Era una noche de sábado de un 6 de diciembre, caluroso en la Patagonia argentina en donde Sabrina y Alan, en su casa.
El reloj marcaba las 22hs, y el aire estaba cargado de tensión. Sabrina, una mujer de treinta y dos años con curvas generosas que siempre habían hecho girar cabezas en la calle, estaba sentada en el sofá raído, con el celular en mano, revisando el pedido de la app pedido ya. Su pelo rubio sobre sus hombros, y sus ojos verdes con una mezcla de capricho infantil y desafío adulto.
Llevaba una remera ajustada de soda stereo que le quedaba 2 talles más unos shorts de jean que apenas cubrían sus muslos carnosos y suaves al tacto.
Se había encaprichado con esa pizza especial: mozzarela, aceitunas negras, champiñones, tomates y anchoa que prometía sabor delicioso. Era su vicio culpable, el pequeño lujo que se permitía en medio de la rutina asfixiante del hospital.
Alan, su novio desde hacía 4 años, era un tipo fornido de treinta y cinco, él trabaja de chofer. Estaba de pie en la cocina, abriendo latas de cerveza con más fuerza de la necesaria, mientras echaba un vistazo a las facturas amontonadas en la mesa como un castillo de naipes a punto de derrumbarse.
¿A – otra vez Sabrina? ¿en serio? ¿Otra vez pidiendo pizza? ¿No ves que estamos hasta el cuello de deudas? El alquiler sube el mes que viene, la luz la debemos, y el puto auto está roto hace una semana Todavía le debo 240 Lucas al polaco del taller Y vos ahí, como si la estuviéramos atadas, encaprichándote con mariconadas que no nos podemos permitir. –
Sabrina levantó la vista del teléfono, sus labios carnosos curvándose en una sonrisa sarcástica que no llegaba a sus ojos.
S – Mariconadas, ¿eh? Porque claro, vos sos el rey de la austeridad, ¿no? Trabajando 12 horas al día como un pelotudo para qué, si no podemos disfrutar un poco de la vida. Una pizza, flaco. Una pizza de mierda. No es como si estuviera comprando un Ferrari o departamento en puerto madero, que tacaño te estas volviendo. Es comida, pelotudo. Comida que me hace gusta después de un día yendo y viniendo con pacientes que me tratan para el orto en la clínica –
Él la miro, con la lata en la mano aplanándola, con la mirara de enojo y frustración.
A – Disfrutar, ¿Qué queres Disfrutar, decime? ¿de tener el culo gordo hundido en el sillón mientras yo me parto el orto laburando? Si no fuera por tus ‘caprichitos’, como esa cartera de mierda que te compraste el mes pasado o las cervezas artesanales y masas finas “para impresionar” a tus amiguitas ojalá yo pudiera comprarme todo lo que se me antoja, pero las cosas son como son –
Sus palabras le dolieron a Sabrina. Ella sintió el calor en la sangre, no era solo ira, sino una mezcla de resentimiento y algo más oscuro, más visceral.
Se levantó enojada, y se paró frente a él con las manos en las caderas, el cuerpo tenso producto de enojo
S -¡¿Mi culo gordo?! ¿Eso es lo que pensas? ¿Que soy una pendeja caprichosa que te arruina tu vida? ¿Que sin vos estaría durmiendo en la calle? Porque yo también trabajo, para tu información. Yo también traigo guita a la casa. Y si no fuera por, como tú los llamas, esto sería un cementerio: sin risas, sin coger, sin nada que para saber que estamos vivos y no solo sobrevivir para llegar a fin de mes. –
Alan, doy un trago largo y ruidoso a la cerveza, el gas burbujeando en su garganta.
A –Sobreviviendo, exacto. Eso es lo que pasa. Sobrevivir. Y tus caprichos nos hunden más. ¿Sabes cuánto me cuesta cada noche verte feliz con una tontería que mañana no recordamos? Me revuelve el estómago. Si no controlas esto, vamos a quedar tirado en calle, y entonces ahi vas a extrañar tus pizzas –
Se pasó una mano por la cara, los ojos inyectados en sangre por el cansancio acumulado, y dio un paso atrás, como si el mero hecho de mirarla le quemara.
Sabrina llena de furia que le recorrió el cuerpo como un rayo eléctrico, haciendo que sus pezones se endurecieran, Imaginó, como sería cobrársela. Cómo sería demostrarle que puede y tiene que hacer lo que quiera, convertir su capricho en algo que él nunca podría tocar.
sonó el timbre en ese preciso momento, la pizza había llegado, puntual como un verdugo.
A –¡Ahí está tu pizza de mierda! –escupió con veneno, tirando la lata vacía al tacho. –págala vos eh, a ver si aprendes lo que vale la plata pelotuda. Yo no pongo un peso. –
Se dio la vuelta con un movimiento brusco, los hombros encorvados por la rabia, y se dirigió al baño, murmurando maldiciones entre dientes. A ella “ese pelotuda” le dolió y la enfureció más que haría cualquier cosa para bajar los humos.
A – Me voy a dar una ya estoy podrido” –
Ella oyó el agua correr segundos después, el chorro caliente golpeando las baldosas con un rugido constante, ahogando cualquier posibilidad de reconciliación inmediata.
Se quedó sola con su rabia, con el eco de sus palabras retumbando en su cabeza, y el timbre insistiendo como un latido impaciente en la puerta, como si el repartidor estuviera perdiendo la paciencia. ella respiró hondo, su corazón martilleando como un tambor de guerra en el pecho, haciendo que sus tetas subieran y bajaran con ritmo hipnótico. Sintió un cosquilleo entre las piernas, un pulso cálido y húmedo que la hacía apretar los muslos instintivamente.
Pensó en una locura, sí, pero era su locura. Abrió la puerta de golpe(pero antes se quitó los pantalones), del otro lado el repartidor, un chico joven, no más de diecinueve años, afroamericano, ojos oscuros que se abrieron como platos al verla, y un leve bigote que le daba un aire de macho en ciernes, inexperto pero prometedor. Llevaba la caja de pizza en una mano, equilibrada con precaria maestría, y la bolsa térmica en la otra, pero todo eso se desvaneció en el instante en que su mirada bajó por el cuerpo desnudo de Ana. Empezó por sus ojos marrones, desafiantes mirando la pierna de la diosa que tenía a frente se detuvo en esas piernas como si no existiera nada más.
J – B-buenas noches… La pizza para… ¿sabrina?», balbuceó, su nombre era Joaquín y su voz quebrándose en la última sílaba, el calor subiéndole por el cuello hasta teñir sus mejillas de rojo.
Ella no dijo nada al principio. Solo sonrió, una sonrisa lobuna y depredadora que revelaba el blanco de sus dientes, y le empezó a tocar la verga sobre su jean
S – no tengo plata Joaquín – el nombre lo tenía en un cartel sobre su remera
J – no para estoy trabajando – intenta correrla con la mano
S – dale relaja un poco – y lo besa, lo cual él accede a ese beso
Ella sigue tocando su verga sobre el pantalón en el cual se empezaba a formar un bulto importante
S – ves que si queres –
J – sos hermosa – y le pone la mano apretando fuerte su enorme culo
Siguieron besándose de manera más apasionada aun lo llevo hacia la sala y dejaron la pizza en la mesa ratona.
Ella se dio vuelta refregándole su orto en la pija que parecía que iba reventar el jean de tanto que crecía, se quitó la remera como él su campera, tomó las grandes manos de el para posicionarla en sus tetas
S – tócame todo negrito – a la vez que sus lenguas jugaban entre si
J – queres que toque toda ehh – y me mete su mano derecha dentro de la tanga de ella para hundirle los dedos en su vagina – así queres que te toque –
S –aaaaah siii asiiii – los dedos entraban y salía
Ella se suelta y le saca la parte de arriba para tocar el torso desnudo, eso pectorales tallado por los propios dioses según el pensamiento de Sabrina
S –uhhh que fuerte estas bebe –
J – vos también –
S – lo que va a estar fuerte es el pete que te voy hacer –
J – a ver – y se empieza a desabrochar el pantalón
Con la ayuda de Sabrina, esta se arrodilla frente al para bajárselos hasta los tobillos y libera de la ropa interior una gran verga negra llena de venas
S – uh mi amor que bien voy a comer –
Mientras Alan se empezaba a refregar el cuerpo con jabón su novia estaba en la sala practicando sexo oral a el repartidor de pizza
La tomo con ambas manos y su cabeza iba de atrás hacia delante pasándole la lengua y metiéndosela en la boca como la gran experta que es.
Luego se concentró en el glande pasándole la lengua y volviéndola a introducir donde el pene de Joaquín salía del cachete de ella
J –oooohhh oooohhh –
¿S – eh te gusta? –
J –ssiiii –
S – a mí me encanta –
Y seguía chupando pasando la lengua de cabo a rabo y tomaba la cabeza para que ella pudiera metérsela más a fondo
Joaquin miraba hacia abajo la cara de rubia con su rabo en la boca y eso ojos azules que enamora a cualquiera
S –glup glup glup glup mmmmm gluppp gmmmmm –
Se para frente a él y lo besa nuevamente en la boca que no parecía importarle que la boca de ella estuvo su pene.
Con la mano derecha lo empezó a pajear, pero ahora él fue quien la puso de espalda para inclinarse, sacarle la tanga y hundir su lengua entre sus nalgas
S –aaaaahh siiii mia amorrrr!!!! –
J –mmmm glluuua ammmmaaa – ella le sostenía la cabeza para meter más su cabeza dentro de su culo
Empezó a darle chirlitos en la cola y un plaf plaf plaf plaf sonaba mientras que el baño Alan se coloca shampoo en el pelo
S – ponete en sillón bebé –
Lo cual él hace y ella se posiciona sobre el para hacer el famoso “69” la lengua del pasaba nuevamente por la concha de ella mientras Sabrina se tragaba una vez más la poronga del repartidor
S –ammmmmm ggllglguuulloppp aaaaah –
J –aaaaaaaggghhgg –
Con la verga bien llena de saliva, Sabrina se pone en posición para probarla de otra
S – dale Joaquín ponemela, dale cógeme –
Ella en 4 y el tomando sus caderas se dispone a penetrarla con un “ooooyuuhh”de ella sintió como lentamente la verga caliente entraba en su conchita
En envestida empezaron a aumentar la velocidad encima del sillón
J – aaahahahah que buen ortooooo aaaahhh –
Sus pequeñas tetas bailaban al copas de las penetraciones de Joaquín
S- aahhhh aaaahhh ooooorrrr siiiiii –
Estuvo unos 10 minutos hasta que cambiaron de posición donde él estaba sentado en el sofá y ella cabalgaba como loca de espalda a Joaquín
S –aaahahahb aaahahah como aguaaaannttasss paptooooo –
J – aaahahahahahahaahahahahahahh – y acariciaba todo el cuerpo con más detenimiento sus tetas
S – aaaah quierrooo probar esaaaa vergaaa de nuevoooo –
Se baja del sillón para arrodillarse frente para meterse la pija en la boca, su cabeza subía y bajaba como loca nuevamente, la mejilla se hundía en cada aspiración
S –aaaaoaoaohhhhhggg –
Supcionaba cada vez mas y mas
J –aaaahahahahahahahah – y empezó a soltar grandes chorros de semen dentro de la boca de ella
S –mmmmmmmmmm que rico bebe – saca su lengua para mostrar que se tragó toda la leche de Joaquín
Escucharon que la llave de la ducha cerro entonces Sabrina mientras saboreaba la leche de Joaquín
S – dale vestiste que estar por salir mi novio del baño –
J- eh ¿estaba tu novio? –
S – igual no escucho nada, si no te mataba, pero lo va a hacer si te ve –
Entonces este se viste rápido al igual que Sabrina
S – ¿cuánto es? –
J – ¿qué cosa? –
S – la pizza –
J – a es gratis –
S – que bueno – entonces le abre la puerta y este se va
Cuando Alan sale del baño ve a su novia mirando tele con un trozo de pizza en la mano y el reto en la mesa ratona
S – ¿queres? –
Este sonríe y acepta una porción
Fin