapuza, para tener las manos suaves. Observaba su cuerpo desnudo deambulando por la sacristía y no podía evitar acariciar mi polla viendo a esa belleza sucumbiendo a mis bajos instintos o yo a los suyos.

  • Esto nos servirá. – dijo enseñándome la crema y mostrando una gran sonrisa.

Aquella parecía mi prueba de fuego, para desatar a los demonios de esa mujer y los de mi propia cabeza, “haciendo algo que iba contra natura”, ya había cometido no sé cuántos pecados con Rosa, desde la mentira, la fornicación, la lujuria… Ahora era el remate, la sodomizaría como si de un súcubo se tratase.

La mujer untó una gran cantidad de crema en mi polla y después, apoyando su mano sobre la mesa, con la otra se extendió lentamente por su agujerito posterior, a la vez que se mordía el labio. Metía su dedo impregnado en la crema, mientras me miraba como una gata en celo.

  • ¡Ayúdeme, padre…!, ¡ayúdeme a sacarlo de ahí! – dijo con una voz suave y envolvente. Métame un par de dedos, despacio, sin prisa.

Yo hice lo que me dijo. Introduje primero un dedo y viendo cómo se retorcía Rosa sobre la mesa, intenté introducir otro que para mi sorpresa entro sin complicación alguna. Así estuve durante un rato hasta que me atreví a meter otro, que entro esta vez con un poco más de dificultad. Ese agujerito ya estaba preparado.

Sujetando con fuerza mi polla, la acercó a su culito, echó su trasero hacia atrás y dejó que la puntita de mi polla abriese un poco el camino entrando en ella. Estaba impactado de la facilidad con la que se había colado la punta. Ese agujerito me apretaba y me producía un placer excelso con esa opresión.

  • Ahora empuje, padre, despacio que la tiene muy gorda, empuje, pare y vuelva a empujar despacito.

Rosa parecía tenerlo muy claro… o bien ella tenía razón y una fuerza sobrenatural le había invadido ese monumental cuerpo o bien ella ya había pasado por una experiencia parecida, pues no parecía desconocedora de lo que hacía. De todas formas, algo lógico, por ahí no podría quedar embarazada.

Así lo hice, empujé, hasta enterrar mi capullo, notando la presión de ese estrecho agujero y como su esfínter oprimía la zona del frenillo. Esperé y volví a empujar, mi polla entraba muy lenta en tan prieto agujerito. Me di más cantidad de crema, para facilitar el acceso total.

  • Así padre, así despacito, sáquela un poco y vuelva a empujar. – me animaba ella, que parecía llevar la voz cantante en esas artes.

Así lo hice, según entraba, notaba como las paredes de ese culito apretaban mi polla, raspaba con ellas y me calentaba con su fricción. Casi tenía la mitad dentro, saqué la polla y volví a entrar. Unté más crema en mi polla y empujé otro poco.

  • Mejor así, unté más crema en su polla y entrará mejor.

Le oía casi en un susurro conteniendo el dolor que debía sentir. Mientras mi polla se hinchaba cada vez más por la presión de ese culito que parecía la quería entera.

Unté un poco más de crema alrededor de ese pequeño orificio, saqué mi polla y la volví a untar, apunté y metí mi capullo con mucha más facilidad en ese segundo intento.

  • Padreeeee, siiiiiii, empujeeeeee – ordenaba ella en una mezcla de jadeo y de grito, expresando la excitación y el placer que sentía

De un empujón se la clavé entera, la fuerza de la juventud se apoderó de mí y una fuerte excitación me subyugó. Emprendí un fuerte mete y saca, el haberme corrido dos veces me hacía tener un especial aguante y me parecía inaudito poder tenerla completamente metida entre esas posaderas tan armoniosas y prietas

  • ¡¡siiiiiiii me mataaaaaa, me mataaaa, me meoooooo, me meoooooo!! – decía ella de forma incongruente, al tiempo que todo su cuerpo se tambaleaba.

Las piernas de Rosa se doblaron y dejó de apoyarse sobre la mesa para caer al suelo, primero de rodillas y luego se tumbó entera intentando que sacase mi polla de su culo, pero yo estaba poseído y le daba con fuerza. Poniéndome en cuclillas sobre su cuerpo le iba embistiendo como un loco.

  • Pareee padreeee, pareeee que me mataaaaa. – gritaba ella.
  • ¿No querías esto?, ¿ehhh zorra?, ¿no lo querías?, ¿ehhhhh? ¿Es el demonio lo que aflora o es lo puta que eres?
  • No se padreee, no seeee padreeee, llenemeeeeee, llenemeeeee entera, soy suya, seré su putaaaaa, las veces que quiera…

Esas palabras terminaron con mi resistencia y me dejé ir en un montón de chorros que llenaron su culo.

  • Siiii padreeeee, siiiiiiiiii, siiiiiiiiiiiii, me está llenando! – gemía ella serpenteando como una culebra contra el suelo.
  • ¿Serás mía?, ¿serás mi puta?
  • ¡Siiiiii, Dios mío, padreeeee, siiiiiii, haré lo que usted me mandeeee! – repetía en un grito, mientras mi polla seguía descargando dentro.

Cuando separé mi cuerpo del de ella me asusté de lo mucho que se había dilatado su agujero posterior, del que emanaba ese líquido blanco con el que yo le había regado por detrás.

Ella se fue sentando en el suelo, algo dolorida por la brutalidad con la que nos entregamos a ese exorcismo… y agarrando su pelo hice que echara su cabeza hacia atrás mirándome fijamente.

  • Hija del demonio, ¿Serás mi puta? – pregunté para confirmar que no era fruto de un sueño.
  • Si, don Ángel…
  • ¡Pues límpiame la polla! – dije acercando su cara a mi entrepierna.

Ella arrodillada me la dejó bien limpia, usando su lengua su boca y sus labios. No estaba muy seguro de si el maligno había salido de dentro de ella… pero me daba la impresión de que había que repetir el exorcismo especial muchas veces.

  • Te espero el sábado después de misa de ocho. Ahhh y quiero que te vistas más sugerente, quiero disfrutar de la vista de tu cuerpo todos los días – afirmé colocándome de nuevo la sotana, mientras ella iba vistiéndose.
  • Si, padre… gracias por su ayuda. – dijo saliendo de la sacristía, a duras penas le sostenían las piernas.
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