Capítulo 1
Hola, soy Sady. Quisiera compartir con ustedes una de mis experiencias más morbosas. Mi pareja, durante mucho tiempo, me insistió en que le añadiéramos algo de picante a nuestra relación. Me confesó que una de sus grandes fantasías siempre fue verme penetrada por un hombre rudo y varonil, es decir, un macho. Así le gusta llamarlos cuando fantaseamos en la cama. Me decía que era mucha mujer para un solo hombre y que merecía ser «empotrada» por un verdadero semental. Al principio, evidentemente, no le creí, pero fue tanta su insistencia que lentamente fui entrando en su juego.
Bueno, la cuestión es que, a medida que nuestros juegos, que tan solo eran fantasías, iban aumentando de intensidad, iba buscando mentalmente quién podría ser ese amante que tanto buscábamos. No es que me faltaran candidatos; tenía el celular lleno de mensajes de hombres pidiéndome salir. Algunos incluso sabían que tenía novio y lo conocían. Necesitaba discreción y no estaba segura de que me la pudieran proporcionar.
Una tarde cualquiera, uno de mis compañeros de trabajo, con el cual tenía cierto trato, me comentó que tenía problemas con su ex pareja y no lo dejaba ver a su hijo. No me sorprendió; hasta me parecía lógico. Se lo notaba bastante estresado en ocasiones. Lo que me sorprendió es que hubiera tenido un hijo siendo tan joven, pues ambos no pasábamos de los veinticinco. Le pregunté desde hace cuánto tiempo se habían separado y me confesó que desde hace seis meses. Le hice una broma y le dije que tenía que darse prisa en encontrar una pareja porque el músculo que no se usa se atrofia. Él solo rio ante mi comentario y me dijo que tenía razón, pero que por su nueva condición de soltero su pantalón estaba a punto de estallar todo el tiempo. Esa simple frase me hizo imaginar su miembro erecto eyaculando, y ya no lo vi de la misma forma desde entonces.
Lo comencé a desear; era corpulento, algo pasado de peso, tal vez, pero para mí era el hombre más deseable del mundo. Mi compañero debió notarlo también porque se me arrimaba mucho sin necesidad, y yo, claro, me dejaba acariciar. No obstante, no éramos directos con nuestras intenciones, como si decirlo arruinara el juego. Mi novio, que estaba al tanto de nuestro juego, me incitaba siempre a dar un paso más allá.
Un día que sabía que iba a ir a una discoteca con un amigo, asistí a la misma discoteca con el permiso de mi novio; iba acompañada de una amiga. Cuando llegamos, él ya estaba algo pasado de copas. Me hablaba al oído y me acariciaba sutilmente. Mi amiga, que no estaba al tanto de nada, de inmediato me dedicó una sonrisa cómplice al notar todos estos gestos para conmigo.
– Amiga, tiene como veinte centímetros y cuarenta kilos más que tu novio. No vas a poder caminar mañana – dijo mi amiga, y aunque deseaba eso, me hice la tonta. – Nada que ver, es un amigo – dije. Mi compañero y un amigo suyo nos sacaron a bailar a ambas. Mi compañero, totalmente desinhibido por el alcohol, ya actuaba como mi pareja. Me tenía agarrada de la cintura y me restregaba el paquete cada vez que el baile se lo permitía, y yo hacía lo mismo con mi cola. Mi amiga, siempre cómplice, reía bastante al verme así.
– Ni loco dejo salir a una mujer así sola a la noche – me dice él al oído. – Tuvimos una discusión – miento. – Que mal, alguien podría aprovecharse de eso – dice él y me besa en el cuello. Me mordisquea; estoy segura de que me está dejando chupones para marcar su nuevo territorio, pero él no sabe de mi juego. Sin pudor, ya me derrito de gusto. A esta altura de la noche, ya estoy bastante segura de lo que va a suceder. Así que voy al baño con mi amiga para reportarme con mi novio, que debe estar ansioso por tener noticias mías. Me encierro en uno de los cubículos para mensajear: «¿Estás seguro de que quieres esto? Ahora ya lo estoy deseando también, amor». Escribo.
«Si, claro que sí, amor. Le deseo demasiado. ¿Qué pasó?» responde.
«Nada aún, pero me toca, me restriega el paquete. Estoy mojada, amor. Quiero sentir cada centímetro de su paquete dentro y su leche caliente dentro de mí», le digo.
«Golosa, me prendes. Quiero que goces, mi putita», me responde.
«Lo haré, amor.»
«Escribe cuando puedas.»
Cuando salgo del cubículo, mi amiga ya me está esperando frente al espejo.
«Ya veo que tu amigo es de esos con derecho. ¿Qué escondido te lo tenías?» me dice juguetona.
«La verdad es que hasta hoy tan solo era un amigo. Tienes que saber guardar este secreto, amiga. Solo será por hoy.»
«Lo dudo mucho, amiga. Seguro vas a querer repetir. Está bueno, la verdad. Si es como lo pienso, dudo mucho que te vuelvas a sentir satisfecha solo con tu novio. Se le marca un paquete de aquellos.»
Río ante su comentario y salimos del baño. Apenas nos encontramos con los chicos, mi amiga decide retirarse y pide un taxi. Mi compañero se ofrece a llevarme a casa, pero es solo una tonta excusa para estar a solas finalmente.
Después de despedirse de su amigo, nos vamos hasta el auto. Durante el trayecto, siento acelerado el pulso. Cuando llegamos al auto, casi me come la boca a besos. Él también está muy acelerado y solo parece calmarse cuando le pido que me lleve a su departamento. De camino, pongo al tanto a mi novio por mensaje.
Subimos como autómatas hasta su cuarto y allí, bastante nerviosa, le pido que hagamos las cosas a mi manera. Me desvisto hasta quedarme en bragas y me siento en el borde de la cama, con un gesto le pido que se acerque. Da unos cuantos pasos hasta quedarse frente a mí. Él ya está con el torso desnudo. Desabrocho su pantalón, que cae al suelo. Puedo oler su miembro, que desprende un olor a semen.
Cuando bajo el bóxer, me encuentro con un pene bastante grueso que sale expedido, golpeándome levemente en la cara.
«Por fin lo conozco», digo. Lo tomo en mi mano y lo engullo lentamente.
«Ohhhh, qué rico», dijo él mientras aceleraba la mamada. Me encantaba su pene en mi boca; era delicioso. Lo sacaba de mi boca y le daba muchos lametazos porque no me cabía todo en la boca, y lo volvía a meter. Lo trataba como si fuera un caramelo. Él estaba totalmente estregado al placer que le estaba proporcionando.
Comenzó a gemir fuerte y su pene daba como saltos. Me sujeto de la cabeza cuando comenzó su descarga; era caliente y en grandes cantidades. No tuve más opción que tragarla; sentí que hacerlo lo haría aún más feliz.
Cuando terminó, casi perdió el equilibrio.
«Ohhhhhhh, Sady, eso fue increíble. Aún no puedo creer que esto esté pasando», dijo.
Le sonreí, aunque no estoy segura de que lo haya visto, porque me dediqué a limpiar cualquier rastro de semen en su pene con mi boca. Estaba muy satisfecha conmigo misma y entendía que debía dejar que se repusiera después de tal descarga.
Pero cuando me di la vuelta para ocupar uno de los lados de la cama, él me sujeto de los pies y me trajo hacia él, de modo que me quedé en posición de perrita.
– ¿Dónde vas? Todavía tengo energía de sobra y no puedo esperar para hacerte mía. En un rápido movimiento, me quito las bragas y las olisqueó. Me dio pena porque estaba hecho un charco por tantos fluidos. Bajé mi pecho hasta tocar la cama con él y levanté la cola para facilitarle la entrada. Yo también estaba deseosa de sentir ese pedazo de carne dentro de mí. Inmediatamente después, él mojo su glande en la entrada de mi vagina y hizo un círculo con él. El preludio casi resultaba insoportable y tuve que rogarle que lo metiera ya. Comenzó a meterlo lentamente y, mientras entraba, sentía que todas mis paredes se ensanchaban; gemí como nunca de placer.
– Ohhh, mi amor, cuidado, cuidado – le decía, estaba fuera de mí por el placer.
– Shhhhh, te va a gustar, bebe. Primero tengo que hacerme espacio; eres como una virgen para mí. Veo que tu ex no me llega ni a mis talones – dijo confiado y me la metió bien profundo; di un gritito por el susto. La dejó bien profundo para que me acostumbrara a su tamaño y luego comenzó un vaivén que casi hizo que me desmayara por tanto placer.
– Es mi novio – dije inconscientemente.
– Después de esto, va a ser tu ex.
Luego de decir eso, solo se escuchó un plass, plass, plass, producto del choque de nuestros cuerpos.
– Di que eres mía – dijo, reduciendo la velocidad.
– Soy tuya.
– Quiero que seas solo mía desde ahora.
– Tengo novio.
– Termina con él.
– No – dije con un tono de voz confiado y casi autoritario.
– Veo que va a ser un desafío – dijo, aumentando la velocidad de forma alucinante. El plass, plass, plass, plass era acompañado de mis gemidos. «Ahh, ahh, ahh», gemía, totalmente empapada de sudor. «¿Eres solo mía?» dijo, y aceleró un poco más el plass, plass, plass, que esta vez también emitía un ruido extra producto del sudor. Él estaba a punto de eyacular. «Nohhh, nohh, tengo novioooo», dije mientras su semen caliente me llenaba las entrañas. Casi me volví loca de placer. Él, totalmente rendido, cayó a un costado de la cama para recuperar el aliento. Amaba a mi novio, sin duda no lo dejaría, pero no estaba segura de poder dejar este nuevo placer. Bueno, si les gusto y quieren escuchar más de mis historias, háganmelo saber en los comentarios. Me encantaría leerlos. Gracias