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Se acabó la castidad

Se acabó la castidad

Me llamaré Juan, y tratare de narrar lo más fielmente posible lo que me ocurrió y cómo.

Estoy felizmente casado y mi vida en la cama es como la de tantos españolitos, normal, sin muchas variaciones en las posturas y monótonas.

Tengo mis fantasías sexuales como todos, me gustan las felaciones, las pajas cubanas, etc. etc., pero lo que verdaderamente me vuelve loco es el culo.

Un buen culo, redondito, tipo pera, es que se me salen los ojos y cuando camino por la calle y veo uno me es imposible no volver la vista atrás para no perdérmelo.

Pero eso a mi mujer le da verdadero asco y cuando se lo he propuesto me dicho de todo y me ha “castigado” con varias semanas de “castidad forzada”.

Ahora que me conocéis un poco, empezaré el relato.

Muchos fines de semana, nos vamos a cenar a casa de una prima de mi mujer.

Allí nos reunimos tres matrimonios, sus primas con sus respectivos maridos, mi mujer y yo.

Una de sus primas, la pequeña (que la propietaria de la casa), tiene un trasero de lujo, en una escala del 1-10, yo le doy un 8.

Una noche ayudándole en la cocina para preparar los platos para la mesa, fue a coger una fuente de un mueble alto cuando empezó a caérsele un montón de cacharros y ella me dijo.

-Juan ayúdame que me van abrir la cabeza-, corrí en su ayuda colocándome detrás de ella para sujetarle los cacharros, al ponerme detrás y ella que estaba de puntilla para acceder mejor, mi pelvis se rozó con su culo, con lo que me dio una subida de adrenalina que por milésimas de segundo creí perder el conocimiento.

Acto seguido surgió de la nada una gran erección de la cual ella se percató dando un pequeño brinco hacia delante y dejando caer todo al suelo.

Ante semejante alboroto la cocina se llenó enseguida de curiosos.

Esa noche tuve que hacerme una gran paja pensando en su hermoso culito.

Durante todo la noche, hubo bastantes miradas de cierta complicidad, su forma de hablarme y su seriedad parecía como si le hubiese disgustado, en cambio sus miradas furtivas hacia mí parecía demostrar todo lo contrario.

A las dos o tres semanas, el mismo escenario y los mismos actores, Isabel y yo. Pero esa vez quien propició el momento fue ella, estaba yo contando los cubiertos cuando Isabel se agachó delante de mí sin darme yo cuenta y empezó a recular para atrás hasta poner su culo en mi bragueta.

Yo me quedé de piedra sin saber que hacer, pero Isabel sí porque cuando notó mi erección tiró más para atrás, entonces fue cuando yo solté los cubiertos y la cogí por la cintura y la atraje hacia mí con fuerza queriendo poseerla allí mismo, que mi pene atravesara mi pantalón y el suyo, pero en ese mismo instante entró su hijo pequeño que había escuchado el ruido de los cubiertos al caer y nos pilló en esa postura que es lo que parece.

Menos mal que el crío tiene tres años y no entendía aquella postura, tampoco hizo ningún comentario donde estaban reunido los demás.

Desde esa noche no hacía más que pensar en cómo buscar el momento y lugar más idóneo para poder poseerla, no paraba de darle vueltas a la cabeza, mi obsesión y mi calentura era tal que pensaba que me iba a volver loco de un momento a otro, pero de mi calentura mejor ni hablar, tenía ganas de hacerlo a todas horas y sino era con mi mujer era en el lavabo.

Mi mujer llegó a decir que estaba enfermo y en verdad tenía razón, pero la culpable de mi enfermedad era su prima Isabel y por paradojas de la vida también el remedio.

Una tarde estando solo en mi casa estudiando (mi mujer se iba a casa de su madre porque allí sola se aburría), sonó el timbre de la puerta, me levanté de la mesa del estudio y soltando tacos por la interrupción me encaminé a abrir la puerta.

Cual seria mi sorpresa al abrir la puerta y encontrarme a Isabel, la invité a pasar.

Una vez dentro me preguntó por mi mujer, a lo que le contesté que tardaría un poco en volver porque había ido al súper (mentira piadosa porque yo tenía que ir a recoger a mi mujer a casa de mi suegra).

Acto seguido entremos en una conversación vana

.-¿Qué estabas haciendo?.

-Estudiando.

-Que aburrido, ¿no te aburre tanto estudiar?.

En ese momento se encontraba de pié mirando un cuadro que había pintado mi mujer y dándome la espalda.

-Si, pero con algo tengo que distraer al cerebro para que no piense en otras cosas.

-¿Otras cosas?, ¿A qué otras cosas te refieres?.

-A buen entendedor con pocas palabras basta, o ¿no lo sabes?
-Pues no, no lo sé.

Acercándome por detrás y pegando mi cuerpo al suyo le dije susurrándole al oído.

-En ti, en hacerte mía, en recorrer tu cuerpo con mis manos y mi boca hasta que se retuerza de placer y grites a pleno pulmón que me deseas, que necesitas sentirme dentro de ti, que es lo que más deseo yo en este mismo momento sentirme dentro de ti, sentirte mía.

En ese instante notando mi paquete en su culo, se giró y huyó de mí.

Por un instante me quedé en blanco, pensando que acababa de cometer una gran estupidez en pensar que ella también quería jugar con fuego, pero no fue así.

-Creo que no es bueno quedarnos solos. Me dijo ella.

-Por un momento pensé que no te agradaba la idea de seducirte.

-Al contrario me encanta, pero no sé si debo.

Nuevamente me dio la espalda y sin pensármelo dos veces la agarré fuertemente por la cintura y la abracé contra mí, sin pensármelo seguidamente empecé un tocamiento tan rápido por todo su cuerpo que ni yo mismo sabía donde tenía cada una de mis manos.

Isabel al principio intentó zafarse pero su esfuerzo fue inútil, cuando quiso reaccionar la falda la tenía subida y las bragas a medio muslo.

Se giró hacia mí y nos fundimos en un largo beso, el tenerla frente a mí me vino como anillo al dedo, le desabroché el sujetador y mis manos recorrieron su espalda hacia abajo hasta llegar a sus glúteos, donde le apreté tan fuerte que por un momento pensé que me queda con ellos en mis manos.

Como pudimos lleguemos al dormitorio, allí un poco más tranquilos empecemos a disfrutar de nuestros cuerpos.

Isabel desnuda sobre la cama desbancó en un momento todos mis sueños que tenía de ella, era mucho mejor en carne y hueso que en mis sueños.

Tenía los pechos redondos y erguidos, una cadera que para haber dado a luz tres niños, parecía la de una modelo, el vello del pubis recortado y un culo de infarto que es lo que yo pensaba que me iba a dar.

Recostada en la cama, empecé a besarle los lóbulos de las orejas, el cuello, los pechos, mientras mis dedos acariciaban la entrada de su vagina.

Notar que estaba empapada de sus secreciones vaginales elevó aún más mi excitación.

Sin dudarlo bajé rápidamente a beber el caldo que su almeja soltaba, era impresionante le llegaban hasta el culo lo cual me enloqueció aún mucho más.

Mientras le comía la almeja llegó a un orgasmo tal, que empezó a cerrar las piernas pillándome la cabeza como si quisiera tenerla ahí para no dejar de sentir semejante placer.

Cuando por fin se pudo mover me tumbó en la cama y empezó a hacerme una mamada que no se parecía a las que me hacía mi mujer, que solo chupaba la puntita un poco y con la lengua, no ella no, se introducía todo el miembro dentro de la garganta, pegando unos chupetones haciéndome imaginar que iba a vaciar todo mi cuerpo por ahí.

Dios es indescriptible lo que sentía, me retorcía como si fuese a partirme en muchos pedazos cuando llegué al orgasmo.

Isabel se tumbó boca abajo al lado mía, ahí creí que se acababa todo, por un momento le dije adiós a la idea de poseerla por culo, cuando tuve un momento de lucidez y reaccioné.

-Oye Isa, ¿quieres que te dé un masaje?.

-Mientras me dejes descansar haz conmigo lo que quieras.

Me puse encima de ella a horcajadas quedando mi miembro aun flácido en la raja de su culo. Comencé a darle el masaje por los hombros, el cuello, las espaldas, en pocas palabras a magrearla.

-No sé dónde has aprendido a hacer masajes pero vas a conseguir que me quede dormida.

-Estupendo, -le dije yo- así cuando te duermas podré abusar de ti.

Mientras subía para llegar más fácilmente a los hombros y bajar para la espalda, mi pene se rozaba con la raja de su culo provocando una nueva erección.

Me eché encima de ella volviendo a besarle el cuello, la espalda, así hasta alcanzar los cachetes del culo, donde me entretuve en darle besos, chupaditas y mordisquitos hasta lograr acercarme al lindo agujero negro que me traía loco.

Durante todo este tiempo mi mano derecha no paraba de acariciar su vulva intentado provocar otro torrente de jugos vaginales, el cual no se hizo de rogar.

A todo esto mi lengua ansiaba pasearse por su agujero, dando vueltas alrededor de él esperando el momento más oportuno.

Cuando por fin lo consiguió Isabel dio un pequeño brinco pero sin llegar a apartarse, mi boca se volvió loca ante la pasividad de Isabel, colmando todo su agujero de saliva e introduciéndose unos pocos milímetros dentro de él.

Mi mano derecha ya disfrutaba de su victoria, había logrado hacer brotar la fuente de nuevo y su premio era haber introducido dos dedos dentro de la vagina, provocando que el cuerpo de Isabel se moviera inconscientemente buscando placer.

Al notar la excitación de Isabel, mi lengua pretendía hacer lo que yo con mi pene, empotrarse dentro del culo.

Mientras mi cerebro vagaba entre una cosa y otra e intentaba poner orden en él, Isabel me sorprendió con otro orgasmo chillando, mordiendo la almohada e intentando clavar las uñas en las sabanas.

En ese momento, me suplicó que acabara pronto o tendría que llevarla arrastra a su casa, pues jamás había gozado tanto con su marido.

Me incorporé de un salto y encaminé mis pasos al cuarto de baño, una vez en él cogí aceite corporal y me lo unté en pene, de otro salto me coloqué encima de ella que estaba boca abajo y totalmente entregada o eso me parecía.

De nuevo mi lengua volvió a querer penetrar en ese delicioso agujero, pero esta vez su misión era lubrificarlo con saliva preparando el terreno a su rival, el pene, pero para mi sorpresa a Isabel se le escapaban pequeños gemidos de placer, fue cuando me decidí a explorar su agujero con los dedos que estaban empapados de aceite.

Primeramente uno, poco a poco, girando en circulo, seguidamente otro, eso ya le molestó un poco pero no lo suficiente para ordenarme que me detuviera, creo que el placer que sentía era mayor que la molestia.

En ese instante saqué los dedos e intenté introducir mi pene, pero Isabel apretó los glúteos impidiendo mi entrada.

-No Juan, por ahí no que no lo he hecho nunca.

-Alguna vez tendría que ser la primera vez, digo yo.

-Si lo sé y me gustaría que fueras tú, ya que hoy me has dado tanto. Otro día, te lo prometo.

-¿Seguro que habrá más días?. Porque a mí me encantaría te lo juro.

-Te lo juro, a mí también me agradaría.

-Bueno, vale, pero déjame hacer roce con la raja de tu culo por favor.

-Esta bien hazlo.

Mi pene se rozaba con su raja, más que rozar resbalaba con la ayuda del aceite.

Coloqué mis manos en sus cachetes y los abrí un poco más, también en cada roce me echaba un poco para atrás por lo que en cada embestida la punta del glande tropezaba a conciencia en el agujero resbalando en dirección a su espalda.

Ella seguía gimiendo, en cada asalto de mi pene un poco más y en uno de ellos con la ayuda de mi mano sin darle tiempo a reaccionar introduje casi el glande en su culo, cuando reaccionó apretando los cachetes fue inútil, ya casi lo había conseguido, me faltaba muy poco para coronar mi sueño.

Su quejido me excitó aún más, con lo que empuje hasta sentir la mitad del pene dentro, dios mío creía estar soñando, pero mi sorpresa fue aún mayor cuando Isabel levantó el culo para acabar de introducir todo el pene dentro de su culo.

Una vez todo dentro me eché sobre su espalda besándole la espalda esperando que su esfínter se acostumbrara al nuevo tamaño, al cabo de unos minutos empecé a bombear muy despacio primero, después saliendo despacio y entrando rápido.

No sé cuánto tiempo duró esto pero se me hizo eterno y a la vez efímero.

Ella volvió a sentir otro orgasmo, segundos después llegó el mío, erizandome toda la piel, hasta los pelos de la barba se pusieron tiesos como si quisieran salirse y mi cuerpo se convulsionaba cada vez que pene escupía un chorro de semen, nunca había echado tanto.

Me tumbé encima de ella manteniendo mi miembro aun dentro, deseando parar el tiempo en ese mismo momento y creo que lo conseguí porque ha habido otras veces con Isabel pero como la primera nunca.

Por cierto Isabel engañó a mi mujer diciéndole que lo hacía con su marido por el culo y que sentía mucho placer e invitó a mi mujer que lo intentara conmigo, al principio le costaba pero al final le cogió gusto y aumentó su libido y sus ganas de innovar.

Así que de la noche a la mañana me encontré con dos mujeres fuera de serie viviendo en un paraíso.

Mi siguiente sueño es hacerlo con las dos juntas, los tres solos encerrados en una habitación durante un fin de semana, pero eso es pedirle peras al olmo.

¿Qué te ha parecido el relato?


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