Sele

La verdad es que el desarrollo de mi conducta lésbica fue, como todo en mi vida, una decisión mía y cada una de sus etapas fueron en un comienzo planificadas con cierta frialdad.

Yo he estructurado mi vida de acuerdo a ciertos objetivos en los cuales nunca ha figurado una relación permanente con un hombre, porque mi temperamento egocéntrico y narcisista no permitía la intromisión de un ser dominante y posesivo que haría violenta colisión con mi personalidad.

No era virgen, y había tenido algunos placeres primarios. Placeres medidos y hasta cierto punto indispensables., si uno quiere tener una experiencia que le permita afirmar que ha conocido el sexo.

Luego de esas experiencias, mas bien tempranas, me sumergí en mi misma, hasta alcanzar una excelente situación económica que me permitía mirar mi madurez con una tranquilidad envidiable y por lo tanto vivía en perfecto equilibrio, hasta la mañana del 3 de diciembre de 1999, día de mi cumpleaños numero 40.

Me habían preparado una bonita fiesta en la cual todo el personal a mi cargo se esmeró para que nada fallara y todos los detalles fueran del completo agrado de su jefa.

Fue en medio de la reunión y cuando ya, con algunos cócteles en el cuerpo, la conversación se hacia en tonos elevados y en medio de sonoras risas, cuando Sele, mi secretaria, se acerco con un hermoso ramo de flores y me abrazó en medio de los aplausos de todos. Estuvimos unos segundos unidas y sentí la presencia de sus pechos junto a los míos, pero eso no fue en absoluto significativo, era normal. Lo nuevo sucedió cuando ella se separo de mi y me miró sonriendo. Nunca había reparado en su boca. Sele es una mujer de unos treinta años, morena como yo y de ojos grandes, mas grandes que los míos, pero lo mas notable de su rostro son sus labios, gruesos y ligeramente prolongados como si se estuviese despidiendo con un beso a la distancia. Me fijé en ellos y estaban humedecidos y me dieron unos deseos incontenibles de besarla, de separar esos labios con los míos y de introducir mi lengua en su boca buscando la suya, allí mismo delante de todos, pero me detuve.-

No pude dejar de pensar en lo que me había sucedido y esa sensación molestosa y tentadora se transformo para mi, desde ese momento, en un desafío intenso y complejo. Durante los días siguientes esa sensación no me abandonó, sino que por el contrario fue haciéndose mas intensa.

Sele tiene su oficina junto a la mía y por tanto la veo durante toda la jornada de trabajo, pero ahora la observaba con ojos diferentes. Comencé a descubrir detalles no apreciados, como su manera de caminar, la forma de sentarse, la curva de sus caderas, lo pronunciado de su busto, su trasero redondeado y perfecto.

Llegue a la conclusión inequívoca que esa mujer me gustaba como mujer, como cuerpo, que la estaba deseando como nunca había deseado a un hombre, porque los hombres querían poseerme y yo no quería ser poseída. Lo que yo ahora quería con toda intensidad era poseer a esa mujer, una mujer sobre la cual yo tenìa indudablemente cierta autoridad jerárquica.

En ningún momento se me paso por la mente pensar si Sele sentiría algún tipo de atracción por mí, eso no me importaba para nada, yo simplemente quería poseerla a ella, a mi manera.

Claro mi objetivo, traté de encontrar alguna estrategia para conseguirlo pero no logré seleccionar ninguna que considerara adecuada y que no alterara drásticamente nuestra relación de trabajo.

Sele no demostraba el menor cambio de actitud que pudiera alentar el logro de mis planes y esta indiferencia natural en ella, no hacia sino ahondar mis deseos y hacer cada día mas apetecible la figura de esta mujer que ahora se estaba transformando para mi en una hermosa obsesión.- Yo si había cambiado.

Comencé a preocuparme exageradamente por mi aspecto físico, mis peinados eran perfectos, gasté mucho dinero en teñidas de moda y de calidad indiscutida, me envolvía en los mejores perfumes y la calidad y diseño de mi ropa intima se me transformó casi en una manía.

A menudo concurríamos, como siempre, a un café cercano y conversábamos de lo que nos pasaba. Yo trate de averiguar si su indiferencia se debería, quizás, a algún tipo de relación amorosa por alguien, pero no existía tal cosa, y para colmo de males, ella, que había notado mis cambios, me dijo claramente que pensaba que yo si estaba enamorada de alguien. No me atreví a decirle la verdad.

Me estaba inquietando verdaderamente. Mi conducta intima había cambiado drásticamente, no dormía bien, las prioridades que siempre había tenido claramente delineadas para regir mi vida, se me hicieron confusas, a menudo durante el día no tenía las ideas muy claras y la presencia de Sele alteraba completamente mis percepciones. Me sentía invadida por una fuerza poderosa y extraña, que me habría impulsado a realizar cualquiera acción que fuese necesaria para atraerla hacia mí. Hurgaba en mi imaginación tratando de encontrar miles de alternativas, pero ninguna me resultaba exitosa.

No lograba entender cómo era posible que ella no percibiera esta fuerza que a mi juicio invadía todo el ambiente, como no notaba mis miradas a veces casi descaradas, como no percibía mi perfume de mujer en celo que yo expelía en forma permanente y que a menudo inundaba mi oficina sin poder evitarlo.

Me molestaba la idea de pensar que el hecho que yo fuese mujer era el factor determinante para que Sele me fuera negada y quería probarme a mí misma que yo Magda, mujer, podía ser capaz de conquistarla para mí.

Para ello recurriría a todo lo que considerara necesario, mejoraría su condición en el trabajo, le haría regalos, averiguaría todo sus gustos, la invitaría a salir, leería cientos de libros sobre amores lésbicos, esperaría el tiempo que fuese necesario, pero Sele no me daba ni la menor oportunidad ni yo fui capaz de crearla.

Simplemente la vida me la estaba negando.

Yo tenia plena certeza que, un día, cualquiera se iba a producir un hecho determinante que nos acercaría y sabía bien que ese hecho sería desencadenado por mí.

Lo sabía porque la fuerza que me invadía ya me había llenado hasta mis límites y ahora se desbordaría arrastrándola a ella en su torbellino y eso no tendría regreso, seria la felicidad o el fracaso.

Fue un jueves cualquiera en la tarde.

La jornada diaria había concluido, cuando Sele entró en mi oficina con un montón de papeles que yo debería firmar, y comenzó a ordenarlos sobre mi escritorio.

Ella estaba de pie, y su hermoso trasero quedaba allí justo cerca de mi cara y al alcance de mi mano.

Sentí el aroma llenado mis fosas nasales y supe que no era mi perfume, yo lo conocía muy bien porque noche a noche me dormía empapado en el mientras la evocación de Sele llenaba mi mente.

No, era su propio aroma, osea que estaba caliente, y no tenía novio ni amante ni esposo, y recién la tarde anterior me había contado que estaba sola, y que quería seguir así, sin embargo en ese mismo momento allí a centímetros a mi lado, seguramente tenía su sexo humedecido y una mancha líquida debería estar diseñándose en sus calzones, ocasionada por un deseo incontenible provocado por la única persona que pudiera estimularla allí en ese momento y esa única persona era yo, que ahora me había quedado inmóvil, para no quebrar ese hechizo, para disfrutar intensamente el logro de mi objetivo más deseado

Sele se movía lentamente, como para alargar los minutos en mi cercanía, se inclinaba sobre el escritorio, su estrecha falda delineaba perfectamente sus nalgas perfectas y permitía apreciar sin dificultad el perfil de los bordes de sus calzones pequeños cuyas finas costuras formaban un vértice diabólico que desaparecía en su hendidura central.

Su aroma era tan intenso, que resultaba embriagador.

Respiré profundamente y con lentitud bajé mi mano derecha hasta tocar una de sus piernas sobre la rodilla para encontrar la suavidad embriagadora de su media.

Ella no se movió y seguía ordenando los papeles como si nada hubiese acontecido y entonces yo avancé mi mano por su muslo, lentamente, con sumo cuidado, con infinito placer, hasta llegar al borde su media para tocar la parte interna de su pierna desnuda.

Su piel estaba ligeramente fría, o quizás la temperatura de mi mano era demasiado elevada.

La consistencia de la parte alta de ese muslo me produjo tal sensación de placer como no recordaba haber experimentado, yo tenía mis piernas muy apretadas, como para contener una descarga que me hiciera moverme, todo estaba en silencio, solamente llenaba la habitación el sonido casi apagado de la computadora y la respiración acompasada de Sele, que movía rítmicamente sus pechos, que bajo la tenue blusa, colgaban sobre la mesa.

Mi mano debería detenerse, porque Sele tenía los muslos juntos, pero en ese momento ella los separó.

El corazón me dio un vuelco seco, casi se detuvo y tuve que respirar.

No tenía dudas, Sele no solo había aceptado la caricia sino que, ahora al separar sus piernas, me estaba indicando que le gustaba, que deseaba ser acariciada, que se estaba brindando para mi, que yo podía seguir y seguí.

Giré mi mano para ponerla abierta en el centro de su calzón y supe que no me había equivocado, estaba húmedo, estaba mojado y a través de esa humedad, pude apreciar la textura de sus vellos que abundantes cerraban la entrada de su vulva palpitante.

Apreté mi mano contra su sexo para sentir su humedad logrando aprisionar su fruto completo en la palma de mi mano derecha y en ese momento me puse de pie.

Comencé a levantar su falda hasta más arriba de su cintura y pude ver la perfección de sus muslos y sus nalgas.

Fui levantando mi falda y toque mi sexo solamente para comprobar cómo me había humedecido deseando a esa mujer que por fin se me brindaba.

Ahora le sacaba lentamente los calzones a Sele, que había dejado de ordenar los papeles sobre la mesa y simplemente se había entregado a mis caricias.

Cuando le tuve sus calzones en las rodillas, fui sacándome lentamente los míos y cuando hube concluido separando mis muslos puse mi sexo sobre las nalgas que Sele me ofrecía y pude sentir como los labios de mi vulva se separaban para acariciar su piel suave y ahora tibia.

Tomé a Sele por las caderas y apreté sus nalgas contra mi sexo que ahora la recorría en circulo.

Habíamos adquirido un ritmo suave y circular.

En un momento me detuve y Sele siguió moviéndose en circulo, apretando su culo contra mi sexo en una suerte de baile de entrega y con el que parecía decirme que habíamos creado un mundo nuevo para las dos y al cual entrábamos en medio de un orgasmo monumental que en ese mismo momento nos recorría con el líquido silencio que fluía de nuestra mutua intimidad.