Visita a la playa nudista I

Soy una chica bastante normalita, casada sin hijos, 27 años, con un cuerpo bastante normalito, y delgada.

Nunca me había atrevido antes a ir a una playa nudista, quizás por vergüenza, por que me viese alguien conocido o quizás solo por prejuicios.

Esta vez me decidí a ir a una.

Mi marido no me acompañó, ya que trabajaba, así que decidí ir sola.

Al ser una época de poco turismo, al llegar la encontré bastante vacía. Una pareja a lo lejos y poco más.

La playa era preciosa.

Unas calas inmensas, cristalinas, la arena limpia y blanca. Detrás de mí, unos montículos de arena, a modo de protección.

Así me sentiré algo más segura.

Nada más llegar, tiendo mi toalla, dejo mi bolsa y comienzo a quitarme las zapatillas y pantalones que me visten.

Me suelto el pelo, dejando mi media melena morena suelta.

Llevo una camisa bastante ancha, remangada hasta los codos, que me desabrocho, quitándome la parte de arriba del bikini y la de abajo, sin quitarme la camisa.

Me siento en la toalla.

Ahí estaba yo, en medio de una playa nudista semidesierta, con una camisa, sin atreverme todavía a desnudarme por completo.

Si no me atrevo ahora que no hay nadie no me atreveré nunca, me digo a mi misma, así que me quito la camisa, quedándome desnuda por completo, solo con unas gafas de sol puestas.

En mi cuerpo se reflejan las marcas del bikini que, hasta el día de hoy, he llevado siempre en la playa, dejando patente la blanquedad de esas partes, en contraste con el medio moreno del resto. Para la ocasión, me había afeitado por completo el pubis, dejando mi rajita sin el más mínimo pelito.

También tenía derecho a broncearse.

Ya, un poco más tranquila, decido tumbarme boca arriba para tomar el sol y broncear esas partes a las que nunca llego el sol ni el aire libre.

Cierro los ojos y dejo que la brisa que corría, recorra todo mi cuerpo, entre mis muslos, erizando mis pezones, y poniéndolos durísimos.

A los 5 minutos, decido darme la vuelta, como siempre y broncearme un poco por la espalda, la otra cara de la tostada que se conoce, así que me doy la vuelta y me coloco boca abajo, con las piernas ligeramente separadas. La playa seguía desierta, o eso creía yo….

Al cabo de un ratito, me quema la espalda, así que decido coger el frasco de aceite y untarme por el cuerpo.

En la postura que estaba, boca abajo, me reincorporo un poco echándome hacia atrás, poniéndome a cuatro patas, y busco el aceite. Lo encuentro y comienzo a echarme por la espalda con dificultad.

Entonces escucho una voz masculina y cercana que dice.. ¿te ayudo?. La voz me sobresalta, creía estar sola.

Miro hacia un lado y apareciendo de la nada y sin hacer ruido, tengo a un hombre de unos cuarenta años, un poco fondón y con barriga cervecera y poco pelo sentado en su toalla a unos pocos metros, desnudo, mirando mi cuerpo en esta posición de perrito. Toda la playa desierta y se sienta a mi lado.

No me ve los ojos por las gafas de sol, pero veo que me recorre con los suyos insistentemente. Intento parecer natural, y sin variar de postura le digo, claro!, ofreciéndole el bote de aceite.

Se levanta con rapidez y agarra el bote con una mano, sin dejar de mirar mis piernas.

Me doy cuenta de la postura, así que me vuelvo a tumbar boca abajo, con las manos bajo la barbilla, y cerrando con disimulo las piernas todo lo posible, aunque las dejo un poquito abiertas.

Espero que se arrodille a mi lado para ponerme aceite, pero escucho su voz detrás de mí.

– «¿Es la primera vez que vienes?», me pregunta desde atrás.

-«Si, ¿se me nota?», le respondo, mientras siento como se arrodilla en mi toalla a mis pies..

-«Bueno, lo supongo por las marcas blancas del bikini en tu piel», me contesta. No tiene ningún reparo en decirme que ha estado mirando mi cuerpo, aunque suponía que para él era algo normal y ya estaría acostumbrado. Siento como con sus rodillas, comienza a gatear, abriéndome las piernas un poco, hasta llegar a la altura de las mías, en contacto con las suyas. Aprieto un poco las piernas con disimulo para que no me las siga abriendo..

-Aquí, bien cerquita para llegar a todas partes mejor» me dice. Aquí estoy yo, desnuda en una playa nudista, boca abajo, con un hombre desnudo que no conozco entre mis piernas, que podría ser mi padre. La situación parece haber cambiado un poco. En la posición en la que está no consigo ver nada de él. A los pocos segundos, escucho el sonido del bote de aceite apretándose, y siento como sus manos se posan en la parte baja de la espalda, con suavidad, comenzando a hacer movimientos circulares a modo de masaje, rozando mis nalgas en cada movimiento. Es muy placentera la sensación, y sus manos son expertas, así que pongo mi cara contra la palma de mi mano y cierro los ojos. Sigue moviendo sus manos, subiendo despacio por mi espalda.

-«¿Cómo es que te has decidido a venir?» me pregunta.

-«Pues tenía ganas de probar y por eso me he decidido hoy, y trabajo me ha costado.» le respondo sin darle mucha importancia. Sus manos se separan y vuelvo a escuchar el sonido del bote de aceite…

-«Es cierto. La primera vez cuesta mucho trabajo…», me contesta. Noto como, con una mano se apoya en la toalla, a la altura de hombros y con la otra en mi espalda, comienza a dar amplios giros en la parte alta. Por la postura y el movimiento supongo que se ha recostado un poco encima de mi para llegar mejor a mi espalda….Siento que algo me roza levemente entre las nalgas de vez en cuando, pero no le doy importancia. Será su pierna al moverse, pienso.

-«¿Te gusta así?», me pregunta.. Comienzo a sonreír levemente y sin abrir los labios le contesto con un pequeño ronroneo de garganta, afirmando con la cabeza.

-«Yo también es la primera vez que vengo a una playa nudista, y me encuentro con una chica tan preciosa como tú, y con este cuerpo….», dice casi exclamando. Su mano llega hasta mi cuello, a parta el pelo y comienza a masajearlo. En esta postura, está algo mas recostado sobre mi, y noto que lo que me golpeaba entre mis nalgas, ahora está inmóvil entre ellas, presionando levemente y separándolas. Estoy disfrutando tanto del masaje, que no me he dado cuenta de lo que me ha dicho. Suelta la mano de apoyo y la pone en mi hombro izquierdo, y la otra en el derecho, y comienza a moverse como amasando pan de adelante hacia atrás, acariciándome con la yema de los dedos. Cada vez que mueve su cuerpo hacia delante, me toca con algo entre los glúteos, lo roza y lo aparta. Mi cadera se contonea levemente al compás de sus movimientos. Me pongo a pensar en la frase que ha dicho y la analizo. Es la primera vez también que viene a una playa nudista. Eso quiere decir que, quizás, no esté acostumbrado a ver mujeres desnudas. Me percato del movimiento que está haciendo y de lo que me golpea entre los glúteos y me doy cuenta de que es la polla lo que me roza!!.. Salgo del estupor, dándome cuenta que en los movimientos ha llegado hasta los glúteos, y en cada movimiento los acaricia y me los sube, mostrándole mi rajita afeitada y húmeda por el placer del masaje.

Me giro bruscamente, colocándome boca arriba, él sigue entre mis piernas.

Yo, con las piernas abiertas, apoyada en los codos, mirándole la enorme erección que tiene apuntando hacia mí, brillante, por el aceite y por sus propios fluidos.

En esta postura, casi parece que me estoy exhibiendo. Él me mira con los ojos fuera de sí.

-«Menudo bombón de nena tengo delante», me dice sonriendo mirándome con descaro las tetas. «Vaya, lo estas pasando muy bien por lo que puedo ver», me dice mirando mis pezones duros.

-«Será mejor que deje el aceite, ya puedo yo sola echarme por delante.», le digo, alargando mi mano en busca del frasco. Sin embargo, veo como vuelca el frasco en su mano y comienza a echarse aceite de nuevo.

-«No me iras a decir que tengo que dejarte la mejor parte…», me dice, alargando sus manos y colocándola en mis hombros, apretándolos hacia abajo, obligándome a tumbarme de nuevo boca arriba. Comienza su masaje por los hombros y sigue bajando hasta llegar a mis pechos. Los agarra, los magrea, pellizcando mis pezones como si siempre hubiesen sido suyos. Un escalofrío recorre mi cuerpo cuando lo hace. No sé que me pasa, pero estoy bajo su hechizo. Será mejor que le pare cuanto antes, antes de que sea demasiado tarde, tanto para él, como para mí……

Continuará…