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Mi primera vez con una chica

Mi primera vez con una chica

Me llamo Miriam, tengo 23 años y esto pasó hace seis años, cuando yo tenía 17.

Yo nunca había tenido muy clara mi orientación sexual, ya que en el instituto, a pesar de no haber tenido aún ninguna experiencia al respecto, me sentía ya más atraída por las chicas que por los chicos.

Especialmente en los vestuarios no podía reprimir mirar los cuerpos de las demás chicas cuando estábamos en las duchas después de la clase de gimnasia, aunque siempre con disimulo, porque me daba mucho corte.

Ese año mis padres decidieron mandarme durante los meses de verano a Bournemouth, en Inglaterra para que mejorara mi nivel de inglés.

Iba a un colegio por las mañanas y el alojamiento era con una familia de allí.

La familia que me tocó se componía del padre, la madre y dos hijas de 15 y 19 años, que se llamaban Cristine y Susan.

Pues bien, ya desde un primer momento me cayó muy bien Susan, la mayor de las dos hermanas.

Ella era bastante atractiva, alta delgada, aunque más ancha de caderas y con más curvas que yo, rubia, con media melena. Yo soy morena, alta y delgada, con bastante buen tipo, aunque quede mal decirlo de una misma, con el pecho más bien pequeño, sobre todo en aquella época de la adolescencia.

Un Jueves salí con Susan a un Pub a tomarnos unas cervezas y empezamos a hablar un poco de todo, me preguntó si tenía novio y yo le dije que no.

Luego después de unas cervezas, con los efectos del alcohol y todo eso, se me quitó la timidez y le confesé que creía que me atraían más las chicas que los chicos, pero que nunca había tenido ninguna relación con una mujer.

Ella me confesó que era bisexual y que tenía relaciones con hombres o con mujeres según le apetecía en cada momento.

Yo me quedé flipando, porque no me lo esperaba, al fin y al cabo era una cría y nunca nadie me había hablado de forma tan abierta del tema.

Y aún me sorprendió más que Susan me soltó a continuación, de repente, que si quería poner fin a mis dudas acostándome con ella.

Yo no sabía qué decirle, pero al final le dije que sí.

Ella me dijo que tendríamos que esperar al fin de semana, porque sus padres y su hermana iban a irse de excursión y tendríamos la casa sólo para nosotras.

Durante el resto de semana apenas podía concentrarme en las clases, porque no paraba de pensar en la proposición que me había hecho Susan.

El Sábado en cuanto se fueron sus padres, Susan llamó a la puerta de mi habitación.

Yo me había puesto una camiseta, una minifalda y una tanga que me había comprado el día antes, porque quería estar “mona” para la ocasión.

Ella llevaba un body y unas mallas de pantalón corto, de las que se llevan al gimnasio. Nada más entrar se dirigió a mí y me soltó un morreo sin decirme una palabra.

Era excitante besarse con una chica, yo al principio dudé un poco, porque nunca lo había hecho, pero acabé respondiéndole.

Susan empezó a tocarme mis tetas y me levantó la falda. Al ver mi tanga dijo que le parecía excitante y que le gustaba mucho, pero me la bajó. Me sacó también la camiseta, pero me dijo que no me quitara la minifalda que llevaba, a pesar de que me había bajado ya el tanga.

Empezó a tocarme mi almeja, que ya estaba completamente empapada, por debajo de la falda, metiéndome un dedo y frotándome el clítoris alternativamente.

Yo le saqué el body y las mallas de gimnasia que llevaba y me sorprendió que ella no llevaba ropa interior.

Tenía el vello púbico completamente rubio y, lo que más me extrañó, casi todo afeitado, dejando una especie de mechón estrecho en el centro, encima de su almeja, que le daba un aspecto interesante.

Mi resultaba raro porque era muy distinto al mío, ya que tengo el vello púbico moreno y no me lo depilo, o al menos hasta entonces no lo había hecho nunca.

Yo no sabía muy bien qué hacer y le dejé toda la iniciativa a ella.

Susan me dijo que quería hacer un 69 y tumbándome en la cama se puso encima, poniéndome su coño encima de mi boca.

Empecé a chupárselo al mismo tiempo que ella me abría las piernas y me empezaba a lamer mi almeja.

Tenía un sabor fuerte, un poco salado.

Yo estaba a 100 y, más que chupar, era como si me morreara con su coño. Ella me lo restregaba por mi cara, dejándome completamente mojada, corriéndome sus jugos por la barbilla.

Yo no aguanté mucho la comida que me estaba haciendo ella y me corrí en seguida como una loca, pidiéndole más y más. Susan al poco rato también se corrió encima de mi cara.

Yo pensaba que ya habíamos terminado, pero Susan me dijo:

-Miriam, voy a darte una sorpresa, ahora vuelvo. Tardó muy poco en regresar con un consolador en la mano, que en inglés se llama “dildo”.

Yo nunca había visto uno, salvo una vez en una revista que compraron unas amigas. Era bastante grande, de color negro y con una especie de correas. Susan se lo puso en la cintura con el arnés que llevaba y me dijo:

-Te voy a follar Miriam, te va a gustar, y me empezó a decir en inglés que era una perra y que me iba a follar. (“You’re a slut and I’m gonna fuck you”).

Estaba completamente desnuda, a excepción de la minifalda que me dijo que no me quitara.

Yo estaba de pie y me dijo que me diera la vuelta, dándole la espalda y me dobló sobre una especie de cómoda que había en mi habitación, quedando así inclinada con el culo saliente.

Sin darme tiempo a reaccionar me levantó la falda y empotró en mi almeja el consolador que llevaba amarrado, de un solo golpe.

Me hizo un poco de daño a pesar de que estaba muy mojada, porque yo no había hecho nunca el amor con un chico, ni por supuesto con una chica.

Me hizo bastante daño al entrar, porque el consolador era muy grande y ancho (unos 20 cm de largo y 4 ó 5 de diámetro). Luego el dolor desapareció y me empezó a gustar la penetración.

Susan me follaba como una posesa y no podía parar de gritar y decirle cosas inconexas, porque me volvía completamente loca y acabé corriéndome, sintiendo que al estar así de pie, doblada, me corría mi flujo por el interior de los muslos y un poquito de sangre.

Ella me dijo que ahora la follara yo.

No sabía cómo ponerme el consolador y ella me ayudó a ponerme las correas. Era raro tener una polla entre las piernas.

Ella me dijo que le gustaba que la follaran de pie, por detrás.

Se dio la vuelta y se dobló sobre la cómoda, quedando su culo frente a mí. Incluso le podía ver su ano.

Yo le metí el consolador en su coño, por detrás, y empecé a metérselo y sacárselo.

Me gustaba la sensación ya que al metérselo el consolador con correas presionaba mi clítoris. Susan me dijo que le pasara una mano por delante y le tocara su clítoris mientras la penetraba. Al poco rato se corrió.

Estábamos exhaustas y nos tiramos en la cama. En esto ella me dijo que quería que la follara por el culo. Yo no salía de mi asombro porque entonces me parecía un poco asqueroso, la verdad.

Me dijo que tenía guardado en su armario otro consolador más pequeño, porque con ese le podía hacer daño.

Se fue y cuando volvió traía un consolador mucho más fino (de unos 2 cm de diámetro, pero bastante largo) de goma de color carne, sin correas y cogió un bote de crema hidratante que tenía yo en la habitación.

Susan me dijo que le masturbara metiéndole un dedo en su ano, y yo la penetré con cuidado, porque tenía miedo de que le hiciera daño, pero ella me dijo: Miriam no tengas miedo, que no me haces daño.

Luego me dijo que si le chupaba el ano, que era lo que llamaban “black kiss” y que le gustaba mucho.

Ella se puso a cuatro patas en la cama y abrió sus nalgas.

A mí me daba bastante asco, pero me decidí, porque Susan me gustaba mucho y, en el fondo, aunque me parecía una guarrada, me excitaba. Empecé a chuparle el ano, metiéndole la punta de la lengua en su culo.

Pensé que me iba a dar asco, pero no sabía mal. Luego le unté el ano con la crema hidratante y, cogiendo el consolador, se lo metí poco a poco y luego empecé a meterlo y sacarlo.

Ella me dijo que no le dolía y mientras le penetraba el culo con el consolador le empecé por debajo a tocar el clítoris y a meterle dos dedos en la vagina.

Era curioso cómo sentía el consolador en su culo cuando tenía mis dedos en su vagina, a través de la membrana que separa los dos agujeros.

Yo que nunca había hecho nada así estaba alucinando. Al poco rato ella se corrió diciéndome que quería más.

De tan excitada que me estaba poniendo casi le meto el consolador entero en el ano, hasta la base, que era un poco más gorda que el resto.

Yo tenía un poco de miedo y no estaba segura, pero quería que ella me hiciera lo mismo, y se lo dije. Le advertí que nunca lo había hecho, así que tenía que ir con cuidado y le dije que si no me gustaba que parara.

Susan me dijo que no me preocupara que aunque dolía un poco era muy agradable.

Yo me quería quitar la minifalda pero Susan me dijo que le gustaba así, por lo que me puse yo entonces a cuatro patas en la cama, con el culo levantado.

Ella me subió la falda y me empezó a lamer mi ano.

La verdad era una sensación muy agradable, y mi almeja estaba chorreando.

Luego Susan me metió la punta de su lengua y me molestó un poco pero me producía una sensación muy excitante.

Ella me extendió la crema hidratante por fuera y me metió casi entero un dedo untado en crema.

Yo grité de sorpresa y un poco de dolor por la penetración.

Era la primera vez que me metían algo así por mi culito.

Ella me dijo: -Vamos a hacer un 69, como antes, a ver se te relajas un poco. Yo me puse encima de ella y empecé a comerle su almeja.

Ella hacía lo mismo debajo de mí y me estaba volviendo loca. De repente me metió la punta del consolador en mi culo.

Me dolió un poco y ella lo retiró, pero sentía como me chupaba mi coño y estaba muy excitada, por lo que le dije que quería que me lo metiera todo. Susan en ese instante me penetró, metiéndome el consolador casi entero.

Me acostumbré pronto a él porque estaba muy resbaladizo de mis flujos de saliva de Susan y de la crema y entraba muy suave.

Empecé a mover el culo como una posesa restregando mi almeja por la boca de Susan y sintiendo el consolador en mi ano.

Era curioso, pero cuando entraba tenía ganas de que me lo sacara, como si tuviera que librarme del “objeto invasor” y cuando lo sacaba lo quería tener otra vez dentro, entero.

Cuando me corrí me empotré literalmente en el consolador, metiéndomelo casi entero dentro de mi culo.

Fue un orgasmo alucinante.

Bueno, esta fue mi iniciación al sexo. Ese verano Susan y yo hicimos el amor varias veces.

Desde que volví de Inglaterra no la he vuelto a ver, pero a partir de entonces no tengo dudas de que soy lesbiana.

En otra ocasión ya os contaré otras experiencias que he tenido, porque me encanta compartirlas sobre todo si hay alguna mujer que se sienta identificada con ellas y si queréis me mandáis las vuestras.

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