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Puteando a mi esposa con su examante

Puteando a mi esposa con su examante

Desde que Sandra y yo nos ennoviamos cogíamos casi todos los días y varias veces.

Ella vivía donde una tía que trabajaba y yo casi ni iba a trabajar por quedarme tirando.

Casi siempre estaba todavía en pijama y yo llegaba la desnudaba y le daba verga que da miedo.

Ya casados, empezaron nuestras fantasías que incluían otros hombres entre los que estaban sus anteriores amantes y otros que nos imaginábamos o que conocíamos en fiestas o en bares.

En una ocasión la llamó por teléfono el primer amante que había tenido que era un tipo casado tío de una de sus amigas.

Era mucho mayor que ella y le había desvirgado a los 17.

Me arrechaba enormemente que ella me contara lo que el tipo le hacía : se citaban al medio día en la oficina de él.

El la desnudaba y le metía el dedo gordo del pie en la vagina antes de ponerla a mamárselo.

Finalmente se la comía aunque no era nada creativo y siempre lo hacían a lo misionero.

Cuando la llamó le dijo que quería verla nuevamente a lo cual ella se negó.

Cuando me contó le pregunté si no le gustaría que el tipo se la volviera a comer, y se sonrojó.

Me excitaba tanto la idea de que el tipo se la cogiera que se lo dije abiertamente y la convencí de que lo llamara pero que el creyera que yo no sabía.

Al fin lo logré y oí la conversación; él le recordó la primera vez y hablaron de cuando la desvirgó en un paseo en el baño de la finca de recreo en una madrugada.

Quedaron de salir. Yo me encargué de que estuviera superapetitosa.

Le compré ropa interior atrevidísima, una blusa de seda blanca que permitía adivinar sus pezones y una minifalda negra con medias superveladas y liguero en sus muslos que, por cierto, son absolutamente divinos igual que sus enormes senos y sus pezones perfectos.

Llegado el día el tipo quedó de recogerla en casa de sus padres y así sucedió.

Yo me quedé en el apartamento superexcitado imaginando como se la estarían gozando y me masturbé cuatro o cinco veces.

La esperé despierto y cuando llegó no estuve tranquilo hasta que me contó con detalles lo sucedido. El tipo la recogió y la invitó a comer a un restaurante.

Allí hablaron del pasado y se iniciaron la cogidita de mano, la mano en la pierna y los ojos devorando sus senos. Como estaba previsto, la invito a ir a un motel y ella aceptó.

Ya en el auto le acarició las piernas y le metió la mano entre la blusa.

Tan pronto llegaron la tumbó en la cama, la desnudó sin mayor preámbulo, la acarició y la poseyó.

Aunque fue rápido ella se sintió muy caliente por saber que yo estaría excitado de imaginar que se la comían y porque hacía tiempo que no estaba con otro hombre.

Pasamos toda la madrugada follando.

Estaba más caliente que de costumbre y planeamos otros encuentros más intensos.

Fue así como yo le insistí que invitara a otra de sus ex quien era uno de los que más se la había follado, tenía una verga grandísima y además era muy guapo y más de una vez la había llamado para pedírselo.

Concertada la cosa, lo invitamos a nuestro apartamento y allí decidimos ir a bailar los tres.

Mi esposa estaba por supuesto divina y vestida de manera muy sugerente.

Quedamos en que dejaría que el se tomara algunas libertades.

Ella ya sabía que el loco se lo juntaría y no escatimaría oportunidad de tocarla.

Yo fui varias veces al baño y oculto entre la gente vi como le tocaba los senos y la apretaba contra su pubis.

Después de una horas y unos tragos le dijimos que continuáramos bebiendo algunas copas en casa.. Se le notaba la arrechera y a mi mujer también. Estaba coloradísima.

Cuando llegamos, servimos algunas copas, hablamos y yo propuse el jueguito de las prendas a lo cual el aceptó entusiasmado pero con extrañeza.

No podía seguramente creer que yo le estaba poniendo en bandeja los encantos de mi mujer que el conocía tan bien y deseaba a morir.

No tardamos en estar desnudos y en iniciar penitencias de besos y toqueteos. Teníamos las vergas retiesas.

La de él mucho más grande que la mía y lista para lo que viniera. Le pregunté a mi mujer si le gustaba esa verga.

Un poco avergonzada y sonrojada dijo que sí. Le dije ¡cómetela! No tuve nada que rogar y se la introdujo en la boca y empezó a darle una mamada agitada.

El me miró como pidiendo aprobación de tocarla y le dije “hazle lo que se te antoje”.

Le cogió las tetas con delicia, la besó y la puso de pie.

La inclinó ligeramente contra una silla, le metió el dedo excitando su clítoris y se la clavó.

Yo me situé al frente mirando fijamente a los ojos a mi mujer y gozando el placer que sentía.

Le daba con fuerza casi con violencia, ella gemía como loca y se dejaba hacer. Yo empecé a acariciarla y se lo puse a mamar.

Luego él la sentó sobre él y le enfiló la verga hasta bien adentro.

Nunca la había visto tan arrecha. Luego nos fuimos a la cama y nuevamente le clavó su falo poniéndola en cuatro.

Amanecimos dándole verga por delante y por detrás y morbeseándola por todas partes y de todas formas.

La pusimos a ofrecérsenos como puta, a vestirse y hacernos striptease, a masturbarse, a chuparnos el culo y la chupamos insaciablemente haciéndola venir varias veces.

Fue una noche deliciosa que ya planeamos repetir con situaciones más atrevidas.

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