Hola, soy Alma, tengo 37 años. Soy alta, de piel clara, cabello rubio y un cuerpo trabajado que no pasa desapercibido… aunque sinceramente, nunca me gustó sentirme observada. Sé que tengo un físico envidiable, pero no lo uso para seducir; es simplemente el resultado de una rutina exigente entre gimnasio, trabajo y disciplina. Me gusta sentirme bien conmigo, no provocar a otros.
Mi vida profesional se reparte entre dos mundos. Por un lado, administro la agencia de viajes que fundó mi padre, junto a mis hermanos, desde que él falleció. Por otro lado, soy dueña de una empresa de empaquetados que me demanda gran parte del día. Nunca me faltó el dinero, ni la estabilidad, pero eso no significa que todo haya sido perfecto.
Estoy casada desde los 22 años con un hombre atractivo, exitoso y correcto. Tenemos tres hijos maravillosos. Desde afuera, somos la postal de una familia ideal. Pero puertas adentro, el deseo se fue apagando. Hace años que el sexo casi no existe entre nosotros. Las caricias se volvieron costumbre, los silencios se alargaron, y mi cuerpo empezó a sentir un vacío que mi cama ya no llenaba.
No fue de un día para el otro. Pero un día, cayó la primera fantasía. Y detrás de ella, muchas más. Algunas se hicieron realidad… otras siguen rondando en mi mente.
Y por eso estoy acá. Para contar mi historia. No para ser juzgada ni admirada. Solo para desahogar las partes de mí que ya no caben en el silencio.