Por darmelas de bravo
Mi país ni mi ciudad importan, mi nombre es Miguel y el de mi esposa Corina llevamos diez años de casados y una excelente relación sexual.
Tengo 34 años y mi esposa 30, algunos datos; debo decir que no soy un adonis, con un rostro bastante regular, mido 1,70mts, 68 kilos, con una incipiente barriga y de color trigueño claro.
Esto sucedió el año pasado, lo que paso, es un hecho real de mi vida, y lo escribo porque hubiese querido que no lo fuera, deseo comentarlo por este medio pues si lo consulto con un siquiatra a la final me diría lo que yo ya sé, que soy un cornu….
Mi esposa es morena clara, tampoco es una diosa pero no es una fea mide cerca de 1,70mts y a pesar de haber parido tres muchachos se conserva muy bien de generosos pechos un poco caídos pero poseedores de unos espectaculares pezones de un moreno oscuro que cuando se excitan alcanzan casi dos centímetros de erección (fruto de la lactancia), un coñito, pequeño y estrecho, unas caderas dueñas de un culo que es mi mayor tesoro, pues como buena morena es redondo mediano y prieto.
Tal vez por nuestra tendencia cultural de buscar lo que no se nos ha perdido, nos da por buscar otros brazos, no soy la excepción, pero no soy lanzado ni casanova, simplemente la ocasión a veces se presenta, además mi pene es más bien regular llega a los 17cm cuando está en su máximo, aunque ya no sé lo que es normal o no ya verán…
Cierto sexto sentido que tienen las mujeres y más las casadas, por muy sutil y bien elaborada que sea la excusa siempre la sospecha se levanta, máxime si uno es bien memo y no se cuida la espalda como Dios manda.
Sin ser mi esposa un detective, sino por mi falta de precaución hace algún tiempo ella estaba por ponerme el cepo, mi cambio en los horarios de oficina, un trabajo urgente para hacer en sábado, en fin recogió todas las migas que yo dejaba y armó un excelente expediente, y sin pelos en la lengua se me enfrentó, aquí debo aclarar que mi esposa es una terrible negociadora casi nunca emprende una causa que no pueda ganar, difícil de convencer más aún cuando se sabe que tiene la razón, me dijo que yo le estaba siendo infiel, claro yo lo negué, pero ella me hizo un exacto recorderis y me dijo: estás más caído que mis pechos, estás teniendo relaciones con otra mujer, crees que no lo sé,, pero yo con más ahínco lo negué.
Así fue mi esposa tenía un 80% de seguridad que estaba siendo exprimido por fuera, y poco a poco no desperdiciaba oportunidad, para con una buena sátira echarme en cara lo traidor que era.
Discutíamos frecuentemente y ya estaba mamado de marcar horario, ya ni un par de cervezas podía tomarme con mis amigos los viernes, ni ningún día. Si llegaba tarde me armaba un interrogatorio de padre y señor mío.
Pues bien el origen de esta historia empezó en un almuerzo, lo hacia yo en santa paz, pues los niños llegan tarde del colegio, cuando mi mujer disimuladamente empezó a decir lo rico que era ser infiel, lo sabroso que yo lo pasaba; hasta me describió lo que yo supuestamente hacia con mi amante, hablando casi entre los dientes, que primero la mamada de tetas, y como sabe que mi morbo son las nalgas decía: Imagino le abrirás las cachas de las nalgas como lo hacés conmigo, la pondrás en cuatro y después de cansarte de darle lengua en la vagina y el culo se la meterás, luego le darás por el culo con ese guevo de mierda que tenés, lástima que yo no pueda hacer lo mismo con otro,, en ese momento me atraganté con el alimento, mierda pensé yo, que carajos se traerá la negra.
Por espacio de varios largos y pesados meses siguió enviándome mensajes subliminales cada vez más directos, que ya casi me sonaban a venganza, haciendo el diario vivir algo desagradable, casi insoportable.
Una tarde de sábado estaba arreglándole la bici en el porche de la casa, estaba sudado, se apareció y disimuladamente empezó con el cuento y la cantaleta, dejé el arreglo, la miré y dije sin pensarlo solo por quitármela de encima, que porque tanto dolor, por algo que no era, al decirle esto se salió por completo de sus casillas, me dijo mentiroso en fin, tantos adjetivos, que sin proponérmelo, también enojado, le dije que si quería que alguien la cogiera diferente de mí, bien podía yo buscárselo, claro lo decía en broma dándomelas de bravo.
Ella calló y me dije, por fin me libre del cuento.
Cuando hacemos el amor nos entregamos en cuerpo y alma, en esos momentos, ni negocio ni discuto, eso sí perverso pero cariñoso,, prefiero hacer las charlas de negociación en momentos claves.
Al próximo lunes con las cosas ya casi arregladas, según yo, me llamó despacio y me invitó para la cocina y me dijo sin rodeos, que si era tan bravo de cumplir lo que había dicho, o era para disipar mi infidelidad y con un mensaje subliminal me dejó entrever, que si yo no era capaz de cumplir, ella tarde que temprano me pondría cachos y yo ni cuenta me daría.
Pensé en la separación de la furia que me dio, una sensación de que las cosas se te salen de las manos y lo normal ya no lo es, y todo puede mandarse al carajo, en la oficina le daba vueltas y vueltas a la situación veía las fotos de mis hijos, nuestra vida, en fin había que tomar una decisión.
Ya en la noche más calmado, pensé en lo mucho que la amaba, y que como era mañoso algo inventaría, además el que la había cagado era yo, la llamé y le dije que sí, pero que yo escogería al candidato.
Por mi profesión de contador, fuera de mi trabajo en mi empresa llevo algunas contabilidades y asesoro, por un porcentaje mínimo a estudiantes de último semestre universitario en algunos trabajos ocasionales, el miércoles de esa semana, en la tarde noche sonó el timbre, salí al porche y vi a Mauricio un muchacho que venía una vez al mes para que le corrigiera el trabajo de aquella ocasión, nunca antes me había fijado detenidamente en él, esta vez lo hice, de color trigueño oscuro, unos 24 años, de 1,80 y algo, pinta de basketbolista, largas piernas, de pobladas cejas, cuerpo fibroso y una cara que reflejaba gran timidez.
De pronto encontré la solución a mi problema, recordé que meses atrás en una ocasión, una noche de trabajo me comentó calladamente que era muy de malas para obtener y sostener relaciones sexuales ya que tenía un inconveniente, eso me sorprendió un poco pues a esa edad y con esa pinta, mujeres no le debían faltar, sin embargo el muchacho era buena gente muy tímido, de muy pocos amigos, pensé en los esteroides y otros mitos acerca de cosas que usan lo deportistas, además los problemas sexuales ya no tienen edad, no seguimos hablando del tema, sino de cosas de trabajo.
Ya está me dije, todo resuelto, con ese problema que tiene, salgo ganando y todo resuelto.
El fin de semana pensé, que tras mi acceso de furia a mi negra como la llamo, se habría olvidado de su venganza; que va, me recordó de nuevo las tentaciones de la carne.
Esta vez yo la llevé a la cocina y le dije: Mira, esto ha llegado muy lejos, pero para ver hasta donde llegas tú, tengo un candidato, y por nuestro amor la única condición es que lo mires, si no lo aceptas, me prometes que olvidamos el asunto, y si lo aceptas será en nuestra alcoba y yo también participaré.
Por dentro me quemaba, si fuera jugador de cartas era la caña más grande de mi vida, ella lo pensó un rato y luego dijo que sí, sabía que ella era muy terca y esperaba que lo que ella decía fuera caña, sin embargo para ganarle, acordamos para el viernes de la próxima semana temprano en la tarde para evitar comentarios de los vecinos.
Llamé a Mauricio y le dije que lo invitaba a almorzar, el viernes y que necesitaba hablar algo serio, él acepto, para mis adentros me felicitaba por lo malicioso, taimado y buen manejador de la situación.
Esa semana todo volvió a la normalidad me esmeré como nunca para hacerla sentir, lengua, pene y mis manos adquirieron vitalidades insospechadas.
Al llegar el jueves se las arregló para mandar los niños a casa de su mamá, ella los llevaría el viernes al colegio, y pasarían el fin de semana con ella, mi esposa había pedido permiso en su trabajo para el viernes igual yo.
Ya el asunto se tornaba de color oscuro.
El viernes a mediodía llegó Mauricio, saludó a mi esposa, ella vestía de jean y una franela ceñida todo muy normal, lo recordaba vagamente, mi plan se estaba cumpliendo, pasamos al comedor un buen almuerzo y mucho vino, pues ambos estábamos nerviosos, yo miré a mi esposa y ella con un guiño lo aprobó, que jodida es, sin embargo me quedaba un as debajo de la manga.
Le dije a Mauricio que me acompañara a llevar los platos a la cocina, mientras dejaba los platos en el fregadero me armé de valor y le dije: Escucha Mauricio, no me vayas a ver la cara de cabrón con lo que voy a decir, quiero que salves mi matrimonio y que participes en algo en nuestra alcoba y nos guardes el secreto hasta que mueras, ya me contaste que tenías un problema y seré discreto, él me miró con sus ojos tímidos y me dijo simplemente que bueno, y que si estaba seguro de lo que iba a hacer, le dije que sí.
Mi esposa ya estaba en la alcoba, que sin ser muy lujosa es muy cómoda especialmente la cama que posee un gran colchón, yo entré con Mauricio, ella estaba con una gran bata sin exponer su fabuloso cuerpo, sentada en el borde de la cama, juro por mis números que hasta ahí iba a llegar el desquite de mi esposa, sin embargo para mi sorpresa, ella exclamó: Mauricio quítate la camisa y tú también, ambos nos despojamos de la camisa, ya lo dije no tengo un culo de adonis solo me salva el conjunto, Mauricio mucho más robusto pero perfilado, pasó el examen, siguió hablando y dijo ahora los pantalones, en este momento esperaba que Mauricio dijera: Que pena señora Corina, tengo algo que decirle, soy impotente o algo por el estilo, y todo habría terminado allí, pero para mi sorpresa, se mantuvo callado.
Quería que mi esposa fuera la que claudicara, para machacar eso más adelante, pero nada, todo se desarrollaba en forma vertiginosa sin que nadie parara aquello., que carajo, nos quitamos los zapatos, las medias y los pantalones.
Allí mismo desee que la tierra se abriera y me tragara, mierda y más mierda, que hijueputa, tenía unos bóxer de baño, con refuerzo especial en la parte del pene, yo tragué saliva, adivinando lo que se escondía detrás de esos calzoncillos especiales, mi mujer tampoco lo creía, sorprendida dijo: afuera calzoncillos y señalando a Mauricio primero él.
Se bajó los calzoncillos, que pendejo y sobrador fui, allí estaba el «problema» del hombre, un pene enorme, que flácido, parecía un plátano o salchichón grande; mi mujer pensaba y yo también que el mío era más que normal y amañador, pero quedé frío y con una gran cara de cabrón, merecía ganar el premio al más imbécil y memo del mundo, primera vez en la puta vida, maldita sea y me salía esa mierda, un guevón con una tranca, que de pronto, solo en las películas porno se veían, con razón el muy hijueputa tenía problemas, por favor disculpen los lectores si esos tamaños son comunes, miré con cara de reproche a Mauricio, pero estaba estático; miré a mi mujer a ver si se salvaba la patria, pero estaba hipnotizada mirando ese guevo.
Soy criado a usanza antigua, a pesar de tener mente liberal, pero, como la mayoría, prefiero ver que ciertas cosas le sucedan a otros pero no a uno, en pocas palabras no soy hombre de entregar a su mujer para que otro la coja, pero eso era lo se veía venir.
Maldije mi vida, con razón uno tiene lo que se merece, saben, que ironía manejo por motivo de clases las probabilidades, el ejemplo: cuantas veces cae una moneda cara o cruz, pero por mi vida, entre tantos en mi ciudad, un estudiante mío y una verga de esas, que mierda más irónica, iba a tener el escarmiento más terrible, castigado al entregar por mis propias manos a mi esposa y humillado en el tamaño de mi miembro.
La alcoba, la situación, la atmósfera de hacer algo impensado, dos hombres una mujer, eso fue…, yo estaba perdido, preso de algo que bullía en mí y no puedo describir, el lado oscuro, no sé, yo solo miraba, a escasos centímetros tenía a un hombre que tenía un guevo descomunal., al frente de nosotros mi esposa con la mirada perdida en medio de las piernas de ese hombre.
Ella fue la que rompió esa modorra de contemplarnos.
No te quejes dijo mi mujer, tú has disfrutado, sin mí, ahora estamos los dos en esto, Mauricio es solo eso, sexo, a estas alturas resuena en mi cerebro lo que ella dijo: La quiero dentro de mí, termina lo que empezaste, dicho esto se despojó de la bata, que mujer, ya tenía esas grandes tetas paradas, ese cuerpo estaba tenso, miré a Mauricio y estaba extasiado contemplando ese cuerpo que nalgas y ese coñito algo brillante de la excitación de que estaba siendo presa, a continuación mi mujer lo tomó con ambas manos y lo empezó a pajear, miró buscando aprobación y tras mirarnos, agachó la cabeza y empezó a lamerlo, en esa paja y en esa lamedera, Mauricio apenas emitía unos quejidos, mientras se le erectaba el pene, no crean que me puse a medirlo pero por simple comparación debe medir entre 28 y 3 ????? Cm, de grueso no le cerraba la mano de mi mujer y camino a la base del pene se iba engrosando más, no sé que me causaba más desmadre y desazón, si su longitud o su diámetro yo creo que esto último, que bicho, que barbaridad su cabeza es del tamaño del puño de mi mujer y de paso roma o chata para más placer o dolor, que demonios el mío era como comparar una salchicha ranchera con un salchichón cervecero, con mi orgullo hecho pedazos empecé a participar, mi pene se paro enarbolando mis 17cm y mi porra se inflamó más que nunca tratando de competir con la de él, puro contentillo.
Me senté junto a ella y sin estorbarla le empecé a besar el cuello, estrujar delicadamente sus pechos, pellizcando sus pezones, ocupada dándole lengua al trozo, le abrí las piernas y así sentada acariciaba su raja, excitándola, quería ir de primero, por orgullo.
Le dije a mi mujer que se detuviera y que se pusiera en cuatro, con una mano detuve a Mauricio, me dirigí hacia una de las gavetas del closet y saque un lubricante K-Y que usamos de muy vez en cuando para las penetraciones anales, se lo pasé para que se lo untara en su pene, lo último que quería era que le causara daño y le empecé a lamer como loco el culo y a morder su clítoris, la idea de que aquello le pudiera entrar, la estaba excitando, no la conocía, suspiraba, jadeaba, su coño empezó a manar fluidos, había tenido su primer orgasmo, gracias a mi lengua, apunté con mi porra a ese hambriento coño, y de un solo golpe lo introduje hasta los guevos, nunca lo había hecho así, sabía que aunque muy normal solo hasta que la introducía lentamente, era que ella y yo nos empezábamos a mover, empecé un mete-saca con furia, afortunadamente el equipo de sonido estaba a gran volumen y apenas se percibían los chapoteos, me apreté duramente hasta doler más abajo de las guevas buscando que salieran unos centímetros más y que mi porra se pusiera morada allí dentro, debí haberlo conseguido pues mi esposa movía frenéticamente las caderas pidiendo más, en una última embestida la llené de leche, aún con mi verga adentro le pegué unas cachetadas en esas hermosas nalgas hasta ponerlas rojas, cosa que le excitó aún más, apretándome la verga con su coño sacándome la última gota y después me dedicó una deliciosa mamada dejándome el palo limpio, con una sonrisa de picardía, un destello de gusto en sus ojos, saboreaba lo que se le venía pierna arriba.
Ahora él, me dijo, había en su cara lujuria y excitación, Mauricio se estaba haciendo una paja a su estilo, le dije que se detuviera, mi esposa agarró esa tranca, la midió con su palmo, la apretó y empezó a lamerla, tratando de meterla en su boca no pudo, pero se las ingenió, para hacerle una mamada estilo chupa paleta, era un espectáculo alucinante, dejó de chupar, la ensalivó bastante, a decir le dejó gran parte del tronco y la cabeza chorreante de saliva, por su parte él con esa tranca dura se aplicó bastante lubricante, mi esposa se acomodó lo mejor que pudo en cuatro, despatarrándose, separando bien sus rodillas y me dijo: ayúdame a metérmela papito¡¡¡, que carajo, no creía lo que me pedía y yo tampoco creía lo que hacía cuando terminé por agarrar esa gran verga caliente y colocarla a la entrada de la vagina de mi mujer, ella, a su vez con una mano por debajo de su vientre, agarro mi mano guiando el pene a su cueva, gracias a restos de mi semen, dentro y fuera de su vagina, la cabezota, se le resbalaba, yendo a parar a su clítoris, cosa que la enloquecía, viendo esto, Mauricio se aguantó y empezó a restregar ese gran bate a lo largo de la raja de mi mujer, que espectáculo, meneaba esa cadera y la echaba hacia atrás como queriendo jugar a atraparlo, pensé que gracias a que mi pene estuvo en su cuevita algo iba a servir, que pena la diferencia de diámetros era más que considerable, iba a presenciar un gran trabajo de dilatación de la bizcocha de mi esposa, en unos de esos restriegues quedó precisa la cabeza a la entrada de su rajita y él empezó a presionar para meterla ella le dijo: quédate quieto que yo me muevo, mi mujer meneando su cadera hacia los lados y hacia atrás como haciendo campo, lentamente empezó a engullir ese enorme trozo, primero la cabeza, escuché una especie de pujo que ella emitió cuando le entró la cabeza, yo excitado le abría las cachas de las nalgas para tratar de facilitar el acceso, veía como el ojo del culo cada vez se contraía más hasta desaparecer en una especie de línea, y los brotados labios del coño trataban de abrazar ese enorme tronco, una vez le entró la cabeza y al tratar de meterle un poco más, al sacarlo y meterlo, el coño de mi mujer emitía sonidos de aire comprimido, le estaba sacando todo el aire preso en ese coño, ella mordía la sabana, pero se animó a enterrársela cada vez más, yo me metí debajo, le empecé a chupar ese clítoris, a lamer no importando lamer de vez en cuando el tronco de Mauricio, me salí e intenté que me la chupara, no pudo, ella era la que trabajaba, miraba, con desasosiego como entre el lubricante, saliva y flujos de la vagina de mi mujer, dejaban en el tronco un anillo blancuzco, que cada vez marcaba más centímetros de guevo dentro de mi mujer.. y por la entrepierna algo le resbalaba ¡¡¡ la presión hacia atrás estaba sacando los restos de mi semen¡¡¡ es algo indescriptible, que dilatación, mi mujer estaba siendo desflorada por segunda vez, me asombré cuando ambos entraron en ritmo, parecía interminable cuando se lo metía y cuando se lo sacaba, ahg ahg ahg ahhh ah… apartado mirando esa cogida que le estaban dando a mi mujer, vi cuando vencida dejó de apoyarse en sus manos y clavó su cabeza entre la sábanas, y con las manos extendidas trataba de ocultar su rostro entre los brazos, me acerqué,, del placer y dolor balbuceaba, mmmjj,mmmj,…mmmjj era lo que decía con quejidos, las largas y afiladas manos de él, se habían posesionado hace tiempo de esas hermosas nalgas y las estrujaba y amasaba como le daba la gana, haciendo que me mordiera los labios, que rato le estuvo dando clavo, que raja tan gozona, en esos momentos tenía vida propia solo pedía más y ese muchacho si que le daba, ya no le importaba si la desbarataba en ese interminable mete-saca,- mete-saca ,,a veces abandonaba una nalga para pasar sus dedos por la rajita y llevarse sus jugos y saborearlos, lo hacía alternativamente con una mano y luego con la otra, hasta ensalivar sus pulgares, gozaba abriendo y cerrándole las nalgas, cada vez se las abría más agarrándolas fuertemente con sus manos, dejando bien al descubierto mi adorado tesoro, ese negro y hermoso ojete, me imaginé lo que iba hacer el muy,, como mi mujer estaba toda despatarrada, con sus rodillas separadas al máximo, empezó a hurgar el ojete de su culo con los pulgares, ensalivándolo y dilatándolo, hasta meter completamente su largo pulgar hasta los nudillos y presionar,, mi negra se quejaba, protestando por esa nueva presión a que era sometida su lujuriosa anatomía, el vigoroso vaivén que le imprimía a sus caderas, le bamboleaba sus grandes tetas, toda ella era una mar de quejido uhhgs, aggs, nnooonnoopuedo ummh, para que yo hiciera algo igual debía estar con una suerte de la madre.
Haciéndome una paja, miraba como era saqueado mi tesoro, pálido miré como ensalivaba completamente sus dedos índice y medio eran largos y sin dejar de meter ese guevo en la conchita empezó a llenar saliva de nuevo el ojete y a reemplazar su pulgar derecho por los dedos, le hacia presión para que entraran y de un embate se los metió hasta los nudillos, mi esposa pegó un chillido y trató de sacárselos pues su culo es delicado, pero en esta reacción, al brincar y menearse lo que logró fue meterse más guevo, pujando de dolor, así que decidió dejar que el desgraciado le magreara su ojete, le metía los dedos hasta la empuñadura y los giraba, los sacaba y volvía a repetir la acción con frenesí y rapidez, ahora su penetración era doble, pero no iba permitir que le partiera el culo con ese guevo, rica negrita mamita, que raja tan amañadora, linda te gusta mi verga y mis dedos, era lo que decía él ahora su amante sus gestos eran de aceptación, ¡estaba disfrutando también de la enculada con esos largos dedos¡, que paliza la que me estaban dando, con resignación aceptaba el goce que estaba recibiendo mi esposa.
Como un gran cabrón yo la sujetaba de la cadera pues cuando arreciaban las embestidas se trataba de alzar de la cama. De pronto Mauricio, sacó sus dedos, su negro culo quedó abierto, palpitante y rojo, su descanso fue solo momentáneo, pues vi como la agarraba fuertemente de las caderas, sacando bastante su guevo, casi hasta la cabezota, se la introdujo de un solo golpe hasta donde el útero de mi mujer se lo impidió, gritó de dolor, no esperaba eso, mordió la sábana, pero una vez pasado su dolor se empezó a estremecer, le quedó por fuera algo de ese enorme guevo unos cuatro dedos según mi estimado, la tuve que sujetar por sus hombros, todo ese tiempo que estuvo de pie a la orilla de la cama poseyendo a mi mujer al borde de la misma, llegaba a su fin,, Mauricio sacudiéndose, temblando por su llegada la llenó de leche, esas grandes guevas estaban mandando cantidades de leche que el coñito de mi mujer trataba de alojar.
Mi mujer gemía, sí gemía, como espasmaba se estremecía, tratando de meterse algo más de ese guevo y a la vez de no dejarlo salir creo que tuvo un multiorgasmo, que manera de salir flujo de su vagina revuelto con el semen de Mauricio.
Parecía una eternidad Mauricio sacando su verga del coño, cuando salió sonó un sonoro plop y mi mujer se desmadejó en la cama, carajo le dolió y le dolió pero como lo disfrutó, Mauricio nos sonrió agradecido, acariciando suavemente las curvas de mi esposa.
Como pude me puse una toalla, salí de la habitación, fui a la nevera y traje una botella de vino, le di un gran vaso de vino a mi mujer.. Mauricio y yo bebimos también. La tarde caía, busqué algo de respuesta en los ojos de mi mujer a lo que habíamos hecho, pero la excitación, no nos dejaba, me abrazó y besó largamente y al hacerlo de su vagina fluía semen algo mío, de Mauricio y de sus propios jugos, cayendo en mis piernas.
Con nueva excitación y con él como siempre bombeando su gran tranca el hijueputa suertudo, le propuse algo alucinante a mi mujer, le dije ya obtuviste lo tuyo ahora déjame tu culo para mí, aceptó,, la besé mucho, bajé hasta su vagina, no me importó lamer su vagina con restos de ese guevón, a él no le permití que lamiera su coño ni su culo, pero estaba excitado, le dije que por su buen comportamiento participaría en el siguiente acto.
Como pude me senté al borde de la cama con mis pies en el piso, ella de espaldas, la empecé a besar hasta que llegué a su culo profanado ya por los dedos de él, se lo empecé a lamer y a chupar suavemente, mi lengua diestra entraba en su ano tratando de reparar el escozor causado, y aunque estaba dolida, con su culo dilatado y enrojecido, no protestaba, inserté un dedo, luego dos, sus gemidos eran excitación para mí, hacia esto y la ensalivaba bastante, con mi mano libre acariciaba su inflamado coño y su clítoris, la incliné suavemente hacia adelante y ella colaboró proyectando esas caderas y mostrándome ese agujero negro que es mi tesoro, lentamente la obligué a irse sentando en mis piernas, mi pene causaba estragos en su culo cada vez que lo hacía, pero era mi desquite, enfilé mi porronuda cabeza a su agujero, le abrí las cachas de las nalgas y le dije que se ensartara, poco a poco lo empezó a hacer, cuando le entró la cabeza, la senté de un empujón, gritó y me araño las piernas, pero mi gorda polla ya estaba llenando su intestino, con mis piernas y luego mis manos y sin dejarle de pellizcar y oprimir sus adorables pezones, empecé a subirla y a bajarla, hasta que ella agarró el ritmo, le oprimía salvajemente los pezones, los pellizcaba, ella respiraba fuerte, Mauricio excitado se colocó delante de ella, y ella agarrando ese garrote se lo pajeaba con furia.
Yo aumenté el ritmo quería que se abandonara al placer de nuevo, como lo había hecho con él, ella cerró los ojos para disfrutar mejor de esa enculada que le estaba haciendo, me eché hacia atrás arrastrando suavemente a mi mujer, pero manteniendo su coño caliente al borde de la cama, me acomodé lo mejor que pude, empecé a metérselo y sacárselo casi hasta la punta endemoniadamente, mete-saca, viendo como se ensanchaba ese culo, estaba gozando con los ojos cerrados, su coño estaba mojadisímo, cambié una mirada con Mauricio y entendió la invitación, con mucho cuidado empezó a meter esa enorme verga en el coño de mi esposa, ella abrió los ojos como platos, intentó gritar, pero ya estaba muy ensartada, pensé que la íbamos a romper, mi negra bufaba, resoplaba, decía: eso no, eso noooooo no por favor noooooooooo., esos reclamos alentaron más a Mauricio, lenta, pero firmemente se la hundía sin piedad, el pedazo de mierda disfrutaba de los gestos que hacia mi mujer, su dolor era incresendo, pues con mi guevo en su culo la verga de él entraba con más dificultad y dolor, sentí la verga de Mauricio empujando sobre la mía, es una sensación que solo se experimenta así, soporte como pude el peso originado por la penetración de Mauricio, se la metió hasta donde pudo, más de la mitad, ella se sentía partida, me maldecía, pervertido hijueputa me llamaba, nos miramos el arriba yo abajo empezamos un lento saca-mete, mi mujer estaba emparedada, él se apoyaba como podía, yo le agarraba las cachas del culo a mi mujer y se las empujaba hacia Mauricio, para que él de nuevo la empujara y pudiera entrar y salir mi verga de su ahora muy apretado culo, le agarraba de la cadera, ella se quejaba oh-oh-oh-oh que hacen no nooooooo, despacio, despaciooooo, disfrutaba pero incómodamente, los bombeos aumentaron de ritmo, tanto de él, como el mío, mi mujer separaba lo más posible sus piernas para permitir el embate de aquella verga larga, gruesa y venosa, solo la excitación le permitía soportar dos pollas al mismo tiempo. Aguantamos lo más que pudimos, por un buen rato fue una sinfonía de excitaciones y suaves quejidos, quería que eso durara, pero no aguanté más y me derramé dentro de su culo, mi verga en estertores brincaba dentro de su intestino, la de Mauricio ni se diga sentía el palpitar de ese monstruo cuando venía con su descarga de leche, continuó llenado de leche el coño de mi mujer después de mí, claro con tremendas guevas quien no, la sacó un poco para estar más cómodo y luego se la enterró salvajemente hasta donde pudo, que grito tan puto el de mi mujer, por primera vez besó apasionadamente a mi mujer como agradeciéndole la faena y jugueteo, lamió y chupó largamente los pezones de mi mujer, mordiéndolos suavemente, apretándolos a la vez, cosa que la muy de mi mujer le agradeció, pues le ayudó a pasar el dolor de su última embestida, su nariz ventilaba fuertemente su vientre se contraía sin cesar prueba de su gozo y su culo me apretaba rítmicamente mi verga, al igual que a la verga de él, lo hacía esa bizcocha traidora, que mezcla de leches, el olor agridulce de la venida de mi mujer lo captaba con intensidad.
Restos de semen y flujo caliente fueron a parar en mis bolas, que locura, primero se desensartó Mauricio, que tremenda manguerota, babeaba semen que mi mujer trataba de tragar, algo comió y con sus manos el resto se lo restregó en su grandes y morenas tetas, poco a poco incorporé a mi mujer, moviéndola suavemente a un costado de la cama, observaba ese culo dilatado chorreando mi leche, mi pene salió de su agujero, ella no pronunciaba palabra, se estaba recuperando de tamaña ensartada, su coño y culo manaban flujo en abundancia, empezó a sollozar, lo siento fue lo que atiné a decir, Mauricio salió silenciosamente de la habitación y se vistió en el baño.
Me puse una toalla encima y lo despedí, ya estaba oscureciendo.
Volví a la habitación, con la misma toalla la mimé y la sequé.
Se había desvanecido el resentimiento entre los dos. Salí y la dejé dormida.