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Probando los arneses follando suspendido en el aire

Probando los arneses follando suspendido en el aire

Lo siguiente que voy a contar me sucedió durante una de mis andanzas en busca de clientes para la empresa para la cual trabajo.

Soy vendedor y asesor técnico en equipos de seguridad industrial.

Un día estaba visitando a una gran empresa de construcción con el ánimo de ofrecer nuestra gama de arneses y equipos anti caídas de excelente calidad de que disponemos, cuando fui recibido por el Jefe de Seguridad en su oficina.

Era una despampanante mujer de unos 30 años aproximadamente, de ojos verdes y piel canela. Estaba vestida con una blusa ceñida a su cuerpo y por el escote asomaban un par de espléndidos pechos. Me invitó a sentarme, y sin ningún disimulo me miró a los ojos al mismo tiempo que esbozaba una sonrisa la cual revelaba una libido ansiosa de experiencias. Al comenzar a mostrarle los diferentes tipos de arneses me solicitó que me colocase uno sobre la ropa.

Procedí a hacerlo a lo que ella reaccionó lanzándome una felina mirada de gata salvaje. Sin disimulo se me acercó y con sus manos procedió a apretar los correajes que ceñían mi cuerpo.

Quedé estupefacto con su impulsivo comportamiento que lo hacía pensar a uno que aquella mujer estaba medio loca. Pero al mismo tiempo comprendí que aunque no lograse venderle nada, había una especie de química entre los dos que sugería que nos volveríamos a ver. Pero de repente regresó a su escritorio y me dijo:

“Me interesa este tipo de arnés. Quiero 50. Venga mañana para hacerle los distintos ensayos a los equipos”

Salí bastante excitado de su oficina.

Al día siguiente, a primera hora nos encontramos nuevamente y sin pérdida de tiempo me invitó a su auto para conducirnos hacia el centro de ensayos, en las afueras de la ciudad. Durante el trayecto no nos cruzamos palabra alguna, pero sentía su presencia como un imán que me atraía con gran fuerza. Al llegar me presentó a su esposo quien se desempeñaba como Director del centro de Investigaciones. Se trataba de un bello edificio rodeado de hermosas arboledas que contagiaban con su ambiente de serenidad.

Luego entramos los tres a un gran salón dominado en su centro por una torre de unos 10 metros de altura, cuya cima llegaba hasta tocar una cúpula de vidrio. El sitio además disponía de una gran variedad de cabrestantes, polipastos, cuerdas y cables para el levantamiento y tracción de equipos.

Ya para aquel entonces Ana, como así se llamaba, y yo, habíamos llegado a tutearnos demostrando la confianza que nos estábamos ganando entre sí. Su esposo, por su parte, no muy prolífico en explicaciones, procedió a sentarse detrás de una mesa donde se encontraba el computador que controlaba al parecer los ensayos de tracción, compresión y resistencia que se realizaban en aquel lugar.

En determinado momento, Ana me mostró un vestier cercano y me dijo:

“Por favor desnúdate y colócate el arnés”

Con cierta sorpresa y alguna dosis de pudor, pero sin dudarlo procedí a quitarme la ropa y a colocarme el arnés, apretando las correas sobre mi pecho, glúteos y muslos. Entonces vi a Ana quien hacía lo mismo con un arnés similar al mío. Sus senos y sus espléndidas nalgas resaltaban aún más detrás de las correas, lo cual la hacía aún más excitante. Mirándome pícaramente me dijo:

“Estamos preparados. Subamos ahora”

Antes de subir le advertí a Ana que era importante que sujetáramos nuestras anillas dorsales a sendos ganchos los cuales iban sujetos a sus respectivas cuerdas de seguridad. Esto nos prevenía de cualquier accidente en caso de una eventual caída. Mientras tanto, el esposo de Ana nos miraba desde el centro de control con una maliciosa sonrisa en su rostro.

Dejé a Ana subir primero. Pude así contemplar su desnudo cuerpo y su entrepierna depilada totalmente, la cual dejaba al descubierto su vulva y su ano. Cuán bella era y cuánto ardía en deseos. Empecé a subir, pero mi pene erecto a veces se enredaba en la armazón y me dificultaba los movimientos. Pero por fin logré alcanzarla en la cima.

Estábamos los dos desnudos encaramados en lo alto de aquella torre, mirando a través de la cúpula de vidrio el hermoso paisaje que nos rodeaba. No sabía qué hacer, hasta que Ana se deslizó suspendida de su cuerda de seguridad, y pasó rozando todo mi cuerpo con su lengua.

“No te preocupes, que mi esposo está controlando todo el ensayo” me dijo tranquilizándome.

De un momento a otro, Ana se soltó de la torre, y quedando suspendida tan sólo de su cuerda de seguridad que la sujetaba mediante la anilla dorsal de su arnés, se dirigió hacia mí y me abrazó. Luego empezó a mordisquearme y a lamerme todo el cuerpo, hasta que me cogió el pene con su boca. Sentía sucumbir a las chupadas que mi futura cliente me proporcionaba con gran intensidad La sensación era inenarrable. Al principio sentí algún temor de que las cuerdas no pudiesen resistir semejante tensión, pero luego me dejé abandonar a la boca y a los dedos de Ana que me acariciaban las pelotas y porfiaban por acariciar mi anillo anal.

De pronto, de lo alto de la torre brotó una lluvia de una sustancia aceitosa que dejó nuestros desnudos cuerpos relucientes bajo el sol de la mañana. Aquel exceso de lubricación hizo que nuestros cuerpos resbalasen entre sí, de tal manera que me obligó a soltarme de la torre, quedando los dos suspendidos en el aire, a merced de la fuerza de la gravedad. Entonces, Ana deslizó su mano izquierda bajo mis testículos, masajeándolos. Luego continuó hasta llegar a mi orificio anal, introduciendo con facilidad dos de sus dedos. Me relajé por completo, con la sensación de estar volando como un pájaro con aquella hembra aferrada a mí.

Habrían pasado algunos minutos en esta situación cuando de pronto sentí que alguien me sujetaba por detrás con fuerza. Era Iván el esposo de Ana, quien despojándose de su ropa, había decidido unirse a nuestra coreografía voladora. No pude disimular mi excitación cuando vi un grande y hermoso pene que se dirigía hacia mi boca. Lo así con firmeza y comencé a succionarlo. Mientras tanto, Ana cambió su posición y colocó sus fabulosas nalgas sobre mi cara para que la lamiese. Continuamos así durante algún tiempo hasta que el esposo de Ana se desprendió de mi boca y colocándose detrás de mí metió sus 20 cm. de carne dentro de mi culo de un solo golpe. Al principio quedé viendo estrellas y traté de gritar a causa del intenso dolor que estaba experimentando. Pero Iván desde su posición más ventajosa me tapó la boca con su mano derecha, mientras que con su izquierda dirigía su enorme verga dentro de mi culo para evitar que éste se saliese. Mientras tanto yo le estaba haciendo a Ana un cunnilingus que luego se transformó en una anilingus insertándole toda mi lengua dentro de su abierto culo. Luego, con notable agilidad, Ana deslizó su cuca sobre mi pene, y agarrándose de su cuerda de seguridad comenzó a balancearse. Quedamos los tres sujetos a nuestras respectivas cuerdas de seguridad dando vueltas en el aire, formando un solo cuerpo, como trapecistas de un circo.

Con mi culo abierto al máximo por tremenda penetrada y mi pene como un volcán en erupción a punto de estallar, sentí el orgasmo más intenso de mi vida. Pensaba en cuál sería el sexo de los ángeles, como nosotros, suspendidos en el aire, mitad hombres y mitad mujeres, disfrutando al máximo de nuestra posición sin ningún tipo de resistencia. Con mi cuerpo aferrado al de Ana, abrazándola desde atrás hasta tocar sus senos, sentí salir el semen de mi pene más caliente que nunca e inundar sus entrañas.

Al cabo de varios minutos, ya exhaustos decidimos bajar lentamente hasta el piso. El esposo de Ana, dirigiéndose a su computador imprimió una hoja en la cual daba su aprobación a los arneses. Habían pasado la prueba y de paso había comprobado por mí mismo la capacidad de la mente de hacer real el sueño de volar.

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