Se sorprendió un poco con mis palabras, pero hacía tiempo que insistía con esa idea y por fin me decidí.
Elegí a Juan, un amigo común, el que solía tirarme ondas y sería bueno probarlo en la cama.
Le pregunté si aceptaba que otro me acariciara, que me tocara y que me metiera su verga en mi conchita, mi culo y mi boca.
Si después no me iba a hacer una historia con todo ello y prometió aceptar todo, ya que él quería que yo lo hiciera.
A veces dudaba si me quería como antes en que estaba celoso de cualquier cosa, porque ahora me estaba ofreciendo serle infiel.
Me quedé mirándolo y observé que estaba teniendo una gran erección. Se notaba que mis palabras lo habían calentado y mucho. Parecía perversa la situación.
Pasaron un par de días cuando Euge me contó que estaba todo arreglado para la cita y ya empecé a hacerme los ratones con Juan.
Debo confesar que me atraía bastante y pensaba que podía ser un buen amante en la cama. Al menos era lo que siempre insinuaba su mujer. Me ilusionaba con probarlo.
Me vestí para la ocasión con un vestido muy sexy y cuando arribó nuestro amigo tomamos un par de copas sin hacer ninguna alusión a lo que estaba por ocurrir y mi marido puso música muy suave para ir distendiéndonos.
Bailé un rato con cada uno y luego decidimos pasar al dormitorio. Primero lo hizo Juan y nosotros aguardamos afuera.
En ese momento me entraron dudas acerca de si debía entrar o no. Se lo comenté a Euge y él me dijo que si no me gustaba lo que estaba por hacer no lo hiciera e incluso que si empezaba y me sentía mal que lo dejara plantado en medio de la cama, que eso estaba hablado ya con Juan y no habría problemas.
Espiamos dentro de la pieza antes de entrar y observé que Juanca se estaba acariciando su verga que ya tenía toda erecta. Parecía que se estaba masturbando.
Cuando se lo dije a mi esposo se calentó tanto que me levantó la falda, me corrió la bombacha y me la puso bruscamente en mi conchita.
Me puse nerviosa y hasta me preocupé por si llegaba a salir nuestro amigo, como si me despreocupara o no estuviera consciente de lo que iba a suceder en un rato.
Euge estaba tan exaltado que, sin querer me empujó y entramos bruscamente al dormitorio como perritos alzados.
Cuando lo llamó a Juan para que se acercara yo estaba toda avergonzada y hasta creo que me puse colorada.
Él se acercó rápidamente y me puso la pija casi encima de la cara.
No tengo dudas que ahí se produjo el «clic» que hacía falta, es decir el punto donde uno se olvida de todo, donde el deseo manda y le tomé la verga con fuerza y me la introduje en la boca dejándola quieta sobre mi paladar mientras movía lentamente su lengua y fui cerrando los ojos como si cayera en un agradable sueño.
Aflojé mi cuerpo y busqué con mi cola la pija de Euge, quien me penetró y nos entregamos a un placer total.
Pronto invertimos los papeles y era Juan el que me cogía mientras se la chupaba a mi esposo.
Luego quedamos los tres fusionados. Estaba en medio de los dos hombres recibiendo sus caricias. Me penetraron simultáneamente, uno por adelante y otro por detrás. El placer era inmenso para los tres.
Fui penetrada indistintamente por todos sus orificios y quedé extenuada. Nunca olvidaré esa noche.
Cuando Juan se fue quedamos con Euge en repetir la experiencia y hasta tuvimos la idea de incorporar a su mujer en el juego.
Por ahí lo hacemos pronto o quizás cuando viajemos los cuatro a Brasil en el próximo verano.